El comentario pareció encender algo en Reinhardt. Su mandíbula se apretó pero, en lugar de estallar, dejó escapar una risa mordaz. Acto seguido, se apartó de Jordan y se puso de pie.—¿Celoso yo? —repitió con burla—. No digas tonterías. Eso jamás pasaría. Mucho menos por ti. Yo jamás he sentido celos y ni siquiera sé lo que se siente. No hay nadie que pueda superarme, nadie que valga lo suficiente como para despertar ese tipo de sentimiento en mí. Así que no tengo ninguna razón para sentir celos, y mucho menos por un campesino insignificante como tú. En todo caso, el que se puso celoso aquí fuiste tú.Jordan lo miró con desconcierto.—¿De qué hablas?Reinhardt esbozó una sonrisa aún más afilada.—Cuando entraste a mi oficina y me encontraste con Simone, reaccionaste como un niño enrabietado. Te largaste de inmediato al salón, fuiste directo a tomar alcohol con esos hombres y luego me gritaste que, si quería besar a Simone o acostarme con ella, podía hacerlo. ¿Quién de los dos parece c
Reinhardt salió de la habitación de Jordan y lo dejó allí, solo, con sus pensamientos. Luego, se dirigió al salón del cabaret y caminó con paso decidido hasta que vio a Charlie, quien inmediatamente se acercó a él al notarlo, buscando saber qué había ocurrido.—Reinhardt, ¿qué sucedió? Sé que saliste corriendo detrás de Jordan, y luego me llegaron rumores de que hubo un tiroteo en la calle... —expuso, claramente preocupado—. Además, se tardaron mucho en regresar. Creí que en verdad les había pasado algo...—Tuve un problema. El campesino intentó escapar.—¿E-En serio? —soltó Charlie—. Bueno, quiero decir, es evidente que quiso hacerlo porque salió corriendo de aquí, pero... no sé... pensé que solo había sido una discusión sin importancia entre ustedes y que Jordan salió de esa manera por hacer un berrinche, pero no creí que realmente intentara huir.—Eso ya no me preocupa —acotó Reinhardt—. El verdadero problema es que el campesino tiene graves conflictos con Zaid. —¿Zaid? ¿Zaid Albaz
Reinhardt soltó un bufido bajo y pasó una mano por su cabello con un gesto de cierta frustración. Allí estaba Jordan, en su cama, profundamente dormido como si nada hubiera pasado. Reinhardt había pensado que, después de todo lo ocurrido con Zaid, las cosas cambiarían, que Jordan se mostraría más obediente, que entendería su lugar, que dejaría de desafiarlo. Pero no. Jordan seguía siendo el mismo terco de siempre, insistiendo en hacer lo que le venía en gana, ignorando las órdenes de Reinhardt como si su autoridad no significara nada. Sin embargo, lo que más lo inquietaba no era la desobediencia en sí, sino la incertidumbre sobre lo que sentía al respecto.No sabía si debía molestarse porque Jordan había vuelto a desafiarlo, o si, de algún modo retorcido, le gustaba que él quisiera estar cerca. Esa ambigüedad en sus emociones lo desconcertaba. Estaba acostumbrado a que la gente lo obedeciera, a que nadie osara desafiarlo. Pero Jordan lo hacía, y aunque le irritaba, había algo en ese d
Jordan despertó sintiendo el calor de un cuerpo a su lado. Con los ojos aún pesados por el sueño, giró ligeramente la cabeza y lo vio. Reinhardt estaba tendido sobre la cama, boca arriba, con los párpados cerrados y el rostro sumido en una tranquilidad que Jordan pocas veces había visto en él. Era extraño. Estaba acostumbrado a la expresión severa y calculadora de Reinhardt, a la mirada afilada y las facciones endurecidas por la costumbre de estar siempre en control. Pero ahora, dormido, se veía diferente. Relajado. Sereno. Sin el peso de la autoridad o la desconfianza ensombreciendo sus rasgos. Y a Jordan le gustaba mucho esa imagen.Se recostó sobre su codo, acercándose un poco más, permitiéndose el lujo de observarlo detenidamente. Nunca había visto a Reinhardt así de cerca y con tanto detenimiento sin que él lo fulminara con la mirada o lo desafiara con algún comentario. Sus rasgos eran fuertes, varoniles, pero al mismo tiempo había algo en su expresión relajada que lo hacía ver a
Luego de un largo silencio entre ambos, Jordan optó por romper la quietud.—¿Dormiste bien? —preguntó de repente.Reinhardt soltó un resoplido leve antes de contestar con tono indiferente.—Sí, bastante bien.Jordan sonrió con ligereza y giró la cabeza hacia él.—¿Es porque te hice compañía?Reinhardt giró el rostro, mirándolo con un destello de exasperación en sus ojos.—No te pases de listo. Siempre duermo muy bien —aseveró, pero Jordan no se dejó intimidar. En cambio, lo analizó con detenimiento antes de dar su punto de vista.—Dormiste más de la cuenta. Estás acostumbrado a dormir solo una hora y luego te levantas para salir de nuevo al salón.Reinhardt pasó una mano por su rostro, restregándose los ojos.—Anoche trabajé mucho buscando sacarte de las manos de ese maldito enfermo de Zaid. Así que me quedé muy cansado.Un nuevo silencio se instaló entre los dos, hasta que Reinhardt volvió a girar la cabeza hacia él y lo observó con un semblante de reproche.—Y una vez más me desobed
Reinhardt lo besó con una intensidad que rozaba lo salvaje, como si en ese momento la cordura le abandonara por completo y lo único que existiera fuera el calor del cuerpo de Jordan contra el suyo. Sus labios devoraban los ajenos con una urgencia abrasadora, como si tratara de memorizar cada rincón de su boca, de reclamarla, de hacerla suya de una forma irrefrenable. Jordan, atrapado en el torbellino de esa pasión arrolladora, intentó seguir su ritmo, responder a ese deseo feroz que le consumía, aunque sentía que Reinhardt lo arrastraba como una tormenta de la que no podía escapar.El mafioso no tardó en avanzar, presionándolo, empujándolo con su propio cuerpo sin necesidad de palabras. Jordan, con cada paso que retrocedía, sentía que la habitación se hacía más pequeña. Sus piernas tocaron el borde de la cama y, en un parpadeo, se encontró cayendo de espaldas sobre el colchón, con el peso de Reinhardt sobre él, atrapándolo por completo bajo su presencia abrumadora.Los labios del mafi
La habitación estaba impregnada de una tensión sofocante, con el ambiente avivado por el calor de la proximidad y el peso de lo prohibido. Sus respiraciones eran irregulares, como si ambos estuvieran atrapados en un torbellino del que no sabían cómo salir. Reinhardt se cernía sobre Jordan, y sus cuerpos se hallaban tan cerca que cada exhalación se mezclaba con la del otro, siendo sus movimientos guiados por un impulso que amenazaba con consumirlos por completo.Entonces, de repente, el sonido de una puerta abriéndose rompió la atmósfera como un latigazo.El crujido de las bisagras pareció rasgar el instante en el que se encontraban atrapados, congelándolo en un cuadro de pura revelación. Y, tras ese sonido abrupto, una voz femenina irrumpió en el espacio con la naturalidad de quien no tenía idea de la escena en la que estaba a punto de entrometerse.—¿Hasta cuándo piensas dormir?El impacto fue instantáneo.Reinhardt se detuvo en seco, con su cuerpo aún sobre el de Jordan. Su respirac
Jordan permaneció con la mente atrapada en un remolino de pensamientos que no parecían conducir a ninguna parte. Lo que había ocurrido con Reinhardt en su habitación había sido tan inesperado como intenso, y aunque en el momento se dejó arrastrar por la situación, ahora el peso de la realidad lo alcanzaba con toda su crudeza. Había disfrutado cada instante, cada roce, cada fragmento de cercanía, pero sabía que no podía permitirse caer en aquello otra vez. No debía. ¿Qué sería de él—de ella—si Reinhardt llegaba a descubrir la verdad? No se trataba solo del peligro de ser desenmascarada, sino del riesgo mucho mayor que implicaba el desconocimiento total de lo que Reinhardt realmente sentía por él.El Jefe nunca le había hablado sobre sus sentimientos. Reinhardt nunca le había confesado abiertamente que le gustaba, nunca pronunció palabras que despejaran cualquier duda. No existía ninguna certeza, solo impresiones vagas, gestos ambiguos, una manera de mirarlo que podía interpretarse de m