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Capítulo 2: El encuentro en la playa

     PLAYA DE SĀO PAULO.

     Ahora estoy aquí sentada a orilla de esta playa, tomándome esta botella de whisky, viendo a las parejas pasear abrazadas o tomadas de la mano, que sola me encuentro, con unas ganas inmensas de llorar.

     Ya el sol se ocultó para dar paso a la luna, la playa se está quedando sola; sin embargo, yo sigo aquí con mi botella.

     Me tiendo en la arena, miro al cielo, así me quedo por un buen rato, cuando siento que alguien tropieza conmigo, de un salto me siento y veo frente a mí a un hombre alto, diría que muy alto, con un shorts y sin camisa, la playa está a oscura, la poca visibilidad que tiene se la regala la luz de la luna, aún  así puedo apreciar los cuadros que se le forman en su abdomen, hice una rápida mirada por todo su cuerpo y sus piernas están muy bien formadas, tiene una figura espléndida, de inmediato reacciono.

     —Oiga, ¿usted no ve por donde va?

     —Disculpe, no la vi.

     —La próxima vez mire hacia abajo y así no tropieza.

     —Y usted no se duerma en un lugar público, así no corre el riesgo que tropiecen con usted.

     —Yo no estaba dormida.

     —A mí me pareció que sí lo estaba, si hubiera estado despierta me ve y se aparta o bien me alerta para no tropezar con usted. 

     —Bueno está bien, ahora puede seguir su camino.

     —Okey.

     El hombre continúa su marcha, trotando se ve aún más hermoso, vuelvo a cerrar mis ojos y dejo que el arrullo de las olas del mar invadan mis sentidos, por hoy lo que quiero es olvidar, pero la imagen de Gael y su asistente se hacen presente a cada rato.

     —Disculpe señorita.

     —Usted otra vez, ¿ahora que quiere? 

     —Perdí mi cartera, creo que se me cayó por aquí cuando tropecé con usted.

     —Sí eso cree, búsquela.

     —¿Siempre eres tan odiosa?

     —Sólo con los desconocidos.

     —Entonces vamos a presentarnos, mucho gusto, mi nombre es Juan Carlos.

     Me extiende su mano, por cortesía se la tomo.

     —Evaluna.

     —Hermoso nombre, me permite sentarme a su lado, prometo no molestarte.

     —Hágalo, no se lo puedo prohíbir, esto es un lugar público, pero permanezca callado.

     —Eso haré, sólo quiero mirar las estrellas.

     Se coloca a mi lado, a solo pocos centímetros de mí, su aroma me perturba, se confunde con el aroma del mar y eso me gusta, no sé porqué lo hice, pero de pronto me siento y le ofrezco un trago de mi botella.

     —¿Te gustaría, -sin darme cuenta o quizás con toda la intención, empecé a tutearlo- tomarte un trago?.

     —Claro, me encantaría.

     —El problema es que no tengo vaso, tienes que tomarlo  directamente de la botella.

     —Para mí es mejor, así nos conocemos más.

     Esa respuesta me inquietó muchísimo.

     —Okey, entonces acompáñame a tomar.

     —Ya veo que te has tomado casi la mitad de la botella, voy a tener que tomarme un trago largo para emparejarnos.

     Dicho esto, toma la botella y se toma un buen trago.

     Así seguimos por un buen rato, pasándonos la botella y conversando, su mirada me inquieta,   a pesar de la oscuridad de la noche, puedo observar la manera como me mira, sólo la luz de la luna nos ilumina, cuando nuestros dedos se rozan al pasarnos la botella siento un escalofrío extraño, es la primera vez que siento esto, Evaluna, Evaluna, lo que sucede es que esta noche estás muy sensible, muy vulnerable por lo que te hizo Gael, eso es todo, deja de imaginarte cosas que no son.

     —¿Tienes rato aquí en la playa?

     —Sí, varias horas y tú, ¿siempre trotas por aquí?

     —No, hoy es mi primer día, estoy de suerte porque te conocí, tengo que agradecerle este encuentro al tropezón, disculpa mi torpeza no te pregunté si te lastimé.

     —Un poco, me diste con tu bota en la pierna.

     —No puede ser, déjame revisarte.

     —No es necesario, cuando llegue a mi casa me unto una crema analgésica y ya.

     —No señorita, yo no me puedo ir pensando que te dejé lastimada.

     —Y si lo estoy, ¿qué piensas hacer?

     —Por lo menos déjame revisarte.

     —Okey.

     La dolencia está en mi pierna más arriba de la rodilla, así que tuve que subir mi vestido para que él pudiera verme.

     Enciende la linterna de su celular para verme.

     —¡wow! Que pena contigo, tu pierna está un poco enrojecida.

     Con sus dedos empezó a darme suaves y ligeros masajes, esto lo hace sin dejar de mirarme, apaga la linterna de su celular y continúa pasando sus manos por la pierna, la mano sigue subiendo y llega hasta mi cadera, allí se detiene, me toma el rostro con sus manos, me mira y me dice con su cara muy cerca a la mía, sus labios rozan los míos, yo estoy paralizada, no reacciono, quiero que se detenga, pero a su vez no lo quiero.

     —No sé lo que me pasa contigo, pero me basta con solo mirarte para creer que te conozco de toda la vida, esto no es una casualidad es una oportunidad que nos brinda la vida y no puedo dejar que pase de lado.

     Diciendo esto me besa, en ese beso se fundieron todas mis tristezas, mis pensamientos oscuros que me llevaron hasta esa playa, respondo al beso, primero dejo que sea él quien juegue con mis labios, pero ya no me puedo resistir más, respondo al beso como nunca lo había hecho, esta no es la Evaluna que fue traicionada, la Evaluna que se fue a la playa acompañada con una botella para arrancar su amor pasado, esta es una nueva Evaluna que de nuevo se siente mujer, se siente amada.

    Sus labios se pasean por todos mis hombros, sus manos juegan con mi piel, me dejo llevar, no quiero pensar, sólo quiero sentir.

     Allí en esa playa a la luz de la luna me estoy entregando a un hombre, que sólo sé su nombre, pero no me importa, sin duda que me gusta y yo también le gusto, eso es el primer paso, bueno no sé si esto se va a quedar con el primer paso, pero en estos momentos no quiero pensar, sólo quiero sentir su cuerpo aferrado al mío, su piel fundiéndose con la mía, sus besos taladrando mi alma.

     Nuestros gemidos se confunden con el sonido de las olas, me siento como si estuviese flotando en el mar, mientras mis neuronas exploran y explotan sin contenerse, a su vez siento que la explosión es mutua, los dos estamos salpicados de esa emoción que nos envuelve y nos hace estremecer.

     Nos quedamos un rato en silencio, no hacen falta las palabras.

     Me mira y me da un beso suave en los labios.

     —Gracias por esta noche, dame tu número de teléfono, necesito verte de nuevo.

     ¡Qué hice! El licor que me he tomado de pronto se desvanece, esto no puede continuar.

     —Ya pronto va a amanecer, ¿quieres que te lleve a tu casa?

     —No, yo tengo auto.

     Me levanto muy aprisa, tomo mi celular.

     —¿No me vas a dar tu número de teléfono?

     —No, lo siento, pero esto no debió haber ocurrido, olvídate de esta noche, olvídate de mí.

     —Evaluna y tú, ¿la vas a olvidar? ¿De verdad piensas que esto no ocurrió?

     —Tengo que pensarlo, tú y yo jamás nos hemos visto.

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