Capítulo 4: ¡Es él!

Apenas salgo de mi casa llamo a Édgar Miguel.

     —Édgar, ¿estás  desocupado?

     —Sí, hoy tuve pocos pacientes.

     —Okey, espérame dónde siempre, voy para allá.

     —Por supuesto que vamos a hablar, tienes muchas cosas que contarme.

     A los pocos minutos, llego al lugar, ya Édgar Miguel me está esperando.

     —Hola Édgar.

     —Mi amiga del alma, ven dame un abrazo, tenemos un mes sin abrazarnos.

     Me acerco, nos damos un abrazo y no puedo resistir más, mis lágrimas empiezan a correr como caudales, Édgar Miguel, sólo me da palmaditas en la espalda, sin decir nada, esperó hasta que yo me calmara.

     —Ya, ¿te sientes mejor?

     —Sí amigo, estoy más tranquila, necesitaba ese abrazo.

     —Okey, vamos a sentarnos, ¿qué quieres tomar?

     —Lo mismo que estás tomando tú.

     —Hey, Franco, por favor tráele una cerveza a Evaluna.

     —Sí doctor, ya se la llevo.

     —Okey, ahora sí cuéntamelo todo, ¿cómo es eso, qué rompiste tu compromiso?

     —Gael es un desgraciado, me estaba siendo infiel con su asistente.

     —Lo sabía, él nunca me engañó, yo sabía que detrás de su carita bien administradita escondía lo falso que era, ¿qué pasó?, ¿cómo lo supiste?, ¿quién te lo dijo?

     —Yo lo descubrí, fui a su oficina, para sorprenderlo y resulta que la sorprendida fui yo.

     —¡No me digas! Y el muy descarado lo estaba haciendo en su oficina.

     —Así es, lo encontré metido entre las faldas de la mosca muerta de Gina.

     —¡Mi madre! Este hombrecito hasta bruto es, hacerlo en su oficina, con tantos hoteles que hay cerca.

      —Él nunca se imaginó que yo lo iba a sorprender.

     —Se le cayó el teatro, ¿qué te dijo?, o mejor dicho, ¿qué le dijiste?

     —No sé amigo, lo que recuerdo fue que me quité el anillo y se lo dejé sobre el escritorio, después salí de allí lo más calmada que pude.

     —Así es, siempre regia, me haces el favor y cuando lo veas no le llores, no se te ocurra perdonarlo, tú eres mucha mujer para él, que se cree, ¿qué porque tiene una cara bonita, te va a humillar de esa manera? No señor, tú mereces algo mejor, no un traidor como él.

     —Amigo, pero como duele, fueron tres, casi cuatro años con él, seguro tenía ya tiempo con ella.

     —Claro, estoy seguro que esa relación no es de ahora, pero tranquila yo lo voy a averiguar.

     —No, ¿para qué?, no vale la pena, deja eso así.

      —No señor, eso no puede quedar así, lo voy averiguar para que tu mamá que lo quiere tanto se convenza que él es un infiel.

     ¿Tus papás ya lo saben?

     —No, aún no quiero decirles nada.

      —Tienes que contarles lo que pasó.

     —Sí, está noche se los digo, hoy tenemos un invitado a almorzar y no quiero que esta noticia perturbe el almuerzo.

     —¿A quién invitaron?

     — Ya llegó a Brasil, nuestro invitado es el arquitecto que va a construir el hospital.

     —¿Adelantó su viaje? Me dijiste que llegaba dentro de dos días.

     —Sí, me dijo papá que se quiso venir antes, para conocer un poco a Sāo Paulo.

     —Si es hermoso me lo presentas, yo con gusto lo llevo a conocer la ciudad.

     —Déjate de invento, él vino a trabajar.

     —Amiga, no seas tan desabrida, la gente tiene que divertirse un poco, no todo puede ser trabajo.

     Podemos invitar al resto del grupo y salimos todos con el arquitecto a divertirnos.

     —Yo ahorita no estoy para diversión.

     —Disculpa Evaluna, yo te entiendo, pero tampoco te vas a quedar encerrada por culpa de ese perrito, no señor, tienes que salir, así lo olvidas más rápido, además él no merece ni una de tus lágrimas, así que prohibido llorar.

     —No pienso llorar, no sé cómo haré, pero tengo que sanar, entiéndeme Édgar, esto está muy reciente, aún tengo en mi memoria la imagen de Gael haciéndole cosas a su asistente, eso no se borra tan fácilmente.

     —Lo sé, pero tú lo vas a lograr, tu eres una mujer fuerte, tú verás cómo a tu vida va a llegar un hombre que te haga olvidar a Gael.

     —Amigo tengo que confesarte algo, pero júrame que esto va a quedar entre los dos.

     —Eso no tienes ni que pedírmelo, tú sabes que yo soy una tumba cuando se trata de guardar secretos y si son tuyos más rápido.

     —Édgar, anoche hice algo de lo cual estoy arrepentida.

     —¿Qué pasó? 

     —Te juro qué no se porque lo hice, estaba mal, me sentía horrible después que ví a Gael con su asistente, salí de esa oficina como una sonámbula, no era yo, tomé mi auto y me fui directo a una licorería, me compré una botella de whisky y me senté a orilla de la playa a tomarme la botella, allí estuve toda la noche.

     —Por eso me pediste que te cubriera con tu mamá, bueno eso no está mal, te tomaste una botella a orilla de la playa, me hubieses llamado y yo te acompaño.

     —El problema es que no estaba sola.

     —No me digas que el desgraciado de Gael se llegó hasta allá.

     —No, él no, estaba con un desconocido.

     —Vaya, esto se pone bueno, ¿y qué pasó?

     —Me quedé con él toda la noche.

     —¿Y?

     —Tuve relaciones en la playa con él.

     —¿Qué? 

     —No me juzgues por favor.

     —No amiga, no pienso hacerlo, yo entiendo, tú estabas mal y seguro que él se aprovechó de eso.

     —No, la culpa no es sólo de él, también es mía, yo quise estar con él, no sé como explicarlo, quería estar con él.

     —Te dio su nombre o lo hicieron sin presentarse.

     —Solo nuestros nombres de pila, pero no pienso verlo más, eso murió allí, no me mires con esa cara, no creas que lo voy a buscar, no creo que lo vuelva a ver más, esa noche fue nuestro debut y despedida.

     — Está bien, como tú digas, pero si fuera yo, averiguaría quién es.

     —¿Para qué? Si lo vuelvo a ver me escondo, me moriría de vergüenza verlo de nuevo.

     —Bueno amiga, por algo ocurren las cosas,  eso no fue una casualidad, quien sabe, el destino a veces nos conduce por caminos extraños.

     —Tú y tu destino.

    — Está sonando tu teléfono.

     —Es mi papá, Aló papá.

     —Hija, se te olvidó que tenemos invitado para el almuerzo.

     —¡Dios Santo! Papá disculpa me distraje y se me olvidó, ya el arquitecto llegó.

     —Sí, ya está aquí, está conversando con tu mamá, seguro y lo está interrogando para averiguar su vida.

     —Mi mamá es terrible, ya voy para allá.

     —Okey, apúrate.

     —Édgar tengo que irme.

     —Tranquila , ya escuché, te están esperando, luego seguimos hablando.

     Llego a mi casa lo más rápido que puedo, me dirijo directamente a la sala de visitas, allí están sentados mi mamá, mi papá y el arquitecto, él está de espalda.

      —Hola hija, que bueno que llegaste, arquitecto le presento a mi hija Evaluna, la creadora de este proyecto.

     El arquitecto se levanta de su asiento y da la vuelta extendiendo su mano.

     ¡Dios, no puede ser! Es él

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