˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗
Milán, Italia.
La enfermera acaba de salir de la habitación, llevándose con ella las muestras que tomó para los análisis adicionales. Había llegado justo antes de contestarle a mi abuela, por lo que el silencio que queda en su ausencia es pesado pero necesario. Es el momento de enfrentar la realidad, de procesar lo que ha pasado y de comenzar a entender lo que vendrá.
Mi abuela y Matilda continúan a mi lado, sus rostros llenos de preocupación, pero también de una inquebrantable determinación. Tomo aire y me siento un poco más erguida en la cama, decidida a compartir mi historia, a aclarar las dudas que sé que están en sus mentes.
—Bien, creo que es hora de ponerlas al día —digo, mi voz firme pero con un toque de vulnerabilidad que no puedo evitar. Mi nonna asiente, su mano aprieta la mía en señal de apoyo. Matilda se inclina hacia adelante, atenta—. Todo comenzó hace unos meses, después de perder mi trabajo en Éclat Couture. Fue un golpe duro, una verdadera decepción —comienzo, notando cómo ambas mujeres fruncen el ceño con simpatía—. Maya estaba pasando por una delicada situación y, preocupada, decidí usar parte de mis ahorros para visitarla en Estados Unidos, pensando que un cambio de aire me haría bien…
—¿No me digas que quel vecchio cane (ese viejo perro) le sigue haciendo la vida imposible a mi bellisima Maya? —Asiento, ya que mi abuela se sabe bien la historia de mi mejor amiga. Comienza a negar, dándole codazos a Matilda—. ¡Ya te digo que el dinero pone bruta a la gente! —exclama enfadada.
—¿Y qué pasó? —pregunta Matilda, intrigada.
—Además, Maya acababa de enterarse de que está embarazada y necesitaba estar con ella, apoyarla y acompañarla.
—¡Pero si hasta con eso se ponen de acuerdo! —exclama mi nonna, con una mezcla de asombro y diversión en la voz.
Continúo contándoles por qué viajé a New Heaven buscando a Maya, pues era el único lugar de referencia que tenía. Apenas puse un pie en el campamento de “Rebuilding Together”, donde ella se encontraba, me alegré al saber que había solucionado sus problemas con su marido y decidí quedarme para aportar con un granito de arena a la bella causa en la que todos participaban. Ahí me presentaron a los amigos de Joshua, un grupo de personas maravillosas que me recibieron increíblemente bien, haciéndome parte de ellos… excepto uno.
—Es él, ¿verdad? —cuestiona mi abuela, suspicaz.
—Ahí conocí a Owen… —digo, casi en un susurro—. Es el mejor amigo del esposo de Maya. —Veo a mi nonna fruncir el ceño aún más—. Desde el principio hubo una atracción entre nosotros que no pude ignorar. Con su mirada azul intensa y su aura misteriosa, era como un imán irresistible. —Cierro los ojos, recordando sus ojos y suspiro con pesar—. Fue intenso y complicado, y aunque sabía que no debía involucrarme, no pude evitarlo…
Las dos mujeres a mi lado intercambian miradas, su preocupación palpable. Pero necesitan saber la verdad, todo lo que pasó.
—No crean que es un príncipe azul… —Niego, pensando en lo gruñón que es—. Owen es diferente a cualquier hombre que haya conocido antes. Es como “Shrek”, pero alto, con una sonrisa encantadora y unos ojos que parecen ver a través de mí —explico—. La primera vez que nuestras miradas se cruzaron, sentí una chispa, algo eléctrico —recuerdo.
—¿Quién es ese “Shrek”? —pregunta Matilda, confundida.
—Es un ogro feo y verde, de esas caricaturas que ven los niños —responde mi nonna.
—Aaaah… ¿Y qué pasó? —insiste Matilda, enganchada con la historia.
—Al principio, intenté mantener la distancia. Todo en él me gritaba “¡peligro!” —mencioné, haciendo las comillas imaginarias en la última palabra—. Sabía que involucrarme con él no era lo más sensato, especialmente porque solo estaba allí temporalmente. Además, ya sabes que no estoy interesada en un amor romántico y…
—Sí, sí. Ya sé… —contesta mi abuela, moviendo sus manos—. Repites como un mantra que eres un alma libre, pero estoy segura de que tu corazón busca otras cosas.
—No busco nada, nonna. Sólo quería divertirme y con Owen las cosas se salieron de control —explico y ella bufa, haciéndome un gesto para que continúe—. Cada vez que estábamos en el mismo lugar, era un completo idiota. Su ceño se fruncía y se comportaba como un verdadero ogro. Como si mi presencia le molestara…
—¡Epa! ¡Seguro lo cogiste bien por las joyas de la familia! —exclama mi abuela, con su característica efusividad, logrando que Matilda y yo nos riamos. Niego.
—Había una tensión palpable entre los dos y todos a nuestro alrededor podían notarlo —explico—. Además, tiene una forma muy extraña de demostrar sus emociones. Es como salir de vacaciones con un jefe que lo supervisa todo y te da órdenes.
—Mmmm… —Matilda asiente con una sonrisa pícara en el rostro—. Entiendo bien a lo que te refieres —menciona, volteando a mirar a mi abuela—. ¿Te acuerdas de Filippo? —le pregunta y tras unos minutos, abre sus ojos con sorpresa y se voltea a verme.
—Ya veo… ¿Y qué pasó? ¿Cómo llegaron a estar juntos? ¿Quién dio el primer paso?
Los recuerdos de esas noches en las que se colaba a mi habitación, de los paseos por la playa y de lo intenso que fue todo con él, logran que mis mejillas se tornen calientes, dejándome en evidencia.
—Nos veíamos a escondidas... Owen tenía esa habilidad de hacerme sentir viva, de hacerme olvidar de todos mis problemas con lo intenso que fue todo —intento explicar—. Pero siempre supe que era algo temporal. Además, tampoco es que nos dedicáramos palabras de amor o nos hiciéramos promesas… Solo fue sexo. —Mi voz se quiebra un poco al recordar la realidad que siempre estuvo presente en el fondo de mi mente.
En ese momento, la puerta se abre y entra el doctor Rinaldi con los resultados de los análisis y una enfermera, empujando el ecógrafo.
—Veo que se encuentra mejor, Flavia —dice con una sonrisa amable—. Al menos, sus mejillas ya tienen color. —Llevo mis manos a mi rostro y creo que me sonrojo aún más, al saber que el recuerdo de Owen pudo generarme aquello.
El doctor me comenta que los análisis salieron bien, atribuyendo el desmayo a una deshidratación, cansancio y estrés, como lo había mencionado más temprano. Luego, me pide que me recueste para realizarme una ecografía.
Me siento ansiosa mientras el gel frío toca mi piel, pero la voz tranquila del doctor y la presencia reconfortante de mi abuela y Matilda me dan fuerzas. En unos minutos, el sonido más increíble llena la habitación: los latidos de los corazones de mis bebés. Es rápido y fuerte, un sonido que me llena de una emoción indescriptible. Mis ojos se llenan de lágrimas, pero esta vez son de alegría.
—Ahí están —dice el doctor Rinaldi, señalando la pantalla—. Dos corazones fuertes y sanos.
Miro la pantalla, viendo las dos pequeñas figuras, y mi corazón se llena de amor y determinación. No sé qué me deparará el futuro, pero en este momento, sé que haré todo lo posible para protegerlos y darles lo mejor de mí.
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.Salimos del hospital y el sol de la tarde nos recibe con su calidez. Mi abuela y Matilda caminan a mi lado, cuidando de mí como siempre lo han hecho. Subimos al taxi y, mientras el vehículo recorre las calles de Milán, mi mente se llena de pensamientos sobre lo que acaba de suceder. Los latidos de los corazones de mis bebés siguen resonando en mis oídos, una melodía de esperanza que me da fuerzas para seguir adelante.Perdida en mis pensamientos, apenas noto que hemos llegado a mi apartamento hasta que la voz de mi abuela me trae de vuelta al presente.—Flavia, baja con cuidado —dice, sosteniéndome del brazo mientras salgo del taxi.—Gracias, nonna. Gracias, Matilda —digo, esperando que su visita termine aquí y poder pensar en lo que haré de ahora en adelante. Pero ninguna de las dos se mueve de mi lado—. Pensé que volverían a Alagna… —menciono confundida.—Nada de eso, cucciola mia. Nos quedaremos contigo hasta que estés mejor —responde mi abuela, con un
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.El abrazo de Cory me toma por sorpresa, pero enseguida me encuentro devolviéndolo con la misma intensidad. Su energía positiva y su sonrisa contagiosa me reconfortan al instante, como si hubiera traído consigo un rayo de sol en medio de la incertidumbre que siento.—¡Cory! —exclamo, apartándome para mirarlo a los ojos, con una mezcla de alegría y confusión. Su sonrisa contagiosa ilumina el umbral de mi puerta, y me doy cuenta de lo mucho que he echado de menos su compañía.—¡Fla! ¿Cómo estás, guapa? —responde con la misma calidez. Volteo a ver a mi nonna y ambas ancianas se mantienen en silencio, observando nuestra interacción con curiosidad y una pizca de sorpresa.—¡Qué sorpresa verte por aquí! —digo, sin poder ocultar mi alegría. Me aparto un poco para dejarlo entrar, y él cruza el umbral con una expresión de asombro en el rostro al ver a mis dos acompañantes—. Déjame presentarte a mi nonnaFiorella y a su amiga Matilda. Abuela, Matilda, él es Cory, un
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.Cory se queda inmóvil, con los ojos muy abiertos, procesando lo que acaba de oír. Puedo ver cómo su expresión cambia de la sorpresa a la preocupación en cuestión de segundos. Las lágrimas que he estado conteniendo comienzan a escapar, y me siento abrumada por todo lo que ha sucedido hoy. Me tapo la cara con las manos, incapaz de mantener la compostura.—Fla... —susurra Cory, su voz llena de preocupación. Sin embargo, no se acerca, dándome espacio para respirar y calmarme un poco. Mientras mi nonna y Matilda parecen darse cuenta de la tensión en el aire y, con una sonrisa forzada, empiezan a hablar de otra cosa, intentando distraer a mi amigo.—Entonces, Cory, cuéntanos más sobre tus viajes. ¿Cuál es el lugar más interesante que has visitado? —pregunta Matilda, esforzándose por mantener un tono casual.La conversación a mi alrededor se vuelve un murmullo distante cuando me levanto de la mesa.—Perdón… necesito un momento —murmuro, alejándome hacia mi habit
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.Salgo de la ducha y, antes de comenzar a secarme, me detengo para enfrentar mi reflejo en el espejo. La incertidumbre sobre lo que me deparará el futuro me aterra, pero por ahora, me concentro en el presente y en encontrar la fuerza para seguir adelante. Debo ser valiente y enfrentar los desafíos como siempre lo he hecho.El vapor se condensa en el cristal, difuminando ligeramente mi imagen. Aun así, puedo ver claramente que el embarazo ha comenzado a hacerse evidente con un ligero abultamiento en mi vientre, un detalle que había pasado desapercibido para mí hasta ahora. Me doy cuenta de que lo que creí que era simplemente hinchazón por colon irritable es, en realidad, el comienzo de dos nuevas vidas que crecen dentro de mí. Mis dedos trazan suavemente la curva, casi como si estuviera asegurándome de que no sea una ilusión.Después de haberme dado un largo y relajante baño, me siento más tranquila que antes. El agua tibia ha disipado parte del peso del dí
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.La piel se me eriza por completo con los recuerdos tan vívidos. Casi puedo sentir el calor de su cuerpo contra el mío y escuchar su respiración agitada junto a mi oído. Desde ese momento, mi vida ha sido un torbellino de emociones y que, de una u otra forma, la cambió para siempre.El suave sonido de la puerta al abrirse deja entrar un rayo de luz en la habitación. Giro la cabeza y veo la figura familiar de mi abuela.—Nonna —susurro, sentándome en la cama—, ¿qué haces aquí? Pensé que estarías descansando con Matilda. —Se acerca y se sienta a mi lado, su mano cálida cubre la mía con un gesto reconfortante.—Sabía que estarías despierta, cucciola mia. No podía dejarte sola con tus pensamientos —murmura con suavidad, pero llena de certeza.Mi abuela siempre ha tenido esa habilidad de saber exactamente lo que necesito, incluso antes de que yo misma lo sepa. Me recuesto contra su costado y respiro hondo, dejando que la familiaridad de su presencia me calme.—E
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.Siento una oleada de irritación. Están hablando de mí y tomando decisiones sobre mi vida sin siquiera consultarme primero. «¿Acaso creen que soy incapaz de tomar mis propias decisiones?». Mi mirada se endurece y abro la boca para protestar, pero Cory interviene antes de que pueda decir algo.—Fla, entiendo que es mucho para asimilar —dice con su tono siempre calmado, tomándome la mano—. Pero tienes que pensar en lo que es mejor para ti y para los bebés. —Sus palabras me tocan profundamente. Respiro hondo, tratando de mantener la calma y hacer a un lado la irritación.—Lo sé, Cory, es solo que... todo es tan abrumador. —Siento las lágrimas amenazando con salir nuevamente, pero me obligo a mantener la calma—. Necesito tiempo para pensar en esto…—Y lo tendrás —asegura mi abuela—. No estamos apresurándote, cucciola mia, solo queremos que sepas que entendemos que es una situación complicada y, por lo mismo, estamos aquí para ayudarte a tomar la mejor decisión.
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Alagna, Italia.El tiempo ha pasado más rápido de lo que imaginé desde que llegué a Alagna. Ya estamos a mediados de noviembre, el aire se ha enfriado y las hojas de los árboles se han teñido de un marrón dorado que cubre las calles. Me sorprende lo rápido que me estoy adaptando a esta nueva etapa de mi vida. Mi nonna y Matilda me consienten constantemente, llevándome a todos los rincones del pueblo, reviviendo recuerdos de mi infancia. Todo parece igual que antes, como si el tiempo se hubiera detenido. Las tiendas y los caminos me son familiares y cada día me siento un poco más en casa.Con el paso de los días, mi embarazo de diez semanas se hace más evidente. Ya no puedo esconder mi vientre bajo la ropa, y cada mañana, las náuseas se presentan con más fuerza. Hasta el aroma de la pasta dental me revuelve el estómago, obligándome a usarla lo menos posible, haciendo malabares al momento de cepillarme los dientes. El café, que solía ser mi placer matutino, ahora me result
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Alagna, Italia.Respiro hondo y miro a Cory y a mi nonna, ambos con expresiones determinadas. Trato de encontrar una excusa más para no ir a la boda de Maya. Mi mente se agita con mil razones, todas válidas desde mi punto de vista, pero ninguna parece convencerlos. La complicidad entre ellos me desconcierta un poco, pero sé que no hay escapatoria. Cory es terco y sigue ahí, firme, con esa sonrisa decidida y los brazos cruzados, como si fuera un muro inamovible, mientras que mi nonna no cede cuando cree que algo es lo mejor para mí.—Cory, es que no lo entiendes… —comienzo, pero él levanta una mano, deteniéndome.—Lo entiendo, Fla. Entiendo más de lo que crees. Pero no puedes esconderte para siempre —dice, suavemente, pero con firmeza.—No estoy escondiéndome —respondo, un poco a la defensiva—. Simplemente no estoy preparada para enfrentar todo esto. No quiero ver a Owen y tener que dar explicaciones… —Mi voz se quiebra un poco al final.—Entiendo tus miedos, pero no está