Atrévete a quererme es una novela escrita por Andrea Paz PS y registrada en SafeCreative bajo el código: 2405208038196. Se prohíbe cualquier copia parcial o total de la obra, ya que estará infringiendo los derechos de autor.
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˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗
Milán, Italia.
Despierto aturdida y desorientada, sintiendo como un intenso olor a desinfectante inunda mis fosas nasales, provocándome náuseas y un revoltijo en el estómago. A lo lejos, escucho voces cuchicheando entre susurros, y cuando intento abrir los ojos, siento la vista borrosa. La claridad de las luces blancas del techo confirman mis sospechas: estoy en un hospital. Parpadeo repetidamente hasta que mi visión comienza a aclararse.
—Hasta que despertaste, mi niña, por Dios… —exclama mi abuela, sentada a mi lado. Su rostro arrugado por la preocupación pero también por el alivio de verme despierta. Junto a ella está su amiga, Matilda, una presencia constante en mi vida desde que era niña.
—Nonna, ¿qué pasó? —pregunto con la voz rasposa, como si no la hubiera usado en mucho tiempo. Mi mente trata de atar cabos, pero se siente como si faltaran piezas importantes.
—Cucciola mia (mi cachorrita), te encontraron desmayada en plena calle y te trajeron aquí —explica tomando mi mano con suavidad—. Me llamaron como contacto de emergencia, y suerte la tuya, que justo estábamos en la ciudad, así que vinimos enseguida.
Sus ojos me transmiten calidez y seguridad, esa seguridad que siempre he sentido desde que me crio tras la muerte de mis padres. Aunque quiero preguntarle más, la puerta se abre y entra un médico con una carpeta en la mano.
—Señorita Colombo, me alegra verla despierta —dice, mientras se acerca a mí y me extiende su mano—. Soy el Doctor Rinaldi. —Se presenta—. Tenemos algunos resultados que discutir.
La anticipación en su voz y la forma en que mi abuela aprieta mi mano me hacen sentir una mezcla de nerviosismo y curiosidad. No sé qué esperar. Mi naturaleza optimista intenta prepararse para las noticias, aunque no puedo evitar preguntarme: «¿Cómo y por qué me desmayé?».
El doctor se ubica a los pies de la camilla y abre la carpeta sobre la mesa de cama.
—Flavia, las pruebas indican que está embarazada de ocho semanas —señala, a la vez que lee mi expediente. Creo que mis ojos están por salirse de mis órbitas—. Además, es un embarazo múltiple —agrega, como si la noticia del embarazo no fuera lo suficientemente impactante por sí sola.
—¿M-mm-múltiple? —logro preguntar y sonríe mientras asiente.
—Gemelos —aclara—. ¿Ha estado con algún tratamiento de fertilidad? —pregunta y comienzo a negar sin cesar.
Las palabras del doctor tardan en asimilarse en mi mente. Embarazada. Gemelos. Siento que mi mundo se tambalea, y de repente, todo parece demasiado abrumador. Dejo de prestar atención, mientras continúo moviendo la cabeza en negación. Mis ojos comienzan a picar y sin poder contener el llanto, las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas. Todo se siente demasiado… fuerte, como si el universo me estuviera desafiando a cada instante. Siento los cálidos brazos de mi nonna rodearme y mecerme como cuando era pequeña, susurrándome palabras de consuelo.
—Vamos, cucciola mia, que no es una enfermedad terminal ni nada que no podamos superar —me anima. Una pequeña chispa de esperanza y optimismo se enciende en mí.
—Los bambini son una alegría en cualquier hogar, querida —agrega Matilda, que también me sonríe.
He enfrentado desafíos antes, y sé que puedo superarlos. Mi abuela siempre me ha enseñado a ser fuerte y a enfrentar la vida con una sonrisa, incluso en los momentos más difíciles. Respiro hondo y me limpio las lágrimas.
—Está bien, está bien… Lo superaremos —digo, más para mí misma que para los demás.
—Me alegra ver que lo toma con optimismo, Flavia —dice el doctor, quien amablemente esperó a que me calmara antes de continuar la consulta.
—¿Y está todo bien con ellos, doctor? —cuestiono tocándome el vientre—. ¿Por qué me desmayé?
—Por fortuna, están bien. El desmayo probablemente se debió a una combinación de factores: el estrés, el cansancio y quizás una leve deshidratación. Debemos hacer algunos análisis adicionales para descartar cualquier complicación, pero en principio, no hay nada grave —explica el doctor Rinaldi, con una sonrisa tranquilizadora.
Asiento, intentando procesar toda la información. Mientras el doctor sigue hablando sobre los cuidados necesarios y las próximas citas médicas, mi mente vuelve a divagar. Hace poco más de un año, mi vida era completamente diferente. Estaba en la cima de mi carrera, viviendo la vida tal y como me gusta junto a Maya, mi mejor amiga, quien en ese entonces vivía conmigo.
Todo cambió cuando Maya regresó a Estados Unidos por órdenes de su abuelo. Es como si una nube negra se hubiese instalado en su lugar. He pasado por cinco roomies, los que al poco tiempo se van, por lo que he tenido que correr con los gastos del apartamento yo sola. Hace poco más de cuatro meses, perdí mi trabajo soñado en Éclat Couture. Me llamaron del departamento de Recursos Humanos de la revista, para decirme que no me renovarían contrato durante esta temporada.
Gasté gran parte de mis ahorros en un viaje a Estados Unidos para ver a Maya. Mientras estuve allá, creí que las cosas habían mejorado al ver lo feliz que es con su marido y su bebé en camino. Me encantó la experiencia de ayudar en el campamento de “Rebuilding Together”, y lo más importante, conocí un increíble grupo de amigos que me hicieron sentir bienvenida y querida… claro, a excepción de él. Y ahora esto.
—En unos minutos vendrá una enfermera a tomar las nuevas muestras. Después de eso, podremos revisar a tus bebés —dice el doctor, antes de salir por la puerta.
Suelto un sonoro suspiro cuando quedamos las tres solas en la habitación. Me recuesto en la cama y dejo que la realidad se asiente. Voy a ser madre. Dos veces. Aunque todo parece incierto, no puedo evitar sentir una pequeña chispa de emoción mezclada con miedo.
—Flavia, sé que esto es mucho para asimilar, pero te crie fuerte y segura. Sé que lo harás bien —asevera mi abuela, apretando mi mano con firmeza—. Además, sabes que estoy aquí para ti y que cuentas con tu nonna siempre que me necesites.
—Conmigo también, querida. No estás sola en esto —añade Matilda, con su cálida sonrisa.
Sus palabras me reconfortan y, por primera vez desde que desperté, siento un pequeño rayo de esperanza. Tal vez no tengo todo resuelto ahora, pero tengo a mi abuela y a Matilda a mi lado, y sé que juntas podemos superar cualquier cosa.
—Gracias, de verdad —respondo, mirando a ambas con gratitud.
—Ahora viene lo difícil, cucciola mia… —advierte mi nonna—. Quiero saber todo sobre el padre de tus criaturas. —Un nudo se instala en mi garganta al pensar en él. El hombre de las mil banderas rojas que puso mi mundo de cabeza, y con quien jamás debí involucrarme.
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.La enfermera acaba de salir de la habitación, llevándose con ella las muestras que tomó para los análisis adicionales. Había llegado justo antes de contestarle a mi abuela, por lo que el silencio que queda en su ausencia es pesado pero necesario. Es el momento de enfrentar la realidad, de procesar lo que ha pasado y de comenzar a entender lo que vendrá.Mi abuela y Matilda continúan a mi lado, sus rostros llenos de preocupación, pero también de una inquebrantable determinación. Tomo aire y me siento un poco más erguida en la cama, decidida a compartir mi historia, a aclarar las dudas que sé que están en sus mentes.—Bien, creo que es hora de ponerlas al día —digo, mi voz firme pero con un toque de vulnerabilidad que no puedo evitar. Mi nonna asiente, su mano aprieta la mía en señal de apoyo. Matilda se inclina hacia adelante, atenta—. Todo comenzó hace unos meses, después de perder mi trabajo en Éclat Couture. Fue un golpe duro, una verdadera decepción —c
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.Salimos del hospital y el sol de la tarde nos recibe con su calidez. Mi abuela y Matilda caminan a mi lado, cuidando de mí como siempre lo han hecho. Subimos al taxi y, mientras el vehículo recorre las calles de Milán, mi mente se llena de pensamientos sobre lo que acaba de suceder. Los latidos de los corazones de mis bebés siguen resonando en mis oídos, una melodía de esperanza que me da fuerzas para seguir adelante.Perdida en mis pensamientos, apenas noto que hemos llegado a mi apartamento hasta que la voz de mi abuela me trae de vuelta al presente.—Flavia, baja con cuidado —dice, sosteniéndome del brazo mientras salgo del taxi.—Gracias, nonna. Gracias, Matilda —digo, esperando que su visita termine aquí y poder pensar en lo que haré de ahora en adelante. Pero ninguna de las dos se mueve de mi lado—. Pensé que volverían a Alagna… —menciono confundida.—Nada de eso, cucciola mia. Nos quedaremos contigo hasta que estés mejor —responde mi abuela, con un
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.El abrazo de Cory me toma por sorpresa, pero enseguida me encuentro devolviéndolo con la misma intensidad. Su energía positiva y su sonrisa contagiosa me reconfortan al instante, como si hubiera traído consigo un rayo de sol en medio de la incertidumbre que siento.—¡Cory! —exclamo, apartándome para mirarlo a los ojos, con una mezcla de alegría y confusión. Su sonrisa contagiosa ilumina el umbral de mi puerta, y me doy cuenta de lo mucho que he echado de menos su compañía.—¡Fla! ¿Cómo estás, guapa? —responde con la misma calidez. Volteo a ver a mi nonna y ambas ancianas se mantienen en silencio, observando nuestra interacción con curiosidad y una pizca de sorpresa.—¡Qué sorpresa verte por aquí! —digo, sin poder ocultar mi alegría. Me aparto un poco para dejarlo entrar, y él cruza el umbral con una expresión de asombro en el rostro al ver a mis dos acompañantes—. Déjame presentarte a mi nonnaFiorella y a su amiga Matilda. Abuela, Matilda, él es Cory, un
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.Cory se queda inmóvil, con los ojos muy abiertos, procesando lo que acaba de oír. Puedo ver cómo su expresión cambia de la sorpresa a la preocupación en cuestión de segundos. Las lágrimas que he estado conteniendo comienzan a escapar, y me siento abrumada por todo lo que ha sucedido hoy. Me tapo la cara con las manos, incapaz de mantener la compostura.—Fla... —susurra Cory, su voz llena de preocupación. Sin embargo, no se acerca, dándome espacio para respirar y calmarme un poco. Mientras mi nonna y Matilda parecen darse cuenta de la tensión en el aire y, con una sonrisa forzada, empiezan a hablar de otra cosa, intentando distraer a mi amigo.—Entonces, Cory, cuéntanos más sobre tus viajes. ¿Cuál es el lugar más interesante que has visitado? —pregunta Matilda, esforzándose por mantener un tono casual.La conversación a mi alrededor se vuelve un murmullo distante cuando me levanto de la mesa.—Perdón… necesito un momento —murmuro, alejándome hacia mi habit
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.Salgo de la ducha y, antes de comenzar a secarme, me detengo para enfrentar mi reflejo en el espejo. La incertidumbre sobre lo que me deparará el futuro me aterra, pero por ahora, me concentro en el presente y en encontrar la fuerza para seguir adelante. Debo ser valiente y enfrentar los desafíos como siempre lo he hecho.El vapor se condensa en el cristal, difuminando ligeramente mi imagen. Aun así, puedo ver claramente que el embarazo ha comenzado a hacerse evidente con un ligero abultamiento en mi vientre, un detalle que había pasado desapercibido para mí hasta ahora. Me doy cuenta de que lo que creí que era simplemente hinchazón por colon irritable es, en realidad, el comienzo de dos nuevas vidas que crecen dentro de mí. Mis dedos trazan suavemente la curva, casi como si estuviera asegurándome de que no sea una ilusión.Después de haberme dado un largo y relajante baño, me siento más tranquila que antes. El agua tibia ha disipado parte del peso del dí
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.La piel se me eriza por completo con los recuerdos tan vívidos. Casi puedo sentir el calor de su cuerpo contra el mío y escuchar su respiración agitada junto a mi oído. Desde ese momento, mi vida ha sido un torbellino de emociones y que, de una u otra forma, la cambió para siempre.El suave sonido de la puerta al abrirse deja entrar un rayo de luz en la habitación. Giro la cabeza y veo la figura familiar de mi abuela.—Nonna —susurro, sentándome en la cama—, ¿qué haces aquí? Pensé que estarías descansando con Matilda. —Se acerca y se sienta a mi lado, su mano cálida cubre la mía con un gesto reconfortante.—Sabía que estarías despierta, cucciola mia. No podía dejarte sola con tus pensamientos —murmura con suavidad, pero llena de certeza.Mi abuela siempre ha tenido esa habilidad de saber exactamente lo que necesito, incluso antes de que yo misma lo sepa. Me recuesto contra su costado y respiro hondo, dejando que la familiaridad de su presencia me calme.—E
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.Siento una oleada de irritación. Están hablando de mí y tomando decisiones sobre mi vida sin siquiera consultarme primero. «¿Acaso creen que soy incapaz de tomar mis propias decisiones?». Mi mirada se endurece y abro la boca para protestar, pero Cory interviene antes de que pueda decir algo.—Fla, entiendo que es mucho para asimilar —dice con su tono siempre calmado, tomándome la mano—. Pero tienes que pensar en lo que es mejor para ti y para los bebés. —Sus palabras me tocan profundamente. Respiro hondo, tratando de mantener la calma y hacer a un lado la irritación.—Lo sé, Cory, es solo que... todo es tan abrumador. —Siento las lágrimas amenazando con salir nuevamente, pero me obligo a mantener la calma—. Necesito tiempo para pensar en esto…—Y lo tendrás —asegura mi abuela—. No estamos apresurándote, cucciola mia, solo queremos que sepas que entendemos que es una situación complicada y, por lo mismo, estamos aquí para ayudarte a tomar la mejor decisión.
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Alagna, Italia.El tiempo ha pasado más rápido de lo que imaginé desde que llegué a Alagna. Ya estamos a mediados de noviembre, el aire se ha enfriado y las hojas de los árboles se han teñido de un marrón dorado que cubre las calles. Me sorprende lo rápido que me estoy adaptando a esta nueva etapa de mi vida. Mi nonna y Matilda me consienten constantemente, llevándome a todos los rincones del pueblo, reviviendo recuerdos de mi infancia. Todo parece igual que antes, como si el tiempo se hubiera detenido. Las tiendas y los caminos me son familiares y cada día me siento un poco más en casa.Con el paso de los días, mi embarazo de diez semanas se hace más evidente. Ya no puedo esconder mi vientre bajo la ropa, y cada mañana, las náuseas se presentan con más fuerza. Hasta el aroma de la pasta dental me revuelve el estómago, obligándome a usarla lo menos posible, haciendo malabares al momento de cepillarme los dientes. El café, que solía ser mi placer matutino, ahora me result