˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗
Milán, Italia.
El abrazo de Cory me toma por sorpresa, pero enseguida me encuentro devolviéndolo con la misma intensidad. Su energía positiva y su sonrisa contagiosa me reconfortan al instante, como si hubiera traído consigo un rayo de sol en medio de la incertidumbre que siento.
—¡Cory! —exclamo, apartándome para mirarlo a los ojos, con una mezcla de alegría y confusión. Su sonrisa contagiosa ilumina el umbral de mi puerta, y me doy cuenta de lo mucho que he echado de menos su compañía.
—¡Fla! ¿Cómo estás, guapa? —responde con la misma calidez. Volteo a ver a mi nonna y ambas ancianas se mantienen en silencio, observando nuestra interacción con curiosidad y una pizca de sorpresa.
—¡Qué sorpresa verte por aquí! —digo, sin poder ocultar mi alegría. Me aparto un poco para dejarlo entrar, y él cruza el umbral con una expresión de asombro en el rostro al ver a mis dos acompañantes—. Déjame presentarte a mi nonnaFiorella y a su amiga Matilda. Abuela, Matilda, él es Cory, un buen amigo que conocí en el campamento.
—Encantado de conocerlas, bellas damas —dice Cory, inclinándose para besar la mano de cada una—. Fla me ha hablado mucho de ustedes —agrega, con su característico encanto.
—El placer es nuestro, joven —responde mi abuela, claramente impresionada por su carisma—. ¿Qué te parece si te unes a nosotras para cenar? —Le ofrece.
—¡Pero encantadísimo! —contesta con galantería.
El aroma de la comida recién preparada flota en el aire, invitándonos a todos a compartir este momento. Mientras nos sentamos a la mesa, sé que las próximas horas estarán llenas de risas, anécdotas y esa conexión especial que solo los verdaderos amigos pueden compartir.
Cory se integra perfectamente a nuestro círculo, y la conversación fluye de manera natural. Mi abuela y Matilda están encantadas con su presencia, actuando con la misma naturalidad como si lo conocieran desde siempre. Es como si hubiera sido parte de nuestra familia durante años.
—Cuéntanos, Cory, ¿a qué te dedicas? —pregunta Matilda con curiosidad, sirviendo un poco más de ensalada en su plato.
—Bueno, actualmente trabajo como asistente de vuelo en una aerolínea internacional. Es un trabajo que me permite viajar y conocer diferentes lugares, lo cual me encanta —responde con una sonrisa, captando la atención de ambas mujeres.
—¡Qué interesante! —exclama mi abuela, con genuino interés—. Y, ¿cómo conociste a mi Flavia? —Cory me mira con complicidad antes de responder, como si compartiéramos un secreto entre nosotros.
—Nos conocimos en un campamento en Estados Unidos, donde ambos estábamos ayudando en un voluntariado. Desde el primer momento hicimos muy buenas migas, ¿verdad, guapa? —Asiento, recordando con cariño todas las veces que me hizo reír durante ese tiempo.
Cory continúa comentándoles cómo fuimos forjando nuestra amistad durante estos meses, mencionando el día que volvía a Milán.
—La noche anterior la habíamos despedido en el apartamento de Maya y Josh, y durante la celebración recibí un llamado urgente, ya que uno de mis compañeros estaba indispuesto y me pidieron cubrir su lugar la mañana siguiente —explica—. Me sorprendí cuando una Fla de ojos llorosos abordó el avión y me tocó llevarla a su asiento.
—Me había despedido de Maya hace unos minutos y me apenaba dejarla sin saber en cuánto tiempo la volvería a ver —aclaro, interrumpiéndolo.
—Cuando llegamos a Milán, fue muy amable en ofrecerme su apartamento para alojar esa noche. Como había sido un viaje de último minuto, no tenía reserva previa y acepté encantado el ofrecimiento de Fla —agrega, con una sonrisa.
—Eso suena maravilloso. Flavia siempre ha sido muy sociable y amigable, así que no me sorprende que hayan tenido buena conexión —menciona Matilda, mientras asiente con entusiasmo.
—Sí, la verdad es que ha sido genial conocer a Flavia. Es una mujer muy especial.
—Mi nieta siempre ha tenido buen ojo para los amigos. Pero debo decir que Cory tiene una energía muy diferente a la de “Shrek”, ¿no crees, Matilda? —Su amiga asiente, mientras mira a Cory con complicidad.
—Definitivamente. Cory tiene un aire más fresco y relajado, ¿verdad? —Sonrío internamente ante la comparación, encontrando divertida la forma en que intentan señalar sutilmente las diferencias entre él y Owen.
—¿”Shrek”? —Mi amigo, visiblemente confundido, frunce el ceño. Pero su expresión cambia cuando pongo los ojos en blanco y niego, haciéndole entender a quién se refieren—. Parece que ya les has hablado de Owen... —se responde a sí mismo, sin poder contener una carcajada.
Miro con preocupación hacia las dos mujeres, rogándole al universo que no le mencionen nada sobre mi embarazo. Por ahora, mantendré la noticia en secreto, al menos hasta que pueda procesarlo y decidir cómo manejarlo.
—No sé qué lo hizo comportarse de esa forma con Fla, pero es un gran tipo. Un poco reservado, pero cuando lo conoces bien, te das cuenta de que es muy leal y protector con sus seres queridos —aclara, sin notar mi incomodidad.
—Es bueno saberlo —dice mi abuela, satisfecha con la respuesta.
Respiro aliviada y trato de mantener una expresión serena. Agradezco que Cory no haya notado mi tensión y que la conversación haya seguido sin mayores problemas mientras disfrutamos de la deliciosa cena preparada por mi abuela y Matilda.
Mi amigo, con su amabilidad característica, se encarga de rellenar las copas de vino, pero cuando llega a la mía y se da cuenta de que sigue intacta, levanta una ceja con curiosidad.
—¿Qué pasa, Fla? ¿No vas a tomar un poco de vino? —pregunta, con una expresión entre divertida e intrigada.
—Oh, es que Flavia no se siente muy bien hoy. Tuvo un largo día en el hospital y no puede tomar alcohol —explica Matilda, con una mirada de preocupación hacia mí, sin darse cuenta de lo que acaba de causar. Mis ojos se abren de par en par mientras contengo la respiración, pero es demasiado tarde.
—¿Hospital? ¿Qué pasó, Fla? —pregunta con su voz llena de preocupación y confusión. Matilda se lleva una mano a la boca, visiblemente angustiada por haber revelado accidentalmente mi secreto.
—Lo siento mucho, querida. No fue mi intención... —comienza a disculparse, pero el daño ya está hecho. La mirada de sorpresa y desconcierto en el rostro de Cory lo dice todo.
Tomo una bocanada de aire, y no puedo evitar sentirme culpable por no haber tenido la oportunidad de revelarle la noticia de una manera más adecuada, pero ya no hay vuelta atrás.
—Cory, lo siento... yo… —murmuro, sin saber qué decir, mientras mis ojos se llenan de lágrimas contenidas. Me mira fijamente durante un largo momento, procesando lo que acaba de ocurrir, y puedo ver una mezcla de emociones en sus ojos: sorpresa, preocupación e incredulidad.
—Flavia... ¿estás...? —No puede terminar la frase, pero no hace falta. Asiento con un nudo en la garganta, incapaz de sostener su mirada y llevando mis manos inconscientemente a mi vientre. Sé que esta noticia es chocante para él, especialmente considerando su relación con Owen, y no puedo evitar preguntarme cómo reaccionará y qué significará esto para nuestra amistad.
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.Cory se queda inmóvil, con los ojos muy abiertos, procesando lo que acaba de oír. Puedo ver cómo su expresión cambia de la sorpresa a la preocupación en cuestión de segundos. Las lágrimas que he estado conteniendo comienzan a escapar, y me siento abrumada por todo lo que ha sucedido hoy. Me tapo la cara con las manos, incapaz de mantener la compostura.—Fla... —susurra Cory, su voz llena de preocupación. Sin embargo, no se acerca, dándome espacio para respirar y calmarme un poco. Mientras mi nonna y Matilda parecen darse cuenta de la tensión en el aire y, con una sonrisa forzada, empiezan a hablar de otra cosa, intentando distraer a mi amigo.—Entonces, Cory, cuéntanos más sobre tus viajes. ¿Cuál es el lugar más interesante que has visitado? —pregunta Matilda, esforzándose por mantener un tono casual.La conversación a mi alrededor se vuelve un murmullo distante cuando me levanto de la mesa.—Perdón… necesito un momento —murmuro, alejándome hacia mi habit
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.Salgo de la ducha y, antes de comenzar a secarme, me detengo para enfrentar mi reflejo en el espejo. La incertidumbre sobre lo que me deparará el futuro me aterra, pero por ahora, me concentro en el presente y en encontrar la fuerza para seguir adelante. Debo ser valiente y enfrentar los desafíos como siempre lo he hecho.El vapor se condensa en el cristal, difuminando ligeramente mi imagen. Aun así, puedo ver claramente que el embarazo ha comenzado a hacerse evidente con un ligero abultamiento en mi vientre, un detalle que había pasado desapercibido para mí hasta ahora. Me doy cuenta de que lo que creí que era simplemente hinchazón por colon irritable es, en realidad, el comienzo de dos nuevas vidas que crecen dentro de mí. Mis dedos trazan suavemente la curva, casi como si estuviera asegurándome de que no sea una ilusión.Después de haberme dado un largo y relajante baño, me siento más tranquila que antes. El agua tibia ha disipado parte del peso del dí
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.La piel se me eriza por completo con los recuerdos tan vívidos. Casi puedo sentir el calor de su cuerpo contra el mío y escuchar su respiración agitada junto a mi oído. Desde ese momento, mi vida ha sido un torbellino de emociones y que, de una u otra forma, la cambió para siempre.El suave sonido de la puerta al abrirse deja entrar un rayo de luz en la habitación. Giro la cabeza y veo la figura familiar de mi abuela.—Nonna —susurro, sentándome en la cama—, ¿qué haces aquí? Pensé que estarías descansando con Matilda. —Se acerca y se sienta a mi lado, su mano cálida cubre la mía con un gesto reconfortante.—Sabía que estarías despierta, cucciola mia. No podía dejarte sola con tus pensamientos —murmura con suavidad, pero llena de certeza.Mi abuela siempre ha tenido esa habilidad de saber exactamente lo que necesito, incluso antes de que yo misma lo sepa. Me recuesto contra su costado y respiro hondo, dejando que la familiaridad de su presencia me calme.—E
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Milán, Italia.Siento una oleada de irritación. Están hablando de mí y tomando decisiones sobre mi vida sin siquiera consultarme primero. «¿Acaso creen que soy incapaz de tomar mis propias decisiones?». Mi mirada se endurece y abro la boca para protestar, pero Cory interviene antes de que pueda decir algo.—Fla, entiendo que es mucho para asimilar —dice con su tono siempre calmado, tomándome la mano—. Pero tienes que pensar en lo que es mejor para ti y para los bebés. —Sus palabras me tocan profundamente. Respiro hondo, tratando de mantener la calma y hacer a un lado la irritación.—Lo sé, Cory, es solo que... todo es tan abrumador. —Siento las lágrimas amenazando con salir nuevamente, pero me obligo a mantener la calma—. Necesito tiempo para pensar en esto…—Y lo tendrás —asegura mi abuela—. No estamos apresurándote, cucciola mia, solo queremos que sepas que entendemos que es una situación complicada y, por lo mismo, estamos aquí para ayudarte a tomar la mejor decisión.
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Alagna, Italia.El tiempo ha pasado más rápido de lo que imaginé desde que llegué a Alagna. Ya estamos a mediados de noviembre, el aire se ha enfriado y las hojas de los árboles se han teñido de un marrón dorado que cubre las calles. Me sorprende lo rápido que me estoy adaptando a esta nueva etapa de mi vida. Mi nonna y Matilda me consienten constantemente, llevándome a todos los rincones del pueblo, reviviendo recuerdos de mi infancia. Todo parece igual que antes, como si el tiempo se hubiera detenido. Las tiendas y los caminos me son familiares y cada día me siento un poco más en casa.Con el paso de los días, mi embarazo de diez semanas se hace más evidente. Ya no puedo esconder mi vientre bajo la ropa, y cada mañana, las náuseas se presentan con más fuerza. Hasta el aroma de la pasta dental me revuelve el estómago, obligándome a usarla lo menos posible, haciendo malabares al momento de cepillarme los dientes. El café, que solía ser mi placer matutino, ahora me result
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗Alagna, Italia.Respiro hondo y miro a Cory y a mi nonna, ambos con expresiones determinadas. Trato de encontrar una excusa más para no ir a la boda de Maya. Mi mente se agita con mil razones, todas válidas desde mi punto de vista, pero ninguna parece convencerlos. La complicidad entre ellos me desconcierta un poco, pero sé que no hay escapatoria. Cory es terco y sigue ahí, firme, con esa sonrisa decidida y los brazos cruzados, como si fuera un muro inamovible, mientras que mi nonna no cede cuando cree que algo es lo mejor para mí.—Cory, es que no lo entiendes… —comienzo, pero él levanta una mano, deteniéndome.—Lo entiendo, Fla. Entiendo más de lo que crees. Pero no puedes esconderte para siempre —dice, suavemente, pero con firmeza.—No estoy escondiéndome —respondo, un poco a la defensiva—. Simplemente no estoy preparada para enfrentar todo esto. No quiero ver a Owen y tener que dar explicaciones… —Mi voz se quiebra un poco al final.—Entiendo tus miedos, pero no está
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗En el avión, rumbo a Nueva York.El avión ha estado en el aire durante un par de horas, y, aunque Cory ha hecho un trabajo admirable manteniéndome distraída con historias sobre su trabajo, mi mente sigue dándole vueltas a todo lo que me espera al llegar a Nueva York. La suavidad del rugido de los motores es casi hipnótica, y el ritmo constante del avión atravesando el cielo nocturno tiene un efecto calmante, pero mis pensamientos no me dejan descansar.—… y cuando le pedimos al pasajero que abriera su chaqueta, al bajar su cremallera, aparece la cabeza de un pequeño gatito, que comienza a maullar con todas sus fuerzas —continúa, con una sonrisa traviesa.No puedo evitar reírme. Cory tiene un don para las historias. Paso los siguientes minutos escuchando sus anécdotas de trabajo, cada una más ridícula y divertida que la anterior, pero mientras mi amigo sigue hablando, mis pensamientos vuelven inevitablemente a Maya y Owen.Mi mejor amiga está a punto de casarse por la igl
˗ˏˋ Flavia ˎˊ˗ Nueva York, Estados Unidos. El bullicio del aeropuerto se mezcla con el cansancio tras el largo vuelo. Cory y yo nos despertamos justo a tiempo para escuchar la voz del capitán anunciando que estábamos a punto de aterrizar. Nos desperezamos en nuestros asientos, intercambiando sonrisas somnolientas. Habíamos comenzado a ver una película juntos, pero ambos nos quedamos dormidos a la mitad. Supongo que la fatiga del viaje, combinado con nuestras preocupaciones personales nos pasó factura. Nos dirigimos al área de recogida de equipaje. Las luces brillantes y el bullicio del aeropuerto me hacen sentir una mezcla de emociones. Nueva York siempre tiene esa capacidad de abrumar y fascinar al mismo tiempo. Miro a Cory, quien parece relajado, como si este lugar fuera una segunda casa para él. Mientras esperamos nuestro equipaje en la cinta transportadora, me vuelvo hacia Cory con curiosidad. —¿Dónde voy a alojar? —pregunto, ya que no me ha dicho nada de eso y sé que Cory viv