Arianna La recepcionista me recibió con una deslumbrante sonrisa detrás del mostrador blanco tiza que combinaba con las cortinas del lobby. —¿En qué puedo ayudarle? —Preguntó levantado los ojos hacia mí. —Llamé por la mañana al doctor Gerardi y me dijo que podía atenderme luego de su última consulta de la tarde. —Oh, sí. Por supuesto, me dijo que la anotase con sobre turno porque era una antigua paciente que hacía años que no veía —. Abrió la planilla de la consulta en el ordenador —Arianna, ¿cierto? —Asentí —. Le avisaré al doctor que llegó, hay una pareja esperando el pedido para el ingreso a preparto, pero no demorará nada. Puede tomar asiento, enseguida la llamará —. Me dedicó una sonrisa, señalándome la sala de espera con la mano. La última vez que estuve allí, fue el día que me recomendó una clínica especializada en fertilidad y estar de nuevo en ese lugar, me provocó un ligero malestar. Hubiese deseado poder evitar ir a ese sitio. Sin embargo, era el único médi
Arianna Antes de que pudiese evitarlo, Aquiles, se abalanzó sobre Marcos, tomándolo de la solapa del saco y lo empotró contra la cajuela de una camioneta. —Creí que había dejado claro que no te quería cerca de ella —le espetó a solo unos centímetros del rostro, respirando trabajosamente. Su semblante era frío como el granito. Su voz sonó fuerte y clara en el estacionamiento vacío y Marcos, se atrevió a sonreír con cinismo, chasqueando la lengua. Fingiendo no estar intimidado. —Arianna, sigue siendo mi esposa —, señaló —no tengo que pedirte permiso para discutir ningún asunto con ella. El único que está fuera de lugar aquí, eres tú —.Le dio un empujón para apartarlo, sin embargo, Aquiles, no se movió un milímetro —. Tengo una duda, ¿por qué acompañarías al ginecólogo a tu asistente? Antes de que Aquiles pudiese responder, me adelanté: —No es de tu incumbencia —aullé, indignada —. Lo que yo haga con mi vida es asunto mío, no tuyo. Lo único que debe importante es llevar a tu
Aquiles La sostuve en mi regazo y ella colocó el paño frío en el pequeño corte de mi pómulo hinchado con delicadeza. Extendí la mano y coloqué un mechón de cabello detrás de su oreja, al verla fruncir el ceño. —Estoy bien, ni siquiera me duele —. Mi respiración se detuvo cuando sus dedos flotaron sobre el pequeño corte —. Lamento haberte asustado, parecías aterrada. Dejé escapar el aire lentamente. —No estaba aterrada por él —me aclaró —en realidad temía por ti —. Me eché hacia atrás y la observé confundido —. No lo conoces tanto como yo, creo que sabía que lo despedirías, por eso te provocó para que lo agredieses. No me extrañaría que espere poder llegar a un acuerdo económico para no demandarte. Me parece injusto que tengas problemas o que debas pagarle una pequeña fortuna por intentar defenderme. Entrelacé sus dedos con los míos y atraje su mano para besarle los nudillos. —No me interesa lo que deba pagarle, si con eso lo mantengo fuera de tu vida para siempre —. Ari
Arianna En cuanto bajé del coche, pude ver a mi abuela asomarse por la ventana de la habitación de la residencia con una enorme sonrisa y media hora después, se encontraba sirviéndome el té para que comiésemos la caja de petits fours que le compré de camino, mientras nos poníamos al día. —Cuando haya conseguido pagar mis deudas, podré llevarte conmigo, ¿no te emociona eso? —Ella me tomó la mano con ternura. —¿Qué haría yo viviendo contigo? —Abrí la caja con los pastelitos que tanto le gustaban y se relamió antes de tomar uno de ellos para zampárselo de un bocado —. Tú estarías trabajando todo el día, mientras yo me aburriría como una ostra. Aquí puedo jugar a las cartas con mis amigas. En ocasiones vamos a caminar y mirar muchachos. Deberías saber que no soy una coqueta sin remedio —. Lanzó una carcajada grave y le di una palmada divertida en la rodilla. —¡Abuela, no necesito saber eso! —Se echó a reír con ganas, luego de chasquear la lengua —. Yo sé que extrañarías a tus a
Arianna A pesar de que odiaba que Romeo me diese órdenes e intentase mantenerme alejada de Aquiles el mayor tiempo posible, no iba a negar que hacer el tonto un rato, en tanto iba a buscar papel para las impresoras, me sentaba bien. Porque desde hacía un par de días Lorena me seguía a donde fuese, tal como mi sombra y comenzaba a creer que sospechaba algo. Imaginaba que esperaba encontrar algo que justificase poder ir a llenarle la cabeza a Romeo. Así que, debía mantenerme como pisando un campo minado. Él me odiaba, no estaba segura de cuando había comenzado ese odio. Quizás desde el encontronazo por el error contable que había dejado pasar. Creía que debía meterme en mis asuntos y que era una fisgona. Por otro lado, dudaba de las citas ficticias que organizaba para Aquiles. Sonreí, en eso llevaba la razón, usábamos ese tiempo para estar pegados como lapas. «Que poco eficiente Morelli, hace meses que deberías haber conseguido al menos una foto de Aquiles con una mujer. E
Arianna Me di la vuelta y aun en la oscuridad, pude ver como una sonrisa se extendía de oreja a oreja en su rostro. Ya lo conocía lo suficiente para saber que por sus venas corría un deseo irrefrenable. —¡Me has asustado! —Exclamé —Pensé que era la loca de tu recepcionista que iba a asesinarme con una pluma y quizás un plumón —el corazón comenzó a palpitarme con fuerza, cuando una carcajada brotó de sus labios—. ¿Por qué me estabas siguiendo como todo un demente? —Le reclamé y él me atrajo hacia su cuerpo, observándome los labios con esa expresión hambrienta que solía tener. Sin darle importancia a mis reclamos. —¿Quieres que te lo recuerde? —preguntó en un murmullo grave —. Ayer te estuve esperando todo el día. Creí que luego de pasar el sábado con tu abuela, querrías estar conmigo —. Acaricio mi cuello con su nariz —. No fue así y por la mañana te esperé, pero imagina mi sorpresa al ver que Lorena apareció con mi café. —Estaba ocupada —. Repliqué e inspiré al sentir que ro
Arianna Me acomodé nerviosa en la silla de la sala de espera. Percibía un zumbido agudo en los oídos, al que pronto se le sumó una sensación de entumecimiento que trepó por mis piernas. —¿Ari, te encuentras bien?— Preguntó Sofía, colocando su mano sobre mi hombro —. Estás temblando, y puedo sentir tus dientes castañeando. —Estoy bien… —Mentí, aunque bien sabía que nada se le escapaba. —No estés asustada. No importa los que pase. Voy a estar allí contigo —. Sonreí a pesar de que sabía que no podía verme, porque de alguna manera ella lograba adivinar cada uno de mis gestos. Así que, en respuesta, me devolvió una sonrisa cálida —. Puedo entrar contigo, si quieres —coloqué mi mano sobre la suya, dándole un ligero apretón en forma de agradecimiento. —No tengo trece años, Sofí —ella se encogió de hombros, mientras reía —. Que va a pensar el médico cuando aparezca con una chaperona en la consulta —. Negué con la cabeza —aunque no lo parezca, puedo con esto —apoyé mi cabeza en su h
Arianna Sabía que Julia se encontraba en casa porque fuera estaba aparcado el monovolumen que tanto le gustaba presumir. —No creo que sea buena idea —dijo Sofí sosteniéndome del brazo —. ¿No deberíamos ir a festejar o algo? —Iremos a festejar más tarde, ahora necesito hacer esto —. Me incorporé para abrir la puerta del coche. Esperaba que no notase el matiz de aversión y angustia que teñía mi voz. —¿Con qué propósito? —Insistió, justo cuando acaricie la manecilla de la puerta para abrirla —. Ahora tienes que cuidarte. Hablar con ella, enfrentar a la persona que te ha hecho daño, no es cuidarse. Es todo lo contrarío —. Me cogió de la manga del abrigo, esperando que entrase en razón. Sin embargo, logré zafarme de su agarre y levante la mano, quitándola de su alcancé. Frunció el ceño y pude ver lo mucho que le preocupaba que fuese a enfrentar a Julia. —. Estar aquí me da muy mala vibra, vamos a casa, podemos pedir algo para cenar. Te consentiré hasta que llegué tu chico y