Arianna En cuanto bajé del coche, pude ver a mi abuela asomarse por la ventana de la habitación de la residencia con una enorme sonrisa y media hora después, se encontraba sirviéndome el té para que comiésemos la caja de petits fours que le compré de camino, mientras nos poníamos al día. —Cuando haya conseguido pagar mis deudas, podré llevarte conmigo, ¿no te emociona eso? —Ella me tomó la mano con ternura. —¿Qué haría yo viviendo contigo? —Abrí la caja con los pastelitos que tanto le gustaban y se relamió antes de tomar uno de ellos para zampárselo de un bocado —. Tú estarías trabajando todo el día, mientras yo me aburriría como una ostra. Aquí puedo jugar a las cartas con mis amigas. En ocasiones vamos a caminar y mirar muchachos. Deberías saber que no soy una coqueta sin remedio —. Lanzó una carcajada grave y le di una palmada divertida en la rodilla. —¡Abuela, no necesito saber eso! —Se echó a reír con ganas, luego de chasquear la lengua —. Yo sé que extrañarías a tus a
Arianna A pesar de que odiaba que Romeo me diese órdenes e intentase mantenerme alejada de Aquiles el mayor tiempo posible, no iba a negar que hacer el tonto un rato, en tanto iba a buscar papel para las impresoras, me sentaba bien. Porque desde hacía un par de días Lorena me seguía a donde fuese, tal como mi sombra y comenzaba a creer que sospechaba algo. Imaginaba que esperaba encontrar algo que justificase poder ir a llenarle la cabeza a Romeo. Así que, debía mantenerme como pisando un campo minado. Él me odiaba, no estaba segura de cuando había comenzado ese odio. Quizás desde el encontronazo por el error contable que había dejado pasar. Creía que debía meterme en mis asuntos y que era una fisgona. Por otro lado, dudaba de las citas ficticias que organizaba para Aquiles. Sonreí, en eso llevaba la razón, usábamos ese tiempo para estar pegados como lapas. «Que poco eficiente Morelli, hace meses que deberías haber conseguido al menos una foto de Aquiles con una mujer. E
Arianna Me di la vuelta y aun en la oscuridad, pude ver como una sonrisa se extendía de oreja a oreja en su rostro. Ya lo conocía lo suficiente para saber que por sus venas corría un deseo irrefrenable. —¡Me has asustado! —Exclamé —Pensé que era la loca de tu recepcionista que iba a asesinarme con una pluma y quizás un plumón —el corazón comenzó a palpitarme con fuerza, cuando una carcajada brotó de sus labios—. ¿Por qué me estabas siguiendo como todo un demente? —Le reclamé y él me atrajo hacia su cuerpo, observándome los labios con esa expresión hambrienta que solía tener. Sin darle importancia a mis reclamos. —¿Quieres que te lo recuerde? —preguntó en un murmullo grave —. Ayer te estuve esperando todo el día. Creí que luego de pasar el sábado con tu abuela, querrías estar conmigo —. Acaricio mi cuello con su nariz —. No fue así y por la mañana te esperé, pero imagina mi sorpresa al ver que Lorena apareció con mi café. —Estaba ocupada —. Repliqué e inspiré al sentir que ro
Arianna Me acomodé nerviosa en la silla de la sala de espera. Percibía un zumbido agudo en los oídos, al que pronto se le sumó una sensación de entumecimiento que trepó por mis piernas. —¿Ari, te encuentras bien?— Preguntó Sofía, colocando su mano sobre mi hombro —. Estás temblando, y puedo sentir tus dientes castañeando. —Estoy bien… —Mentí, aunque bien sabía que nada se le escapaba. —No estés asustada. No importa los que pase. Voy a estar allí contigo —. Sonreí a pesar de que sabía que no podía verme, porque de alguna manera ella lograba adivinar cada uno de mis gestos. Así que, en respuesta, me devolvió una sonrisa cálida —. Puedo entrar contigo, si quieres —coloqué mi mano sobre la suya, dándole un ligero apretón en forma de agradecimiento. —No tengo trece años, Sofí —ella se encogió de hombros, mientras reía —. Que va a pensar el médico cuando aparezca con una chaperona en la consulta —. Negué con la cabeza —aunque no lo parezca, puedo con esto —apoyé mi cabeza en su h
Arianna Sabía que Julia se encontraba en casa porque fuera estaba aparcado el monovolumen que tanto le gustaba presumir. —No creo que sea buena idea —dijo Sofí sosteniéndome del brazo —. ¿No deberíamos ir a festejar o algo? —Iremos a festejar más tarde, ahora necesito hacer esto —. Me incorporé para abrir la puerta del coche. Esperaba que no notase el matiz de aversión y angustia que teñía mi voz. —¿Con qué propósito? —Insistió, justo cuando acaricie la manecilla de la puerta para abrirla —. Ahora tienes que cuidarte. Hablar con ella, enfrentar a la persona que te ha hecho daño, no es cuidarse. Es todo lo contrarío —. Me cogió de la manga del abrigo, esperando que entrase en razón. Sin embargo, logré zafarme de su agarre y levante la mano, quitándola de su alcancé. Frunció el ceño y pude ver lo mucho que le preocupaba que fuese a enfrentar a Julia. —. Estar aquí me da muy mala vibra, vamos a casa, podemos pedir algo para cenar. Te consentiré hasta que llegué tu chico y
Arianna En cuanto largué el bombazo, sucedieron dos cosas. Marcos entró en shock y cayó desplomado en el suelo con la mirada fija en algún punto distante. Parecía que acababa de recibir un golpe mortal. Y Julia… Julia mostró lo que realmente era. —No puede ser… —Balbuceo, ante la mirada atónita de Julia, que no podía creer lo que estaba presenciando —. Estás embarazada de otro. Imposible —, negó con la cabeza — mi Ari nunca me habría hecho algo así —. Iba a decirle que yo no era "su Ari”. Ya no. Sin embargo, su mujer se adelantó, mostrando su verdadero rostro. —¡¿Estás de broma?! —Me señaló con el dedo —¿Le estás haciendo una escena de celos? —Marcos se volvió hacia ella con la mirada vidriosa —. ¿Es que estoy pintada o qué? —Unas cuantas lágrimas recorrieron el rostro de Marcos y los ojos de Julia centellaron —. ¡¿Has venido para esto, cierto?! —Preguntó con un tono que no presagiaba nada bueno —. Inventaste eso del embarazo porque quieres quitármelo… Él, se tapó el
Arianna Un poco después, Aquiles aminoró la velocidad, maniobrando para estacionar entre un Honda y un Audi aparcados frente al edificio del grupo Carissino. Luego, dejó caer la cabeza contra el volante, mientras intentaba respirar para mantenerse en calma. Tenía los músculos de las piernas agarrotados y me dolían los brazos, por eso no fui capaz de reaccionar cuando lo vi levantarse de pronto y salir del auto como un huracán. Él se pasó la mano por el pelo y se paseó de un lado al otro. Al principio parecía que su enojo era frío y calmado, aunque pronto me dio la sensación que se encontraba a punto de estallar como una válvula de presión. Así que, haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, salí del auto para obligarlo a hablar conmigo. —¡Puedes parar de caminar de un lado al otro de una vez y decirme lo que sea que estés pensando! —Lo enfrente. Se detuvo, bufando como un potro salvaje a punto de lanzar una patada mortal. Y no pude evitar parpadear ante la dureza de sus
Arianna Aquiles se quedó justo donde estaba, sin decir nada y blanco como un papel. Parecía estar procesando a marchas forzadas semejante información. No lo culpaba, aunque no podía negar que la ansiedad me estaba consumiendo. Clavé mis ojos en los suyos, intentando descifrar su reacción, aunque siempre era muy difícil saber qué ocurría tras esas profundidades negras y relucientes como el mármol. Si no decía algo pronto, probablemente caería redonda al suelo. Porque con cada instante que pasada el mundo amenazaba con derrumbarse a mi alrededor. Por primera vez desde que lo supe. Tuve miedo real a que no quisiese al bebé. ¿Qué si lo consideraba un problema? Si él no lo quería, sería una enorme desilusión. Sin embargo, nunca lo elegiría sobre mi hijo. Así que, internamente, recé para que fuese el hombre que creía. —Creo que no he oído bien. Podrías repetirme lo que acabas de decir. Me humedecí los labios porque de repente los notaba secos y avancé. —Has oído perfectam