Arianna A las siete, tal como había dicho Aquiles, un mensajero toco a mi puerta y me entregó dos cajas de terciopelo negro que llevaban sobre la cubierta un precioso lazo dorado. La más grande, tenía una tarjeta pegada que decía: “úsame”. Con una sonrisa en los labios la abrí y encontré con un vestido rojo de gala. No puede evitar que mi corazón saltase en mi pecho, al tomarlo entre mis manos y probármelo sobre la bata, girando sobre mi misma como si aquello fuese un sueño. —Dios, es precioso y es un Versace —murmuré casi sin aliento, palideciendo al dejarlo sobre la cama con cuidado. Ansiosa por ver que contenía la otra. Era un par de zapatos de tacón alto revestido con piedras y un bolso de mano a juego. Observe durante un instante amabas cosas sin poder creérmelo. Nunca nadie antes había tenido un detalle como ese en toda mi vida. Acaricie con cuidado los zapatos. Las piedras parecían reales. ¿Lo serían? ¿Acaso tendría que comprar una caja de seguridad para ello
Arianna La obra se encontraba en italiano, por lo que no entendía lo que decían e intentaba adivinarlo a través de los gestos. Aun así, mi corazón se rompió en cientos de pedazos al ver a Orfeo llorando por su esposa. Me pregunté qué diría, apenada. Ya que gemía devastado por su perdida y me apoyé sobre la baranda, inclinándome un poco, como si solo con ese sencillo acto pudiese descubrir lo que significaban las palabras que salían de su boca. Entonces, para mi sorpresa, Aquiles, acercó sus labios a mi oído para recitar las líneas del cantante, mientras acariciaba mi espalda desnuda: —Mi esposa ha partido para jamás regresar y yo sigo aquí —. Tradujo rozando el lóbulo de mi oído con sus labios aterciopelados, en tanto continuaba trazando las curvas de mi espalda. Sentí un hormigueo cálido, sus manos eran sólidas, seguras y deseé poder congelar ese momento —… Si mis melodías tienen algún poder. Caeré en lo más profundo de los abismos. Fundiré el corazón del Rey Hades y te t
Aquiles Ladee la cabeza, al verla tomar la pasta con el tenedor, respirando profundamente, mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa. —Madre mía, esto es una delicia, ¿cómo es que estás tan en forma su comes cinco veces a la semana aquí? —Pinchó una albóndiga y se la llevó a boca. —Prefiero hacer mucho ejercicio a tener que dejar de comer en este sitio—me dispenso una sonrisa brillante —. Es una de las franquicias de mi cuñada y el único sitio donde preparan el Tagliatelle como debe ser. Ella es un genio de la cocina y mi mamá le heredó el grimorio de recetas de mi abuela. —Uff…Qué gran honor, tu familia parece muy unida, a veces desearía tener una familia así. Creo que las personas que tienen padres o hermanos, no saben lo afortunados que son. —Mereces una familia que siempre esté para ti y un día la tendrás —permitió que le tomase la mano y me miró con dulzura, antes de volver a su plato. Hacía mucho que no disfrutaba viendo a una mujer comer, pero Arianna sabía
Arianna La recepcionista me recibió con una deslumbrante sonrisa detrás del mostrador blanco tiza que combinaba con las cortinas del lobby. —¿En qué puedo ayudarle? —Preguntó levantado los ojos hacia mí. —Llamé por la mañana al doctor Gerardi y me dijo que podía atenderme luego de su última consulta de la tarde. —Oh, sí. Por supuesto, me dijo que la anotase con sobre turno porque era una antigua paciente que hacía años que no veía —. Abrió la planilla de la consulta en el ordenador —Arianna, ¿cierto? —Asentí —. Le avisaré al doctor que llegó, hay una pareja esperando el pedido para el ingreso a preparto, pero no demorará nada. Puede tomar asiento, enseguida la llamará —. Me dedicó una sonrisa, señalándome la sala de espera con la mano. La última vez que estuve allí, fue el día que me recomendó una clínica especializada en fertilidad y estar de nuevo en ese lugar, me provocó un ligero malestar. Hubiese deseado poder evitar ir a ese sitio. Sin embargo, era el único médi
Arianna Antes de que pudiese evitarlo, Aquiles, se abalanzó sobre Marcos, tomándolo de la solapa del saco y lo empotró contra la cajuela de una camioneta. —Creí que había dejado claro que no te quería cerca de ella —le espetó a solo unos centímetros del rostro, respirando trabajosamente. Su semblante era frío como el granito. Su voz sonó fuerte y clara en el estacionamiento vacío y Marcos, se atrevió a sonreír con cinismo, chasqueando la lengua. Fingiendo no estar intimidado. —Arianna, sigue siendo mi esposa —, señaló —no tengo que pedirte permiso para discutir ningún asunto con ella. El único que está fuera de lugar aquí, eres tú —.Le dio un empujón para apartarlo, sin embargo, Aquiles, no se movió un milímetro —. Tengo una duda, ¿por qué acompañarías al ginecólogo a tu asistente? Antes de que Aquiles pudiese responder, me adelanté: —No es de tu incumbencia —aullé, indignada —. Lo que yo haga con mi vida es asunto mío, no tuyo. Lo único que debe importante es llevar a tu
Aquiles La sostuve en mi regazo y ella colocó el paño frío en el pequeño corte de mi pómulo hinchado con delicadeza. Extendí la mano y coloqué un mechón de cabello detrás de su oreja, al verla fruncir el ceño. —Estoy bien, ni siquiera me duele —. Mi respiración se detuvo cuando sus dedos flotaron sobre el pequeño corte —. Lamento haberte asustado, parecías aterrada. Dejé escapar el aire lentamente. —No estaba aterrada por él —me aclaró —en realidad temía por ti —. Me eché hacia atrás y la observé confundido —. No lo conoces tanto como yo, creo que sabía que lo despedirías, por eso te provocó para que lo agredieses. No me extrañaría que espere poder llegar a un acuerdo económico para no demandarte. Me parece injusto que tengas problemas o que debas pagarle una pequeña fortuna por intentar defenderme. Entrelacé sus dedos con los míos y atraje su mano para besarle los nudillos. —No me interesa lo que deba pagarle, si con eso lo mantengo fuera de tu vida para siempre —. Ari
Arianna En cuanto bajé del coche, pude ver a mi abuela asomarse por la ventana de la habitación de la residencia con una enorme sonrisa y media hora después, se encontraba sirviéndome el té para que comiésemos la caja de petits fours que le compré de camino, mientras nos poníamos al día. —Cuando haya conseguido pagar mis deudas, podré llevarte conmigo, ¿no te emociona eso? —Ella me tomó la mano con ternura. —¿Qué haría yo viviendo contigo? —Abrí la caja con los pastelitos que tanto le gustaban y se relamió antes de tomar uno de ellos para zampárselo de un bocado —. Tú estarías trabajando todo el día, mientras yo me aburriría como una ostra. Aquí puedo jugar a las cartas con mis amigas. En ocasiones vamos a caminar y mirar muchachos. Deberías saber que no soy una coqueta sin remedio —. Lanzó una carcajada grave y le di una palmada divertida en la rodilla. —¡Abuela, no necesito saber eso! —Se echó a reír con ganas, luego de chasquear la lengua —. Yo sé que extrañarías a tus a
Arianna A pesar de que odiaba que Romeo me diese órdenes e intentase mantenerme alejada de Aquiles el mayor tiempo posible, no iba a negar que hacer el tonto un rato, en tanto iba a buscar papel para las impresoras, me sentaba bien. Porque desde hacía un par de días Lorena me seguía a donde fuese, tal como mi sombra y comenzaba a creer que sospechaba algo. Imaginaba que esperaba encontrar algo que justificase poder ir a llenarle la cabeza a Romeo. Así que, debía mantenerme como pisando un campo minado. Él me odiaba, no estaba segura de cuando había comenzado ese odio. Quizás desde el encontronazo por el error contable que había dejado pasar. Creía que debía meterme en mis asuntos y que era una fisgona. Por otro lado, dudaba de las citas ficticias que organizaba para Aquiles. Sonreí, en eso llevaba la razón, usábamos ese tiempo para estar pegados como lapas. «Que poco eficiente Morelli, hace meses que deberías haber conseguido al menos una foto de Aquiles con una mujer. E