Lina
Soy Lina, tengo 20 años y estudio Francés en una escuela privada. Mis padres tienen una economía moderada, pero se esfuerzan por ayudarme a pagar la colegiatura. Hoy es mi primer día en esta nueva escuela y estoy completamente nerviosa por lo que pueda suceder. Sin embargo, tengo el presentimiento de que todo saldrá bien… aunque eso pensaba yo. —Hija, aquí está tu almuerzo, no se te olvide.— dice mi madre mientras me lo pasa. —Ah, claro, mamá, ya lo guardo.— respondo, aunque aún con la cabeza llena de nervios. Mi madre siempre ha sido muy cariñosa conmigo. Se preocupa por mí como solo lo hacen las madres, aunque, claro, también es porque soy su hija. —Lina, no te olvides de pasar por la casa de tu tío Ronald a recoger su herramienta.— me recuerda mi padre desde la sala. —No, papá, no se me olvida.— le respondo con un suspiro mientras giro los ojos. Mi padre tiene una forma peculiar de tratarme, a veces parece que me ve como si fuera su mensajera o incluso un niño. —¡Adiós, ya me voy!— grito mientras me dirijo a la puerta. Camino hacia la escuela, disfrutando del buen clima. El cielo está despejado, no hace calor y el aire es fresco. Cuando llego a la parada del camión, pago con mi tarjeta de estudiante y me siento en un asiento vacío. Me gusta mirar por la ventana durante el trayecto, aunque nunca logro recordar las calles. Al llegar a mi destino, bajo del camión y, al ver la escuela, siento una mezcla de emoción y nervios. Respiro hondo y me acerco al aula. Al llegar a mi casillero, noto que hay un chico alto recargado en él. Me detengo y, aclarando mi garganta, le hablo. —¿Disculpa, podrías moverte un poco? Estás bloqueando mi casillero.— le digo con un tono cortés. Él se gira y me mira. Es guapo, con ojos grises como la luna, y su cabello es de un color cenizo que me parece fascinante. Sin embargo, inesperadamente se ríe con burla. —Vaya, ¿desde cuándo las enanas gordas pueden hablar conmigo?— me dice, su tono mordaz perfora el aire. Me quedo paralizada. Algo que no les he contado es que mido 1.50 cm y tengo algunos kilos de más. Su comentario me dolió más de lo que esperaba. No puedo creer que alguien hable así a una persona que acaba de conocer. —¿Qué?— intento contestar, aunque las palabras se me atascan en la garganta. Alrededor, algunos chicos comienzan a reírse, y el dolor en mi pecho se intensifica. —Vamos, Derian, no seas tan duro. Parece nueva.— dice uno de los chicos. —Joder, una nueva más en el salón. Y huele a cerdo.— exclama Derian, seguido de una risa cruel. Mi cuerpo se paraliza aún más, sin saber qué hacer o cómo reaccionar. Nunca había experimentado este tipo de dolor. —Derian, ¿ya encontraste a tu nuevo juguete?— dice una chica con un cuerpo perfecto y un rostro bonito, mientras se acerca a él y lo abraza, mirándome con ojos llenos de juicio. —Suéltame, no me gusta que me toquen.— responde Derian de manera tajante, apartando a la chica. Me vuelvo, abro mi casillero y guardo mis pertenencias rápidamente. Solo dejo mi libreta, lapicera y algo de dinero. Me acerco a un asiento vacío y trato de sentarme, pero, antes de hacerlo, Derian pone su pie en el escritorio de la butaca. —¿A dónde vas, cerdita? Este es mi lugar.— su voz es un veneno que me cala hasta los huesos. El dolor en mi pecho se intensifica, pero decido no dejarme intimidar. Busco otro asiento, uno junto a la ventana. Tomo mis cosas y me voy hacia allí, mientras escucho las carcajadas de Derian resonando en la habitación. Me siento y me preparo para lo que será mi primer día de clases. En ese momento, entra el profesor. —Buenos días, chicos. Mi nombre es Kevin Grey y seré su profesor de Francés.— dice con una voz suave y amigable, lo que me da algo de tranquilidad. De repente, Derian se levanta y dice con aires de superioridad: —Soy Derian Hill, pero ya todos me conocen.— todos ríen y asienten con su comentario. Yo, por supuesto, no. Luego se levanta la chica de antes. —Soy Helen Ruiz, de México.— dice con una sonrisa, mostrando orgullo por su origen. Si no me hubiera mirado con esos ojos de juicio antes, tal vez habría aplaudido su presentación. —Yo soy Dan Hill, hermano de Derian.— agrega, recibiendo un aplauso general. Poco a poco, todos se presentan. Mis nervios están a flor de piel. Cuando finalmente me toca, siento que todos los ojos están sobre mí, especialmente los de Derian, quien no deja de hacerme sentir incómoda. —Mi nombre es Lina Smith. Soy de las afueras de la ciudad, pero me mudé aquí recientemente.— digo, sintiendo cómo el grupo de Derian estalla en risas. —Bueno, basta de presentaciones, vamos a ver qué tanto saben de Francés.— interrumpe el profesor con una sonrisa. —Yo soy el más avanzado, por supuesto.— anuncia Derian, queriendo llamar la atención. El profesor me mira y sonríe. —Tú, pequeña Lina, ¿verdad? ¿Cuánto sabes de Francés?— me pregunta con dulzura. —La verdad es que estoy comenzando. No soy muy buena.— respondo, sintiendo cómo las risas se intensifican a mi alrededor. —Se nota, una pueblerina nunca podría hablar Francés.— se escucha la voz burlona de Derian. —¡BASTA, DERIAN!— exclama el profesor, levantando la voz. —No permitiré que hagan bullying en mi aula. Aunque me siento herida, también me siento protegida por el profesor. —Sigamos con la clase.— dice el profesor, dando fin al incidente. Las horas pasan y, al terminar la clase, recojo mis cosas. De repente, siento un empujón en la espalda. —¡Tú, cerdita! ¡Por tu culpa me llamaron la atención!— grita Derian, con odio en sus ojos. —Y-yo no hice nada.— trato de defenderme, aunque mis nervios están al límite. —¡Sí lo hiciste, m*****a!— grita de nuevo, con furia. Antes de que pueda reaccionar, veo cómo Derian arroja mis útiles por la ventana. —Ese será tu castigo, cerdita.— me dice, mientras observa con satisfacción cómo caen mis cosas al suelo.Cuando mis cosas caen al suelo, rápidamente tomo mi mochila y corro a recoger lo que he dejado tirado, mientras las risas de mis compañeros resuenan a mis espaldas. Cada carcajada es como una aguja que me atraviesa. Salgo de la escuela y, aunque intento caminar con la cabeza en alto, el dolor de cabeza comienza a apoderarse de mí. ¿Cómo es posible que me traten así? No me conocen, ni siquiera saben quién soy, y ya me están hiriendo de esta manera. Antes de llegar a casa, paso por la casa de mi tío Ronald y toco el timbre. Después de unos segundos, la puerta se abre. Mi tío aparece, como siempre, completamente borracho. —Ah, eres tú, Lina…— dice, con la voz arrastrada, y me extiende una caja. —Toma, esta es la herramienta que me pidió tu padre. La herramienta es pesada, pero logro sostenerla sin que se me caiga. —Sí, gracias, tío. Mañana se la traigo…— intento decir, pero antes de que termine la frase, él ya ha cerrado la puerta con un portazo. No parece estar de humor. Con un su
Mientras corría por el pasillo de la escuela, tratando de que nadie notara mis lágrimas, me tropecé torpemente con un chico. Para mi sorpresa e infortunio, era nada más y nada menos que Dan. Sí, Dan, ¡el hermano de Derian! —Oye, ten cuidado —me dice con una voz fuerte, pero se detiene de inmediato—. Oh, eres la nueva, perdón, he sido brusco contigo... ¿Por qué lloras? Su voz, que antes había sonado con un tono duro y puede que hasta un poco grosero pero al verme se vuelve un poco cálida, completamente diferente a la de su hermano, Derian. —No es nada —respondo rápidamente—. Solo fue por la caída. Me mira con ojos incrédulos, pero aun así me ayuda a levantarme y recoge mis cosas. —Sé que de nuevo mi hermano te ha molestado —dice con una voz suave, lo que me hace sentir un poco avergonzada. —No... —trato de fingir que todo está bien, pero él me sonríe. —No necesitas defenderlo —me dice con una sonrisa que me pone los pelos de punta—. Sé cómo es ese idiota, pero no te sient
Punto de vista de Derian Hoy es otro día de clases de francés. Ni siquiera sé por qué mis padres insisten en que siga en primero cuando ya estoy más avanzado. Tal vez solo quieren que me quede atrás, que siga siendo un niño inmaduro, mientras ellos observan desde sus altas torres de cristal, ajenos a lo que realmente me pasa. Pero no importa. Siempre he hecho las cosas a mi manera. Llego a la escuela, los pasillos están llenos de murmullos. Las chicas me miran, algunas con una mezcla de admiración y deseo, pero otras con desdén. Y no las culpo. He aprendido a lidiar con las miradas, los comentarios, las expectativas. Cada paso que doy es una medida en la que me comparan con mi hermano Dan. Siempre superior, siempre perfecto. Pero yo quiero más. No quiero ser el segundo, no quiero quedarme atrás. No voy a ser el hermano de Dan, voy a ser Derian, y eso debería ser suficiente. Pero, ¿lo es? -Hola, guapo... La voz me arranca de mis pensamientos. Me giro y la veo. Helen. La típica
Punto de vista Lina Mientras siento la brisa en mi rostro y miro el río que se extiende más allá del puente, mis pensamientos se disipan, nublados por la angustia de siempre ser la burla de todos. En mi pueblo, todos murmuraban a mis espaldas, y sabía que era por mi peso, mi altura y mi rostro. No soy tan agraciada como las demás chicas. He quedado marcada por algunas cicatrices pequeñas, vestigios de un acné que nunca me ha dejado en paz. Nunca antes había intentado cambiar, pero en esta ciudad, donde todos parecen tan juiciosos, tal vez debería empezar a arreglarme. No por lo que digan los demás, sino por mi propia salud. Debo mejorar mi alimentación también... Respiro profundamente y cierro los ojos, sintiendo la calma de este pequeño respiro que tanto necesitaba después del daño que me hizo Derian en mi ser. Comienzo a caminar hacia casa. Mis ojos están hinchados de tanto llorar, pero trato de ocultarlo, frotándome los ojos para disimular. Antes de llegar, me encuentro con La
Laura me envuelve en un abrazo lleno de ternura, mientras Adrián, apoyado en el marco de la puerta, nos observa en silencio. Me detengo frente al espejo del pasillo, y me sorprende lo que veo. ¿Realmente soy yo? Un rubor me sube al rostro, pero no puedo dejar de mirarme. Todavía me cuesta creer que Adrián haya hecho todo eso por mí. Mi cabello y mi rostro parececian un desastre, y el hizo maravillas en mi, mí interior se siente feliz. —Laura, toma. Estos son los productos que debe aplicar por la noche, al menos una o dos horas antes de dormir. Este es para su cabello, también por la noche. Ayudará a repararlo y estimulará su crecimiento. Deben regresar cada mes por estos tratamientos, y si necesitan cambiar algo, no hay problema. Dice Adrián, habla con una sonrisa satisfecha, como si estuviera realmente orgulloso del trabajo que hizo en mí. Eso me hace sentir agradecida con él. —Gracias, Adrián. No sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por mí. Has sido tan amable. Le
Punto de vista de Derian: Después de desquitarme con ella, comencé a caminar por el pasillo. Fue una mala decisión. Al fondo, estaba Dan, platicando con una chica y sonriendo con esa expresión falsa que siempre lleva. Frunzo el ceño y trato de irme, pero escucho su irritante voz llamando mi nombre. —¡Derian! ¡Espera! Me detengo en seco. No sé por qué mi cuerpo reacciona así, tal vez porque en el fondo sé que es mejor. Mi hermano gemelo es todo lo contrario a mí, pero eso no es más que una máscara que siempre lleva puesta. Yo sé lo que hay dentro de él: es aún más malo que yo. —¿Qué carajos quieres, Dan? Respondo con voz fría y cortante, de modo que su acompañante se va. Lo miro a los ojos. —¡Vamos! No seas así conmigo. Quería presentarte a esa chica. Dice que te atraes, pero con esa voz… creo que ya no. Me lo dice con esa voz irritante, y su risa parece la de un chico bueno. Un gesto de desdén se forma en mis labios. —Que se joda, no estoy para citas ahora. —¿Estás
Punto de vista de Dan En mi familia, siempre he sido el hijo perfecto, el que mis padres presumen ante sus amigos más cercanos, el que todos creen que tiene la vida resuelta. Pero la realidad es muy distinta. Estoy harto de ser el maldito adulador que todos esperan que sea, pero no puedo hacer otra cosa más que seguir el juego. Poca gente sabe quién soy realmente. Solo aquellos que trabajan para mí en secreto conocen mi verdadera naturaleza, pero estoy empezando a sospechar que Derian sabe algo. Él y yo no somos cercanos. A pesar de que somos gemelos, nunca hemos tenido una relación cercana. Solo cuando éramos niños, en la primaria, éramos inseparables. Pero todo cambió el 3 de octubre, un día que marcó un antes y un después en nuestras vidas. Fue ese día cuando Derian cometió un desastre, una travesura que no debería considerarse como tal. Quemó el huerto de nuestro vecino, un hombre al que siempre consideré un idiota. El problema no fue el daño, sino que ese hombre no pudo distin
Punto de vista de Lina: Cuando llegué al lado de mi amiga Laura, todas las miradas estaban puestas en mí. Y cuando entré al aula, la mirada de Derian me pareció rara. Me observó y noté un leve rubor en sus mejillas. Se cubrió la boca con la mano, tratando de disimular, y volteaba hacia otro lado para que no lo vieran. Pero era en vano; todo el mundo vio que el gran Derian, el matón, se había sonrojado al verme. Eso fue muy extraño, no pensaba que él me mirara de esa forma. De repente, Dan se acercó lentamente, y mi mirada se perdió en la suya. Tal vez solo sea yo, pero esa mirada que me dio Dan no era normal. Algo pasaba, pero no sabía qué era. —Hola, Lina, qué bonita te has puesto hoy. Todos se sorprendieron al ver que Dan me hablaba y que yo era Lina, como si no se hubieran dado cuenta de quién era. Incluso Derian me miraba sorprendido. —Gracias, Dan, me halagas demasiado... Dan sonrió ampliamente y me miró curioso. —No, pequeña, eso te lo mereces, eso y más... Se ac