Punto de vista de Derian
Hoy es otro día de clases de francés. Ni siquiera sé por qué mis padres insisten en que siga en primero cuando ya estoy más avanzado. Tal vez solo quieren que me quede atrás, que siga siendo un niño inmaduro, mientras ellos observan desde sus altas torres de cristal, ajenos a lo que realmente me pasa. Pero no importa. Siempre he hecho las cosas a mi manera. Llego a la escuela, los pasillos están llenos de murmullos. Las chicas me miran, algunas con una mezcla de admiración y deseo, pero otras con desdén. Y no las culpo. He aprendido a lidiar con las miradas, los comentarios, las expectativas. Cada paso que doy es una medida en la que me comparan con mi hermano Dan. Siempre superior, siempre perfecto. Pero yo quiero más. No quiero ser el segundo, no quiero quedarme atrás. No voy a ser el hermano de Dan, voy a ser Derian, y eso debería ser suficiente. Pero, ¿lo es? -Hola, guapo... La voz me arranca de mis pensamientos. Me giro y la veo. Helen. La típica chica que todos desean. La que tiene la sonrisa perfecta, las curvas perfectas, todo lo perfecto. Siempre sonríe con esa inocencia falsa, como si no supiera que todos la observan, como si su belleza fuera algo que no podía evitar. Y todos la adoran, todos la siguen. Menos yo. A ella no la quiero, no me interesa. Es tan superficial, tan vacía. Pero lo que más me molesta es que sabe lo que causa en los demás. Y me odia por no caer en su juego. -Ah, eres tú, Helen. Hola. Mi saludo es cortante, un tanto burlón, pero lo disfrazo con una sonrisa. Siempre he tenido la capacidad de hacer eso: sonreír aunque no quiera, fingir que todo está bien cuando en realidad me siento vacío. -Qué serio, Derian... Tal vez un jugo te haga mejorar el día... Helen se aleja, meneando las caderas como si eso me fuera a impresionar. Y lo cierto es que podría, si quisiera. Si tan solo decidiera dejar de pensar tanto. Pero no, algo en mí me hace rechazarlo. Y es que, en el fondo, ella me recuerda a todos los demás. Vacíos, con sonrisas falsas, rodeados de una perfección que me asquea. Un grupo de chicos se acerca. "Mis amigos", los llamo, pero sé que en realidad son unos parasitarios. Se me acercan solo porque soy Derian, porque mi familia tiene dinero. Pero no me importa. Los juego como marionetas, sonrío y saludo, como siempre. Me recargo en un casillero mientras me siento como el centro de todo. Pero a veces, en momentos de silencio, siento que todo lo que construyo es solo una fachada. De repente, una voz me hace girarme con irritación. - Discúlpame, pero ¿Te puedes apartar? Es una chica. Baja, regordeta, con la mirada firme y el rostro de alguien que no está dispuesto a que la intimiden. Y no sé por qué, pero algo dentro de mí se enciende. Es como si, en vez de compadecerme de ella, quisiera aprovecharme de su inseguridad. Algo oscuro se despierta en mí, esa necesidad de hacerla encajar en el molde que quiero. Y sé que puedo. Porque, al final, todos los demás lo hacen. Todos se reirán. Todos estarán a mi lado. Yo soy el líder. La miro, y la expresión en su rostro me hace sonreír con desdén. ¿Quién se cree que es para hablarme así? Su torpeza, su gordura, su forma de moverse como si el mundo entero la estuviera observando me irrita. Y entonces la veo. Mi hermano, Dan, al final del pasillo. Me mira como siempre, con su mirada de desaprobación, como si me estuviera desafiando. Como si siempre supiera que soy débil, que nunca seré como él. Y eso me jode. Me duele más de lo que debería. Mi sangre hierve. No puedo dejarlo así. Si él piensa que soy inferior, entonces voy a hacerle ver que no lo soy. -¿Ya conseguiste un juguete nuevo, Derian? dice Helen, con una risa ligera, ignorante de lo que realmente está pasando. Pero yo no me detengo. No la escucho. Mis ojos están fijos en la chica nueva, la "cerdita", como la llamo en mi cabeza. No puedo evitarlo. La burla fluye de mis labios con naturalidad. A todos los demás les encanta, se ríen, disfrutan del espectáculo. Y, en el fondo, yo también lo hago. Pero hay algo en su expresión, algo que me desconcierta. La forma en que me mira, como si no tuviera miedo de mí, eso me hace dudar, aunque no quiero reconocerlo. No en voz alta. El profesor pide que nos presentemos. Llego el turno de Dan. Él lo hace con su voz suave, su forma perfecta de ser. Todo en él es tranquilo, sereno. La sala lo adora. Y yo... yo solo quiero que se caiga. Que todo ese "perfecto" se derrumbe. Pero no puedo. Acepto mi lugar detrás de él. Siempre será mejor que yo, y lo sé. Luego, la chica nueva se presenta. Y aunque trato de contenerme, no puedo. La risa sale de mi boca sin querer. "Una pueblerina", pienso. "Viene del campo." Me río por lo bajo, pero mi risa es dura. Ella, al parecer, no está preparada para esto. No está lista para este mundo. Y yo no voy a perdonárselo. Pero el profesor me llama la atención. Y en ese momento me siento más pequeño de lo que me gustaría. Es su culpa, lo sé. Si ella no se hubiera presentado, no habría pasado nada. Pero no puedo evitar la frustración que me consume. Miro a Dan de nuevo. Su mirada está llena de una calma que me vuelve loco. Es como si estuviera por encima de todo esto. Como si, de alguna manera, ya supiera lo que me pasa y se estuviera divirtiendo viéndome fracasar. Y eso es lo que más me molesta. El día siguiente comienza igual. Me levanto temprano, hago mi rutina, como siempre. A las 5:30 a.m., ya estoy en el gimnasio, listo para entrenar. Mi padre me regaló el coche, me gusta, pero es más un símbolo que otra cosa. El gimnasio está cerrado, y entonces decido correr por el parque. Al estacionar, me doy cuenta de que ella, la chica nueva, está allí. Corriendo por el andador, luchando por moverse. Una sonrisa sarcástica surge en mi rostro. "Cerdita", pienso. Pero algo en mí se detiene. La observo mientras ella intenta seguir el ritmo, con movimientos torpes, con la respiración entrecortada. Hay algo que no puedo dejar de ver. No es la gordura lo que me molesta. No, es esa... determinación. Esa pequeña chispa que me dice que no se va a rendir, aunque no tenga idea de cómo hacerlo. Me siento incómodo. Mi risa no tiene la misma satisfacción que antes. ¿Por qué me molesta tanto que no se dé por vencida? ¿Por qué me afecta ver cómo ella lucha, cuando yo me rindo tan fácilmente en otras áreas? Pero no, no me lo permito. No voy a pensar en eso. No quiero pensar en eso. Así que sigo con mi rutina, sin dejar de mirar de reojo cómo ella intenta correr. ¿Qué pretende? ¿Qué cree que va a lograr? En la tarde llego tarde a la escuela. La directora me regaña, pero no me importa. Mi disculpa es vacía, igual que siempre. Entro al aula, y ahí está ella. Mi mente vuelve a lo mismo, a esa sensación extraña que no puedo entender. -¿Así que decidiste hacer ejercicio?, le digo con burla, mientras la observo con desdén. Ella no me responde, solo agacha la cabeza. Y eso me molesta aún más. Porque, ¿por qué no reacciona? ¿Por qué no me grita, me lanza algo, me desafía? Me siento impotente. -¿De verdad crees que vas a lograr algo, cerdita?, repito, mientras el resto de la clase se ríe. Pero al verla, algo cambia. La observo. Y por primera vez me doy cuenta de lo que está pasando. Yo no la estoy atacando por diversión. Estoy atacando una parte de mí mismo. Esa parte que veo en ella: la debilidad, la lucha constante, el esfuerzo por encajar. Y eso me asusta. El timbre suena y ella se va, corriendo con lágrimas en los ojos. Me sigo sintiendo vacío. Sin saber por qué, sigo caminando detrás de ella. La encuentro en el baño, llorando. Me quedo allí, escuchando su dolor, sin saber qué hacer. Pero no me disculpo. No me atrevo. La observo, no por compasión, sino porque quiero que me vea. Quiero que sepa que soy yo quien tiene el poder. -Oh, pequeña cerdita, jamás vas a lograrlo... susurro, pero mi voz está vacía. La burla es mi escudo, mi excusa.Punto de vista Lina Mientras siento la brisa en mi rostro y miro el río que se extiende más allá del puente, mis pensamientos se disipan, nublados por la angustia de siempre ser la burla de todos. En mi pueblo, todos murmuraban a mis espaldas, y sabía que era por mi peso, mi altura y mi rostro. No soy tan agraciada como las demás chicas. He quedado marcada por algunas cicatrices pequeñas, vestigios de un acné que nunca me ha dejado en paz. Nunca antes había intentado cambiar, pero en esta ciudad, donde todos parecen tan juiciosos, tal vez debería empezar a arreglarme. No por lo que digan los demás, sino por mi propia salud. Debo mejorar mi alimentación también... Respiro profundamente y cierro los ojos, sintiendo la calma de este pequeño respiro que tanto necesitaba después del daño que me hizo Derian en mi ser. Comienzo a caminar hacia casa. Mis ojos están hinchados de tanto llorar, pero trato de ocultarlo, frotándome los ojos para disimular. Antes de llegar, me encuentro con La
Laura me envuelve en un abrazo lleno de ternura, mientras Adrián, apoyado en el marco de la puerta, nos observa en silencio. Me detengo frente al espejo del pasillo, y me sorprende lo que veo. ¿Realmente soy yo? Un rubor me sube al rostro, pero no puedo dejar de mirarme. Todavía me cuesta creer que Adrián haya hecho todo eso por mí. Mi cabello y mi rostro parececian un desastre, y el hizo maravillas en mi, mí interior se siente feliz. —Laura, toma. Estos son los productos que debe aplicar por la noche, al menos una o dos horas antes de dormir. Este es para su cabello, también por la noche. Ayudará a repararlo y estimulará su crecimiento. Deben regresar cada mes por estos tratamientos, y si necesitan cambiar algo, no hay problema. Dice Adrián, habla con una sonrisa satisfecha, como si estuviera realmente orgulloso del trabajo que hizo en mí. Eso me hace sentir agradecida con él. —Gracias, Adrián. No sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por mí. Has sido tan amable. Le
Punto de vista de Derian: Después de desquitarme con ella, comencé a caminar por el pasillo. Fue una mala decisión. Al fondo, estaba Dan, platicando con una chica y sonriendo con esa expresión falsa que siempre lleva. Frunzo el ceño y trato de irme, pero escucho su irritante voz llamando mi nombre. —¡Derian! ¡Espera! Me detengo en seco. No sé por qué mi cuerpo reacciona así, tal vez porque en el fondo sé que es mejor. Mi hermano gemelo es todo lo contrario a mí, pero eso no es más que una máscara que siempre lleva puesta. Yo sé lo que hay dentro de él: es aún más malo que yo. —¿Qué carajos quieres, Dan? Respondo con voz fría y cortante, de modo que su acompañante se va. Lo miro a los ojos. —¡Vamos! No seas así conmigo. Quería presentarte a esa chica. Dice que te atraes, pero con esa voz… creo que ya no. Me lo dice con esa voz irritante, y su risa parece la de un chico bueno. Un gesto de desdén se forma en mis labios. —Que se joda, no estoy para citas ahora. —¿Estás
Punto de vista de Dan En mi familia, siempre he sido el hijo perfecto, el que mis padres presumen ante sus amigos más cercanos, el que todos creen que tiene la vida resuelta. Pero la realidad es muy distinta. Estoy harto de ser el maldito adulador que todos esperan que sea, pero no puedo hacer otra cosa más que seguir el juego. Poca gente sabe quién soy realmente. Solo aquellos que trabajan para mí en secreto conocen mi verdadera naturaleza, pero estoy empezando a sospechar que Derian sabe algo. Él y yo no somos cercanos. A pesar de que somos gemelos, nunca hemos tenido una relación cercana. Solo cuando éramos niños, en la primaria, éramos inseparables. Pero todo cambió el 3 de octubre, un día que marcó un antes y un después en nuestras vidas. Fue ese día cuando Derian cometió un desastre, una travesura que no debería considerarse como tal. Quemó el huerto de nuestro vecino, un hombre al que siempre consideré un idiota. El problema no fue el daño, sino que ese hombre no pudo distin
Punto de vista de Lina: Cuando llegué al lado de mi amiga Laura, todas las miradas estaban puestas en mí. Y cuando entré al aula, la mirada de Derian me pareció rara. Me observó y noté un leve rubor en sus mejillas. Se cubrió la boca con la mano, tratando de disimular, y volteaba hacia otro lado para que no lo vieran. Pero era en vano; todo el mundo vio que el gran Derian, el matón, se había sonrojado al verme. Eso fue muy extraño, no pensaba que él me mirara de esa forma. De repente, Dan se acercó lentamente, y mi mirada se perdió en la suya. Tal vez solo sea yo, pero esa mirada que me dio Dan no era normal. Algo pasaba, pero no sabía qué era. —Hola, Lina, qué bonita te has puesto hoy. Todos se sorprendieron al ver que Dan me hablaba y que yo era Lina, como si no se hubieran dado cuenta de quién era. Incluso Derian me miraba sorprendido. —Gracias, Dan, me halagas demasiado... Dan sonrió ampliamente y me miró curioso. —No, pequeña, eso te lo mereces, eso y más... Se ac
Punto de vista de Derian: Todo comenzó el primer día que vi a Lina. Algo en ella me llamó la atención, aunque no sabía qué era. No era la chica más bonita ni la más alta, y estaba un poco fuera de lugar entre todos esos chicos y chicas que parecían tener todo bajo control. Era bajita, un poco gordita, pero… había algo en su forma de ser que me hacía mirarla más de lo que debería. Desde entonces, no podía dejar de pensar en ella. Al principio traté de ignorarlo. Me decía a mí mismo que solo estaba siendo un idiota, como siempre, haciendo esas maldades para divertirme. Pero cuando veía su cara, con esa expresión confundida cada vez que la molestaba, no podía evitar sentir una especie de… no sé, algo que no quería reconocer. Me sentía identificado con ella, pero también quería que dejara de mirarme como si fuera un monstruo. Pero soy un idiota, no podía controlarme, era un impulso que lo hacía en automático. Dan, mi hermano gemelo, siempre me decía que dejara en paz a Lina. Él tení
Punto de vista de Dan: Ese mismo día, invité a la chica nueva. Sinceramente, se me había olvidado su nombre. Es tan insignificante que hasta eso se me olvida, pero su valor es grande, algo que ni siquiera ella parece comprender. Una Montenegro, una niña perdida, que no sabe de dónde realmente viene. Su parentesco con la Señora Carol Montenegro es tan importante que parece absurdo que aún no la hayan encontrado. La familia la busca con tanto empeño, pero ella... ¿No tiene ni idea de lo que significa su apellido? Sin pensarlo demasiado, decidí seguir mis pasos, y me propuse a enamorarla. Sé que, en el fondo, mi reputación bajará por tenerla a mi lado, pero eso no importa. El poder y la influencia que me otorgaría, la herencia de los Montenegro... todo eso vale más que mi imagen. Soy ambicioso, mucho más de lo que la gente cree, y no perderé mi oportunidad. Seré un caballero ante sus ojos, para que se enamore fácilmente. Una sonrisa aquí, una mirada allí, y seguro caerá. Es solo
Punto de vista de la Familia Montenegro: Hace mucho tiempo, decidí entregar a mi hija a una pareja enamorada que vi en un callejón, mirando las tiendas de ropa. La razón… En ese entonces me habían enviado varios mensajes amenazando con matar a mi hija si no rechazaba la propuesta de un gran trabajo exitoso, pero no podía hacer nada. Quien manejaba todo era mi esposo en ese entonces. Él no quería dejar perder ese negocio, esa oportunidad que le podría asegurar su posición en el mundo empresarial. Y lo peor de todo, fue que no me preguntó, no me consultó. Me lo dijo en voz baja, entre dientes, como si fuera lo más normal del mundo. La decisión estuvo fuera de mis manos. Cuando recibí la amenaza, mi corazón se detuvo. El miedo me hizo ceder, hacer lo que no deseaba. Aquella pareja... La vi en ese callejón, tan desesperada por un hijo, tan ansiosa por recibir la bendición de tener una familia propia, que la decisión fue toma