Mientras corría por el pasillo de la escuela, tratando de que nadie notara mis lágrimas, me tropecé torpemente con un chico. Para mi sorpresa e infortunio, era nada más y nada menos que Dan. Sí, Dan, ¡el hermano de Derian!
—Oye, ten cuidado —me dice con una voz fuerte, pero se detiene de inmediato—. Oh, eres la nueva, perdón, he sido brusco contigo... ¿Por qué lloras? Su voz, que antes había sonado con un tono duro y puede que hasta un poco grosero pero al verme se vuelve un poco cálida, completamente diferente a la de su hermano, Derian. —No es nada —respondo rápidamente—. Solo fue por la caída. Me mira con ojos incrédulos, pero aun así me ayuda a levantarme y recoge mis cosas. —Sé que de nuevo mi hermano te ha molestado —dice con una voz suave, lo que me hace sentir un poco avergonzada. —No... —trato de fingir que todo está bien, pero él me sonríe. —No necesitas defenderlo —me dice con una sonrisa que me pone los pelos de punta—. Sé cómo es ese idiota, pero no te sientas herida, él pronto cambiará... Hay algo en su sonrisa que no logro descifrar, parece estar tramando algo, pero en ese momento no lo puedo entender. Saliendo de la escuela, no dejo de pensar en Dan. Es muy dulce, o al menos eso fue lo que mostró conmigo, nada que ver con su hermano Derian, que es un abusivo de primera. Mientras refunfuño de molestia, siento el vibrar de mi celular. Al mirar la pantalla, veo que es un mensaje de texto de mi mejor amiga Laura Galicia. Laura: Oye, ¿acaso te has olvidado de mí? Al ver su mensaje, sonrío un poco, aliviada por saber que aún piensa en mí. Respondo con rapidez. Yo: Hola Lau, discúlpame, he andado ocupada. Laura: Ya lo sé, pero cuéntame, ¿cómo te fue? ¿Qué tal el primer día en la nueva escuela? Decido contarle sobre mi día, pero omito la parte sobre Dan, al menos por ahora. Yo: Fue un día largo, pero nada fuera de lo normal. Conocer a tanta gente nueva es un poco abrumador. Laura: ¿Y Derian? ¿No te hizo alguna de sus tonterías? La pregunta de Laura me hace fruncir el ceño. Aunque Derian no fue mi principal problema hoy, esa sensación incómoda que siempre siento a su alrededor persiste. Yo: No fue con Derian... Fue con su hermano. Laura: ¿Con Dan? ¿Qué hizo? Al ver el nombre de Dan en el mensaje, me siento algo confundida. No puedo dejar de pensar en cómo me trató, tan diferente a su hermano. Decido ser honesta con Laura, aunque me da un poco de miedo hablar de él. Yo: No fue nada, solo que me ayudó cuando me caí. Fue... amable. Laura: ¿Dan? ¿Amable? Eso sí que me sorprende... Nunca lo he visto ser amable. ¿Seguro que no te está haciendo un favor por algo? Me quedo pensativa. La duda de Laura me hace cuestionar la verdadera intención de Dan. ¿Realmente fue solo un acto de amabilidad, o hay algo más? En ese momento, decido que no es el momento de profundizar más en eso. Aunque algo dentro de mí me dice que debo mantenerme alerta. Algo no está del todo claro, pero, ¿qué? Yo: De hecho, no. Solo me vio caer y me ayudó. Al principio me habló de manera dura, pero al verme llorar, cambió su tono de voz. Laura: ¿Qué? ¡Eso no puede ser! Son hermanos y son igual de crueles. Deberías tener mucho cuidado. Yo: Lo sé. De hecho, vi algo extraño en sus ojos, pero no sé qué significa… Escribo mientras pienso en la intensidad de la mirada peligrosa de Dan, clavada en mí. Laura: Te lo digo en serio, debes tener cuidado. Repite sus palabras, y aunque sé que tiene razón, decido dejar que el destino siga su curso. Esa noche, acostada en la cama, miro al techo y luego mis paredes, observando los pósteres del grupo femenino de música que tanto me gusta. Son delgadas y con caras perfectas. De inmediato, me vienen a la mente las crueles palabras de Derian: “Cerdita”. Me levanto y me miro en el espejo. —Es cierto, debería bajar de peso… —me digo a mí misma, mientras me siento más deprimida al verme. Mi mente está tan sensible que me veo fea ante el reflejo. Me acuesto de nuevo y me quedo dormida. Despierto temprano por una pesadilla. Miro el reloj y veo que son las 6 a.m. Mientras me froto los ojos, decido salir a caminar para ponerme en forma. Me alisto y salgo de casa. Camino hacia el andador y empiezo a calentar. De repente, escucho una voz familiar saludándome. —¡Hola, Cerdita! Sí, es Derian. Decido ignorarlo y sigo caminando por el andador, pero él me alcanza y, trotando, me mira y dice: —Hey, no me ignores… Bueno, los animales nunca hacen caso. Se ríe con euforia mientras comienza a entrenar. Su risa es irritante y resuena en mi cabeza. Pero al mismo tiempo, me fijo en cómo hace ejercicio. Se ve increíblemente bien, y no entiendo cómo alguien tan guapo puede ser tan desagradable. Tomo aire, suspirando con fuerza, y decido seguir adelante. Comienzo a correr lentamente para no dejarme afectar tanto. Pero de repente, una pregunta surge en mi mente: —¿Por qué carajos Derian haría ejercicio aquí? Este lugar, como dicen ellos, es para “pobres”. Frunzo el ceño, tratando de no pensar en eso y concentrarme en mi entrenamiento. Esta vez, voy a hacer una dieta y finalmente bajaré de peso. Ese mismo día, en la escuela de francés, me siento más vulnerable que nunca. He pasado la mañana pensando en lo que Derian dijo en el andador, y esa risa de burla sigue resonando en mi cabeza. Intento concentrarme en la clase, pero mi mente no para de dar vueltas. El profesor habla sobre el uso de los pronombres en francés, pero yo apenas la escucho. Mi mente sigue atrapada en esos recuerdos: las palabras de Derian, su tono cruel, su risa despectiva. No sé por qué me afecta tanto, pero lo hace. No dejo de pensar en cómo se burló de mí por querer ponerme en forma, por intentar sentirme mejor conmigo misma. De repente, la puerta se abre y Derian entra al aula. Mis manos comienzan a sudar, y mi estómago se revuelca al verlo. Él me ve y su rostro se ilumina con una sonrisa burlona. No tarda en acercarse a mí. —¿Así que decidiste hacer ejercicio? —dice en voz alta, lo suficientemente fuerte como para que todos en la clase lo escuchen—. ¿Crees que vas a lograr algo, cerdita? Su risa, siempre tan cruel, se derrama por toda la clase. Todos se giran hacia mí, algunos murmuran entre ellos, otros no pueden evitar reírse. Mi rostro se pone rojo de vergüenza. No quiero que me vean así, pero no puedo evitarlo. Siento cómo mi pecho se aprieta, y una bola de ansiedad se forma en mi garganta. —¿Sabes qué, cerdita? —continúa Derian, acercándose más—. Quizá deberías quedarte en casa y dejar de hacer el ridículo. Mejor aún, ¿por qué no te vas al comedor y comes algo? Seguramente te vendrá bien, ¿no? Las palabras de Derian golpean como puños. Mi cara arde de vergüenza, y los murmullos de la clase me perforan los oídos. Quiero gritar, quiero que todo eso pare, pero las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos, y mi garganta se cierra. No puedo evitarlo. El profesor, distraído por la risa de Derian, finalmente se da cuenta de lo que está pasando, pero ya es demasiado tarde. La vergüenza, el dolor y la humillación se apoderan de mí. Los murmullos no cesan, y Derian sigue mirando hacia mí, disfrutando de mi sufrimiento. —¡Basta, Derian! —dice alguien desde el fondo de la clase, pero su voz apenas se escucha entre el ruido. No sé si es Laura o alguien más. No importa. Las palabras de Derian siguen golpeándome. Mis ojos se llenan de lágrimas, y sin poder controlarlas, una tras otra caen por mi rostro. Me siento pequeña, débil, como si todo el peso del mundo estuviera sobre mis hombros. Quiero que la tierra me trague, que desaparezca de ahí, pero no puedo moverme. Mi cuerpo está paralizado por el miedo y la vergüenza. De repente, el timbre suena, y todo el mundo comienza a levantarse. Algunos me miran con lástima, otros con indiferencia. Todos parecen tener algo que hacer, excepto yo. Yo solo quiero irme, escapar de ese lugar, de esa burla. Mi cuerpo tiembla y me siento completamente sola. Con rapidez, recojo mis cosas y salgo del aula antes de que alguien me diga algo más. Apenas puedo ver por las lágrimas que empañan mis ojos. Salgo corriendo hacia el baño, buscando refugio en un lugar solitario donde pueda dejar de sentir esa humillación. Me enjuago la cara con agua fría, tratando de calmarme, pero las lágrimas no dejan de caer. Me siento tan pequeña, tan insignificante. ¿Por qué tengo que pasar por esto? ¿Por qué tengo que soportar a alguien como Derian? Quiero dejar de sentirme así. Quiero dejar de ser la “cerdita” de la que todos se burlan. Pero en este momento, no sé cómo. Mi mente aún está nublada por la humillación, por el peso de lo que acabo de vivir. Jamás me habían hecho sentir tan insignificante, tan pequeña. ¿Acaso está mal querer hacer ejercicio? ¿Está mal intentar mejorar? Salgo del baño con la cabeza gacha, esperando que nadie me vea, pero me encuentro con él. Derian está justo afuera, esperando, como si supiera que me había encerrado a llorar. Es obvio que escuchó todo. Me mira con esa sonrisa arrogante y lo único que puede hacer es reírse. —¿Qué pasa? ¡Eh! ¿De verdad te hice sentir mal? —dice, pero su tono es tan falso, tan cargado de sarcasmo, que no me lo creo ni un segundo. —Claro que sí... —respondo, mi voz rota por el llanto, mis ojos todavía inundados de lágrimas. Derian no puede evitarlo, y su risa se hace más fuerte, más cruel. No hay empatía, solo burla. —Oh, pequeña cerdita, jamás lograrás bajar de peso así... —su voz está llena de desprecio, y las palabras me golpean como si fueran puños—. Además, escucharte llorar es como oír gritar a un cerdo... Su risa se intensifica mientras me mira desde arriba, esa mirada que siempre tiene, tan superior, como si estuviera por encima de todo y de todos. Siento su desprecio atravesándome como si fuera una espada afilada. Mis lágrimas vuelven a caer, más fuertes, más pesadas que antes. El dolor se acumula en mi pecho, una opresión que parece no tener fin. No puedo soportarlo más. Siento que no tengo fuerzas para quedarme ahí, así que empiezo a correr, a huir, sin mirar atrás. Corro sin saber a dónde, solo quiero alejarme de su voz, de esa burla constante, de todo lo que me hace sentir pequeña. Llego a un puente cercano, con el cuerpo tembloroso y los pulmones agotados. Me detengo, mirándolo fijamente, el ruido del agua debajo de mí como un eco distante. Me quedo ahí, quieta, con la vista perdida en el horizonte. ¿Vale la pena vivir así? ¿Vale la pena seguir adelante en un mundo donde todos parecen disfrutar viéndome quebrarme? ¿Realmente soy tan débil que no puedo cambiar nada, que siempre seré la misma? La misma "cerdita" que todos se burlan. El viento frío me golpea el rostro, pero nada parece detener las lágrimas. Mi mente está hecha un caos, atrapada entre la desesperación y la duda. ¿Qué sentido tiene seguir si todo lo que intento solo me hace más vulnerable? ¿Qué más puedo hacer si hasta ahora todo lo que he hecho ha sido en vano?Punto de vista de Derian Hoy es otro día de clases de francés. Ni siquiera sé por qué mis padres insisten en que siga en primero cuando ya estoy más avanzado. Tal vez solo quieren que me quede atrás, que siga siendo un niño inmaduro, mientras ellos observan desde sus altas torres de cristal, ajenos a lo que realmente me pasa. Pero no importa. Siempre he hecho las cosas a mi manera. Llego a la escuela, los pasillos están llenos de murmullos. Las chicas me miran, algunas con una mezcla de admiración y deseo, pero otras con desdén. Y no las culpo. He aprendido a lidiar con las miradas, los comentarios, las expectativas. Cada paso que doy es una medida en la que me comparan con mi hermano Dan. Siempre superior, siempre perfecto. Pero yo quiero más. No quiero ser el segundo, no quiero quedarme atrás. No voy a ser el hermano de Dan, voy a ser Derian, y eso debería ser suficiente. Pero, ¿lo es? -Hola, guapo... La voz me arranca de mis pensamientos. Me giro y la veo. Helen. La típica
Punto de vista Lina Mientras siento la brisa en mi rostro y miro el río que se extiende más allá del puente, mis pensamientos se disipan, nublados por la angustia de siempre ser la burla de todos. En mi pueblo, todos murmuraban a mis espaldas, y sabía que era por mi peso, mi altura y mi rostro. No soy tan agraciada como las demás chicas. He quedado marcada por algunas cicatrices pequeñas, vestigios de un acné que nunca me ha dejado en paz. Nunca antes había intentado cambiar, pero en esta ciudad, donde todos parecen tan juiciosos, tal vez debería empezar a arreglarme. No por lo que digan los demás, sino por mi propia salud. Debo mejorar mi alimentación también... Respiro profundamente y cierro los ojos, sintiendo la calma de este pequeño respiro que tanto necesitaba después del daño que me hizo Derian en mi ser. Comienzo a caminar hacia casa. Mis ojos están hinchados de tanto llorar, pero trato de ocultarlo, frotándome los ojos para disimular. Antes de llegar, me encuentro con La
Laura me envuelve en un abrazo lleno de ternura, mientras Adrián, apoyado en el marco de la puerta, nos observa en silencio. Me detengo frente al espejo del pasillo, y me sorprende lo que veo. ¿Realmente soy yo? Un rubor me sube al rostro, pero no puedo dejar de mirarme. Todavía me cuesta creer que Adrián haya hecho todo eso por mí. Mi cabello y mi rostro parececian un desastre, y el hizo maravillas en mi, mí interior se siente feliz. —Laura, toma. Estos son los productos que debe aplicar por la noche, al menos una o dos horas antes de dormir. Este es para su cabello, también por la noche. Ayudará a repararlo y estimulará su crecimiento. Deben regresar cada mes por estos tratamientos, y si necesitan cambiar algo, no hay problema. Dice Adrián, habla con una sonrisa satisfecha, como si estuviera realmente orgulloso del trabajo que hizo en mí. Eso me hace sentir agradecida con él. —Gracias, Adrián. No sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por mí. Has sido tan amable. Le
Punto de vista de Derian: Después de desquitarme con ella, comencé a caminar por el pasillo. Fue una mala decisión. Al fondo, estaba Dan, platicando con una chica y sonriendo con esa expresión falsa que siempre lleva. Frunzo el ceño y trato de irme, pero escucho su irritante voz llamando mi nombre. —¡Derian! ¡Espera! Me detengo en seco. No sé por qué mi cuerpo reacciona así, tal vez porque en el fondo sé que es mejor. Mi hermano gemelo es todo lo contrario a mí, pero eso no es más que una máscara que siempre lleva puesta. Yo sé lo que hay dentro de él: es aún más malo que yo. —¿Qué carajos quieres, Dan? Respondo con voz fría y cortante, de modo que su acompañante se va. Lo miro a los ojos. —¡Vamos! No seas así conmigo. Quería presentarte a esa chica. Dice que te atraes, pero con esa voz… creo que ya no. Me lo dice con esa voz irritante, y su risa parece la de un chico bueno. Un gesto de desdén se forma en mis labios. —Que se joda, no estoy para citas ahora. —¿Estás
Punto de vista de Dan En mi familia, siempre he sido el hijo perfecto, el que mis padres presumen ante sus amigos más cercanos, el que todos creen que tiene la vida resuelta. Pero la realidad es muy distinta. Estoy harto de ser el maldito adulador que todos esperan que sea, pero no puedo hacer otra cosa más que seguir el juego. Poca gente sabe quién soy realmente. Solo aquellos que trabajan para mí en secreto conocen mi verdadera naturaleza, pero estoy empezando a sospechar que Derian sabe algo. Él y yo no somos cercanos. A pesar de que somos gemelos, nunca hemos tenido una relación cercana. Solo cuando éramos niños, en la primaria, éramos inseparables. Pero todo cambió el 3 de octubre, un día que marcó un antes y un después en nuestras vidas. Fue ese día cuando Derian cometió un desastre, una travesura que no debería considerarse como tal. Quemó el huerto de nuestro vecino, un hombre al que siempre consideré un idiota. El problema no fue el daño, sino que ese hombre no pudo distin
Punto de vista de Lina: Cuando llegué al lado de mi amiga Laura, todas las miradas estaban puestas en mí. Y cuando entré al aula, la mirada de Derian me pareció rara. Me observó y noté un leve rubor en sus mejillas. Se cubrió la boca con la mano, tratando de disimular, y volteaba hacia otro lado para que no lo vieran. Pero era en vano; todo el mundo vio que el gran Derian, el matón, se había sonrojado al verme. Eso fue muy extraño, no pensaba que él me mirara de esa forma. De repente, Dan se acercó lentamente, y mi mirada se perdió en la suya. Tal vez solo sea yo, pero esa mirada que me dio Dan no era normal. Algo pasaba, pero no sabía qué era. —Hola, Lina, qué bonita te has puesto hoy. Todos se sorprendieron al ver que Dan me hablaba y que yo era Lina, como si no se hubieran dado cuenta de quién era. Incluso Derian me miraba sorprendido. —Gracias, Dan, me halagas demasiado... Dan sonrió ampliamente y me miró curioso. —No, pequeña, eso te lo mereces, eso y más... Se ac
Punto de vista de Derian: Todo comenzó el primer día que vi a Lina. Algo en ella me llamó la atención, aunque no sabía qué era. No era la chica más bonita ni la más alta, y estaba un poco fuera de lugar entre todos esos chicos y chicas que parecían tener todo bajo control. Era bajita, un poco gordita, pero… había algo en su forma de ser que me hacía mirarla más de lo que debería. Desde entonces, no podía dejar de pensar en ella. Al principio traté de ignorarlo. Me decía a mí mismo que solo estaba siendo un idiota, como siempre, haciendo esas maldades para divertirme. Pero cuando veía su cara, con esa expresión confundida cada vez que la molestaba, no podía evitar sentir una especie de… no sé, algo que no quería reconocer. Me sentía identificado con ella, pero también quería que dejara de mirarme como si fuera un monstruo. Pero soy un idiota, no podía controlarme, era un impulso que lo hacía en automático. Dan, mi hermano gemelo, siempre me decía que dejara en paz a Lina. Él tení
Punto de vista de Dan: Ese mismo día, invité a la chica nueva. Sinceramente, se me había olvidado su nombre. Es tan insignificante que hasta eso se me olvida, pero su valor es grande, algo que ni siquiera ella parece comprender. Una Montenegro, una niña perdida, que no sabe de dónde realmente viene. Su parentesco con la Señora Carol Montenegro es tan importante que parece absurdo que aún no la hayan encontrado. La familia la busca con tanto empeño, pero ella... ¿No tiene ni idea de lo que significa su apellido? Sin pensarlo demasiado, decidí seguir mis pasos, y me propuse a enamorarla. Sé que, en el fondo, mi reputación bajará por tenerla a mi lado, pero eso no importa. El poder y la influencia que me otorgaría, la herencia de los Montenegro... todo eso vale más que mi imagen. Soy ambicioso, mucho más de lo que la gente cree, y no perderé mi oportunidad. Seré un caballero ante sus ojos, para que se enamore fácilmente. Una sonrisa aquí, una mirada allí, y seguro caerá. Es solo