Cuando mis cosas caen al suelo, rápidamente tomo mi mochila y corro a recoger lo que he dejado tirado, mientras las risas de mis compañeros resuenan a mis espaldas. Cada carcajada es como una aguja que me atraviesa.
Salgo de la escuela y, aunque intento caminar con la cabeza en alto, el dolor de cabeza comienza a apoderarse de mí. ¿Cómo es posible que me traten así? No me conocen, ni siquiera saben quién soy, y ya me están hiriendo de esta manera. Antes de llegar a casa, paso por la casa de mi tío Ronald y toco el timbre. Después de unos segundos, la puerta se abre. Mi tío aparece, como siempre, completamente borracho. —Ah, eres tú, Lina…— dice, con la voz arrastrada, y me extiende una caja. —Toma, esta es la herramienta que me pidió tu padre. La herramienta es pesada, pero logro sostenerla sin que se me caiga. —Sí, gracias, tío. Mañana se la traigo…— intento decir, pero antes de que termine la frase, él ya ha cerrado la puerta con un portazo. No parece estar de humor. Con un suspiro, me doy media vuelta y sigo mi camino. Mi día fue un desastre, a pesar de que era mi primer día de clases. Llego a casa, abro la puerta y, con la voz cansada, anuncio: —¡Ya llegué! Mi madre me responde desde la cocina, su tono cálido me recibe como siempre: —Oh, cariño, bienvenida a casa. Viene hacia mí, me da un abrazo fuerte y me besa en la frente. —Esa herramienta déjala ahí. Tu padre no está, así que cuando llegue, que la guarde donde quiera…— me dice con una sonrisa. Sonrío también, asintiendo, y dejo la herramienta al lado de la sala. —¿Cómo fue tu día?— me pregunta mi madre, con su tono tierno, pero atento. —Muy bien, mami…— respondo, mintiendo. No quiero preocuparla, aunque siento el peso de las lágrimas acumulándose en mi garganta. —Qué bueno, hija. Deberías cenar y acostarte temprano para que mañana estés al cien por ciento. Sonrío nuevamente y asiento mientras ella hace su gesto de "apoderada", indicándome que vaya a cenar. Como siempre, lo hace con amor, como si nada malo pudiera pasarme. Ceno en silencio, sin ganas, y me voy a la cama. Mi mente sigue atrapada en todo lo que ocurrió hoy. Cada palabra, cada risa, cada mirada… todo vuelve una y otra vez. Suspiro, tratando de dejarlo ir, pero es imposible. Finalmente, la pesadez me vence y me quedo dormida, aunque no puedo evitar pensar en lo que sucedió. Al día siguiente… El día comienza como cualquier otro, pero al entrar al salón, algo en el aire me dice que hoy no será diferente. Las miradas se sienten aún más intensas, como si todos supieran lo que ocurrió ayer, aunque nadie lo diga. Los susurros cesan de golpe cuando entro, y siento que me han marcado con una etiqueta invisible que todos ven, pero yo no. Todos, menos Derian. Él está ahí, recargado en su escritorio, con esa sonrisa arrogante que parece que está a punto de explotar en una burla. Mis manos tiemblan al dejar mi mochila sobre el asiento. El ambiente se hace más denso, y mi estómago se revuelca. —¿Sigues aquí, cerdita?— su voz me corta el aire. Me giro y lo veo allí, con esa mueca cruel, mientras sus amigos se agrupan a su alrededor como hienas, esperando que les arroje su próximo trozo de carne. Yo soy ese trozo. —Vaya, ¿todavía no te vas? Qué raro, pensaba que las granjas cerraban temprano.— se ríe con esa risa tan áspera que me cala hasta los huesos. Esas palabras, tan simples y crueles, me perforan. Me quedo quieta, mirando al frente. No quiero que se note el dolor en mi rostro. No quiero llorar, no quiero ser débil. Pero algo dentro de mí se quiebra. —¿Te sientes mal, cerdita?— añade, acercándose mientras todos lo rodean. —¿Qué pasa, eh? Te vemos muy callada hoy. ¿Será que ya no te gustan tanto las bromas? Mi respiración se acelera. Trato de mantenerme firme, pero mis manos sudan, mi corazón late con fuerza. Miro al profesor, que está de espaldas. Mi mente me grita que pida ayuda, pero la vergüenza me paraliza. No puedo, no quiero ser una carga. —¿A dónde vas, Lina?— Derian avanza, empuja mi mochila y hace que todos mis libros caigan al suelo. Un par de chicos sueltan una risa despectiva. —No seas tan torpe, ¿te falta espacio en la cabeza también?— comenta uno de ellos, y todos siguen riendo. Mi rostro se enrojeció de vergüenza, pero trato de ocultarlo. —¿Sabías que en tu pueblo… o sea, en tu granja… ni siquiera los animales se burlan de los demás?— Derian sigue, su voz se convierte en un látigo que me azota una y otra vez. El dolor crece en mi pecho. Cada palabra se clava como una daga. Las risas se sienten como puñaladas. Mis ojos se llenan de lágrimas, pero lucho para que no caigan. No quiero ser la víctima. No quiero dejar que se vean mis debilidades. —¡Basta, Derian!— el profesor se gira, pero es demasiado tarde. Las risas continúan. Él observa, pero no dice nada más. Al parecer, ya se ha acostumbrado a este comportamiento. Mi mente está a punto de explotar, pero me mantengo de pie, con la cabeza baja, hasta que Derian se acerca una vez más. Esta vez, sus ojos no son de burla, son… algo más. Algo que me hace sentir aún más vulnerable. De repente, con una rapidez que no esperaba, empuja mi silla hacia atrás, haciendo que caiga al suelo. Un grito involuntario escapa de mis labios. Siento que el peso de todo lo que he soportado me aplasta. La vergüenza me ahoga. Me quedo allí, tirada en el suelo, mientras las carcajadas de los chicos retumban en mis oídos. La risa de Derian es la más cruel de todas. Vacía. Desgarradora. Me siento impotente. Mi corazón late desbocado, mis ojos se llenan de lágrimas que caen sin que pueda detenerlas. El dolor, la humillación, todo se derrumba sobre mí. —¿Qué pasa, Lina? ¿Ya no tienes fuerzas para levantarte?— Derian se burla desde arriba, mirándome como si no fuera nada. No me atrevo a mirarlo. Solo quiero desaparecer. Quiero que el suelo me trague. —Parece que la pueblerina no aguanta ni una broma.— dice Derian, pero ya no me importa. No puedo más. Todo el miedo, la tristeza, la humillación… se desbordan en un torrente de lágrimas. Me quedo allí, en el suelo, sintiendo que cada mirada sobre mí es un juicio. Y lo peor de todo es que las palabras de Derian siguen martillando en mi cabeza, una y otra vez. No aguanto más y me levanto, corriendo fuera del aula, mis lágrimas no paran y no quiero que me vean así....Mientras corría por el pasillo de la escuela, tratando de que nadie notara mis lágrimas, me tropecé torpemente con un chico. Para mi sorpresa e infortunio, era nada más y nada menos que Dan. Sí, Dan, ¡el hermano de Derian! —Oye, ten cuidado —me dice con una voz fuerte, pero se detiene de inmediato—. Oh, eres la nueva, perdón, he sido brusco contigo... ¿Por qué lloras? Su voz, que antes había sonado con un tono duro y puede que hasta un poco grosero pero al verme se vuelve un poco cálida, completamente diferente a la de su hermano, Derian. —No es nada —respondo rápidamente—. Solo fue por la caída. Me mira con ojos incrédulos, pero aun así me ayuda a levantarme y recoge mis cosas. —Sé que de nuevo mi hermano te ha molestado —dice con una voz suave, lo que me hace sentir un poco avergonzada. —No... —trato de fingir que todo está bien, pero él me sonríe. —No necesitas defenderlo —me dice con una sonrisa que me pone los pelos de punta—. Sé cómo es ese idiota, pero no te sient
Punto de vista de Derian Hoy es otro día de clases de francés. Ni siquiera sé por qué mis padres insisten en que siga en primero cuando ya estoy más avanzado. Tal vez solo quieren que me quede atrás, que siga siendo un niño inmaduro, mientras ellos observan desde sus altas torres de cristal, ajenos a lo que realmente me pasa. Pero no importa. Siempre he hecho las cosas a mi manera. Llego a la escuela, los pasillos están llenos de murmullos. Las chicas me miran, algunas con una mezcla de admiración y deseo, pero otras con desdén. Y no las culpo. He aprendido a lidiar con las miradas, los comentarios, las expectativas. Cada paso que doy es una medida en la que me comparan con mi hermano Dan. Siempre superior, siempre perfecto. Pero yo quiero más. No quiero ser el segundo, no quiero quedarme atrás. No voy a ser el hermano de Dan, voy a ser Derian, y eso debería ser suficiente. Pero, ¿lo es? -Hola, guapo... La voz me arranca de mis pensamientos. Me giro y la veo. Helen. La típica
Punto de vista Lina Mientras siento la brisa en mi rostro y miro el río que se extiende más allá del puente, mis pensamientos se disipan, nublados por la angustia de siempre ser la burla de todos. En mi pueblo, todos murmuraban a mis espaldas, y sabía que era por mi peso, mi altura y mi rostro. No soy tan agraciada como las demás chicas. He quedado marcada por algunas cicatrices pequeñas, vestigios de un acné que nunca me ha dejado en paz. Nunca antes había intentado cambiar, pero en esta ciudad, donde todos parecen tan juiciosos, tal vez debería empezar a arreglarme. No por lo que digan los demás, sino por mi propia salud. Debo mejorar mi alimentación también... Respiro profundamente y cierro los ojos, sintiendo la calma de este pequeño respiro que tanto necesitaba después del daño que me hizo Derian en mi ser. Comienzo a caminar hacia casa. Mis ojos están hinchados de tanto llorar, pero trato de ocultarlo, frotándome los ojos para disimular. Antes de llegar, me encuentro con La
Laura me envuelve en un abrazo lleno de ternura, mientras Adrián, apoyado en el marco de la puerta, nos observa en silencio. Me detengo frente al espejo del pasillo, y me sorprende lo que veo. ¿Realmente soy yo? Un rubor me sube al rostro, pero no puedo dejar de mirarme. Todavía me cuesta creer que Adrián haya hecho todo eso por mí. Mi cabello y mi rostro parececian un desastre, y el hizo maravillas en mi, mí interior se siente feliz. —Laura, toma. Estos son los productos que debe aplicar por la noche, al menos una o dos horas antes de dormir. Este es para su cabello, también por la noche. Ayudará a repararlo y estimulará su crecimiento. Deben regresar cada mes por estos tratamientos, y si necesitan cambiar algo, no hay problema. Dice Adrián, habla con una sonrisa satisfecha, como si estuviera realmente orgulloso del trabajo que hizo en mí. Eso me hace sentir agradecida con él. —Gracias, Adrián. No sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por mí. Has sido tan amable. Le
Punto de vista de Derian: Después de desquitarme con ella, comencé a caminar por el pasillo. Fue una mala decisión. Al fondo, estaba Dan, platicando con una chica y sonriendo con esa expresión falsa que siempre lleva. Frunzo el ceño y trato de irme, pero escucho su irritante voz llamando mi nombre. —¡Derian! ¡Espera! Me detengo en seco. No sé por qué mi cuerpo reacciona así, tal vez porque en el fondo sé que es mejor. Mi hermano gemelo es todo lo contrario a mí, pero eso no es más que una máscara que siempre lleva puesta. Yo sé lo que hay dentro de él: es aún más malo que yo. —¿Qué carajos quieres, Dan? Respondo con voz fría y cortante, de modo que su acompañante se va. Lo miro a los ojos. —¡Vamos! No seas así conmigo. Quería presentarte a esa chica. Dice que te atraes, pero con esa voz… creo que ya no. Me lo dice con esa voz irritante, y su risa parece la de un chico bueno. Un gesto de desdén se forma en mis labios. —Que se joda, no estoy para citas ahora. —¿Estás
Punto de vista de Dan En mi familia, siempre he sido el hijo perfecto, el que mis padres presumen ante sus amigos más cercanos, el que todos creen que tiene la vida resuelta. Pero la realidad es muy distinta. Estoy harto de ser el maldito adulador que todos esperan que sea, pero no puedo hacer otra cosa más que seguir el juego. Poca gente sabe quién soy realmente. Solo aquellos que trabajan para mí en secreto conocen mi verdadera naturaleza, pero estoy empezando a sospechar que Derian sabe algo. Él y yo no somos cercanos. A pesar de que somos gemelos, nunca hemos tenido una relación cercana. Solo cuando éramos niños, en la primaria, éramos inseparables. Pero todo cambió el 3 de octubre, un día que marcó un antes y un después en nuestras vidas. Fue ese día cuando Derian cometió un desastre, una travesura que no debería considerarse como tal. Quemó el huerto de nuestro vecino, un hombre al que siempre consideré un idiota. El problema no fue el daño, sino que ese hombre no pudo distin
Punto de vista de Lina: Cuando llegué al lado de mi amiga Laura, todas las miradas estaban puestas en mí. Y cuando entré al aula, la mirada de Derian me pareció rara. Me observó y noté un leve rubor en sus mejillas. Se cubrió la boca con la mano, tratando de disimular, y volteaba hacia otro lado para que no lo vieran. Pero era en vano; todo el mundo vio que el gran Derian, el matón, se había sonrojado al verme. Eso fue muy extraño, no pensaba que él me mirara de esa forma. De repente, Dan se acercó lentamente, y mi mirada se perdió en la suya. Tal vez solo sea yo, pero esa mirada que me dio Dan no era normal. Algo pasaba, pero no sabía qué era. —Hola, Lina, qué bonita te has puesto hoy. Todos se sorprendieron al ver que Dan me hablaba y que yo era Lina, como si no se hubieran dado cuenta de quién era. Incluso Derian me miraba sorprendido. —Gracias, Dan, me halagas demasiado... Dan sonrió ampliamente y me miró curioso. —No, pequeña, eso te lo mereces, eso y más... Se ac
Punto de vista de Derian: Todo comenzó el primer día que vi a Lina. Algo en ella me llamó la atención, aunque no sabía qué era. No era la chica más bonita ni la más alta, y estaba un poco fuera de lugar entre todos esos chicos y chicas que parecían tener todo bajo control. Era bajita, un poco gordita, pero… había algo en su forma de ser que me hacía mirarla más de lo que debería. Desde entonces, no podía dejar de pensar en ella. Al principio traté de ignorarlo. Me decía a mí mismo que solo estaba siendo un idiota, como siempre, haciendo esas maldades para divertirme. Pero cuando veía su cara, con esa expresión confundida cada vez que la molestaba, no podía evitar sentir una especie de… no sé, algo que no quería reconocer. Me sentía identificado con ella, pero también quería que dejara de mirarme como si fuera un monstruo. Pero soy un idiota, no podía controlarme, era un impulso que lo hacía en automático. Dan, mi hermano gemelo, siempre me decía que dejara en paz a Lina. Él tení