PUNTO DE VISTA DE LINA:
Los pasos de Dan resonaban con una cadencia que helaba la sangre. No era solo el sonido de unos zapatos contra el suelo de hospital. Era una amenaza. Un reloj de arena al revés. Me giré hacia la puerta. Derian tomó mi mano sin decir palabra, sus ojos me decían que no me moviera, que confiara. Yo asentí, apretando su mano con fuerza. La sombra de Dan se proyectó por debajo de la puerta. Estaba justo ahí. —¿Derian? —su voz retumbó, grave y serena. Esa serenidad que siempre escondía el filo de un cuchillo. —Sí —respondió Derian con tono casual, soltando mi mano justo antes de que la puerta se abriera. Dan apareció con una sonrisa tan impecable como falsa. Su mirada pasó por la habitación, se detuvo un microsegundo en mí, y luego volvió a Derian. A mí me ignoró deliberadamente, como si fuera una silla más en la sala. —PUNTO DE VISTA DE DAN La puerta se abrió. Me aparté de inmediato, escondido a un par de metros, fingiendo revisar algo en el celular. Lina salió sin percatarse de mi presencia. Su rostro estaba alterado, pero no como alguien triste o molesta. No... había algo más. Una satisfacción nerviosa que me encendió todas las alarmas. Apresuró el paso hacia el ascensor sin mirar atrás. Sus dedos temblaban levemente al presionar el botón. Fingía serenidad, pero la conozco demasiado bien. Algo pasó ahí adentro. Algo que no me contó. Esperé a que desapareciera por completo antes de entrar. La puerta de la habitación seguía entreabierta. Respiré hondo, me puse la máscara de hermano preocupado, y empujé para entrar. Derian estaba sentado, recostado contra las almohadas. El televisor estaba encendido, pero la pantalla no mostraba nada interesante. Cuando me vio, sonrió con fingida cortesía. —¿Otra vez tú? —dijo, con voz liger
PUNTO DE VISTA DE DAN No me moví de donde estaba. No parpadeé. Ni siquiera respiré mientras veía a Lina salir del café con él. Liam Donovan. Era él. Aunque no lo veía desde que tenía quince años, lo reconocí de inmediato. Esa maldita mandíbula de héroe barato. Esa mirada arrogante de quien cree tener la moral de su lado. El muy idiota incluso se atrevió a sonreírle a Lina. Y ella... le devolvió la sonrisa. Apreté los dientes. Cerré el puño dentro del bolsillo del abrigo. No supe si quería golpear a Liam o a mí mismo por no haberlo previsto. Porque claro, todo cuadraba ahora: la urgencia de Lina por salir del hospital, esa paz repentina en su rostro, la seguridad con la que caminaba. No se escapaba de mí... corría hacia otro. —Maldita sea —murmuré, girando sobre mis talones—. ¿Qué clase de juego es este? Me metí al auto y le grité al chofer que fuera al hospital. No
LinaSoy Lina, tengo 20 años y estudio Francés en una escuela privada. Mis padres tienen una economía moderada, pero se esfuerzan por ayudarme a pagar la colegiatura. Hoy es mi primer día en esta nueva escuela y estoy completamente nerviosa por lo que pueda suceder. Sin embargo, tengo el presentimiento de que todo saldrá bien… aunque eso pensaba yo.—Hija, aquí está tu almuerzo, no se te olvide.— dice mi madre mientras me lo pasa.—Ah, claro, mamá, ya lo guardo.— respondo, aunque aún con la cabeza llena de nervios.Mi madre siempre ha sido muy cariñosa conmigo. Se preocupa por mí como solo lo hacen las madres, aunque, claro, también es porque soy su hija.—Lina, no te olvides de pasar por la casa de tu tío Ronald a recoger su herramienta.— me recuerda mi padre desde la sala.—No, papá, no se me olvida.— le respondo con un suspiro mientras giro los ojos.Mi padre tiene una forma peculiar de tratarme, a veces parece que me ve como si fuera su mensajera o incluso un niño.—¡Adiós, ya me
Cuando mis cosas caen al suelo, rápidamente tomo mi mochila y corro a recoger lo que he dejado tirado, mientras las risas de mis compañeros resuenan a mis espaldas. Cada carcajada es como una aguja que me atraviesa. Salgo de la escuela y, aunque intento caminar con la cabeza en alto, el dolor de cabeza comienza a apoderarse de mí. ¿Cómo es posible que me traten así? No me conocen, ni siquiera saben quién soy, y ya me están hiriendo de esta manera. Antes de llegar a casa, paso por la casa de mi tío Ronald y toco el timbre. Después de unos segundos, la puerta se abre. Mi tío aparece, como siempre, completamente borracho. —Ah, eres tú, Lina…— dice, con la voz arrastrada, y me extiende una caja. —Toma, esta es la herramienta que me pidió tu padre. La herramienta es pesada, pero logro sostenerla sin que se me caiga. —Sí, gracias, tío. Mañana se la traigo…— intento decir, pero antes de que termine la frase, él ya ha cerrado la puerta con un portazo. No parece estar de humor. Con un su
Mientras corría por el pasillo de la escuela, tratando de que nadie notara mis lágrimas, me tropecé torpemente con un chico. Para mi sorpresa e infortunio, era nada más y nada menos que Dan. Sí, Dan, ¡el hermano de Derian! —Oye, ten cuidado —me dice con una voz fuerte, pero se detiene de inmediato—. Oh, eres la nueva, perdón, he sido brusco contigo... ¿Por qué lloras? Su voz, que antes había sonado con un tono duro y puede que hasta un poco grosero pero al verme se vuelve un poco cálida, completamente diferente a la de su hermano, Derian. —No es nada —respondo rápidamente—. Solo fue por la caída. Me mira con ojos incrédulos, pero aun así me ayuda a levantarme y recoge mis cosas. —Sé que de nuevo mi hermano te ha molestado —dice con una voz suave, lo que me hace sentir un poco avergonzada. —No... —trato de fingir que todo está bien, pero él me sonríe. —No necesitas defenderlo —me dice con una sonrisa que me pone los pelos de punta—. Sé cómo es ese idiota, pero no te sient
Punto de vista de Derian Hoy es otro día de clases de francés. Ni siquiera sé por qué mis padres insisten en que siga en primero cuando ya estoy más avanzado. Tal vez solo quieren que me quede atrás, que siga siendo un niño inmaduro, mientras ellos observan desde sus altas torres de cristal, ajenos a lo que realmente me pasa. Pero no importa. Siempre he hecho las cosas a mi manera. Llego a la escuela, los pasillos están llenos de murmullos. Las chicas me miran, algunas con una mezcla de admiración y deseo, pero otras con desdén. Y no las culpo. He aprendido a lidiar con las miradas, los comentarios, las expectativas. Cada paso que doy es una medida en la que me comparan con mi hermano Dan. Siempre superior, siempre perfecto. Pero yo quiero más. No quiero ser el segundo, no quiero quedarme atrás. No voy a ser el hermano de Dan, voy a ser Derian, y eso debería ser suficiente. Pero, ¿lo es? -Hola, guapo... La voz me arranca de mis pensamientos. Me giro y la veo. Helen. La típica
Punto de vista Lina Mientras siento la brisa en mi rostro y miro el río que se extiende más allá del puente, mis pensamientos se disipan, nublados por la angustia de siempre ser la burla de todos. En mi pueblo, todos murmuraban a mis espaldas, y sabía que era por mi peso, mi altura y mi rostro. No soy tan agraciada como las demás chicas. He quedado marcada por algunas cicatrices pequeñas, vestigios de un acné que nunca me ha dejado en paz. Nunca antes había intentado cambiar, pero en esta ciudad, donde todos parecen tan juiciosos, tal vez debería empezar a arreglarme. No por lo que digan los demás, sino por mi propia salud. Debo mejorar mi alimentación también... Respiro profundamente y cierro los ojos, sintiendo la calma de este pequeño respiro que tanto necesitaba después del daño que me hizo Derian en mi ser. Comienzo a caminar hacia casa. Mis ojos están hinchados de tanto llorar, pero trato de ocultarlo, frotándome los ojos para disimular. Antes de llegar, me encuentro con La
Laura me envuelve en un abrazo lleno de ternura, mientras Adrián, apoyado en el marco de la puerta, nos observa en silencio. Me detengo frente al espejo del pasillo, y me sorprende lo que veo. ¿Realmente soy yo? Un rubor me sube al rostro, pero no puedo dejar de mirarme. Todavía me cuesta creer que Adrián haya hecho todo eso por mí. Mi cabello y mi rostro parececian un desastre, y el hizo maravillas en mi, mí interior se siente feliz. —Laura, toma. Estos son los productos que debe aplicar por la noche, al menos una o dos horas antes de dormir. Este es para su cabello, también por la noche. Ayudará a repararlo y estimulará su crecimiento. Deben regresar cada mes por estos tratamientos, y si necesitan cambiar algo, no hay problema. Dice Adrián, habla con una sonrisa satisfecha, como si estuviera realmente orgulloso del trabajo que hizo en mí. Eso me hace sentir agradecida con él. —Gracias, Adrián. No sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por mí. Has sido tan amable. Le