Jenny temía que Laura aprovechara ese instante para seducir a Miguel. ¡Eso no podía permitirlo!—Esta noche tengo que ocuparme de asuntos de la empresa, no tengo tiempo —respondió en ese momento él.—¿Y si traes el trabajo aquí? Miguel, tengo miedo... —la voz de Jenny se quebró y sus ojos se llenaron de lágrimas.—Hablamos luego, ve a cenar. Adiós —Miguel frunció el ceño. A veces le molestaba que Jenny llorara por todo.Al otro lado de la línea, Jenny apretaba el teléfono con fuerza, su rostro deformado por la rabia. ¡Seguro que esa maldita zorra de Laura había hablado mal de ella y por eso Miguel no quería venir!La cuidadora entró con paso firme con la comida y al ver su expresión terrible, tembló:—Señorita Urquiza...Jenny le arrojó un vaso de agua:—¡Soy la señora Soto, no señorita Urquiza!El vaso golpeó con violencia el hombro de la cuidadora, quien perdió el equilibrio. La bandeja se volteó, derramando la sopa y la comida por el suelo.—¡Ni siquiera puedes sostener una bandeja!
Karina frunció el ceño, molesta:—¿Qué puede ser tan urgente? ¡Primero resolvamos lo tuyo con Maite!A ella le gustaba Laura. Lamentaba que no pudieran ser suegra y nuera. Tampoco quería que su hijo se casara con Maite, pero los Montero y los Sánchez eran vecinos desde siempre y tenían negocios juntos. Si este compromiso se rompía, inevitablemente el grupo Montero sufriría las consecuencias. No quería ese desenlace, pero de manera egoísta deseaba la felicidad de su hijo. Con el corazón dividido, solo podía dejar la decisión en sus manos, ya que era su vida después de todo.—¡Voy a firmar un paquete en la entrada, regreso enseguida! —Santiago salió apresurado.—¡Santiago, espérame! —Maite se levantó ansiosa.—¡Siéntate! —la reprendió Carlos con una mirada severa.—¡Papá! —protestó Maite pataleando como niña. Por fin veía a Santiago y solo quería estar cerca de él. ¿Por qué su padre no la dejaba?—Tranquila, siéntate —la jaló Lina con suavidad. Emanuel mantenía una expresión serena, aun
El mayordomo retrocedió esquivando su mano. ¿De dónde sacaba tanta confianza para llamarse señora de la casa cuando los Montero querían romper el compromiso?Maite, furiosa por no conseguir el paquete, levantó en ese instante la mano para golpearlo:—¡No eres más que un simple perro de los Montero! ¡Ni siquiera reconoces a tus jefes, no vales nada!Santiago, sin poder contenerse más, le sujetó la muñeca con fuerza:—¡Maite, cállate!Él nunca había considerado a los empleados inferiores. ¿Con qué derecho los insultaba?Maite, sintiendo que le rompería la muñeca, rompió a llorar desconsolada:—¡Santiago, me estás lastimando! ¡Seguro Laura está envenenando nuestra relación!Santiago se irritó al escucharla:—¿Puedes dejar de meter a Laura en todo? ¿Qué te ha hecho ella para que la calumnies de esa manera?Laura era la víctima inocente, pero en boca de Maite era una criminal.Maite miró atónita al elegante hombre frente a ella:—¡Me gritas por esa maldita zorra! Santiago, ¡todavía la amas,
Emanuel no quería meterse más en este asunto turbio y miró fijamente a Santiago:—Es el matrimonio de tu vida, dinos qué piensas.—Está bien —respondió Santiago secamente. Total, si no podía casarse con Laura, daba igual con quién lo hiciera.Maite se emocionó demasiado al escuchar su respuesta. ¡Por fin se casaría con Santiago! ¡Sería la señora Montero!—Sigan cenando, debo responder un correo en el estudio —se excusó Santiago cortésmente, ansioso por abrir el paquete.—¡Quiero acompañarte! —los ojos de Maite brillaban mirando con amor a Santiago. Deseaba estar pegada a él cada segundo del día.—¡Maite! ¡Compórtate! —la regañó Carlos en voz baja—. ¡Santiago va a trabajar, no lo molestes!Él sabía perfectamente que Santiago no quería este matrimonio. Solo su hija, obsesionada con el amor, era incapaz de ver el rechazo en sus ojos.—¿Verdad que puedo ir, Santiago? —insistió Maite, acostumbrada a salirse con la suya y sin miedo a sus padres. Además, pronto se casarían, ¿qué tenía de malo
Dentro del paquete había una caja. Al abrirla, cayó una tarjeta. Santiago notó de inmediato la gran letra "L" escrita en ella. Su corazón se alegró y ansioso abrió la caja, encontrando una corbata.La sacó con cuidado, sintiendo una inmensa felicidad. Era del color favorito de Laura. Sin duda era un regalo de ella.Se puso la corbata y se tomó una selfie. Quiso enviársela a Laura, pero se contuvo. Ella estaba con Miguel ahora, mejor no molestarla. Guardaría este hermoso regalo en silencio.Hacía tiempo que Miguel no probaba la comida de Laura. Esa noche comió más de lo habitual y se acabó toda la botella de vino él solo. Laura, embarazada, sabía que no podía beber. Miguel estaba de tan buen humor que ni siquiera comentó sobre su vaso de agua.Después de cenar, Laura lo llevó a pasear para hacer la digestión. El jardín estaba lleno de hermosas flores fragantes.Laura levantó la cabeza y respiró profundo:—¡Qué aroma tan bueno!Miguel la miró de perfil. Su rostro, entre las sombras y lu
Laura se inquietó un poco. Si Miguel la llevaba a la habitación ahora, tal vez no perdería tiempo. Después de contenerse tanto, sería muy intenso. Ni siquiera había podido implementar su plan.—¿Qué pasa? ¿No quieres? —el rostro de Miguel se ensombreció de nuevo al sentir su resistencia.Laura rápidamente le rodeó el cuello con los brazos y le besó con suavidad la nuez de Adán:—Claro que quiero después de tanto tiempo... pero me duele un poco el vientre, creo que me va a venir el período.Sus ciclos eran irregulares, así que había planeado usar esa tonta excusa. Mientras no llegaran hasta el final, su bebé estaría a salvo.Miguel la miró de reojo:—La última vez también dijiste que tenías el período.Era obvio que intentaba engañarlo.Laura se sintió descubierta, pero mantuvo la calma:—¿Cuándo fue eso?Recordaba haberlo dicho, pero Jenny lo había llamado y se fue. Ahora casi deseaba que Jenny llamara para llevárselo.Miguel apretó con fuerza los labios:—Laura, ¿no quieres estar conm
Sandra se tranquilizó al ver a Miguel cargando a Laura. Parecía que su relación había mejorado y ya no tendría que preocuparse de que la señora se fuera.Laura ocultaba el bello rostro en el pecho de Miguel mientras su mente trabajaba a toda velocidad. Antes de que pudiera pensar más, ya estaban en el baño. Sintió el frío y al volver en sí, se encontró justo frente al espejo.Se alarmó y dijo apresurada:—Necesito ir al tocador.Miguel entrecerró los ojos:—Ah, ¿sí? —su tono sonaba peligrosamente sugestivo.Laura se estremeció por un momento al encontrarse con su mirada llena de deseo:—Volveré pronto.Miguel le acarició el rostro:—¿Me estás provocando a propósito?—¡Me da pena! —Laura desvió al instante la mirada con fingida timidez.Miguel sonrió complacido:—Después de tres años de matrimonio, ¿todavía te da pena?Aunque debía admitir que su timidez lo seducía y lo hacía desearla aún más.—¡No es cierto! —sus mejillas enrojecieron más. Al principio de su matrimonio, solía admirar s
Aunque Laura estaba físicamente agotada, su mente seguía alerta:—Estoy muy cansada, me duelen los brazos.Miguel la miró con ternura, enternecido por su dulzura:—Es lo que pasa por esforzarte tanto.En tres años de matrimonio, esta vez había sido diferente. Quizás porque era la primera vez que ella tomaba la iniciativa de esa manera.—Si no me esforzaba, ¿cómo ibas a disfrutarlo? —a pesar del cansancio, Laura seguía en guardia, temiendo que él volviera a intentar algo.La nuez de Adán de Miguel se movió mientras reía con suavidad. Había disfrutado, sí, pero sabía que ella tenía un motivo oculto.—Miguel... ¿estás de buen humor ahora? —preguntó Laura cautelosa.—¿Quieres complacerme otra vez? —bromeó él deliberadamente, mientras jugaba con su cabello negro.El rostro de Laura se descompuso. ¡Miguel quería aprovecharse! Pero no podía enfadarse, así que enderezó un poco la espalda y dijo con dulzura:—Miguel, reconozco mi error. ¿Podrías perdonar el estudio de Patricia?—¿Qué error acas