Capítulo 117
El mayordomo retrocedió esquivando su mano. ¿De dónde sacaba tanta confianza para llamarse señora de la casa cuando los Montero querían romper el compromiso?

Maite, furiosa por no conseguir el paquete, levantó en ese instante la mano para golpearlo:

—¡No eres más que un simple perro de los Montero! ¡Ni siquiera reconoces a tus jefes, no vales nada!

Santiago, sin poder contenerse más, le sujetó la muñeca con fuerza:

—¡Maite, cállate!

Él nunca había considerado a los empleados inferiores. ¿Con qué derecho los insultaba?

Maite, sintiendo que le rompería la muñeca, rompió a llorar desconsolada:

—¡Santiago, me estás lastimando! ¡Seguro Laura está envenenando nuestra relación!

Santiago se irritó al escucharla:

—¿Puedes dejar de meter a Laura en todo? ¿Qué te ha hecho ella para que la calumnies de esa manera?

Laura era la víctima inocente, pero en boca de Maite era una criminal.

Maite miró atónita al elegante hombre frente a ella:

—¡Me gritas por esa maldita zorra! Santiago, ¡todavía la amas,
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