Anya no tuvo mucho tiempo para procesar lo ocurrido, porque en ese momento su celular sonó, era su abuelo.
—Anya, querida, tengo excelentes noticias —la voz de Vladimir sonaba llena de júbilo —¡Alexei Petrova ha aceptado casarse contigo! La boda será en un mes.
Anya se dejó caer en el sofá, aturdida. ¿En qué momento había aceptado esa absurda propuesta? Y con un hombre que ni siquiera conocía.
—Abuelo, ¿Estás seguro de esto? Yo... su voz tembló —aún no lo he decidido.
—Sé que es repentino, pero es lo mejor para todos —Vladimir suavizó su tono —Alexei es un buen hombre, Anya. Sé que cuidará bien de ti. Y juntos, llevarán a nuestras familias a nuevas cumbres de poder y prosperidad.
Anya cerró los ojos, derrotada. Sabía que no tenía opción, su abuelo no la dejaría en paz, ya lo había decidido.
—Está bien abuelo. Que se haga tu voluntad —susurró.
El día de la boda llegó con una frialdad inusual para la primavera moscovita. Anya se miró en el espejo, apenas reconociendo a la novia de blanco que le devolvía la mirada.
—Estás preciosa, cariño —susurró su tía, con lágrimas en los ojos —como una verdadera princesa.
Anya forzó una sonrisa, pero por dentro se sentía vacía. Este debería ser el día más feliz de su vida, pero en cambio, se sentía como si estuviera caminando hacia su propio patíbulo.
—Es hora —anunció su abuelo, entrando a la habitación —el novio espera en el altar.
Con un nudo en la garganta, Anya tomó el brazo de su abuelo y se dejó guiar hacia la lujosa limusina que la llevaría a la catedral.
Al llegar, la pompa y el esplendor la abrumaron. Cientos de invitados, arreglos florales opulentos, una orquesta en vivo... todo gritaba poder y riqueza. Pero para Anya, eran solo cadenas doradas que la ataban a un destino no deseado.
Cuando las puertas se abrieron y la marcha nupcial resonó en el recinto, Anya alzó la barbilla y comenzó a caminar hacia el altar, su ramo temblaba casi imperceptiblemente en sus manos.
Y entonces lo vio. Alto, guapo y elegante en su esmoquin negro, Alexei Petrova la esperaba con una expresión indescifrable. Sus ojos verdes se clavaron en los de ella, y por un momento, el tiempo pareció detenerse.
Fue entonces cuando Anya lo reconoció. Esos ojos, esa boca, ese aura de peligro y sensualidad... era él. El hombre de aquella noche de pasión desenfrenada. Su amante misterioso.
Alexei también la había reconocido. Su mirada se endureció con una mezcla de sorpresa, ira y algo más oscuro y primitivo.
Cuando Anya llegó a su lado, Alexei le tomó la mano con fuerza, casi haciéndole daño.
—Tú… —siseó entre dientes —debí imaginarlo, lo planeaste todo perfectamente.
Anya palideció ante su veneno.
—Yo... no sabía quién eras —susurró.
—Claro —Alexei soltó una risa amarga —pero yo sí sé quién eres tú. La niñita mimada que juega con los hombres para luego botarlos. Pues bien, ahora estás atrapada conmigo. Y te juro que pagarás por lo que me hiciste.
Anya se estremeció ante su amenaza velada. ¿En qué lío se había metido? Pero no tuvo tiempo de responder, porque el sacerdote comenzó la ceremonia.
Mientras recitaban sus votos, Anya sentía la mirada de Alexei quemándole la piel. Cuando llegó el momento de besarla, él la tomó por la nuca y estampó sus labios contra los de ella en un beso duro y castigador, marcándola como su propiedad frente a todos.
Los invitados aplaudieron, ajenos a la guerra silenciosa que acababa de desatarse. Pero Anya y Alexei sabían la verdad.
Este no era un matrimonio, era una sentencia, una maldición, Alexei estaba decidido a hacer de la vida de Anya un infierno.
Mientras salían de la iglesia, Anya vio a Misha entre la multitud, mirándola con una mezcla de rabia y anhelo, a su lado, Katya sonreía triunfante.
Anya tragó saliva, un escalofrío le recorrió la espalda. Tenía la sensación de haber entrado en un nido de víboras, y ahora estaba atada a la más peligrosa de todas.
El salón de la mansión Petrova resplandecía con opulencia. Invitados elegantemente vestidos bebían champán e intercambiaban rumores sobre la pareja de recién casados.
Anya y Alexei abrieron el baile con el tradicional vals. Pero lo que debería haber sido un momento mágico, estaba cargado de tensión.
Alexei apretaba a Anya contra su cuerpo con fuerza excesiva, sus dedos se clavaban en su cintura.
—Sonríe, moya zhena —siseó entre dientes —que todos vean lo felices que somos.
Anya forzó una sonrisa, aunque por dentro quería gritar. La farsa de su matrimonio la asfixiaba.
Mientras giraban por la pista, fragmentos de conversaciones llegaban a sus oídos.
—¿No es la misma chica que iba a casarse con Misha Sokolov? —preguntó una mujer mayor.
—Sí, pero por lo visto cambió de novio como de vestido —respondió otra con malicia.
—Y pensar que juraba amarlo con locura. Qué rápido se le pasó.
—Bueno, con un partido como Alexei Petrova, hasta yo mandaría mi amor al diablo.
Las risas crueles se clavaban en Anya como agujas. Quería defenderse, gritar que ella no era así, que las circunstancias la habían obligado. Pero ¿Quién le creería?
Alexei también escuchaba los comentarios, su mandíbula se tensaba con cada palabra. ¿Con qué clase de mujer se había casado? ¿Una veleta que cambiaba de amores como de estación? ¿O una cazafortunas que iba tras su dinero y posición?
La ira y la desconfianza bullían en su interior, envenenando cada pensamiento. Apretó su agarre en Anya, haciéndola jadear de dolor.
—Me estás lastimando —susurró ella.
—Acostúmbrate —gruñó él —esto es solo el comienzo.
De pronto, un alboroto estalló en el salón. Los invitados jadearon y murmuraron escandalizados.
Misha, claramente ebrio y desaliñado, se había abierto paso a empujones hasta la pista de baile. Cayó de rodillas ante Anya, las lágrimas surcaban sus mejillas.
—Anya, mi amor —balbuceó, aferrándose a su vestido —perdóname. Fui un estúpido, pero te amo, siempre te he amado, no me dejes, no te cases con él.
Anya se quedó paralizada, su corazón latía desbocado.
—Misha, por favor —suplicó, tratando de zafarse —no hagas esto, ya no hay nada entre nosotros.
—¡No! —Misha se aferró con más fuerza, su voz se alzó en un sollozo desgarrador —no me rendiré, lucharé por ti, contra él, contra el mundo entero si es necesario. Eres mía, Anya. ¡Mía!
Alexei, que había observado la escena con una calma mortal, decidió que ya había tenido suficiente.
Se inclinó y tomó a Misha por las solapas, levantándolo del suelo como a un muñeco de trapo.
—Escúchame bien, pedazo de escoria —siseó, acercó su rostro a centímetros del de Misha —Anya es mi esposa ahora. Mía. Y no comparto lo que es mío. Así que más te vale desaparecer de nuestras vidas, o te juro que te hundiré tan profundo que ni los gusanos encontrarán tu cadáver. ¿He sido claro?
Misha, con los ojos desorbitados de terror, asintió frenéticamente.
Alexei lo soltó con desprecio, dejándolo caer al suelo en un montón tembloroso. Luego tomó a Anya del brazo y la arrastró fuera de la pista, lejos de las miradas curiosas y las habladurías venenosas.
Una vez a solas, la acorraló contra la pared, presionó su cuerpo contra el suyo en un gesto posesivo y amenazante a la vez.
—Tú y yo tenemos mucho de qué hablar, moya zhena —gruñó, su aliento cálido y peligroso en el cuello de Anya —empezando por tu larga lista de amores y tu cuestionable lealtad.
Anya tembló, aunque no supo si de miedo o de anticipación, la cercanía de Alexei, a pesar de sus palabras crueles, despertaba en ella un fuego oscuro y prohibido.
—No hay nada de qué hablar —replicó, alzando la barbilla en un gesto desafiante —mi pasado es asunto mío. Y en cuanto a lealtad, tú eres el menos indicado para exigirla, lyubov moya.
Los ojos de Alexei se oscurecieron con algo primitivo y hambriento, por un momento, Anya pensó que iba a besarla, a devorarla entera hasta que no quedara nada.
Pero en lugar de eso, él se apartó bruscamente, como si el toque de Anya le quemara.
—Tienes razón —dijo con una sonrisa peligrosa —no tengo derecho a exigir tu lealtad. Pero ten por seguro que me ganaré tu obediencia, de un modo u otro.
Y con esa amenaza velada, Alexei se dio la vuelta y se alejó, dejando a Anya temblando contra la pared, con el corazón acelerado y la piel ardiendo allí donde sus cuerpos se habían tocado.
La fiesta continuó a su alrededor, los invitados cotilleaban y especulaban sobre el futuro de los novios. Pero Anya apenas los notaba.
Su mente y su cuerpo estaban consumidos por Alexei, por su oscuridad, su intensidad, su innegable atracción.
Y aunque una parte de ella temía el infierno que les esperaba, otra parte, la más secreta y primitiva, no podía esperar para quemarse en sus llamas.
La limusina avanzaba por las calles de Moscú, llevando a los recién casados hacía su nido de amor, pero el ambiente dentro del vehículo estaba lejos de ser romántico.Anya miraba por la ventana, luchando contra las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos, a su lado, Alexei bebía champán directamente de la botella, ignorándola por completo.—Espero que estés satisfecha —dijo él de repente, su voz estaba cargada de veneno —has logrado atraparme en este matrimonio de farsa.Anya se giró para enfrentarlo, sus ojos azules ardían de indignación. —¿Crees que yo quería esto? ¿Casarme con un desconocido que me desprecia? Estás muy equivocado.Alexei soltó una risa amarga. —Claro, porque eres una pobre víctima inocente, no creas que he olvidado cómo me usaste aquella noche. Seguro planeaste todo esto con tu prima Katya —¿Katya? ¿Qué tenía que ver Katya con Alexei? Se preguntó Anya por un momento, ¿Alexei la conocía?—¡Yo no planeé nada! —estalló Anya —ni siquiera sabía quién eras hast
Anya llegó al restaurante Pushkin con la guardia en alto, la invitación de Alexei había encendido todas sus alarmas, ¿Un nuevo comienzo? Más bien una nueva trampa.Alexei la esperaba en una mesa privada, luciendo peligrosamente atractivo en su traje oscuro, su sonrisa podría haber engañado a cualquiera, pero Anya veía la amenaza oculta tras ese encanto.—Viniste —ronroneó él, levantándose para besar su mejilla, un gesto calculado para cualquier observador —sabía que no podrías resistirte a mí.Anya se apartó, su piel quemaba allí donde sus labios la habían tocado. —Ahórrate las falsedades, Alexei, ¿Qué quieres?Él fingió estar herido, llevando sus manos hacia su pecho —¿Tan difícil es creer que quiero arreglar las cosas? Eres mi esposa, Anya.—En nombre solamente —ella cruzó los brazos, como si fueran una armadura contra su magnetismo oscuro —Ambos sabemos que este matrimonio es una farsa.—Pero no tiene por qué serlo —Alexei se acercó, su voz bajó convirtiéndose en un susurro tentad
Anya no pudo soportar más la escena frente a ella, salió corriendo ante la risa burlona de Katya.—Eres una maldita zorra, como te has atrevido a entrar aquí y besarme, después de lo que me hiciste te desprecio Katya.—Ja, ja, ja, mi amor, no recuerdas cómo hace tiempo me pedías que gimiera tu nombre.Alexei no pudo soportar más la risa cínica de Katya, se puso una bata de baño y salió de ahí rápidamente.Alcanzó a Anya en el pasillo, sujetándola del brazo con firmeza para evitar que llegara donde los demás y se desatara un escándalo.—Espera Anya, tenemos que hablar. Lo que viste no es lo que parece —su voz era urgente, casi suplicante.Anya soltó una risa amarga, se detuvo y se le quedó viendo fijamente.—En realidad no me importa, Alexei. Allá tú si quieres caer en las garras de una arpía como Katya —Anya se estaba esforzando por no estallar, por no demostrarle que le importaba, aunque sentía un dolor profundo dentro de su pecho.Alexei parpadeó, desconcertado ante su reacción, hab
A la mañana siguiente, cuando Alexei despertó, se dio cuenta de que tenía a Anya abrazada. Por un instante, su corazón latió con una mezcla de ternura y culpa, pero pronto la realidad golpeó con fuerza. Se apartó de ella de inmediato, como si su contacto quemara su piel, negándose a sucumbir a la tentación de su calor. Ella era una mujer infiel, indigna de su afecto, se reprochó el ser tan débil y desear su cuerpo. Se alejó de la cama con movimientos rápidos y precisos, como si el simple hecho de permanecer allí lo contaminara con su presencia.Antes de partir, dejó una sola rosa roja y una nota sobre la almohada, un gesto vacío de significado para él, pero que sabía que Anya valoraría. La nota era breve, apenas unas pocas palabras destinadas a mantener las apariencias.Anya despertó sola, su corazón se aceleró al ver el detalle de Alexei, una sensación de esperanza se encendió dentro de ella, un atisbo de lo que solía ser su amor. Se aferró a ese destello de felicidad como si fue
El cuerpo inerte de Anya yacía en la cama del hospital, su piel pálida contrastando con las sábanas blancas, tras ser brutalmente empujada por las escaleras por la amante de Alexei, había perdido el conocimiento. Afortunadamente, Viktor, el mejor amigo de Alexei, había presenciado la escena oculto entre las sombras y había acudido en su rescate.Sin pensarlo dos veces, Viktor tomó a Anya en brazos y la llevó rápidamente hasta su auto para dirigirse al hospital más cercano. Durante el trayecto, no pudo evitar sentir una profunda compasión por ella, conocía a Alexei desde la infancia y, aunque eran como hermanos, no podía aprobar la forma en que estaba tratando a su esposa.Mientras Anya luchaba por su vida, en la mansión de los Ivanov el caos reinaba, los abuelos Vladimir y Anatoly, junto con los padres de Anya, Sergei e Irina, que habían llegado de su largo viaje, buscaban desesperadamente a la joven desaparecida.Alexei fingía preocupación, uniéndose a la búsqueda con falsa conster
Con suavidad, Viktor la guió hasta su auto, la ayudó a sentarse y le abrochó el cinturón con ternura, como si fuera una muñeca de porcelana a punto de romperse.Durante el trayecto, Anya permaneció en silencio, perdida en su propio dolor. Miraba por la ventana sin ver realmente, su mente reviviendo una y otra vez la crueldad de Alexei, la traición de su familia.De pronto, un pensamiento la golpeó como un rayo, con manos temblorosas, sacó su móvil y entró a las noticias locales, allí, en la sección de sociedad, un titular le robó el aliento.—Heredera de la familia Ivanov huye con su amante en escandalosa fiesta.Una foto de ella, sonriente y feliz en brazos de Alexei, acompañaba el artículo, la ironía era tan dolorosa que Anya sintió náuseas.—Para... Detén el auto... —jadeó, luchando por respirar.Viktor obedeció al instante, orillándose en la carretera —¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?Por toda respuesta, Anya le mostró la pantalla de su móvil. —Mira... Mira lo que han hecho... Me han
Al día siguiente, Viktor la llevó a la clínica, el doctor quería hacer algunos estudios más para asegurarse que el embarazo fuera como era debido.Cuando el doctor le entregó los resultados, Anya suspiró con alivió, su bebé crecía en tiempo y forma.Viktor la esperaba con una sonrisa alentadora, sin decir palabra, la ayudó a llegar hasta el mostrador de pagos, sosteniéndola con delicadeza.Anya extrajo una de sus tarjetas de crédito y se la entregó a la recepcionista, su estómago se encogió al recordar que quizás Alexei ya habría bloqueado sus cuentas, dejándola sin recursos.La recepcionista pasó la tarjeta, Anya contuvo el aliento, y tal como lo esperaba, la tarjeta había sido cancelada. dió sus otras tarjetas, todas fueron rechazadas, una tras otra, sin excepción.La vergüenza y la impotencia la invadieron, era obvio que Alexei o su abuelo habían congelado sus finanzas, dejándola a la deriva, querían verla en la calle, suplicando por ayuda.Viktor negó con un ligero movimiento de c
Mientras Viktor hizo llamadas para coordinar los detalles de su partida, Anya se comunicó con Sonia, para decirle lo que harían para que no fuera descubierta.Saldrían de madrugada, antes de que el sol despuntara en el horizonte. Viktor había arreglado un vuelo privado que los llevaría directamente a Milán, lejos del alcance de Alexei y sus secuaces.Sonia los encontraría en el aeropuerto, con apenas una maleta con sus pertenencias más preciadas. Lo demás, lo dejaría atrás sin remordimientos, porque su verdadero tesoro era Anya, y la seguiría hasta el fin del mundo si fuera necesario.El resto del día lo pasarón inmersos en preparativos, Anya apenas pudo dormir esa noche, su mente y su corazón estaban acelerados ante la perspectiva de la libertad que la aguardaba.Pero también tenía miedo, miedo a lo desconocido, a empezar de cero en un lugar extraño, miedo a que Alexei descubriera sus planes y encontrara la forma de arruinarlos.El día de la partida amaneció frío y brumoso, como si e