Luna de hiel

La limusina avanzaba por las calles de Moscú, llevando a los recién casados hacía su nido de amor, pero el ambiente dentro del vehículo estaba lejos de ser romántico.

Anya miraba por la ventana, luchando contra las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos, a su lado, Alexei bebía champán directamente de la botella, ignorándola por completo.

—Espero que estés satisfecha —dijo él de repente, su voz estaba cargada de veneno —has logrado atraparme en este matrimonio de farsa.

Anya se giró para enfrentarlo, sus ojos azules ardían de indignación. 

—¿Crees que yo quería esto? ¿Casarme con un desconocido que me desprecia? Estás muy equivocado.

Alexei soltó una risa amarga. 

—Claro, porque eres una pobre víctima inocente, no creas que he olvidado cómo me usaste aquella noche. Seguro planeaste todo esto con tu prima Katya —¿Katya? ¿Qué tenía que ver Katya con Alexei? Se preguntó Anya por un momento, ¿Alexei la conocía?

—¡Yo no planeé nada! —estalló Anya —ni siquiera sabía quién eras hasta hoy, y jamás conspiré con Katya, ella me traicionó.

—Qué conveniente —Alexei apuró otro trago de champán —pero no importa. Ahora eres mi esposa, para bien o para mal, y te aseguro que será para mal —dijo con amargura.

El resto del viaje transcurrió en un silencio tenso, al llegar a la mansión, Alexei bajó del auto y caminó hacia la entrada sin mirar atrás.

Anya lo siguió, su vestido de novia se arremolinaba a su alrededor., cuando estaba a punto de cruzar el umbral, Alexei se giró bruscamente y la levantó en brazos.

Por un segundo, Anya se permitió soñar que todo era diferente, que él la cargaba con ternura, listo para comenzar una vida juntos.

Pero la fantasía se hizo añicos cuando Alexei la arrojó sin ceremonias dentro de la fuente del jardín.

Anya gritó al sentir el agua helada empapando su vestido, emergió tosiendo y escupiendo, su maquillaje corrido y su peinado completamente arruinado.

—Bienvenida a tu nuevo hogar, querida —se burló Alexei antes de darse la vuelta y desaparecer dentro de la casa.

Anya se quedó allí, temblando de frío y humillación, mientras las lágrimas se mezclaban con el agua de la fuente.

¿En qué pesadilla se había metido?

Más tarde, después de cambiarse, salieron hacia el aeropuerto, en el avión hacia las Maldivas, Alexei se dedicó a humillar a Anya, coqueteando con las azafatas, Anya lo ignoró, tragándose las lágrimas.

Al llegar al hotel, Alexei se burló de la decoración romántica. 

—Qué cursilería, no te emociones, pediré cuartos separados.

La luna de miel fue un constante tira y afloja. Alexei se dedicaba a ignorar a Anya o a humillarla en público, coqueteando descaradamente con otras mujeres.

Anya, estaba harta de ser tratada como una leprosa, si Alexei podía divertirse, ella también.

Fue así como conoció a Dmitri, un instructor de buceo del hotel, él era amable, atento y la hacía reír, era todo lo que Alexei no.

Pronto, Anya pasaba sus días explorando los arrecifes de coral con Dmitri, mientras Alexei bebía y se revolcaba con cualquier mujer que se le cruzara.

Pero la idílica escapada no podía durar para siempre, una tarde, mientras Anya y Dmitri caminaban en la playa, Alexei los vio.

Ciego de furia y celos, se abalanzó sobre Dmitri y lo derribó de un golpe en el rostro.

—¡Aléjate de mi esposa, imbécil! —rugió, pateando al pobre hombre en el suelo.

Anya, horrorizada, intentó detenerlo. 

—¡Alexei, basta! ¡Vas a matarlo!

Pero Alexei no escuchaba, siguió golpeando a Dmitri hasta que Anya se interpuso físicamente.

—¿Qué demonios te pasa? —gritó ella, empujándolo —¡No tienes ningún derecho! Tú me has ignorado todo este tiempo, ¿Y ahora te haces el marido celoso?

Alexei la miró con ojos enloquecidos, por un momento, Anya temió que fuera a golpearla a ella también.

Pero en lugar de eso, él la agarró del brazo y la arrastró de vuelta al hotel, dejando a Dmitri sangrando en la arena.

Anya forcejeaba inútilmente contra el agarre de acero de Alexei mientras la arrastraba de vuelta al hotel, el dolor en su brazo no era nada comparado con la furia que ardía en sus venas.

—¡Suéltame, bruto! —gritó, tratando de zafarse —no tienes ningún derecho a tratarme así.

Alexei soltó una risa amarga. 

—Tengo todo el derecho del mundo, moya zhena, eres mi esposa, ¿Recuerdas? Y no permitiré que me pongas en ridículo con tus aventuras.

—¿Aventuras? —Anya lo miró incrédula —¿Te has vuelto loco? Dmitri es solo un amigo.

—Un amigo con el que pasas todo tu tiempo —Alexei apretó su agarre, haciéndola jadear de dolor —pues se acabó, de ahora en adelante, no te apartarás de mi lado. Y si descubro que me has sido infiel, ruega porque ese bastardo nunca haya nacido.

Anya palideció ante la amenaza velada. ¿Cómo podía Alexei pensar así de ella? ¿Acaso no veía la hipocresía de sus acusaciones, cuando él se revolcaba con cuanta mujer se le cruzaba?

Pero discutir era inútil. Alexei estaba ciego de celos y posesividad, y nada de lo que dijera lo haría entrar en razón.

Resignada, Anya se dejó arrastrar hasta la suite., una vez allí, Alexei cerró la puerta de un portazo y la soltó bruscamente.

—Harás las maletas —ordenó —nos vamos mañana a primera hora.

Anya lo miró desafiante, frotándose el brazo adolorido. 

—No pienso ir a ningún lado contigo.

—Oh, sí que lo harás —Alexei sonrió peligrosamente —a menos que quieras que tu amiguito Dmitri sufra un desafortunado accidente.

Un escalofrío recorrió la espalda de Anya. Sabía que Alexei no hacía amenazas en vano. Si se negaba, Dmitri pagaría las consecuencias.

—Eres un monstruo —susurró, mientras las lágrimas ardían en sus ojos.

—Soy tu marido —Alexei se encogió de hombros —y más vale que te acostumbres, porque no pienso dejarte ir.

Con eso, se dio la vuelta y entró al baño, dejando a Anya temblando de rabia y miedo.

Pero bajo esas emociones, otra más peligrosa se agitaba, una que Anya se negaba a reconocer, incluso ante sí misma.

Excitación, una oscura y retorcida fascinación por este hombre que la aterrorizaba y la atraía a partes iguales.

Sacudiendo la cabeza para aclarar esos pensamientos turbadores, Anya se puso a hacer las maletas, tragándose las lágrimas de impotencia.

No tenía opción, por ahora, tendría que seguir el juego de Alexei, pero algún día, encontraría la forma de liberarse de sus garras.

Aunque una parte de ella temía que, para entonces, ya sería demasiado tarde, que Alexei reclamara no solo su cuerpo, sino también su alma.

El vuelo de regreso a Moscú fue tenso y silencioso, Alexei se dedicó a trabajar en su laptop, ignorando a Anya por completo.

Ella fingió dormir, pero su mente era un torbellino, ¿Cómo sería su vida a partir de ahora? ¿Podría sobrevivir a un matrimonio con un hombre que la despreciaba?

Al aterrizar, una limusina los esperaba, los abuelos Vladimir y Anatoly querían verlos de inmediato.

—Bienvenidos a casa, queridos —saludó Vladimir con una sonrisa cansada —espero que el viaje haya sido provechoso para conocerse mejor.

Anya y Alexei intercambiaron una mirada breve, si sus abuelos supieran la verdad...

—Fue... instructivo —respondió Alexei con una sonrisa tensa.

—Bien, bien —Anatoly asintió —porque hay novedades, durante su ausencia, hemos decidido fusionar nuestras empresas, a partir de hoy, Alexei será el presidente y Anya la vicepresidenta.

Anya parpadeó, atónita, ¿Trabajar codo a codo con Alexei? ¿Verlo todos los días, sin escapatoria?

Era una pesadilla hecha realidad.

Pero Alexei parecía complacido, demasiado complacido, como un depredador que acababa de recibir las llaves de la jaula de su presa.

—Excelente noticia, abuelo —ronroneó —estoy seguro de que Anya y yo haremos un gran equipo.

Anya tragó saliva, un mal presentimiento anidó en su estómago, ¿Qué estaba tramando Alexei?

—Sin embargo —continuó Anatoly —si llegaran a divorciarse, las empresas se separarían nuevamente, así que por el bien de todos, esperamos que su matrimonio sea duradero.

Anya vio su última esperanza desvanecerse, estaba atrapada con Alexei, para bien o para mal.

Más tarde, en su nueva oficina, Anya trataba de concentrarse en el trabajo, pero era difícil con Alexei a pocos metros, su presencia oscura y magnética la distraía constantemente.

De repente, su secretaria entró con un enorme ramo de rosas. 

—Para usted, señora Petrova, de parte de su esposo.

Anya parpadeó, confundida. ¿Alexei enviándole flores? ¿Después de todo lo que había pasado?

Con manos temblorosas, abrió la tarjeta, su corazón se aceleró al leer el mensaje:

—Empezamos con mal pie, moya zhena, pero quizás podamos empezar de nuevo, si estás dispuesta a intentarlo, encuéntrame en el restaurante Pushkin a las 9, si no vienes, lo entenderé, la decisión es tuya. -A.

Anya se quedó mirando las flores, su mente y su corazón entraron en guerra. ¿Podía confiar en Alexei? ¿O era solo otra manipulación?

Antes de que pudiera pensarlo mejor, Anya tomó una decisión.

Iría a esa cita, deseaba saber que se traía Alexei entre manos de una vez por todas.

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