Chris. —Por suerte, usó una pequeña dosis en la bebida o pudo haber sido mortal para ti, Chris, ya que mezcló diferentes sustancias —informó Deus. Yo había sido atendido por el médico esa mañana y habían logrado sacar el medicamento de mi cuerpo después de varias horas con un suero. —No voy a perdonarla por esto. Acomodé mi saco. Iba a buscar a Lilia porque se le haría un juicio a Elisa esa tarde por lo que hizo. Cabía resaltar que no sería nada legal como tal, la misma familia Benett iba a juzgarla y Deus tomaría la decisión final. Nunca se perdonaba a los traidores, era una pena de muerte segura. Simplemente hacíamos el juicio para que todos entendieran que la traición no era un juego, y para decidir cómo iba a morir el culpable. —¿Crees que me ablandaré? —bufó, negando con la cabeza—. Tal vez me acosté con ella en el pasado, pero no le perdonaré la vida a alguien que trató de violarte, hermanito. —Cállate, Deus. Me haces sentir un inútil por esas palabras —Salimos de mi ofi
Lilia. Elisa estaba muerta, y no le di tanta importancia. Me estaba acostumbrando a ese mundo y ya el horror no me atormentaba como antes. Gracias a Deus, había aprendido a defenderme sola y por supuesto, a disparar un arma. El último día de mi entrenamiento, pegué cada bala en la cabeza de los muñecos de cartón. Estiré mis brazos. Estaba esperando a Samira porque ambas íbamos a arreglarnos. El día de la fiesta había llegado y yo estaba emocionada porque ella también iría. La puerta se abrió. —Sigo pensando que es una mala idea —habló, llena de arrepentimiento. —Ya escogí el vestido que usarás —sonreí, agarrando la prenda que reposaba sobre la cama—. El color verde te quedará perfecto. —Estoy muy nerviosa, ¿sabes? Será la primera vez que salgo de la mansión sin mi uniforme —confesó, sentándose en el sofá. —Tranquila, yo estaré a tu lado. Después de dos largas horas de arduo trabajo para cambiar por completo a Samira, lo logré. El vestido se pegaba tanto a su cuerpo, que me
Lilia. Moví mi cabeza al ritmo de la música. Tomé un sorbo del trago que pidió Deus y terminé tosiendo como loca por lo caliente que fue.Mi garganta picaba. Necesitaba ir por un poco de agua, y vi que la barra no quedaba lejos. Deus seguía bailando con Samira, no quise interrumpirlos. Me levanté para ir a la barra y sentarme en una de las sillas disponibles. Apoyé ambas manos sobre el mesón. —¿Desea algo? —preguntó el barman. —Agua, por favor. Es urgente —hablé con la nariz arrugada. El hombre asintió y me sirvió un vaso que me bebí en segundos. Por fin, estuve más aliviada después de eso. —Hola, señorita, ¿qué hace tan sola en un lugar como este? —cuestionó una voz desconocida. Me giré a verlo. Un hombre gordo y con las mejillas infladas se había sentado a mi lado. Sus lujuriosos ojos estaban clavados en mí, me hizo sentir incómoda y asqueada a la vez. Fruncí el ceño. Su papada ocultaba gran parte de su cuello, y una porción de su barriga se salía de su camisa por la parte
Lilia. No sabía bailar ese tipo de música, pero por Chris hacía lo que sea. Lo pisé unas cuantas veces, y él solo se burló de mí. —No te voy a juzgar, nunca te enseñé a bailar. —Tampoco eres mi papá. Y solo aprendí el vals. Tenía que admitir que ese ambiente a veces me hacía sentir incómoda por las vulgaridades de la gente. En serio, ¿quién en su sano juicio se desnudaría por completo? Podía jurar que estaban teniendo sexo a lo lejos, donde un grupo de personas formaron un círculo y taparon la visión. —Te compré un celular —comentó, dejándome en shock. ¿Un celular? —¿Y qué carajos pasó con el mío? —indagué, consternada. Pensé que lo tuvo todo ese tiempo, pero por lo visto no fue así. Chris ladeó una sonrisa piadosa y se rascó un poco la nuca cuando nos detuvimos. —Lo rompí cuando te secuestré —confesó, llevándome a la barra. Se sentó conmigo. —¡¿Lo rompiste?! Ay por Dios... Tenía todos mis libros virtuales ahí —Me mordí una uña. Y sí, mi dinero era suficiente para comprar
Lilia. El hombre logró sacarme del bar con facilidad. Ni siquiera el guardia en la puerta me reconoció al salir, estaba temblando por el miedo de ser secuestrada una segunda vez. Una peor. Viktor nunca sería tan amable como lo fue Chris, eso era obvio. Su mirada criminal lo decía todo. Además, el agarre de su mano estaba apretando tanto mi muñeca, que se marcaría luego por mi pálida piel. El viento nocturno golpeó mi cabello, moviéndolo de un lado a otro. —Estamos listos, ¿se aseguraron de cubrir todo? —Le habló a otros hombres que se acercaron a él.Supuse que eran sus secuaces. Chris, ¿dónde estabas? Me mordí el labio por la impotencia al saber que se saldrían con la suya esta vez. Nadie iba a rescatarme, así que tenía que encontrar la manera de salvar a mis padres y huir. —Sí, jefe. Aunque... No pudimos desactivar las cámaras de seguridad —Uno de ellos se inclinó, aterrado. —No sirven para nada. —¡Lo intentamos! —exclamó el otro, casi de rodillas. —No importa. Necesito q
Chris. —¡Se cancela la fiesta! —hablé por el megáfono. Busqué a Lilia por todos lados y no la encontré. Logré sacar a todos los invitados del bar sin darle importancia a las quejas. Mi ceño estaba constantemente fruncido por la impaciencia. Sabía que algo le había pasado, y solo la dejé sola durante diez minutos. Agarré al barman por el cuello de su camisa y lo asesiné con la mirada. —¿Cómo carajos me vas a decir que no viste con quién se fue? —cuestioné, mordiéndome el labio. Quería romperle la cara. En vez de eso, golpeé su rostro contra el mesón hasta que salió sangre de su cabeza. Estaba tan desesperado que iba a matarlos a todos si nadie me daba una respuesta. —¡D-deténgase! ¡P-por favor! —suplicó, con los ojos llenos de lágrimas—. ¡No sé nada! —¡Chris! ¿Qué demonios pasa? —La voz de Deus me devolvió a la realidad. Estaba volviéndome loco. Iba a perder la cordura si no encontraba a Lilia esa misma noche. ¿A dónde pudo haber ido sola? Me prometió que se quedaría sentada
Chris. —¡Señor Chris! ¿No ha sabido nada de Lilia? —Samira estaba esperando en la entrada cuando llegamos. Ya tenía puesto su traje de sirvienta y sus ojos hinchados indicaban que no dejó de llorar. Parecía una madre preocupada por su hija, y eso que la mayor era Lilia. Deus sobó su cabeza al pasar por su lado. —Tranquila, vamos a rescatar a Lilia sin fallas —le dijo, sonriente—. ¿Crees que puedas esperar? —No te arriesgues tanto... Deus —Hundió las cejas. Yo me quedé extrañado porque no entendía qué había pasado entre ellos dos. Negué con la cabeza. Mi prioridad era otra y no andarme metiendo en la vida amorosa de los demás. —Estaré bien, y retomaremos lo que dejamos —Le guiñó el ojo.—Mueve el culo, Deus. Seguí con mi camino hacia la sala de reuniones y él iba detrás de mí. —Eres un aguafiestas. —No tendré ni una pizca de emoción al saber que mi prometida está en peligro y puede morir —mascullé, con obviedad—. Ya habrá momento para que me cuentes lo que sucede entre ustede
Lilia. Estaba respirando con dificultad, mis muñecas seguro enrojecidas por las cuerdas que me mantenían atada a la silla. La habitación estaba en penumbra, y el silencio se quebraba con el sonido de mi respiración. No tenía mucho tiempo antes de que alguien viniera a comprobar mi estado. Agarré valor y comencé a moverme como pude estando sentada en la silla. Me incliné hacia delante para que mis pies tocaran el suelo y poder caminar por mi cuenta. Mi objetivo era la barra de metal. Al llegar, me puse de espaldas para que la punta rota de esa barra sirviera de cuchillo. Después de unos minutos que parecieron eternos, sentí cómo las cuerdas cedían ligeramente a medida que movía mis manos de arriba a abajo. Con un último esfuerzo, logré liberarme y me llené de alivio.—Oh... —solté. Sobé mis muñecas, estaban rojas y me dolían por lo apretadas que estaban las cuerdas. Devolví la silla a su lugar, necesitaba que fuera la distracción para cuando llegara el hombre. Inhalé hondo, iba a