Lilia. El hombre logró sacarme del bar con facilidad. Ni siquiera el guardia en la puerta me reconoció al salir, estaba temblando por el miedo de ser secuestrada una segunda vez. Una peor. Viktor nunca sería tan amable como lo fue Chris, eso era obvio. Su mirada criminal lo decía todo. Además, el agarre de su mano estaba apretando tanto mi muñeca, que se marcaría luego por mi pálida piel. El viento nocturno golpeó mi cabello, moviéndolo de un lado a otro. —Estamos listos, ¿se aseguraron de cubrir todo? —Le habló a otros hombres que se acercaron a él.Supuse que eran sus secuaces. Chris, ¿dónde estabas? Me mordí el labio por la impotencia al saber que se saldrían con la suya esta vez. Nadie iba a rescatarme, así que tenía que encontrar la manera de salvar a mis padres y huir. —Sí, jefe. Aunque... No pudimos desactivar las cámaras de seguridad —Uno de ellos se inclinó, aterrado. —No sirven para nada. —¡Lo intentamos! —exclamó el otro, casi de rodillas. —No importa. Necesito q
Chris. —¡Se cancela la fiesta! —hablé por el megáfono. Busqué a Lilia por todos lados y no la encontré. Logré sacar a todos los invitados del bar sin darle importancia a las quejas. Mi ceño estaba constantemente fruncido por la impaciencia. Sabía que algo le había pasado, y solo la dejé sola durante diez minutos. Agarré al barman por el cuello de su camisa y lo asesiné con la mirada. —¿Cómo carajos me vas a decir que no viste con quién se fue? —cuestioné, mordiéndome el labio. Quería romperle la cara. En vez de eso, golpeé su rostro contra el mesón hasta que salió sangre de su cabeza. Estaba tan desesperado que iba a matarlos a todos si nadie me daba una respuesta. —¡D-deténgase! ¡P-por favor! —suplicó, con los ojos llenos de lágrimas—. ¡No sé nada! —¡Chris! ¿Qué demonios pasa? —La voz de Deus me devolvió a la realidad. Estaba volviéndome loco. Iba a perder la cordura si no encontraba a Lilia esa misma noche. ¿A dónde pudo haber ido sola? Me prometió que se quedaría sentada
Chris. —¡Señor Chris! ¿No ha sabido nada de Lilia? —Samira estaba esperando en la entrada cuando llegamos. Ya tenía puesto su traje de sirvienta y sus ojos hinchados indicaban que no dejó de llorar. Parecía una madre preocupada por su hija, y eso que la mayor era Lilia. Deus sobó su cabeza al pasar por su lado. —Tranquila, vamos a rescatar a Lilia sin fallas —le dijo, sonriente—. ¿Crees que puedas esperar? —No te arriesgues tanto... Deus —Hundió las cejas. Yo me quedé extrañado porque no entendía qué había pasado entre ellos dos. Negué con la cabeza. Mi prioridad era otra y no andarme metiendo en la vida amorosa de los demás. —Estaré bien, y retomaremos lo que dejamos —Le guiñó el ojo.—Mueve el culo, Deus. Seguí con mi camino hacia la sala de reuniones y él iba detrás de mí. —Eres un aguafiestas. —No tendré ni una pizca de emoción al saber que mi prometida está en peligro y puede morir —mascullé, con obviedad—. Ya habrá momento para que me cuentes lo que sucede entre ustede
Lilia. Estaba respirando con dificultad, mis muñecas seguro enrojecidas por las cuerdas que me mantenían atada a la silla. La habitación estaba en penumbra, y el silencio se quebraba con el sonido de mi respiración. No tenía mucho tiempo antes de que alguien viniera a comprobar mi estado. Agarré valor y comencé a moverme como pude estando sentada en la silla. Me incliné hacia delante para que mis pies tocaran el suelo y poder caminar por mi cuenta. Mi objetivo era la barra de metal. Al llegar, me puse de espaldas para que la punta rota de esa barra sirviera de cuchillo. Después de unos minutos que parecieron eternos, sentí cómo las cuerdas cedían ligeramente a medida que movía mis manos de arriba a abajo. Con un último esfuerzo, logré liberarme y me llené de alivio.—Oh... —solté. Sobé mis muñecas, estaban rojas y me dolían por lo apretadas que estaban las cuerdas. Devolví la silla a su lugar, necesitaba que fuera la distracción para cuando llegara el hombre. Inhalé hondo, iba a
Chris. Me comuniqué con Ezequiel para que enviara a alguien que se llevara a Deus o no sobreviviría. —C-Chris… —balbuceó, sin mucha fuerza. Sus ojos estaban vacíos, sin ese brillo que solía tener en su mirada. Quería llorar porque si lo perdía, me culparía durante toda la vida. —Shh, no hables. —S-si llego a m-morir… Quiero que me entierres al lado de papá —Alzó su mano como pudo para buscar la mía. —¡Cállate! No digas tonterías. No vas a morir —dije, entre dientes. Rio con dificultad. —Te amo, Chris… Aunque no nos una la sangre, para mí eres un verdadero hermano —Una lágrima recorrió su mejilla—. No quiero irme. Apreté los labios y desvié la mirada. No quería verlo así, necesitaba a Deus… Perderlo me dejaría destrozado. Él era la única familia que me quedaba, y ya estaba harto de perderlos a todos. ¿Por qué? ¿Por qué a mí? —¡Aquí estoy! —Apareció Peter, uno de los soldados de Ezequiel. El hombre estaba agitado y cargó a Deus en sus hombros. Yo lo ayudé para mantener la te
Lilia. Bajé las escaleras a toda velocidad y terminé resbalando con un charco de sangre que había cerca de la entrada.¿Qué carajos? Me levanté, por suerte, solo me manché las piernas y la parte baja de mi vestido. Yo estaba descalza porque mis tacones se rompieron. El arma se me había caído e hizo ruido, pero la tomé al ver que no había alertado a nadie. Supuse que de verdad durmieron a la mayoría. ¿Qué era lo que planeaban? Escuché la voz de Viktor mencionando a Chris y de inmediato corrí en esa dirección. Pasé por una puerta abierta y me quedé tiesa al ver que ese hombre le estaba apuntando a mi amado en la cabeza. Mi respiración se ahogó. Alcé el mentón y mis dos brazos, tratando de permanecer firme a la hora de disparar. Si esperaba un segundo más, lo perdería para siempre. Calmé mi pecho, que subía y bajaba con descontrol e inhalé hondo. Justo cuando vi que Viktor posó su dedo en el gatillo, apunté bien como me enseñó Deus, imaginé que su cabeza era la de un muñeco de car
Lilia.—¿Tengo que casarme? —cuestioné, aturdida después de haber escuchado a mi padre.—Es importante que consigas esposo, Lilia... Recién te he cedido el puesto de CEO y necesitas a un hombre importante a tu lado para que te ayude —explicó, juntando ambas manos sobre la mesa—. Ya tienes veintinueve, ¿no tienes a nadie en mente?Me quedé sin palabras. Aunque no era mucha sorpresa para mí, ya que él me había mencionado varias veces el hecho de que era importante casarse en nuestra familia para que nuestro cargo fuera más legítimo.¿Por qué no cambiaban eso de una vez? Ya no estábamos en el pasado y las posibilidades de que yo tuviera éxito sin un hombre, de seguro eran mayores.—Sabes que los hombres no han sido importantes en mi vida —Giré el rostro, cabizbaja y hundiendo las cejas—. Con suerte tuve dos novios y me duraron una semana.—Precisamente por eso estoy haciendo un acuerdo con uno de mis más grandes aliados en el mundo de los negocios —defendió, cruzado de brazos y con una s
Lilia.Me vi una última vez en el espejo de mi habitación. Carlota me había ayudado a arreglarme. Llevaba puesto un vestido casual floreado que no pasaba de mis rodillas, junto a unas zapatillas.Inhalé hondo.Mi cabello estaba atado en una cebolla para que no se metiera en mi boca cuando estuviera comiendo.—Se ve hermosa, señorita —Juntó sus manos, satisfecha con el resultado.—Es gracias a ti, tienes un buen gusto —Di una vuelta y reí—. Mis padres deben de estar esperándome abajo.—Y lo están haciendo. Será mejor que se apure si no quiere llegar tarde —Me dio varios empujones hasta la puerta—. Yo limpiaré un poco.—Nos vemos más tarde, Carlota —me despedí.Caminé por los largos pasillos de la mansión Brown hasta bajar las amplias escaleras del centro y darme cuenta de que mis dos padres estaban esperando en la entrada.Mamá tenía un hermoso vestido azul claro pegado a su cuerpo y el maquillaje ocultaba un poco las arrugas que se formaron en su frente al verme.—Si no enamoras a Eth