Sin embargo, mientras degustaba el sabor de la victoria, la silueta de un hombre captó mi atención. Al principio, la figura pasó desapercibida entre el vaivén de empleados y el bullicio de la entrada de Hart Tech, pero bastaron unos segundos para que mi mente lo registrara: era el mismo hombre que había acompañado a Ivy en el restaurante, el mismo que la había hecho reír y con el que había compartido miradas de complicidad. Se movía con naturalidad, como si estuviera en casa. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Por qué tenía tanta libertad para deambular en una empresa que yo estaba financiando?Por un instante, la estúpida idea de exigirle que se alejara de Ivy cruzó por mi mente.¿Qué te pasa, Alexander?, me regañé. Mi mandíbula se tensó mientras consideraba las implicaciones de un enfrentamiento directo. Pero no, un movimiento impulsivo no me daría la ventaja en esta partida. Control, Alexander, me recordé. Lo último que necesitaba era cometer un error por actuar sin pensar. Este juego no
La noche había sido un torbellino de emociones que, en su mayoría, preferiría olvidar. Al final, con el teléfono en la mano y el corazón acelerado, decidí enviarle un mensaje a Xander. Solo un par de palabras para intentar recuperar algo de control: “Espero que hayas disfrutado el espectáculo. Gracias por tu ayuda.” Una declaración, una despedida y, al mismo tiempo, una especie de escudo que, quizás, pudiera protegerme de la confusión que él dejaba tras de sí. Presioné “enviar” y solté un suspiro, queriendo convencerme de que con esas palabras estaba cerrando el capítulo, dejándolo claro.Por un momento, esperé una respuesta, algún tipo de réplica que me reafirmara que el control, aunque fuera en apariencia, seguía en mis manos. Pero el teléfono permaneció en silencio, y aunque intenté hacer a un lado el desasosiego que eso me producía, una parte de mí no pudo evitar sentirse atrapada en una expectativa frustrante. ¿Por qué no responde? pensé, sintiendo cómo la irritación sustituía po
El resto de la mañana la pasé pensando en la conversación con mi madre. En parte emocionada por la posibilidad de ver a mi padre y en parte preocupada por la misma razón. Había olvidado por completo la existencia de Xander, mientras mi atención se centraba en mantenerme calmada frente a cualquier opción que se presentara. Pero cuando lo vi entrar a la sala de juntas, con esa mirada que parecía diseccionar cada reacción mía, supe que la calma que intentaba proyectar era apenas una máscara. Cada paso que él daba hacia mí lo sentía como un desafío directo, un intento de despojarme de esa seguridad que me había forzado a construir durante toda la noche.Respiré hondo, esforzándome por mantener la compostura. —Gracias por venir. Quería que revisáramos algunos puntos importantes antes de viajar. Así que tu convocatoria me vino a la perfección.— La formalidad de mis palabras sonaba extraña incluso para mí, como si fuera un guion ensayado para mantenerlo a raya.Pero, como siempre, Xander sa
La puerta se cerró tras Xander, dejando en el aire una estela de su presencia, tan abrumadora como un perfume demasiado intenso. Me quedé de pie en la sala de juntas, inmóvil, intentando procesar el huracán de emociones que acababa de desatarse. La habitación, que hace solo unos minutos había sido un espacio profesional, ahora parecía impregnada de su esencia, como si cada rincón estuviera marcado por su voz y su cercanía invasiva.Respiré hondo, intentando calmar el tamborileo en mi pecho, pero el aire parecía espeso, casi irrespirable. Apreté los puños, notando que mis manos aún temblaban, un reflejo que no podía disimular ante mí misma, aunque quisiera. ¿Cómo era posible que en unos cuantos minutos hubiera logrado desestabilizarme de esta forma? Era frustrante… exasperante. Había pasado la noche intentando construir una barrera entre él y mi mente, tratando de convencerme de que podía cerrar el capítulo con ese mensaje, de que podía mantener el control. Y ahora,con solo un par de f
El dulce en mis manos parecía tan pequeño, tan sencillo, y sin embargo, era como si contuviera un mundo entero de recuerdos. Observé su color dorado, esa textura ligeramente granulosa que siempre me había fascinado de niña. Casi podía oír la voz suave de la abuela de Adrian diciéndome, como hacía siempre, “los mejores ingredientes se mezclan con paciencia, Ivy, no con prisa”. Cada uno de esos dulces llevaba su toque, su amor por la cocina y por los pequeños momentos de la vida.Desenvolví el dulce lentamente, como si fuera un ritual, y me permití olerlo primero, dejando que el aroma llenara el aire. Esa mezcla de azúcar tostada y almendra, con ligeras notas de canela, me transportó a las tardes en el jardín de la casa de los abuelos de Adrian, donde pasábamos horas jugando, corriendo entre los árboles mientras sus padres y los míos hablaban sobre sus propias vidas y preocupaciones. Para nosotros, el mundo adulto era un susurro lejano, algo que no nos preocupaba en lo más mínimo mientr
Aún saboreando el dulce y sumergida en los recuerdos, tomé el teléfono y marqué el número de Adrian. Una parte de mí se sentía tonta por llamarlo solo para agradecerle, como si un simple mensaje hubiera sido suficiente. Pero algo en mí sabía que esta llamada era necesaria. Quería que él escuchara el agradecimiento en mi voz, que supiera cuánto significaba para mí su gesto y, quizás, que entendiera que sus dulces habían llegado en el momento exacto en que los necesitaba.La llamada apenas sonó un par de veces antes de que contestara, su voz familiar y cálida llenó el silencio del momento.—¿Ivy? —dijo con esa mezcla de sorpresa y alegría que siempre acompañaba sus palabras cuando se dirigía a mí.—Hola, Adrian —respondí, y pude sentir cómo una sonrisa se formaba en mi rostro solo con oírlo—. Solo quería agradecerte por los dulces. No tienes idea de lo mucho que los necesitaba hoy… Me trajeron muchos recuerdos.Hubo una breve pausa al otro lado de la línea, como si mis palabras también
La llamada con Adrian me dejó con una mezcla de emociones difíciles de descifrar. Había sido un alivio escucharlo, su voz siempre tan tranquila, tan constante, como un faro en medio de una tormenta. Y sin embargo, algo dentro de mí seguía sintiéndose inconcluso, como si esa conversación hubiera sido apenas la superficie de algo más profundo que necesitaba decirle. Bueno, en cierta forma, así era. Sabía que había cosas que él merecía escuchar, pero ahora no era el momento. Como él mismo había dicho, lo importante era el evento. Lo demás tendría que esperar.Emma me devolvió al presente con un ligero golpeteo en la puerta.—¿Todo bien? —preguntó, asomando la cabeza con una expresión mezcla de curiosidad y preocupación. Había estado conmigo el tiempo suficiente como para notar cuando algo me rondaba por la mente.—Sí, todo bien —respondí con una sonrisa que esperaba que la convenciera—. Adrian solo me estaba deseando suerte para el evento.Ella entró completamente a la oficina, sostenien
La llamada con Ivy terminó, pero su voz seguía resonando en mi mente. Siempre había tenido esa habilidad de quedarse conmigo, incluso después de colgar. Había algo en su tono, en la forma en que hablaba sobre el evento, que me dejó pensando. Sabía lo importante que esto era para ella. Hart Tech no solo era su empresa, era su sueño hecho realidad, y sabía cuánto había luchado para llegar hasta aquí. Sin embargo, también podía sentir el peso de la presión en cada una de sus palabras. Ivy no era de las que lo admitían abiertamente, pero yo conocía bien los matices en su voz. Estaba agotada.Decidí que lo mejor sería hacer algo para aliviar al menos una parte de ese peso. Con ese pensamiento en mente, me dirigí al escritorio de mi oficina y revisé los documentos que había dejado pendientes. Sin embargo, antes de que pudiera concentrarme en mi trabajo, mi teléfono sonó. Miré la pantalla y vi el nombre de Vivian Hart, la madre de Ivy.—Hola, Vivian —saludé, apoyándome en el respaldo de mi s