El resto de la mañana la pasé pensando en la conversación con mi madre. En parte emocionada por la posibilidad de ver a mi padre y en parte preocupada por la misma razón. Había olvidado por completo la existencia de Xander, mientras mi atención se centraba en mantenerme calmada frente a cualquier opción que se presentara. Pero cuando lo vi entrar a la sala de juntas, con esa mirada que parecía diseccionar cada reacción mía, supe que la calma que intentaba proyectar era apenas una máscara. Cada paso que él daba hacia mí lo sentía como un desafío directo, un intento de despojarme de esa seguridad que me había forzado a construir durante toda la noche.Respiré hondo, esforzándome por mantener la compostura. —Gracias por venir. Quería que revisáramos algunos puntos importantes antes de viajar. Así que tu convocatoria me vino a la perfección.— La formalidad de mis palabras sonaba extraña incluso para mí, como si fuera un guion ensayado para mantenerlo a raya.Pero, como siempre, Xander sa
La puerta se cerró tras Xander, dejando en el aire una estela de su presencia, tan abrumadora como un perfume demasiado intenso. Me quedé de pie en la sala de juntas, inmóvil, intentando procesar el huracán de emociones que acababa de desatarse. La habitación, que hace solo unos minutos había sido un espacio profesional, ahora parecía impregnada de su esencia, como si cada rincón estuviera marcado por su voz y su cercanía invasiva.Respiré hondo, intentando calmar el tamborileo en mi pecho, pero el aire parecía espeso, casi irrespirable. Apreté los puños, notando que mis manos aún temblaban, un reflejo que no podía disimular ante mí misma, aunque quisiera. ¿Cómo era posible que en unos cuantos minutos hubiera logrado desestabilizarme de esta forma? Era frustrante… exasperante. Había pasado la noche intentando construir una barrera entre él y mi mente, tratando de convencerme de que podía cerrar el capítulo con ese mensaje, de que podía mantener el control. Y ahora,con solo un par de f
El dulce en mis manos parecía tan pequeño, tan sencillo, y sin embargo, era como si contuviera un mundo entero de recuerdos. Observé su color dorado, esa textura ligeramente granulosa que siempre me había fascinado de niña. Casi podía oír la voz suave de la abuela de Adrian diciéndome, como hacía siempre, “los mejores ingredientes se mezclan con paciencia, Ivy, no con prisa”. Cada uno de esos dulces llevaba su toque, su amor por la cocina y por los pequeños momentos de la vida.Desenvolví el dulce lentamente, como si fuera un ritual, y me permití olerlo primero, dejando que el aroma llenara el aire. Esa mezcla de azúcar tostada y almendra, con ligeras notas de canela, me transportó a las tardes en el jardín de la casa de los abuelos de Adrian, donde pasábamos horas jugando, corriendo entre los árboles mientras sus padres y los míos hablaban sobre sus propias vidas y preocupaciones. Para nosotros, el mundo adulto era un susurro lejano, algo que no nos preocupaba en lo más mínimo mientr
Aún saboreando el dulce y sumergida en los recuerdos, tomé el teléfono y marqué el número de Adrian. Una parte de mí se sentía tonta por llamarlo solo para agradecerle, como si un simple mensaje hubiera sido suficiente. Pero algo en mí sabía que esta llamada era necesaria. Quería que él escuchara el agradecimiento en mi voz, que supiera cuánto significaba para mí su gesto y, quizás, que entendiera que sus dulces habían llegado en el momento exacto en que los necesitaba.La llamada apenas sonó un par de veces antes de que contestara, su voz familiar y cálida llenó el silencio del momento.—¿Ivy? —dijo con esa mezcla de sorpresa y alegría que siempre acompañaba sus palabras cuando se dirigía a mí.—Hola, Adrian —respondí, y pude sentir cómo una sonrisa se formaba en mi rostro solo con oírlo—. Solo quería agradecerte por los dulces. No tienes idea de lo mucho que los necesitaba hoy… Me trajeron muchos recuerdos.Hubo una breve pausa al otro lado de la línea, como si mis palabras también
La llamada con Adrian me dejó con una mezcla de emociones difíciles de descifrar. Había sido un alivio escucharlo, su voz siempre tan tranquila, tan constante, como un faro en medio de una tormenta. Y sin embargo, algo dentro de mí seguía sintiéndose inconcluso, como si esa conversación hubiera sido apenas la superficie de algo más profundo que necesitaba decirle. Bueno, en cierta forma, así era. Sabía que había cosas que él merecía escuchar, pero ahora no era el momento. Como él mismo había dicho, lo importante era el evento. Lo demás tendría que esperar.Emma me devolvió al presente con un ligero golpeteo en la puerta.—¿Todo bien? —preguntó, asomando la cabeza con una expresión mezcla de curiosidad y preocupación. Había estado conmigo el tiempo suficiente como para notar cuando algo me rondaba por la mente.—Sí, todo bien —respondí con una sonrisa que esperaba que la convenciera—. Adrian solo me estaba deseando suerte para el evento.Ella entró completamente a la oficina, sostenien
La llamada con Ivy terminó, pero su voz seguía resonando en mi mente. Siempre había tenido esa habilidad de quedarse conmigo, incluso después de colgar. Había algo en su tono, en la forma en que hablaba sobre el evento, que me dejó pensando. Sabía lo importante que esto era para ella. Hart Tech no solo era su empresa, era su sueño hecho realidad, y sabía cuánto había luchado para llegar hasta aquí. Sin embargo, también podía sentir el peso de la presión en cada una de sus palabras. Ivy no era de las que lo admitían abiertamente, pero yo conocía bien los matices en su voz. Estaba agotada.Decidí que lo mejor sería hacer algo para aliviar al menos una parte de ese peso. Con ese pensamiento en mente, me dirigí al escritorio de mi oficina y revisé los documentos que había dejado pendientes. Sin embargo, antes de que pudiera concentrarme en mi trabajo, mi teléfono sonó. Miré la pantalla y vi el nombre de Vivian Hart, la madre de Ivy.—Hola, Vivian —saludé, apoyándome en el respaldo de mi s
El aire en el aeropuerto estaba cargado de actividad, pero yo me movía en una burbuja de concentración. Los constantes anuncios por los altavoces, el murmullo de las conversaciones, incluso el ruido de las maletas rodando sobre el suelo parecía amortiguado mientras repasaba mentalmente cada detalle del evento. El mensaje de mi madre aún rondaba en mi mente, dándome una especie de serenidad que no había sentido en mucho tiempo. La frase "estamos orgullosos de ti" resonaba como un mantra, alejando por momentos la ansiedad que amenazaba con instalarse en mi pecho.Emma caminaba a mi lado, sosteniendo su tableta con una lista interminable de detalles por coordinar. Ella hablaba con calma, enumerando cada punto logístico, pero yo apenas escuchaba. Asentía de vez en cuando, sin apartar la vista de las puertas de embarque. Estar en movimiento, avanzar físicamente hacia el evento, me daba una falsa sensación de control.—Ivy, ¿me estás escuchando? —preguntó Emma, mirándome por encima de sus g
El auditorio estaba lleno, y la luz de los reflectores hacía que el calor pareciera intensificarse con cada minuto que pasaba. Sin embargo, cuando tomé el micrófono y di el primer paso hacia el centro del escenario, sentí cómo el peso de los nervios comenzaba a disiparse. Este era mi momento, y estaba decidida a demostrar que Hart Tech merecía estar en este espacio. Todo se reducía a este momento, a este espacio, y a las palabras que estaba a punto de compartir.Había repasado esta presentación incontables veces, y cada palabra estaba calculada para transmitir confianza y determinación. Mientras hablaba, mis ojos recorrían el público, buscando conectar con las miradas que me seguían con interés. Fue entonces cuando lo vi: Adrian. Estaba sentado hacia la mitad de la sala, con su habitual expresión de apoyo incondicional. Su sonrisa tranquila me reconfortó de una manera que no esperaba. Me recordé a mí misma que él creía en mí, y eso reforzó la confianza que tenía en mi y en mi proyecto