Capítulo 33

El dulce en mis manos parecía tan pequeño, tan sencillo, y sin embargo, era como si contuviera un mundo entero de recuerdos. Observé su color dorado, esa textura ligeramente granulosa que siempre me había fascinado de niña. Casi podía oír la voz suave de la abuela de Adrian diciéndome, como hacía siempre, “los mejores ingredientes se mezclan con paciencia, Ivy, no con prisa”. Cada uno de esos dulces llevaba su toque, su amor por la cocina y por los pequeños momentos de la vida.

Desenvolví el dulce lentamente, como si fuera un ritual, y me permití olerlo primero, dejando que el aroma llenara el aire. Esa mezcla de azúcar tostada y almendra, con ligeras notas de canela, me transportó a las tardes en el jardín de la casa de los abuelos de Adrian, donde pasábamos horas jugando, corriendo entre los árboles mientras sus padres y los míos hablaban sobre sus propias vidas y preocupaciones. Para nosotros, el mundo adulto era un susurro lejano, algo que no nos preocupaba en lo más mínimo mientr
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