A pesar de que intentaba concentrarme en Hart Tech. El silencio en mi apartamento era casi ensordecedor. La oscuridad de la noche se sentía pesada, como si el aire mismo estuviera lleno de pensamientos que se arremolinaban a mi alrededor, atrapándome en una red de emociones que no lograba desenredar.La imagen de Xander en el restaurante, con su acompañante atrapada entre sus brazos, era un eco incesante en mi mente. No había sido solo una escena casual, una simple coincidencia. No, era algo mucho más profundo, mucho más oscuro y enredado. Había algo en esa postura, en la forma en que su cuerpo acorralaba el espacio, que había activado algo en mí, una especie de alarma interna que no lograba desactivar.¿Por qué seguía afectándome tanto?En ese momento, tenía a Adrian a mi lado, un hombre que había demostrado ser el tipo de persona que cualquiera desearía tener cerca, alguien que me ofrecía estabilidad, cariño, y una presencia reconfortante. Y sin embargo, una mirada fugaz, una postura
Mi acompañante se aferraba a mis brazos, con su rostro hundido en mi pecho para ahogar cualquier sonido. Sonreí para mí mismo, disfrutando de sus intentos nerviosos por guardar silencio, aunque sabíamos que estábamos en un espacio privado. Este juego de control era algo que siempre me resultaba estimulante; esa mezcla de vulnerabilidad y sumisión en sus ojos era exactamente la reacción que buscaba.—¿Quieres decir algo? — bromeé en voz baja, viendo cómo sus ojos se agrandaban mientras su cuerpo se estremecía. Noté el leve rubor en sus mejillas y el modo en que sus dedos se aferraban a mi brazo, como si anclarse en mí le diera la seguridad que necesitaba. Una ligera risa escapó de mis labios, y me incliné hacia ella, hablando en un susurro casi íntimo, aunque más para reafirmar mi dominio que por genuino interés— Déjame llevarte a un lugar más privado.Ella me miró mordiéndose los labios. En sus ojos había cierto reproche seductor que me sacó una carcajada. La guié fuera del cubículo c
La madrugada se había convertido en un cúmulo de sensaciones satisfactorias. La noche había sido un despliegue de control y estrategia: primero con Ivy, después con la mujer que yacía a mi lado, completamente agotada. Había cerrado el círculo de la noche con un dominio total sobre cada escenario que había tocado. Todo había salido tal y como lo había planeado.De repente, una vibración en mi teléfono interrumpió mis pensamientos. Estaba a punto de ignorarla, pero el nombre en la notificación me hizo esbozar una sonrisa.Ivy Hart.Me acomodé contra la cabecera de la cama y desbloqueé el teléfono, mi acompañante dormía plácidamente a mi lado. Al leer el mensaje, una risa seca escapó de mis labios."Espero que hayas disfrutado el espectáculo. Gracias por tu ayuda."Así que quería hacerme creer que estaba a cargo. Interesante. Me tomé un momento para saborear sus palabras, como quien degusta un vino raro, disfrutando el sabor y el intento. Ivy trataba de mostrar que no estaba afectada, de
Sin embargo, mientras degustaba el sabor de la victoria, la silueta de un hombre captó mi atención. Al principio, la figura pasó desapercibida entre el vaivén de empleados y el bullicio de la entrada de Hart Tech, pero bastaron unos segundos para que mi mente lo registrara: era el mismo hombre que había acompañado a Ivy en el restaurante, el mismo que la había hecho reír y con el que había compartido miradas de complicidad. Se movía con naturalidad, como si estuviera en casa. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Por qué tenía tanta libertad para deambular en una empresa que yo estaba financiando?Por un instante, la estúpida idea de exigirle que se alejara de Ivy cruzó por mi mente.¿Qué te pasa, Alexander?, me regañé. Mi mandíbula se tensó mientras consideraba las implicaciones de un enfrentamiento directo. Pero no, un movimiento impulsivo no me daría la ventaja en esta partida. Control, Alexander, me recordé. Lo último que necesitaba era cometer un error por actuar sin pensar. Este juego no
La noche había sido un torbellino de emociones que, en su mayoría, preferiría olvidar. Al final, con el teléfono en la mano y el corazón acelerado, decidí enviarle un mensaje a Xander. Solo un par de palabras para intentar recuperar algo de control: “Espero que hayas disfrutado el espectáculo. Gracias por tu ayuda.” Una declaración, una despedida y, al mismo tiempo, una especie de escudo que, quizás, pudiera protegerme de la confusión que él dejaba tras de sí. Presioné “enviar” y solté un suspiro, queriendo convencerme de que con esas palabras estaba cerrando el capítulo, dejándolo claro.Por un momento, esperé una respuesta, algún tipo de réplica que me reafirmara que el control, aunque fuera en apariencia, seguía en mis manos. Pero el teléfono permaneció en silencio, y aunque intenté hacer a un lado el desasosiego que eso me producía, una parte de mí no pudo evitar sentirse atrapada en una expectativa frustrante. ¿Por qué no responde? pensé, sintiendo cómo la irritación sustituía po
El resto de la mañana la pasé pensando en la conversación con mi madre. En parte emocionada por la posibilidad de ver a mi padre y en parte preocupada por la misma razón. Había olvidado por completo la existencia de Xander, mientras mi atención se centraba en mantenerme calmada frente a cualquier opción que se presentara. Pero cuando lo vi entrar a la sala de juntas, con esa mirada que parecía diseccionar cada reacción mía, supe que la calma que intentaba proyectar era apenas una máscara. Cada paso que él daba hacia mí lo sentía como un desafío directo, un intento de despojarme de esa seguridad que me había forzado a construir durante toda la noche.Respiré hondo, esforzándome por mantener la compostura. —Gracias por venir. Quería que revisáramos algunos puntos importantes antes de viajar. Así que tu convocatoria me vino a la perfección.— La formalidad de mis palabras sonaba extraña incluso para mí, como si fuera un guion ensayado para mantenerlo a raya.Pero, como siempre, Xander sa
La puerta se cerró tras Xander, dejando en el aire una estela de su presencia, tan abrumadora como un perfume demasiado intenso. Me quedé de pie en la sala de juntas, inmóvil, intentando procesar el huracán de emociones que acababa de desatarse. La habitación, que hace solo unos minutos había sido un espacio profesional, ahora parecía impregnada de su esencia, como si cada rincón estuviera marcado por su voz y su cercanía invasiva.Respiré hondo, intentando calmar el tamborileo en mi pecho, pero el aire parecía espeso, casi irrespirable. Apreté los puños, notando que mis manos aún temblaban, un reflejo que no podía disimular ante mí misma, aunque quisiera. ¿Cómo era posible que en unos cuantos minutos hubiera logrado desestabilizarme de esta forma? Era frustrante… exasperante. Había pasado la noche intentando construir una barrera entre él y mi mente, tratando de convencerme de que podía cerrar el capítulo con ese mensaje, de que podía mantener el control. Y ahora,con solo un par de f
El dulce en mis manos parecía tan pequeño, tan sencillo, y sin embargo, era como si contuviera un mundo entero de recuerdos. Observé su color dorado, esa textura ligeramente granulosa que siempre me había fascinado de niña. Casi podía oír la voz suave de la abuela de Adrian diciéndome, como hacía siempre, “los mejores ingredientes se mezclan con paciencia, Ivy, no con prisa”. Cada uno de esos dulces llevaba su toque, su amor por la cocina y por los pequeños momentos de la vida.Desenvolví el dulce lentamente, como si fuera un ritual, y me permití olerlo primero, dejando que el aroma llenara el aire. Esa mezcla de azúcar tostada y almendra, con ligeras notas de canela, me transportó a las tardes en el jardín de la casa de los abuelos de Adrian, donde pasábamos horas jugando, corriendo entre los árboles mientras sus padres y los míos hablaban sobre sus propias vidas y preocupaciones. Para nosotros, el mundo adulto era un susurro lejano, algo que no nos preocupaba en lo más mínimo mientr