La voz de Adrian me resultaba tan relajante, que después de un rato logré olvidarme de la imagen de Xander. La conversación entre Adrian y yo, como siempre, se sentía tan natural como respirar. Desde que éramos niños habíamos tenido esa facilidad para entendernos. Cuando pienso en cómo empezó nuestra amistad, no puedo evitar sonreír. A veces parecía increíble cuánto habíamos cambiado, pero al mismo tiempo, cuánto seguíamos siendo los mismos.
—¿Recuerdas cuando nos conocimos en la escuela primaria? —dijo Adrian con una sonrisa nostálgica mientras jugueteaba con su copa de vino—. Era imposible no notar a la niña con las respuestas para todo en clase.
Reí, recordando esa época lejana. —Y tú eras el niño con el corte de cabello más horrible que he visto en mi vida —dije entre risas, logrando que él también se echara a reír—. ¡Cómo no iba a fijarme en ti!
La mujer frente a mí emanaba un aire de vulnerabilidad e inocencia que me resultaba estimulante. Esa mezcla de desconcierto y fascinación en sus ojos, como si estuviera frente a algo tan intimidante como atractivo, era justo lo que buscaba. Podía ver el ligero rubor en sus mejillas, el modo en que sus manos parecían no saber qué hacer, aferrándose nerviosamente al borde de la mesa, como si ese gesto la anclara en el momento. Ese tipo de reacción siempre había sido una confirmación de mi influencia, una prueba de que el control estaba, como siempre, en mis manos.Justo en ese instante, escuché una risa desde la planta baja. Su risa. Ivy. Reconocería ese sonido en cualquier lugar, aunque estuviera sumergido en el bullicio de la ciudad. La misma risa que había escuchado un par de veces en Hart Tech cuando Emma estaba en la oficina de Ivy. Una chispa de irritación se encendió en mi interior, como un fuego bajo
El resto de la cena pasó en un remolino de sensaciones contradictorias. Intenté sumergirme en la conversación con Adrian, aferrarme a esa paz y calidez que siempre me ofrecía, pero mi mente volvía constantemente a lo que había visto. Cada vez que mi mirada quería desviarse hacia el segundo piso, hacia esa cortina mal cerrada, me obligaba a concentrarme en el rostro de Adrian, en su sonrisa tranquila, en la suavidad de su voz. Pero aún así, el impacto de la escena de Xander seguía presente, como una sombra invisible, colándose en cada rincón de mi mente."¿Por qué me afecta tanto?", pensé, frustrada conmigo misma. Sabía que Xander tenía una habilidad especial para desestabilizarme, pero este era un lugar en el que no debería tener ningún poder sobre mí. Aquí, estaba con Adrian, mi amigo de toda la vida, la persona que siempre había creído en mí, que nunca había intentado controlarme ni manipularme. ¿Por qué entonces, la simple presencia de Xander podía alterar todo en un instante? Era
A pesar de que intentaba concentrarme en Hart Tech. El silencio en mi apartamento era casi ensordecedor. La oscuridad de la noche se sentía pesada, como si el aire mismo estuviera lleno de pensamientos que se arremolinaban a mi alrededor, atrapándome en una red de emociones que no lograba desenredar.La imagen de Xander en el restaurante, con su acompañante atrapada entre sus brazos, era un eco incesante en mi mente. No había sido solo una escena casual, una simple coincidencia. No, era algo mucho más profundo, mucho más oscuro y enredado. Había algo en esa postura, en la forma en que su cuerpo acorralaba el espacio, que había activado algo en mí, una especie de alarma interna que no lograba desactivar.¿Por qué seguía afectándome tanto?En ese momento, tenía a Adrian a mi lado, un hombre que había demostrado ser el tipo de persona que cualquiera desearía tener cerca, alguien que me ofrecía estabilidad, cariño, y una presencia reconfortante. Y sin embargo, una mirada fugaz, una postura
Mi acompañante se aferraba a mis brazos, con su rostro hundido en mi pecho para ahogar cualquier sonido. Sonreí para mí mismo, disfrutando de sus intentos nerviosos por guardar silencio, aunque sabíamos que estábamos en un espacio privado. Este juego de control era algo que siempre me resultaba estimulante; esa mezcla de vulnerabilidad y sumisión en sus ojos era exactamente la reacción que buscaba.—¿Quieres decir algo? — bromeé en voz baja, viendo cómo sus ojos se agrandaban mientras su cuerpo se estremecía. Noté el leve rubor en sus mejillas y el modo en que sus dedos se aferraban a mi brazo, como si anclarse en mí le diera la seguridad que necesitaba. Una ligera risa escapó de mis labios, y me incliné hacia ella, hablando en un susurro casi íntimo, aunque más para reafirmar mi dominio que por genuino interés— Déjame llevarte a un lugar más privado.Ella me miró mordiéndose los labios. En sus ojos había cierto reproche seductor que me sacó una carcajada. La guié fuera del cubículo c
La madrugada se había convertido en un cúmulo de sensaciones satisfactorias. La noche había sido un despliegue de control y estrategia: primero con Ivy, después con la mujer que yacía a mi lado, completamente agotada. Había cerrado el círculo de la noche con un dominio total sobre cada escenario que había tocado. Todo había salido tal y como lo había planeado.De repente, una vibración en mi teléfono interrumpió mis pensamientos. Estaba a punto de ignorarla, pero el nombre en la notificación me hizo esbozar una sonrisa.Ivy Hart.Me acomodé contra la cabecera de la cama y desbloqueé el teléfono, mi acompañante dormía plácidamente a mi lado. Al leer el mensaje, una risa seca escapó de mis labios."Espero que hayas disfrutado el espectáculo. Gracias por tu ayuda."Así que quería hacerme creer que estaba a cargo. Interesante. Me tomé un momento para saborear sus palabras, como quien degusta un vino raro, disfrutando el sabor y el intento. Ivy trataba de mostrar que no estaba afectada, de
Sin embargo, mientras degustaba el sabor de la victoria, la silueta de un hombre captó mi atención. Al principio, la figura pasó desapercibida entre el vaivén de empleados y el bullicio de la entrada de Hart Tech, pero bastaron unos segundos para que mi mente lo registrara: era el mismo hombre que había acompañado a Ivy en el restaurante, el mismo que la había hecho reír y con el que había compartido miradas de complicidad. Se movía con naturalidad, como si estuviera en casa. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Por qué tenía tanta libertad para deambular en una empresa que yo estaba financiando?Por un instante, la estúpida idea de exigirle que se alejara de Ivy cruzó por mi mente.¿Qué te pasa, Alexander?, me regañé. Mi mandíbula se tensó mientras consideraba las implicaciones de un enfrentamiento directo. Pero no, un movimiento impulsivo no me daría la ventaja en esta partida. Control, Alexander, me recordé. Lo último que necesitaba era cometer un error por actuar sin pensar. Este juego no
La noche había sido un torbellino de emociones que, en su mayoría, preferiría olvidar. Al final, con el teléfono en la mano y el corazón acelerado, decidí enviarle un mensaje a Xander. Solo un par de palabras para intentar recuperar algo de control: “Espero que hayas disfrutado el espectáculo. Gracias por tu ayuda.” Una declaración, una despedida y, al mismo tiempo, una especie de escudo que, quizás, pudiera protegerme de la confusión que él dejaba tras de sí. Presioné “enviar” y solté un suspiro, queriendo convencerme de que con esas palabras estaba cerrando el capítulo, dejándolo claro.Por un momento, esperé una respuesta, algún tipo de réplica que me reafirmara que el control, aunque fuera en apariencia, seguía en mis manos. Pero el teléfono permaneció en silencio, y aunque intenté hacer a un lado el desasosiego que eso me producía, una parte de mí no pudo evitar sentirse atrapada en una expectativa frustrante. ¿Por qué no responde? pensé, sintiendo cómo la irritación sustituía po
Si algo he aprendido en mis años como emprendedora es que los tiburones no nadan solos. Aparecen en silencio, cazan en grupo y, cuando te has dado cuenta de su presencia, ya es demasiado tarde. Me he pasado la vida construyendo una empresa en un mar lleno de depredadores, pero nunca pensé que uno de ellos intentaría reclamarme como si fuera un trofeo.El inicio de todo fue el peor lunes de mi vida. Ahí estaba yo, en la sala de juntas de mi pequeña pero prometedora startup, tratando de convencer a mis socios de que necesitábamos financiación externa para lanzar nuestro nuevo software de ciberseguridad. Había pasado semanas organizando reuniones con posibles inversores, y la respuesta era la misma: “Tienes potencial, Ivy, pero aún te falta crecer”. Me quedaba una última carta, una que prefería no jugar.Xander Blackwood.El nombre en sí provocaba reacciones en la industria. Algunos lo llamaban visionario; otros, depredador. Su éxito era indiscutible, y la cantidad de ceros en su cuenta