Capítulo 21

El restaurante que Adrian había elegido era perfecto, un lugar pequeño y acogedor, escondido en una esquina tranquila de la ciudad. Las luces tenues y la decoración de madera cálida creaban una atmósfera íntima, como si el tiempo se hubiese detenido solo para nosotros. No había multitudes, ni ruido, solo un par de mesas ocupadas y un murmullo suave que nos permitía conversar sin prisas.

El espacio principal era como una pequeña plaza interior, con algunas mesas dispuestas en el centro bajo una luz cálida que caía como un halo dorado. Alrededor de esta área abierta, en el segundo piso, se distribuían unos cubículos más privados, como balcones pequeños que se asomaban al centro. Desde esos cubículos se podía ver el área de la “plaza”, y su diseño sugería que eran espacios reservados para reuniones íntimas o celebraciones privadas. Las cortinas de lino en cada cubículo le daban un toque de privacidad sin aislar totalmente a los comensales del ambiente del restaurante.

Desde nuestra mesa,
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