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Capítulo 2. La inauguración.

Uno de los empresarios más grandes del país está por celebrar la inauguración de su nuevo proyecto; un hotel. Andrés Terrence es un hombre tan sumergido en sus negocios que pasa poco tiempo en casa, dejando al olvido a su única hija; Emilia Terrence. Rodeado de conferencias, ruedas de prensa y largos viajes de trabajos, se prepara hoy en su mansión para dar una gran fiesta en un gran club ubicado en una zona muy popular.

—Emilia, ¿Vas a asistir a la celebración? — pregunta el padre, mientras se acomoda la corbata frente al espejo de la sala.

Emilia asiente con su cabeza, mientras lo observa con algo de nostalgia. Se acerca a él al percatarse que la corbata está quedando algo chueca y le ayuda a fijarla bien.

Andrés la mira con tristeza, le llega un flashback de cuando su esposa le hacía justo lo mismo antes de irse a trabajar. Le regalaba una sonrisa amable y luego un beso de despedida el cual lo hacía sentir como el hombre más afortunado del mundo, pero al parpadear se dio cuenta que la realidad es otra, su esposa no está y su hija es quien le acomoda la corbata.

Andrés se retira con algo de disgusto y se marcha a su habitación, no sin antes recordarle que deben estar antes de las nueve de la noche en el club.

Emilia siente nuevamente el rechazo de su padre, nunca hablan sobre nada, las únicas palabras que cruzan son ‘’buenos días, buenas noches’’ o algún otro pendiente que tengan en el día.

No siempre fue así, antes de que la madre de Emilia falleciera, la familia Terrence era como cualquier otra familia; desayunos en la mesa, charlas de ‘’como te va en el día’’, la felicidad traspasaba las paredes de la casa… luego de su muerte, Emilia y Andrés están tan distanciados que pocas veces se cruzan.

Esta lejanía mantiene a Emilia en un estado constante de tristeza, nostalgia y algo de soledad. Ella planeo estudiar en la universidad la carrera que había estudiado su madre, quería ser abogada, pero con todo lo que pasó luego de su muerte ella prefirió mantenerse alejada de las decisiones importantes por ahora.

Emilia aprovecha que su padre se marcha muy temprano a su trabajo para ella poder asistir a sus consultas con la psicóloga, la idea fue de una amiga virtual con la cual habla esporádicamente, la amiga le aconsejo que la mejor forma de lidiar con un trauma es hablarlo con un profesional, ella también había perdido a alguien importante y la psicóloga le ayudo muchísimo con todo ese proceso.

Durante todo el trayecto Emilia le envió un mensaje a su amiga.

‘’ ¿Estas segura que es una buena psicóloga?’’

’Te lo juro Emi, ve con ella que te solucionará la vida. ’’

’Mmm creo que exageras un poco. ’’

‘’Quizá, pero solo lo averiguas si vas y lo compruebas tu misma. ‘’

Al llegar Emilia sintió un nudo en el estómago, las manos le sudaban un poco, pero respiro profundo y decidió entrar en dicho consultorio donde la esperaba con una sonrisa amable y una mirada suave aquella psicóloga.

—Un placer conocerte, Emilia. —le estrecha la mano— me llamo Erika.

—Un gusto, Erika.

Ambas toman asiento y Erika toma una pequeña libreta donde hace anotaciones.

—Cuéntame, Emilia ¿Por qué has venido hoy?

—Yo… perdí a mi madre hace dos años.

—Entiendo.

—Pensé que el luto debería durar unas cuantas semanas y luego la vida continua, pero sigo estando estancada en el mismo lugar, siento que estoy en ese primer dia que recibi la noticia de que ella falleció…

—Emilia, los lutos son como una montaña rusa emocional, no tienen reglas, no tienen un patrón fijo que todos viven. Puede que te despiertes una mañana feliz; radiante, descubriendo las maravillas del universo, con la suficiente energía como para comerte al mundo y al otro día te levantas con el sentimiento más horrible; ese nudo en el estómago y la presión en tu garganta, conteniendo las lágrimas para no llorar, pararte de la cama parece incluso el acto más difícil del mundo y a penas puedes respirar— observa con detenimiento a Emilia.

Emilia deja salir un par de lágrimas por sus mejillas, Erika le pasa un pañuelo para que este mas cómoda.

—Pero han pasado dos años…— con voz baja y entre cortada.

—Es normal que te sientas así, dos años, diez años, una semana. El luto no tiene fecha límite de normalidad— confiesa Erika.

Emilia se calmó un poco, que una profesional de la salud mental diga que lo que siente en el pecho es normal le hace sentir segura. Paso noches enteras sintiéndose culpable de que quizá está exagerando con sentirse triste, demasiado triste como para tomar decisiones sobre su futuro.

—No he querido ir a la universidad aun, todo eso me hace sentir agobiada— inquiere Emilia.

Erika le paso un vaso con agua a Emilia y continúo explicando:

— La universidad no ira a ningún lado, tomate el tiempo que consideres correcto. Cuando queremos lograr una meta grande primero empezamos con pasos pequeños, así aseguramos el terreno.

—¿Pasos pequeños?

—Así es, antes de ir a la universidad primero sal un día con tus amigos, antes de ir a la universidad, ve al cine un día… ¿Te parece?

—Entiendo… Mi padre tiene una celebración hoy, ¿Sería conveniente ir?

—Solo si tú estás de acuerdo, no hagas nada que no quieras hacer.

Emilia asintió, la respuesta era más que clara. Dar pasos pequeños para poder llegar a una meta grande. No se sintió del todo lista para hablar sobre su padre, ese tema es algo que le duele, que no sabe qué respuesta le darán y pensar que quizá su propio padre la rechaza le hace sentir muchísimo peor. Como si hubiesen fallecido ambos para ella.

Salió del consultorio sintiendo un peso menos en su alma, como una curita a una gran herida. No estaba feliz del todo, pero por algo se empieza.

Le marcó a su amiga virtual, Camila, para hacerle saber que estaba en lo correcto.

—¡Tenías razón, Camila!

—Lo sé, yo nunca me equivoco.

—Todo lo que me dijo fue… se sintió como algo revelador.

—Ella es mágica con sus palabras, por más cliché que suenen, ella las hace sentir especiales.

—Si, oye… hablando de especiales, ¿Cuándo nos veremos en persona? Hemos hablado por años por teléfono.

—No lo sé, yo aún no estoy lista para dar ese paso grande. Tengo Trastorno de ansiedad social, Emi.

—Oh— bajo la voz, algo desanimada.

—Lo siento.

—No te preocupes Camila, un paso a la vez.

Ambas rieron y colgaron.

Emilia llego a su casa, fue directo a su habitación para elegir algún atuendo elegante para dicha celebración y encendió el televisor para así tener ruido de fondo.

Mientras elegía de su closet algunos vestidos deslizo su mirada hasta el televisor al escuchar la noticia de la mañana.

‘’Una mujer de veintitrés años de edad es encontrada sin vida en el lago de la plaza Bonevent, la mujer se encontraba desnuda y con claras marcas de moretones en sus brazos, piernas y hematomas en su cuello. Los forenses aun no determinan la causa de la muerte…’’

Emilia quedó en shock por esa noticia, ya sería la chica número cinco que encuentran muerta en la calle. Sin embargo esa noticia no la detuvo a continuar con su plan, decidió apagar el televisor para así poder arreglarse con más calma.

Ya daban las nueve de la noche y llama a su chofer para que la lleven hasta el evento de su padre. Al llegar observa a una multitud increíble; paparazis y muchas personas famosas e importantes, con sus trajes elegantes y copas de champán y vino en sus manos.

Emilia camino rápido para no llamar la atención de nadie, pero fue imposible. Todos reconocían a la hija del famoso empresario Andrés Terrence.

—Emilia, que guapa estas— la saluda una señora cuyo rostro no se le hace familiar.

—Gracias, igualmente— le sonríe Emilia, intentando ser amable y zafarse de la situación.

Uno tras otro llegaban y la saludaban con abrazos  y besos en las mejillas. Para cuando logro entrar en la mansión del club ya habían pasado casi tres horas. Tres horas de solo saludar a un montón de desconocidos.

Las luces que cambiaban de color, la música muy alta y las personas bailando la hacen ahogarse. Al tratar de salir de ahí se encuentra con su padre.

—Llegaste tarde, Emilia. —refuta.

—Padre yo… —le intenta explicar.

—Pareciera que no te importara nada de lo que hago por esta familia.

—No es así, sabes que no es así…—bajando la mirada.

—Quedé como un idiota al dar la charla y hablar de familia sin tenerte ahí a mi lado como lo habíamos hablado. Eres una egoísta.

—Padre… — Emilia sintió la mirada de decepción de su padre, este se marchó y la dejo ahí en el medio de la multitud, sola.

Emilia con las lágrimas a punto de salir, corre rápidamente hasta una de las habitaciones y se asoma al balcón que tiene la vista a la playa. Afinca sus manos en el borde del balcón y deja salir sus lágrimas.

—No sé qué hacer para que este sentimiento se vaya… definitivamente este fue un paso muy grande, fue demasiado para mí. — dice para sí misma.

De la nada escucha la puerta de la habitación abrirse con fuerza y cerrarse al mismo tiempo, al asomarse ve a un hombre besando con mucha pasión a una mujer. Emilia se siente apenada y sin saber cómo reaccionar ante tal acto, un hombre besando a una mujer, ambos en notorio estado de ebriedad, ¿Qué debería hacer? Se quedó paralizada.

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