Uno de los empresarios más grandes del país está por celebrar la inauguración de su nuevo proyecto; un hotel. Andrés Terrence es un hombre tan sumergido en sus negocios que pasa poco tiempo en casa, dejando al olvido a su única hija; Emilia Terrence. Rodeado de conferencias, ruedas de prensa y largos viajes de trabajos, se prepara hoy en su mansión para dar una gran fiesta en un gran club ubicado en una zona muy popular.
—Emilia, ¿Vas a asistir a la celebración? — pregunta el padre, mientras se acomoda la corbata frente al espejo de la sala. Emilia asiente con su cabeza, mientras lo observa con algo de nostalgia. Se acerca a él al percatarse que la corbata está quedando algo chueca y le ayuda a fijarla bien. Andrés la mira con tristeza, le llega un flashback de cuando su esposa le hacía justo lo mismo antes de irse a trabajar. Le regalaba una sonrisa amable y luego un beso de despedida el cual lo hacía sentir como el hombre más afortunado del mundo, pero al parpadear se dio cuenta que la realidad es otra, su esposa no está y su hija es quien le acomoda la corbata. Andrés se retira con algo de disgusto y se marcha a su habitación, no sin antes recordarle que deben estar antes de las nueve de la noche en el club. Emilia siente nuevamente el rechazo de su padre, nunca hablan sobre nada, las únicas palabras que cruzan son ‘’buenos días, buenas noches’’ o algún otro pendiente que tengan en el día. No siempre fue así, antes de que la madre de Emilia falleciera, la familia Terrence era como cualquier otra familia; desayunos en la mesa, charlas de ‘’como te va en el día’’, la felicidad traspasaba las paredes de la casa… luego de su muerte, Emilia y Andrés están tan distanciados que pocas veces se cruzan. Esta lejanía mantiene a Emilia en un estado constante de tristeza, nostalgia y algo de soledad. Ella planeo estudiar en la universidad la carrera que había estudiado su madre, quería ser abogada, pero con todo lo que pasó luego de su muerte ella prefirió mantenerse alejada de las decisiones importantes por ahora. Emilia aprovecha que su padre se marcha muy temprano a su trabajo para ella poder asistir a sus consultas con la psicóloga, la idea fue de una amiga virtual con la cual habla esporádicamente, la amiga le aconsejo que la mejor forma de lidiar con un trauma es hablarlo con un profesional, ella también había perdido a alguien importante y la psicóloga le ayudo muchísimo con todo ese proceso. Durante todo el trayecto Emilia le envió un mensaje a su amiga.‘’ ¿Estas segura que es una buena psicóloga?’’ ‘’Te lo juro Emi, ve con ella que te solucionará la vida. ’’ ‘’Mmm creo que exageras un poco. ’’‘’Quizá, pero solo lo averiguas si vas y lo compruebas tu misma. ‘’Al llegar Emilia sintió un nudo en el estómago, las manos le sudaban un poco, pero respiro profundo y decidió entrar en dicho consultorio donde la esperaba con una sonrisa amable y una mirada suave aquella psicóloga. —Un placer conocerte, Emilia. —le estrecha la mano— me llamo Erika. —Un gusto, Erika. Ambas toman asiento y Erika toma una pequeña libreta donde hace anotaciones. —Cuéntame, Emilia ¿Por qué has venido hoy? —Yo… perdí a mi madre hace dos años. —Entiendo. —Pensé que el luto debería durar unas cuantas semanas y luego la vida continua, pero sigo estando estancada en el mismo lugar, siento que estoy en ese primer dia que recibi la noticia de que ella falleció… —Emilia, los lutos son como una montaña rusa emocional, no tienen reglas, no tienen un patrón fijo que todos viven. Puede que te despiertes una mañana feliz; radiante, descubriendo las maravillas del universo, con la suficiente energía como para comerte al mundo y al otro día te levantas con el sentimiento más horrible; ese nudo en el estómago y la presión en tu garganta, conteniendo las lágrimas para no llorar, pararte de la cama parece incluso el acto más difícil del mundo y a penas puedes respirar— observa con detenimiento a Emilia. Emilia deja salir un par de lágrimas por sus mejillas, Erika le pasa un pañuelo para que este mas cómoda. —Pero han pasado dos años…— con voz baja y entre cortada. —Es normal que te sientas así, dos años, diez años, una semana. El luto no tiene fecha límite de normalidad— confiesa Erika. Emilia se calmó un poco, que una profesional de la salud mental diga que lo que siente en el pecho es normal le hace sentir segura. Paso noches enteras sintiéndose culpable de que quizá está exagerando con sentirse triste, demasiado triste como para tomar decisiones sobre su futuro. —No he querido ir a la universidad aun, todo eso me hace sentir agobiada— inquiere Emilia. Erika le paso un vaso con agua a Emilia y continúo explicando: — La universidad no ira a ningún lado, tomate el tiempo que consideres correcto. Cuando queremos lograr una meta grande primero empezamos con pasos pequeños, así aseguramos el terreno. —¿Pasos pequeños? —Así es, antes de ir a la universidad primero sal un día con tus amigos, antes de ir a la universidad, ve al cine un día… ¿Te parece? —Entiendo… Mi padre tiene una celebración hoy, ¿Sería conveniente ir? —Solo si tú estás de acuerdo, no hagas nada que no quieras hacer. Emilia asintió, la respuesta era más que clara. Dar pasos pequeños para poder llegar a una meta grande. No se sintió del todo lista para hablar sobre su padre, ese tema es algo que le duele, que no sabe qué respuesta le darán y pensar que quizá su propio padre la rechaza le hace sentir muchísimo peor. Como si hubiesen fallecido ambos para ella. Salió del consultorio sintiendo un peso menos en su alma, como una curita a una gran herida. No estaba feliz del todo, pero por algo se empieza. Le marcó a su amiga virtual, Camila, para hacerle saber que estaba en lo correcto. —¡Tenías razón, Camila! —Lo sé, yo nunca me equivoco. —Todo lo que me dijo fue… se sintió como algo revelador. —Ella es mágica con sus palabras, por más cliché que suenen, ella las hace sentir especiales. —Si, oye… hablando de especiales, ¿Cuándo nos veremos en persona? Hemos hablado por años por teléfono. —No lo sé, yo aún no estoy lista para dar ese paso grande. Tengo Trastorno de ansiedad social, Emi. —Oh— bajo la voz, algo desanimada. —Lo siento. —No te preocupes Camila, un paso a la vez. Ambas rieron y colgaron. Emilia llego a su casa, fue directo a su habitación para elegir algún atuendo elegante para dicha celebración y encendió el televisor para así tener ruido de fondo. Mientras elegía de su closet algunos vestidos deslizo su mirada hasta el televisor al escuchar la noticia de la mañana. ‘’Una mujer de veintitrés años de edad es encontrada sin vida en el lago de la plaza Bonevent, la mujer se encontraba desnuda y con claras marcas de moretones en sus brazos, piernas y hematomas en su cuello. Los forenses aun no determinan la causa de la muerte…’’ Emilia quedó en shock por esa noticia, ya sería la chica número cinco que encuentran muerta en la calle. Sin embargo esa noticia no la detuvo a continuar con su plan, decidió apagar el televisor para así poder arreglarse con más calma. Ya daban las nueve de la noche y llama a su chofer para que la lleven hasta el evento de su padre. Al llegar observa a una multitud increíble; paparazis y muchas personas famosas e importantes, con sus trajes elegantes y copas de champán y vino en sus manos. Emilia camino rápido para no llamar la atención de nadie, pero fue imposible. Todos reconocían a la hija del famoso empresario Andrés Terrence. —Emilia, que guapa estas— la saluda una señora cuyo rostro no se le hace familiar. —Gracias, igualmente— le sonríe Emilia, intentando ser amable y zafarse de la situación. Uno tras otro llegaban y la saludaban con abrazos y besos en las mejillas. Para cuando logro entrar en la mansión del club ya habían pasado casi tres horas. Tres horas de solo saludar a un montón de desconocidos. Las luces que cambiaban de color, la música muy alta y las personas bailando la hacen ahogarse. Al tratar de salir de ahí se encuentra con su padre. —Llegaste tarde, Emilia. —refuta. —Padre yo… —le intenta explicar. —Pareciera que no te importara nada de lo que hago por esta familia. —No es así, sabes que no es así…—bajando la mirada. —Quedé como un idiota al dar la charla y hablar de familia sin tenerte ahí a mi lado como lo habíamos hablado. Eres una egoísta. —Padre… — Emilia sintió la mirada de decepción de su padre, este se marchó y la dejo ahí en el medio de la multitud, sola. Emilia con las lágrimas a punto de salir, corre rápidamente hasta una de las habitaciones y se asoma al balcón que tiene la vista a la playa. Afinca sus manos en el borde del balcón y deja salir sus lágrimas. —No sé qué hacer para que este sentimiento se vaya… definitivamente este fue un paso muy grande, fue demasiado para mí. — dice para sí misma. De la nada escucha la puerta de la habitación abrirse con fuerza y cerrarse al mismo tiempo, al asomarse ve a un hombre besando con mucha pasión a una mujer. Emilia se siente apenada y sin saber cómo reaccionar ante tal acto, un hombre besando a una mujer, ambos en notorio estado de ebriedad, ¿Qué debería hacer? Se quedó paralizada.El príncipe había decidido escabullirse de su obstinada madre, escapándose a una fiesta de la alta sociedad como era de acostumbrarse, una supuesta inauguración donde él decidió que la pasaría mucho mejor que todos al revolcarse con cuantas mujeres pueda y quiera. Llego en su limosina y evitando a la multitud se fue directo al salón de la mansión donde tomo dos copas de vino para estar al mismo nivel de ebriedad que las chicas que ya se encontraban ahí. Observa de reojo las futuras víctimas y se dirige a una de ellas; mujer de cabello castaño claro, ojos verdes y vestido muy corto que no deja nada a la imaginación. Le invito un trago, esta de forma inmediata lo reconoció. —Su alteza— le hizo una pequeña reverencia, pero el príncipe la interrumpe y la mira con desagrado. —No hagas eso— presiono su mandíbula de la rabia— estoy aquí escondido, ¿puedes no ser tan obvia? —Oh— sonríe y se coloca el dedo índice en sus labios de forma picara para guardar el secreto— seré una tumba. —Así
Pasaron los días y Emilia asistía con normalidad a las citas con la psicóloga, se siente más calmada con toda la situación, aunque su padre y ella ya no hablan desde la inauguración y debido a su horario tan complejo, Emilia básicamente casi ni lo ve durante el día. Mientras que el príncipe Henry pasa el día en su habitación, con un par de mujeres que danzan desnudas con un par de botellas de vino, ebrias y felices cuando el detective Stan aparece en su habitación abriendo la puerta de par en par. Henry se levanta rápidamente y manda a las mujeres a que se marchen del castillo. Stan le da un sobre amarillo a Henry con información dentro. — ¿La encontraste? — cuestiona con una mirada de emoción y nervios. —Si. Se llama Emilia Terrence, tiene diecinueve años.— Emilia— murmura su nombre con fascinación— ¿Por qué no está aquí? —con mirada fulminante.—Fue fácil localizarla, pero será difícil traerla sin represarías, es la hija de un millonario empresario del país. — ¿Millonario empr
Andrés se dejó caer al suelo justo en frente de su hija, mientras lloraba acariciaba el cabello con manchas de rojo sangre y quitando los trozos grandes de vidrio. —Lo siento mucho Emilia, lo siento tanto— sollozaba con cada vidrio que le quitaba, admirando su rostro palidecido y recordando como era de niña, como su esposa y él lo tenían todo. Aunque se sentía mal por su decisión, no se detuvo un momento a pensarlo, estaba más que seguro de que lo que quería hacer está bien, está correcto.Al menos eso intentaba decirse a sí mismo para no sentirse culpable. Elegir la estabilidad económica por encima de todo, esa fue su mejor decisión hasta ahora según él. Monto como pudo a Emilia en la cajuela, atada de manos y pies, y encendió su auto, conduciendo hasta el castillo. Los guardias ya esperaban su llegada, haciendo que pase directamente hasta el jardín de la parte de atrás del castillo. La reina no podía saber nada de lo que Henry planeaba, así que debían actuar rápido bajo la luz de
Emilia despertó con dificultad, sentía adormecida la mitad de su rostro, sus manos temblaban un poco y también tenía frío. Al abrir sus ojos se encontró en una habitación desconocida, acostada en una cama y usando una bata de seda color rosa. « ¿Qué está pasando?» pensó, mientras miraba a su alrededor con bastante miedo.Su cabeza no paraba de doler, cuando acaricio un poco con su mano pudo sentir una pequeña banda cubriéndole parte de la cabeza. En eso entro en la habitación una mujer con uniforme de mucama, una de las empleadas del castillo con una bandeja de desayuno. —Buenos días— saludo, sin hacer contacto visual con Emilia. — le recomiendo no tocarse la herida de su cabeza. — ¿Dónde estoy? ¿Quién es usted?— la mujer simplemente la ignoró. Emilia comenzó a desesperarse un poco, se levantó de prisa de la cama, pero se encontró con unas cadenas en sus tobillos que la mantenían atada la cama, la cadena era de algunos centímetros de largo, lo cual le permitía desplazarse, pero no
La reina estaba algo nerviosa por conocer a la que sería la nueva esposa de su hijo, sin embargo, como era de esperarse, el príncipe Henry estaba en su habitación repleta de botellas de alcohol y un par de mujeres desnudas acostadas en la cama junto con él. La reina entró furiosa, ordenando a sus mucamas a qué levantaran todo el desastre. —Henry, ¡Levántate! —¿Que te sucede, madre? Esas no son formas de despertar al futuro rey. —¿Futuro rey? Estás cochinadas no las hace un futuro rey y menos alguien que me contó que ya tiene a una mujer para casarse... ¿Me estás tomando el pelo? —Madre, ¿Que no puedo tener una despedida de soltero como todos los hombres antes de casarse?— le reclamó con sarcasmo, dejando salir una sonrisa burlona en su rostro. La reina con su bastón golpeó la cama varias veces para que las mujeres se despertasen y se fueran, ambas corrieron por sus ropas que estaban tendidas en el suelo y salieron haciendo reverencias a la reina, bastantes apenadas por la terribl
Emilia está preparada, vestida, maquillada y con el corazón latiendo tan fuerte como nunca. Nerviosa por no saber lo que le depara la vida. Al terminar ella se detiene frente a un espejo que le trajo la misma mucama para mirarse, no le gusta lo que vé. —Estás hermosa. El príncipe Henry no tiene malos gustos. —Si eres su sirvienta ¿Por qué me das consejos? — se giro para ver el rostro de aquella mujer cuyo nombre no sabe aún. —Porque alguna vez fui como tú— sus ojos se volvieron brillosos, como si quisiera llorar—. Ahora vamos, no hay tiempo que perder. Ambas se dirigen hasta la oficina del príncipe, (escoltadas por un par de guardias reales) el cual esperaba sentado en su escritorio pacientemente, fumándose una pequeña pipa con especias de sabor a canela. La mucama toca la puerta y le dice que pase. Emilia se adentra con miedo a la oficina y la mucama se marcha, dejándole una última mirada de tristeza y nostalgia. La puerta se cierra, Emilia se queda paralizada en medio de la of
El príncipe Henry y Emilia llegan al salón principal donde la reina espera la presentación oficial de la mujer que el príncipe consideraba como su prometida. Las puertas del salón se abrieron de par en par gracias a los sirvientes que los esperaban, el príncipe llegó con Emilia, ambos tomados de la mano. —Madre— saludo, dándose un beso en cada mejilla. —Hijo querido, ¿ella la afortunada?— le pregunto admirando a la mujer detrás de él.« ¿Afortunada dice? Si esta es la lotería, debería ser la lotería del diablo» —Te presento a Emilia Terrence, mi prometida.La acerca más a su lado. Emilia mirando al suelo se acerca y le hace una reverencia a la reina. No puede arriesgarse a hacer enojar al príncipe, quien la amenazó minutos antes con matarla a ella y a su padre, no quería eso, ¿tenía que fingir estar bien con esto? Sí, le tocaba aparentar estar bien si eso la mantendría con vida. —Un placer su majestad. La reina sonríe halagada y la mira de arriba abajo. Notando que tiene algunas
Habían pasado los días, el príncipe mantenía a Emilia encerrada en la habitación como castigo por su intento fallido de escapar, no quería golpearla porque en la boda tendría muchos ojos encima de ella y un reportaje sobre violencia domestica seria su fin como rey. Le enviaban comida y se bañaba bajo supervisión de un guardia y la mucama, Emilia soportó todo callada, no quería otra golpiza ni mucho menos provocar la furia del príncipe, puede decir que ya aprendió la lección. Un día antes de la boda la mucama entró a la habitación, se sentó al lado de Emilia y le contó la historia de como ella cayó en ese castillo. Le contó que el príncipe Henry hizo negocios con su familia, le ofreció dinero a cambio de sus hijas pequeñas, necesitaba mucamas y sirvientas obedientes y sumisas, mujeres que no protestarán ante ninguna orden. Que mejor que criar a tus futuras empleadas bajo el régimen de tortura y manipulación desde pequeñas. La familia de la mucama acepto el dinero, eran gente de poco