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Capítulo 5. Llegada al castillo.

Andrés se dejó caer al suelo justo en frente de su hija, mientras lloraba acariciaba el cabello con manchas de rojo sangre y quitando los trozos grandes de vidrio.

—Lo siento mucho Emilia, lo siento tanto— sollozaba con cada vidrio que le quitaba, admirando su rostro palidecido y recordando como era de niña, como su esposa y él lo tenían todo.

Aunque se sentía mal por su decisión, no se detuvo un momento a pensarlo, estaba más que seguro de que lo que quería hacer está bien, está correcto.

Al menos eso intentaba decirse a sí mismo para no sentirse culpable. Elegir la estabilidad económica por encima de todo, esa fue su mejor decisión hasta ahora según él.

Monto como pudo a Emilia en la cajuela, atada de manos y pies, y encendió su auto, conduciendo hasta el castillo. Los guardias ya esperaban su llegada, haciendo que pase directamente hasta el jardín de la parte de atrás del castillo. La reina no podía saber nada de lo que Henry planeaba, así que debían actuar rápido bajo la luz de la luna.

Henry está ansioso caminando de un lado a otro en su habitación, emocionado imaginando todo lo que le quiere hacer a Emilia, cuando su guardia le llega con la noticia de que los Terrence están aquí. Henry sale eufórico hasta el jardín y aplaude a Andrés.

—Excelente decisión, mi estimado Andrés. — abre la cajuela y observa a Emilia todavía inconsciente. — ¿Qué le hiciste? Tiene sangre en la cabeza. — algo preocupado.

—Tuve que…— se le quebró la voz— tuve que golpearle con una botella de vino.

— ¿Estás ebrio? — con una risa burlona.

Henry estaba deleitándose con todo esto, ver como los límites morales de Andrés se quebraban solo por un par de billetes no tenía precio.

Andrés cerró sus ojos con decepción, recordando como tuvo que golpear a su hija, sintiendo ese nudo en el pecho que le produce una sensación de asco por sus acciones.

—Todo tiene un precio, ¿No? — dijo Andrés, manteniendo la mirada fija en el príncipe. Ocultando sus sentimientos.

—Así es, todos ustedes tienen precios, no importa que tan millonario seas, al final siempre el diablo retira sus cuentas— le da un par de palmadas en el hombro y le ordena a sus guardias a que retiren a Emilia de la cajuela y la lleven a una habitación destinada a ella.

Andrés se acerca al príncipe antes de que este se marchara.

—¿Con esto todo está en orden?

El príncipe lo mira con desdén.

—Si… por ahora. — y continua su camino.

Andrés se monta en el auto y por el espejo del retrovisor observa como su hija Emilia es tomada en brazos por unos guardias y llevada dentro del castillo, sin saber que más le sucederá, o que pasara con ella.

El príncipe observa fascinado como Emilia, aun inconsciente, luce tan hermosa, destella luz y tranquilidad.

—Es como una mariposa que revolotea tranquila por el bosque, inocente de su infierno… me encanta— acaricia su cabello y manda a una enfermera a que le revise la herida de la cabeza, la bañe y la vista con una pijama cómoda.

Quiere preparar a Emilia para cuando despierte darle una bienvenida oficial, aunque falta lo más importante, su madre.

La reina yacía dormida, últimamente ha estado enferma y con el tiempo que pasa en cama es de esperarse que Henry actuase como quiere en el castillo.

Entro a su habitación y se acercó a su madre.

—Ya tengo la solución a todo. — como un niño pequeño.

— ¿De qué hablas hijo?

—De mi futuro reinado, seré rey de este país.

— ¿Qué? — confundida.

—Tengo una mujer perfecta para ser mi esposa, cuando esté todo listo te la presentaré.

La reina quedo confundida, pero sin obtener más respuestas ya que el príncipe salió de su habitación con una sonrisa que daba el inicio de un infierno.

El príncipe se siente victorioso; la mujer que quiere secuestrada en su habitación, la reina complacida con la noticia, una boda cercana, una corona lista para ser puesta en su cabeza, y todo el pueblo lo amará como era de esperarse.

Todo calculado a la perfección como deseaba, no podía estar más feliz.

Solo quedaba esperar a que Emilia despertara de su sueño para saber cuál sería el próximo paso.

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