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Capítulo 4. La búsqueda.

Pasaron los días y Emilia asistía con normalidad a las citas con la psicóloga, se siente más calmada con toda la situación, aunque su padre y ella ya no hablan desde la inauguración y debido a su horario tan complejo, Emilia básicamente casi ni lo ve durante el día.

Mientras que el príncipe Henry pasa el día en su habitación, con un par de mujeres que danzan desnudas con un par de botellas de vino, ebrias y felices cuando el detective Stan aparece en su habitación abriendo la puerta de par en par.

Henry se levanta rápidamente y manda a las mujeres a que se marchen del castillo. Stan le da un sobre amarillo a Henry con información dentro.

— ¿La encontraste? — cuestiona con una mirada de emoción y nervios.

—Si. Se llama Emilia Terrence, tiene diecinueve años.

—  Emilia— murmura su nombre con fascinación— ¿Por qué no está aquí? —con mirada fulminante.

—Fue fácil localizarla, pero será difícil traerla sin represarías, es la hija de un millonario empresario del país.

— ¿Millonario empresario? —confundido.

—Así es, ese millonario empresario tenía contactos con tu padre. Por eso fue fácil encontrar su identidad e incluso ubicación.

— ¿Qué hacia ese hombre con mi padre?

—Al parecer le financio uno de sus negocios a cambio de acciones, y para tu interés… esas acciones nunca se pagaron ya que tu padre falleció.

El príncipe levanto una ceja y puso en su rostro una sonrisa de lado, dando a entender que había colocado la última pieza en su rompecabezas malvado. Su plan de obtener a esa chica ya estaba en acción.

— ¿Qué planeas hacer con esa joven?

—Eso Stan no es de tu incumbencia. — toma su teléfono y realiza las transferencias del dinero acordado por la información. — Ya te trasferí, ahora largo. — ordeno Henry, observando con detalle la foto de Emilia Terrence.

Stan se marcha algo preocupado, sabe perfectamente que esa pobre joven Emilia será su próxima víctima, sin embargo, él no es quien para detener a ese demonio con corona, ya la suerte de Emilia estaba echada y solo para peor.

Emilia despertó con un sentimiento de preocupación, como si algo horrible estuviera por pasar, sin embargo solo se lo adjudicó a la ansiedad, contacto a su psicóloga, hizo algunos ejercicios de respiración y continuo su día.

El príncipe Henry se marchó hasta la oficina del señor Andrés Terrence junto con algunos documentos que necesitaría para dicha charla, obviamente no se fue solo, un par de sus guardias lo acompañaban para asegurarse que todo salga como él quiere.

Abrieron la puerta de su oficina sin tocar y el señor Andrés, antes de reclamar, observa que es el mismísimo príncipe quien le hace la visita, haciendo una reverencia le pregunta por su presencia en su empresa.

— ¿Te sorprende verme aquí? — le cuestiona el príncipe.

—Un poco, sí, su majestad. — se acomoda la corbata y aclara su garganta.

—Pues a mi padre no le sorprendería, más bien a mí me sorprende saber lo poco profesional que puede llegar a ser un hombre tan ‘’exitoso’’ como usted, señor Terrence. — afirma el príncipe dejando una carpeta en su escritorio.

Andrés algo nervioso la toma, sabiendo ya que el contenido de dicha carpeta no es algo bueno, sabía que era de la financiación que le dio el rey, y sabia también que no había pagado su parte del contrato.

Respiro profundo y con una sonrisa llena de nervios extendió sus brazos.

—Sé que esto pude verse muy mal, pero no es así…

—No comiences a jurar en vano, se lo que viene después de esa palabrería inútil.

—Su majestad yo…

—Ya te lo advertí— un guardia se le acerca para amenazarle con un cuchillo.

Andrés comienza a rogar por su vida, temblando un poco.

—Hoy vengo en paz, Terrence, hoy vengo bondadoso— dice el príncipe acercándose a Andrés— tengo una oferta para ti.

— ¿C-Cual oferta?

—Una que no podrás rechazar…— se coloca en frente de Andrés y lo mira fijamente— olvidare todo este terrible caso de robo a la corona si tú me entregas a tu hija como mi esposa.

Andrés dejó salir un quejido ahogado desde su garganta, no comprendía la razón de querer a su hija, pensó que quizá escucho mal.

— ¿Mi hija? ¿Emilia?

—Así es, ¿Tienes otra hija acaso? — con tono burlón.

Andrés mira a todos lados buscando alguna respuesta lógica ante tal proposición.

—Mira Terrence, no estás en posición de negarte.

—Es mi hija… — con voz baja.

Henry hizo una seña a uno de sus guardias y este tomo por el cuello a Andrés, haciendo que el cuchillo filoso casi corte una vena importante.

—Nadie nunca me dice que no, y tú no serás la excepción, ¿entendió? No le estoy preguntando, no le estoy pidiendo permiso, quiero a Emilia Terrence para más tardar hoy en la noche en mi puto castillo y la quiero sin chistar ¿Ok?

Andrés asintió sintiendo el filo frio del cuchillo rosando su garganta, el guardia lo soltó y  el príncipe se marchó de la oficina con una sensación de satisfacción y de grandeza, mientras que Andrés se quedó en el suelo, dejando salir sus lágrimas de miedo y angustia, sabiendo lo que le esperaría a su propia hija.

Andrés solicito de inmediato a su secretaria que cancele todas sus citas y reuniones del día, se marchó casi que disparado como un cohete a su auto y condujo a toda velocidad a su casa.

Sus manos no dejaban de temblar, su corazón esta acelerado y por supuesto está más que preocupado por Emilia.

Llego a casa y no la encontró, aprovecho este tiempo para pensar su próximo movimiento; no podía irse lejos con Emilia, todos sus negocios están siendo prósperos y sus cuentas de banco son cada vez más numerosos, es una terrible decisión.

Se dirigió a la barra de la cocina y tomo un par de botellas. Botellas que bebió hasta el fondo una a una, pensando las razones que tenía para quedarse con Emilia y arriesgar todo su imperio, para su sorpresa cuando Emilia llego y la vio cara a cara descubrió que quizá no está mal que acepte el trato.

¿Qué tan mal se puede vivir en un castillo? ¿Por qué estaría dudando de entregarla si será reina? No hay nada que pensar.

Emilia observa a su padre borracho y mirándola extraño.

— ¿Está todo bien? — le pregunta, mientras se acerca a él.

—Todo está bien, más que bien de hecho, aunque no tuve tiempo para planear la forma de ponerte inconsciente y llevarte al castillo— murmuro mientras observaba a su alrededor, dejando a Emilia confundida.

— ¿Inconsciente? Padre, estas muy ebrio, vamos a llevarte a tu cuarto, mañana estarás mejor— lo toma por el brazo, pero Andrés la empuja, haciendo que Emilia se confunda mucho más por su actitud agresiva.

— ¡No me toques! — le dice, mientras deja salir unas lagrimas— no te atrevas a llamarme padre, a partir de hoy ya no eres mi hija.

—Papá, no sé de qué hablas, pero estás muy alterado y comienzas a darme miedo, pediré ayuda.

Emilia se dio la vuelta para tomar su teléfono y llamar a la policía, quizá ellos podrían ayudarla a calmar a su padre ebrio y agresivo, pero en lo que encendió la pantalla sintió como miles de trozos de vidrio caen como nieve sobre ella, un dolor punzante llego de golpe a su cabeza y la sangre caliente rodaba por su cuello.

Coloco su mano en la cabeza para darse cuenta que en efecto goteaba sangre.

Vio todo en cámara lenta, como su cuerpo se hacía cada vez más pesado y mantenerse de pie era difícil, hasta que cerró sus ojos cayendo al suelo.

Su padre Andrés la había golpeado con una botella en la cabeza, haciendo que ella quedara inconsciente en el suelo.

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