Durante muchos siglos, todo el continente Americano estaba lleno de guerras, conflictos e incertudumbre, los primeros reyes que tocaron el trono solo se encargaban de dividir las naciones sin importar el numero de vidas perdidas entre sus soldados, era una masacre; sin embargo todo cambio cuando un nuevo rey llego al trono.
Era reinado congracia y disciplina, ambas virtudes del magnifico rey Castian; un hombre tan amable como intrepido que desde sus inicios mantuvo varios paises en sana paz, ayudo a mejorar el comercio, turismo y entre otras cosas que forjaban una nacion primermundista.
Henry Castian era un rey amado, el primero en años que por fin habia creado una union entre paises y ciudadanos. Hasta que la muerte le llegó, dejando así un numero de descendientes que replicaron de forma eficaz su forma de reinar.
La familia real tuvo su Nuevo heredero y para honrar al primer rey que lo cambio todo, el rey decidio llamar a su primogenitor ‘’Herny Castian Tercero’’.
El principe Castian Tercero creció rodeado de lujos, no conocia la palabra «no», su madre era la principal culpable, haciendo que Castian Tercero se formara como un hombre despiadado, malcriado, cruel y frio.
En la actualidad.
Las cortinas de las ventanas se abren de golpe por las mucamas, haciendo que toda la habitación se ilumine con la luz del sol.
—Buenos días— dice la reina, mientras le ordenaba a sus mucamas que salieran de la habitación. — ¿Madre? — cuestiona el príncipe, intentando parpadear y despabilar su sueño. — ¿Qué haces en mi habitación? — ¿Tu habitación? — le retira la cobija de encima, descubriendo que debajo de las sabanas se encuentra una mujer desnuda, con moretones en sus brazos, piernas y chupones en su cuello—. ¿Pero qué es esto? El príncipe sonriendo le da varios toques en la espalda a la mujer para que se despierte, pero no hay respuestas. La mujer no respira, no se mueve y está muy fría. El príncipe le lanza una mirada de pánico a su madre, haciendo que esta le regrese una mirada de decepción. Como si ya fuese costumbre, se sale de la habitación y llama a algunos guardias para que saquen el cuerpo de la mujer. —Báñenla, límpienla dentro de sus partes y luego… — se acaricia la cien— luego ya saben que hacer. No quiero testigos de esto. — ordena la reina, los guardias le hacen una pequeña reverencia y se marchan con el cuerpo de la mujer. El príncipe se vuelve a acostar, pero la reina de inmediato lo golpea con un bastón que trae para apoyarse al caminar. — ¡Levántate! — le grita— vas a lograr que me dé un infarto, ¿Eso es lo que quieres de mí? ¿Quieres que yo muera? — ¿Qué es lo que quieres, madre? — refuta. Obstinado por la molestia de su madre. — ¿Sabes qué día es hoy? — le cuestiona, mirándolo fijamente. El príncipe niega con la cabeza. —¿Cómo vas a saber qué día es hoy? Mira tú habitación, es un asco, huele a vino y a otras cosas que una dama no debe mencionar. — le vuelve a pegar con el bastón— las personas comienzan a cuestionar el reino… — ¿De qué hablas? —No tienen un rey aún. —Yo soy un rey… Bueno, casi. —¡Exacto! La gente no necesita un ‘’casi rey’’, necesita un rey de verdad; coronado y oficial. Solo estas agotando los recursos con tus fiestas y excesos que no traen ningún beneficio al país. —¿Pues qué esperas para coronarme, madre? Ya tengo la edad suficiente para ser rey. —No puedes ser rey hasta que te cases. Mira el hombre en el que te has convertido, no eres digno aún para ser rey. Una boda será tu boleto de oro para obtener la corona. El príncipe se levantó de la cama y abrió su boca tan grande como pudo, sorprendido por tal respuesta. ¿Una boda? Era lo imposible para él. El príncipe ama la libertad, tanto como ama el alcohol, las fiestas y las mujeres. —Estamos en el siglo veintiuno, madre… las bodas no son necesarias para ningún hombre. —Puede que estemos en el siglo veintiuno, pero somos la realeza y para tu información la realeza tiene normas diferentes a la sociedad, — se acerca a su hijo con una mirada desafiante— todo ese dinero que te gastas con mujerzuelas y bebidas salen de los bolsillos de nuestros súbditos que cada día deciden confiar en nosotros. El príncipe deja salir una bocanada de aire mientras fruñe su ceño tan marcado como puede. —Vas a casarte y esa es mi última palabra. El príncipe tiene una idea clara, desde que nació siempre ha tenido lo que ha querido, incluso mujeres, ninguna se le resistía, ninguna le rechazaba.Aunque su padre era de carácter fuerte, su madre era quien se encargaba de que al príncipe Henry no le faltase nada de lo que pidiese. Una boda solo seria atarlo a una vida rutinaria con una sola mujer cuando él podía tener a quien quisiese.
La reina salió de la habitación afincando la mayoría de su peso en el bastón, sintiendo unas punzadas terribles en su cabeza. — ¿Se encuentra bien, su majestad? — le pregunta una de las mucamas, mientras la sostenía del brazo. —Si.. Solo necesito recostarme un rato. Mi hijo me llevará a la tumba algún día si las cosas no cambian. El príncipe Henry comenzó a golpear las paredes por la rabia. « ¿Qué se cree la gente? Creen que pueden obligarme a hacer lo que ellos dicen, ¡No! Yo soy el futuro rey… yo seré el rey de todo este país y cuando lo sea… todos se arrepentirán de haber nacido.» pensó el príncipe Henry.Él sabe muy bien que su llegada al trono solo tiene los dias contados.
Uno de los empresarios más grandes del país está por celebrar la inauguración de su nuevo proyecto; un hotel. Andrés Terrence es un hombre tan sumergido en sus negocios que pasa poco tiempo en casa, dejando al olvido a su única hija; Emilia Terrence. Rodeado de conferencias, ruedas de prensa y largos viajes de trabajos, se prepara hoy en su mansión para dar una gran fiesta en un gran club ubicado en una zona muy popular. —Emilia, ¿Vas a asistir a la celebración? — pregunta el padre, mientras se acomoda la corbata frente al espejo de la sala. Emilia asiente con su cabeza, mientras lo observa con algo de nostalgia. Se acerca a él al percatarse que la corbata está quedando algo chueca y le ayuda a fijarla bien. Andrés la mira con tristeza, le llega un flashback de cuando su esposa le hacía justo lo mismo antes de irse a trabajar. Le regalaba una sonrisa amable y luego un beso de despedida el cual lo hacía sentir como el hombre más afortunado del mundo, pero al parpadear se dio cuenta q
El príncipe había decidido escabullirse de su obstinada madre, escapándose a una fiesta de la alta sociedad como era de acostumbrarse, una supuesta inauguración donde él decidió que la pasaría mucho mejor que todos al revolcarse con cuantas mujeres pueda y quiera. Llego en su limosina y evitando a la multitud se fue directo al salón de la mansión donde tomo dos copas de vino para estar al mismo nivel de ebriedad que las chicas que ya se encontraban ahí. Observa de reojo las futuras víctimas y se dirige a una de ellas; mujer de cabello castaño claro, ojos verdes y vestido muy corto que no deja nada a la imaginación. Le invito un trago, esta de forma inmediata lo reconoció. —Su alteza— le hizo una pequeña reverencia, pero el príncipe la interrumpe y la mira con desagrado. —No hagas eso— presiono su mandíbula de la rabia— estoy aquí escondido, ¿puedes no ser tan obvia? —Oh— sonríe y se coloca el dedo índice en sus labios de forma picara para guardar el secreto— seré una tumba. —Así
Pasaron los días y Emilia asistía con normalidad a las citas con la psicóloga, se siente más calmada con toda la situación, aunque su padre y ella ya no hablan desde la inauguración y debido a su horario tan complejo, Emilia básicamente casi ni lo ve durante el día. Mientras que el príncipe Henry pasa el día en su habitación, con un par de mujeres que danzan desnudas con un par de botellas de vino, ebrias y felices cuando el detective Stan aparece en su habitación abriendo la puerta de par en par. Henry se levanta rápidamente y manda a las mujeres a que se marchen del castillo. Stan le da un sobre amarillo a Henry con información dentro. — ¿La encontraste? — cuestiona con una mirada de emoción y nervios. —Si. Se llama Emilia Terrence, tiene diecinueve años.— Emilia— murmura su nombre con fascinación— ¿Por qué no está aquí? —con mirada fulminante.—Fue fácil localizarla, pero será difícil traerla sin represarías, es la hija de un millonario empresario del país. — ¿Millonario empr
Andrés se dejó caer al suelo justo en frente de su hija, mientras lloraba acariciaba el cabello con manchas de rojo sangre y quitando los trozos grandes de vidrio. —Lo siento mucho Emilia, lo siento tanto— sollozaba con cada vidrio que le quitaba, admirando su rostro palidecido y recordando como era de niña, como su esposa y él lo tenían todo. Aunque se sentía mal por su decisión, no se detuvo un momento a pensarlo, estaba más que seguro de que lo que quería hacer está bien, está correcto.Al menos eso intentaba decirse a sí mismo para no sentirse culpable. Elegir la estabilidad económica por encima de todo, esa fue su mejor decisión hasta ahora según él. Monto como pudo a Emilia en la cajuela, atada de manos y pies, y encendió su auto, conduciendo hasta el castillo. Los guardias ya esperaban su llegada, haciendo que pase directamente hasta el jardín de la parte de atrás del castillo. La reina no podía saber nada de lo que Henry planeaba, así que debían actuar rápido bajo la luz de
Emilia despertó con dificultad, sentía adormecida la mitad de su rostro, sus manos temblaban un poco y también tenía frío. Al abrir sus ojos se encontró en una habitación desconocida, acostada en una cama y usando una bata de seda color rosa. « ¿Qué está pasando?» pensó, mientras miraba a su alrededor con bastante miedo.Su cabeza no paraba de doler, cuando acaricio un poco con su mano pudo sentir una pequeña banda cubriéndole parte de la cabeza. En eso entro en la habitación una mujer con uniforme de mucama, una de las empleadas del castillo con una bandeja de desayuno. —Buenos días— saludo, sin hacer contacto visual con Emilia. — le recomiendo no tocarse la herida de su cabeza. — ¿Dónde estoy? ¿Quién es usted?— la mujer simplemente la ignoró. Emilia comenzó a desesperarse un poco, se levantó de prisa de la cama, pero se encontró con unas cadenas en sus tobillos que la mantenían atada la cama, la cadena era de algunos centímetros de largo, lo cual le permitía desplazarse, pero no
La reina estaba algo nerviosa por conocer a la que sería la nueva esposa de su hijo, sin embargo, como era de esperarse, el príncipe Henry estaba en su habitación repleta de botellas de alcohol y un par de mujeres desnudas acostadas en la cama junto con él. La reina entró furiosa, ordenando a sus mucamas a qué levantaran todo el desastre. —Henry, ¡Levántate! —¿Que te sucede, madre? Esas no son formas de despertar al futuro rey. —¿Futuro rey? Estás cochinadas no las hace un futuro rey y menos alguien que me contó que ya tiene a una mujer para casarse... ¿Me estás tomando el pelo? —Madre, ¿Que no puedo tener una despedida de soltero como todos los hombres antes de casarse?— le reclamó con sarcasmo, dejando salir una sonrisa burlona en su rostro. La reina con su bastón golpeó la cama varias veces para que las mujeres se despertasen y se fueran, ambas corrieron por sus ropas que estaban tendidas en el suelo y salieron haciendo reverencias a la reina, bastantes apenadas por la terribl
Emilia está preparada, vestida, maquillada y con el corazón latiendo tan fuerte como nunca. Nerviosa por no saber lo que le depara la vida. Al terminar ella se detiene frente a un espejo que le trajo la misma mucama para mirarse, no le gusta lo que vé. —Estás hermosa. El príncipe Henry no tiene malos gustos. —Si eres su sirvienta ¿Por qué me das consejos? — se giro para ver el rostro de aquella mujer cuyo nombre no sabe aún. —Porque alguna vez fui como tú— sus ojos se volvieron brillosos, como si quisiera llorar—. Ahora vamos, no hay tiempo que perder. Ambas se dirigen hasta la oficina del príncipe, (escoltadas por un par de guardias reales) el cual esperaba sentado en su escritorio pacientemente, fumándose una pequeña pipa con especias de sabor a canela. La mucama toca la puerta y le dice que pase. Emilia se adentra con miedo a la oficina y la mucama se marcha, dejándole una última mirada de tristeza y nostalgia. La puerta se cierra, Emilia se queda paralizada en medio de la of
El príncipe Henry y Emilia llegan al salón principal donde la reina espera la presentación oficial de la mujer que el príncipe consideraba como su prometida. Las puertas del salón se abrieron de par en par gracias a los sirvientes que los esperaban, el príncipe llegó con Emilia, ambos tomados de la mano. —Madre— saludo, dándose un beso en cada mejilla. —Hijo querido, ¿ella la afortunada?— le pregunto admirando a la mujer detrás de él.« ¿Afortunada dice? Si esta es la lotería, debería ser la lotería del diablo» —Te presento a Emilia Terrence, mi prometida.La acerca más a su lado. Emilia mirando al suelo se acerca y le hace una reverencia a la reina. No puede arriesgarse a hacer enojar al príncipe, quien la amenazó minutos antes con matarla a ella y a su padre, no quería eso, ¿tenía que fingir estar bien con esto? Sí, le tocaba aparentar estar bien si eso la mantendría con vida. —Un placer su majestad. La reina sonríe halagada y la mira de arriba abajo. Notando que tiene algunas