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Atada al príncipe CRUEL.
Atada al príncipe CRUEL.
Por: Miliana Idler
Capítulo 1. El príncipe Cruel

Durante muchos siglos, todo el continente Americano  estaba lleno de guerras, conflictos e incertudumbre, los primeros reyes que tocaron el trono solo se encargaban de dividir las naciones sin importar el numero de vidas perdidas entre sus soldados, era una masacre; sin embargo todo cambio cuando un nuevo rey llego al trono.

Era reinado congracia y disciplina, ambas virtudes del magnifico rey Castian; un hombre tan amable como intrepido que desde sus inicios mantuvo varios paises en sana paz, ayudo a mejorar el comercio, turismo y entre otras cosas que forjaban una nacion primermundista.

Henry Castian era un rey amado, el primero en años que por fin habia creado una union entre paises y ciudadanos. Hasta que la muerte le llegó, dejando así un numero de descendientes que replicaron de forma eficaz su forma de reinar.

La familia real tuvo su Nuevo heredero y para honrar al primer rey que lo cambio todo, el rey decidio llamar a su primogenitor ‘’Herny Castian Tercero’’.

El principe Castian Tercero  creció rodeado de lujos, no conocia la palabra «no», su madre era la principal culpable, haciendo que Castian Tercero se formara como un hombre despiadado, malcriado, cruel y frio.

En la actualidad.

Las cortinas de las ventanas se abren de golpe por las mucamas, haciendo que toda la habitación se ilumine con la luz del sol.

—Buenos días— dice la reina, mientras le ordenaba a sus mucamas que salieran de la habitación.

— ¿Madre? — cuestiona el príncipe, intentando parpadear y despabilar su sueño. — ¿Qué haces en mi habitación?

— ¿Tu habitación? — le retira la cobija de encima, descubriendo que debajo de las sabanas se encuentra una mujer desnuda, con moretones en sus brazos, piernas y chupones en su cuello—. ¿Pero qué es esto?

El príncipe sonriendo le da varios toques en la espalda a la mujer para que se despierte, pero no hay respuestas. La mujer no respira, no se mueve y está muy fría. El príncipe le lanza una mirada de pánico a su madre, haciendo que esta le regrese una mirada de decepción. Como si ya fuese costumbre, se sale de la habitación y llama a algunos guardias para que saquen el cuerpo de la mujer.

—Báñenla, límpienla dentro de sus partes y luego… — se acaricia la cien— luego ya saben que hacer. No quiero testigos de esto. — ordena la reina, los guardias le hacen una pequeña reverencia y se marchan con el cuerpo de la mujer.

El príncipe se vuelve a acostar, pero la reina de inmediato lo golpea con un bastón que trae para apoyarse al caminar.

— ¡Levántate! — le grita— vas a lograr que me dé un infarto, ¿Eso es lo que quieres de mí? ¿Quieres que yo muera?

— ¿Qué es lo que quieres, madre? — refuta. Obstinado por la molestia de su madre.

— ¿Sabes qué día es hoy? — le cuestiona, mirándolo fijamente.

El príncipe niega con la cabeza.

—¿Cómo vas a saber qué día es hoy? Mira tú habitación, es un asco, huele a vino y a otras cosas que una dama no debe mencionar. — le vuelve a pegar con el bastón— las personas comienzan a cuestionar el reino…

— ¿De qué hablas?

—No tienen un rey aún.

—Yo soy un rey… Bueno, casi.

—¡Exacto! La gente no necesita un ‘’casi rey’’, necesita un rey de verdad; coronado y oficial. Solo estas agotando los recursos con tus fiestas y excesos que no traen ningún beneficio al país.

—¿Pues qué esperas para coronarme, madre? Ya tengo la edad suficiente para ser rey.

—No puedes ser rey hasta que te cases. Mira el hombre en el que te has convertido, no eres digno aún para ser rey. Una boda será tu boleto  de oro para obtener la corona.

El príncipe se levantó de la cama y abrió su boca tan grande como pudo, sorprendido por tal respuesta. ¿Una boda? Era lo imposible para él. El príncipe ama la libertad, tanto como ama el alcohol, las fiestas y las mujeres.

—Estamos en el siglo veintiuno, madre… las bodas no son necesarias para ningún hombre.

—Puede que estemos en el siglo veintiuno, pero somos la realeza y para tu información la realeza tiene normas diferentes a la sociedad, — se acerca a su hijo con una mirada desafiante— todo ese dinero que te gastas con mujerzuelas y bebidas salen de los bolsillos de nuestros súbditos que cada día deciden confiar en nosotros.

El príncipe deja salir una bocanada de aire mientras fruñe su ceño tan marcado como puede.

—Vas a casarte y esa es mi última palabra.

El príncipe tiene una idea clara, desde que nació siempre ha tenido lo que ha querido, incluso mujeres, ninguna se le resistía, ninguna le rechazaba.

Aunque su padre era de carácter fuerte, su madre era quien se encargaba de que al príncipe Henry no le faltase nada de lo que pidiese. Una boda solo seria atarlo a una vida rutinaria con una sola mujer cuando él podía tener a quien quisiese.

La reina salió de la habitación afincando la mayoría de su peso en el bastón, sintiendo unas punzadas terribles en su cabeza.

— ¿Se encuentra bien, su majestad? — le pregunta una de las mucamas, mientras la sostenía del brazo.

—Si.. Solo necesito recostarme un rato. Mi hijo me llevará a la tumba algún día si las cosas no cambian.

El príncipe Henry comenzó a golpear las paredes por la rabia.

« ¿Qué se cree la gente? Creen que pueden obligarme a hacer lo que ellos dicen, ¡No! Yo soy el futuro rey… yo seré el rey de todo este país y cuando lo sea… todos se arrepentirán de haber nacido.» pensó el príncipe Henry.

Él sabe muy bien que su llegada al trono solo tiene los dias contados.

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