—¿Su corazón? ¿Para que querría su corazón? —cuestiona Veida sin ser capaz de comprender lo que Shakra pudo haber tramado.—Para Tahora, siempre pensé que esa bruja se me hacia familiar, que me recordaba a alguien, y ahora lo sé, era a la reina a quien se parecía, porque llevaba su corazón —afirma el mensajero bajando la cabeza al pensar en lo que ese Imperio ha costado.—¿Esa bruja con el corazón de mi madre? Supongo que ahora entiendo la razón por la que le fue tan sencillo manipular a mi padre, no solo por la ambición de poder, sino porque en ella veía a su esposa —murmura Ferza meneando la cabeza al descubrir que su padre en realidad no era el peor monstruo.—Siempre me pregunté qué habría sido de mí corazón, si fue útil para construir el Imperio que Tumaru deseaba puedo sentirme satisfecha —susurra la mujer con una mirada de ilusión en sus ojos apagados.—El imperio… ¿Decidiste abandonar a tus hijos por este maldito Imperio? ¿No pensaste en lo que tu ausencia provocaría en t
—Tus palabras no me pesan, siempre te recordé con amor, más de una vez creí que tendrías que haber sido tú quien quedara con vida, pero ahora comprendo que el hecho de que no estuvieras en nuestras vidas fue una bendición —espeta la muchacha con desprecio hacia su progenitora.—Pero a mí no me va a pesar cortarte el paso, puedo sentir que aún están resistiendo para mantener el Imperio, y no permitiré que tú con esa ingratitud ayudes a derribarlo. Aunque eso signifique tener que acabar con tu vida en este mismo lugar —declara la mujer como si estuviese dirigiendo a una despreciable alimaña.Un fuerte temblor hace que las tres personas se alarmen mirando de un lado a otro para intentar divisar de dónde provendrá el ataque, Veida con preocupación toma la mano de su prometida y la obliga a alejarse de la extraña mujer que comienza a convertir su rostro en una mueca grotesca. El silbido de algo cortando el aire hace que el Hazudo reaccione rápidamente y lance a sus compañeros al piso, ju
—¿Quién diría que ese maldito Ruger se levantaría a resistirnos? Creí que esa rata se doblegarse en seguida, pero según parece la posibilidad de tomar el lugar de su difunto líder le ha parecido más atractiva —afirma el Jefe del Norte a su subordinado mientras clava su hacha en el pecho de uno de sus enemigos que ha tratado de embestirlo.—Hay que reconocer que lo esta haciendo bastante bien, sobre todo al lograr mantener al ejército unido cuando su Emperador ya ha sido quitado de en medio —responde el subordinado disparando una flecha al cuello de un guerrero que intenta atacar al Jefe por la espalda.—Sí, aunque no es una sorpresa, siempre ha sido un embustero que es más hábil con las palabras que con las armas. Puedo asegurarte que ni siquiera debe estar luchando, ha de estar escondido en algún agujero mientras sus hombres mueren por él —espeta el anciano que a pesar de la insistencia de sus compañeros se ha negado a mantenerse fuera de la batalla.—¿Y qué haremos una vez que es
Montreal, Canadá Casi sin aire y con los ojos enrojecidos por el llanto, Bianca corre desesperada por el bosque, sintiendo el ardor de los pequeños cortes que las ramas de los árboles le abren en su joven rostro, pero esos simples arañazos no pueden compararse con el frenético golpeteo de los latidos de su corazón. No sabe cuánto más soportará corriendo, pero detenerse no es una opción. De solo considerarlo la asalta la imagen de esa cabaña a la que solía llamar hogar, pero que ahora se ha convertido en la tumba de los cuerpos ensangrentados y sin vida de su familia. Sintiendo que los ojos se le comienzan a llenar de espesas lágrimas , se reprocha haber sido tan tonta, tan ingenua de creer que podría rechazar al Alfa que la había reclamado como suya. Tendría que haber sabido que César no pararía hasta llegar a ella, y ahora se maldice por haber sido tan obstinada como para pensar que tenía elección, que podía decidir no convertirse en la hembra de un macho Alfa que estaba acostumbr
Bajo la ducha, Bianca siente el agua corriendo por su piel con una sensación tan reconfortante que por un momento se permite olvidar todo. A su perseguidor, la trágica muerte de su familia, el no tener a donde ir, incluso el estar al cuidado de un completo extraño. Cosas que deberían hundirla en un profundo sentimiento de soledad y angustia, pero que ha tratado de evitar convenciéndose de que debe seguir adelante, que debe hallar la manera de mantenerse firme hasta llegar a César y cumplir con la promesa que le ha hecho. Algo de lo que no será capaz si se deja quebrar, si se queda llorando en un rincón, simplemente esperando que la encuentren tarde o temprano. “¿Y quién será ese tal Julio? ¿Y por qué se me hace extrañamente familiar, pero no como si lo conociera, sino más bien como si compartiéramos algo?”, se pregunta mientras se seca frente al espejo, ese hombre representa un gran interrogante, uno que necesita responder, sobre todo al notar que tiene una inusual facilidad para mo
Phillisburgh, Canadá.Sentada en el piso, con la espalda apoyada en el umbral de la puerta de la cabaña, Bianca observa el sudoroso cuerpo de su protector. En circunstancias normales debería sentir temor de alguien que está terminando de cavar tres tumbas, tres muertes que ella provocó, ocultando la sangre que le ha hecho derramar por su culpa. Pero por el contrario, cerca de él se siente segura, con la certeza de que no desearía estar en ningún otro lugar.“Lamento lo que sucedió con Patch, yo… no quería que nada de esto pasara”, se disculpa la mujer acercándose a Julio que permanece de pie frente al lugar de descanso de su fiel compañero.“Era inevitable, sabía que alguien saldría lastimado si ponía una loba bajo mi techo”, murmura el hombre sin quitar la mirada del rectángulo de tierra negra, recriminandose no haber tenido la fuerza de voluntad para separarse de ella.“¿Entonces siempre supiste que era una loba?”, interroga sorprendida, hasta ese momento creía que él no sabía lo qu
Mientras caminan por el bosque guiados por Alina y escoltados por otros dos matones, Bianca no puede evitar pensar que ni siquiera habrá lucha, que solo los llevan a un lugar lo suficientemente apartado para asesinarlos como a perros. Es cierto que Julio pertenecía a esa manada, pero por la manera en que lo ha tratado parece que el amor fraternal que se supone debería haber entre ellos ha desaparecido por completo.“Puedes calmarte, pequeña, nadie te va a hacer daño, aunque si sigues apestando a miedo alguno podría emocionarse y salir a perseguirte como si fueras una jugosa cierva”, murmura la guía con un tono divertido en la voz, comenzando a subir por una pendiente cubierta de hojas secas.“Creo que tengo muy buenas razones para tenerlos miedo, nos sacaron de la carretera y tecnicamente nos han secuestrado”, masculla Bianca con más insolencia de la que estaba dispuesta a demostrar.Alina se para en seco y volteandose la mira de arriba abajo con el ceño fruncido, como si estuviese tr
Luego de tener que esperar lo que a Julio le resulta una eternidad en la sala de la casa de su padre, por fin ve al doctor bajando por las escaleras y anunciarle que todo está bien con solo asentir con la cabeza. Restregándose las manos con nerviosismo mira a Bianca y juntos se dirigen al encuentro del ahora derrocado Alfa, al verlo con el rostro pálido sentado en la cama, no puede evitar sentir una punzada de culpa. “No me mires como si fuese un trapo viejo, solo fueron un par de costillas rotas, nada mal para haber estado frente a una mirada carmesí”, comenta Francis con una media sonrisa, tratando de restar importancia al asunto.“¿Por qué hiciste eso? Podías ganar esa batalla, lo que me dijiste fue a propósito, provocaste la mirada carmesí”, protesta Julio sin poder entender por qué su padre se arriesgó tanto, y sabe que no es solo por amor fraternal.“Yo soy un viejo al que le queda poco hilo en el carretel, y como Alfa no podía permitir que cualquier idiota presumido viniera d