Cap. 4: El Alfa

Mientras caminan por el bosque guiados por Alina y escoltados por otros dos matones, Bianca no puede evitar pensar que ni siquiera habrá lucha, que solo los llevan a un lugar lo suficientemente apartado para asesinarlos como a perros. Es cierto que Julio pertenecía a esa manada, pero por la manera en que lo ha tratado parece que el amor fraternal que se supone debería haber entre ellos ha desaparecido por completo.

“Puedes calmarte, pequeña, nadie te va a hacer daño, aunque si sigues apestando a miedo alguno podría emocionarse y salir a perseguirte como si fueras una jugosa cierva”, murmura la guía con un tono divertido en la voz, comenzando a subir por una pendiente cubierta de hojas secas.

“Creo que tengo muy buenas razones para tenerlos miedo, nos sacaron de la carretera y tecnicamente nos han secuestrado”, masculla Bianca con más insolencia de la que estaba dispuesta a demostrar.

Alina se para en seco y volteandose la mira de arriba abajo con el ceño fruncido, como si estuviese tratando de decidir si saltarle encima para enseñarle modales o esperar a que lo haga su líder. Luego de unos segundos que a la muchacha le parecen una eternidad, la escucha soltar una risita divertida, algo que la desconcierta por completo, no sabiendo cómo interpretarlo.

“Tienes agallas, puede que después de todo no seas solo una carga, bueno no deberías de serlo si mi hermano ha decidido traerte con él. Es un lobo solitario, lo que significa que no suele involucrarse con nadie, debes de ser algo especial para haber logrado conquistarlo”, comenta Alina pasando su mirada de la muchacha a Julio que solo le lanza una advertencia con su expresión de que no se meta en lo que no le incumbe.

“Deberíamos seguir, sabes que a Francis no le gusta la impuntualidad”, murmura uno de los matones que no quiere tener que lidiar con el mal humor de su líder.

“¡Francis va a esperar cuanto tenga que hacerlo, de lo contrario podría haber ido él mismo a buscarlos!”, exclama la mujer con una mirada tan seria que provoca que ambos matones bajen la cabeza atemorizados.

“Supongo que sigues siendo la difícil de la manada”, comenta Julio mirando a su hermana con una media sonrisa, viendo que ni siquiera el nuevo Alfa ha sido capaz de dominarla.

“No pienso cambiar para agradar a nadie, y como soy tan buena en lo que hago no tienen más remedio que soportarme”, sostiene Alina con seriedad emprendiendo la marcha nuevamente, con la esperanza de que ahora las cosas puedan cambiar para mejor.

Al llegar a la orilla de un lago divisan a un hombre de cabello blanco, vestido con unos jeans desgastados y una camiseta negra que esboza una amplia sonrisa al verlos llegar, Bianca lo observa queriendo notar cada detalle en él. Es un hombre bien fornido y en su mirada parece haber cierta astucia, lo cual le hace pensar que realmente podría ser un adversario para Julio.

El extraño cruza  los brazos sobre su pecho sin apartar la mirada de la inesperada visita. Bianca  está tan absorta en estudiarlo que ni siquiera se da cuenta que dos docena de lobos los comienzan a rodear, y para cuando los ve tiene que hacer un gran esfuerzo para no soltar un grito de sorpresa.

“Así que es verdad, estás aquí… el hijo pródigo ha vuelto”, murmura Francis con la cabeza ladeada, mirando con un brillo en los ojos al recién llegado.

“En realidad ha venido porque quiere recuperar su puesto”, anuncia Alina sintiendo el peso de la mirada de reproche de su hermano.

 “Incluso aunque no lo quisiera lo tendría… si es que logra vencerme, y debo decir que te ves muy oxidado, muchacho”, responde el líder con una sonrisa ansiosa, tratando de mostrarse indiferente, aunque en realidad está más que intrigado por la causa de ese regreso.

“No recuerdo que una charla amistosa fuese un requisito para la lucha cuando un exiliado regresaba”, espeta Julio dando un paso al frente, sosteniéndole la mirada a su contrincante,  queriendo terminar con eso cuanto antes, ya sea que logre vencerlo o que termine muerto.

“Siempre tan directo”, murmura el Alfa dando un paso al frente, convirtiéndose en un enorme lobo blanco cuyos ojos amarillos parecen desear solo sangre.

Al ver a la tremenda bestia, Bianca retrocede unos pasos instintivamente, es prácticamente del mismo tamaño que Julio convertido, algo que comprueba al ver de nuevo al lobo gris aparecer. Por un momento piensa que ha de ser algo propio de la manada, pero al compararlos con los demás miembros se da cuenta que solo ellos dos son diferentes.

“Es algo de familia, según dicen porque descendemos de los primeros lobos, ya sabes, ese elitismo de sangre pura”, comenta Alina sin apartar la mirada de la batalla que promete ser la mejor que ha presenciado en mucho tiempo.

“Pues tienen una manera muy extraña de tratarse para ser familia”, murmura la joven sin apartar la mirada de los dos lobos que gruñéndose caminan en círculo atentos cada uno al movimiento del otro.

“No nos hemos matado hasta ahora, creo que eso es suficiente”, se burla Alina con un brillo en los ojos al ver a su hermano saltando para dar la primera mordida, una que es esquivada rápidamente por Francis que lo vio venir en cuanto se propuso a saltar.

 Luego de esquivar ese ataque tan predecible, el Alfa no puede evitar sentir una nota de decepción, por lo que ve su hijo está más descuidado de lo que creía, y va a tener que encargarse de recordarle lo que es ser un lobo. Y la oportunidad de una nueva embestida le resulta perfecta, volviendo a esquivarlo le clava sus enormes colmillos en la parte superior del cuello haciéndole soltar un chillido de dolor. 

“¡Si quieres salir vivo de aquí es mejor que pelees para lograrlo, porque en nuestro mundo no hay lugar para los débiles!”, advierte el Alfa con seriedad, esperando que el dolor logre despertarlo de esa miserable vida de autocondescendencia en la que su hijo decidió sumirse.

Sintiendo el ardor de las heridas, Julio muestra los dientes en amenaza, no esperaba que su padre fuera amable, pero se había hecho a la idea de que al menos no lo trataría como a su peor enemigo. Evidentemente se equivocó, y si no quiere que esta sea su última noche en este mundo será mejor que comience a dejar de reprimir sus impulsos de lobo.

En cuanto Francis termina sus palabras, salta sobre su rival dispuesto a darle otra buena mordida en el cuello en donde una mancha de sangre resalta en su pelaje gris. Pero Julio se hace a un lado solo unos centímetros para esquivarlo, y sin miramientos le muerde con todas sus fuerzas la pata delantera izquierda haciéndole soltar un gruñido de rabia. Sin embargo, el líder lejos de rendirse toma a su rival del cuello entre sus fauces y con furia lo lanza contra el tronco de un árbol donde impacta de tal manera que varios de los espectadores cierran los ojos como si hubiesen sentido ellos mismos el dolor.

“¿Es todo lo que tienes? ¡Podría matarte aquí mismo y no sentiría ni la más mínima pizca de culpa,  pues no eres mi hijo, eres solo una cáscara vacía, eres alguien que no fue capaz de proteger a quién amaba, que huyó en vez de hacerse cargo de los suyos! Incluso que tu sangre caiga en nuestro territorio será una verguenza”, espeta Francis parado frente a su adversario, apenas pudiendo apoyar la pata en el piso, aunque la mezcla de adrenalina y enojo hacen que apenas preste atención al dolor.

“Perro astuto, lo quieres hacer enojar, quieres que utilice la mirada carmesí, y quizás sea la única manera en que pueda ganar esta batalla”, murmura Alina reconociendo rápidamente la estrategia de su padre.

“¿Mirada carmesí? ¿Qué es eso?”, pregunta Bianca sintiendo el corazón en la garganta al ver a su protector a punto de ser vencido.

“Algo que hereda uno de cada generación de nuestra familia, habilidad, maldición, supongo que eso depende de la persona que lo porta. Aunque… una vez que ella surge, usualmente cuesta una vida”, responde la loba sin apartar la mirada de su hermano cuyos ojos se tiñen de rojo y comienza a jadear, sintiendo un escalofrío en el cuerpo se muerde el labio con nerviosismo, las cosas podrían llegar  salir muy mal de ahora en más.

“¿Así que al fin vas a darme una buena batalla, mucha…?”, comienza a decir Francis antes de ser interrumpido por su contrincante que con una velocidad que no esperaba, lo muerde por el cuello levantándolo en el aire e impactándolo en el suelo haciendo que varios huesos crujan al romperse.

Con un hilo espeso de baba blanca, el lobo clava sus ojos que parecen mostrar solo a una bestia, puede sentir el olor de la sangre como una droga que le hace sentir la necesidad de más, hasta puede sentir ese ferroso sabor en su paladar. Abriendo sus fauces nuevamente para romperle el cuello, pero en ese momento un enorme lobo gris, aunque no tan grande como ellos se pone entre ambos.

“¡Es suficiente! “, declara Alina sabiendo que está corriendo un gran riesgo al ponerse entre una mirada carmesí y su presa, pero no está dispuesta a perder a su padre esa noche.

Julio que no es capaz de tener siquiera un pensamiento racional contempla a quien se le interpone, suelta un gruñido de advertencia, no le importa tener que matar a alguien más. Está embriagado por la sangre, por la excitación de la batalla, y no es hasta que ve el rostro aterrado de Bianca que es capaz de disipar esa bruma de violencia, poco a poco sus ojos vuelven al color normal y con una punzada de culpa mira a su padre que aún permanece en el suelo jadeando.

“Nuestro verdadero Alfa ha vuelto”, murmura Francis satisfecho, mirando a su hija por unos segundos antes de caer en la inconsciencia.

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