Sofía observa en el espejo su vestido blanco sin tiras, que desde su busto hasta la cintura está decorado con diamantes unidos por finas costuras como si se tratase de una constelación de estrellas. En una situación diferente probablemente esa imagen estaría acompañada de una sonrisa, después de todo ese suele ser el día soñado de toda mujer, sin embargo para ella este matrimonio no es más que una transacción de negocios.
—¡Oh, por Dios, eres la novia más hermosa que he visto en toda mi vida, pareces una princesa de cuentos! —exclama una sonriente modista retrocediendo ante la bella mujer que se admira en el espejo.—El mérito es todo tuyo que has creado esta obra de arte, lo has hecho tal y como lo imaginaba, eres una genio —reconoce la novia sintiendo algo de nostalgia al pensar en la ausencia de sus padres a los que ha enterrado hace solo dos días, otra razón más para que esa boda no figure entre sus gratos recuerdos.—Es una lástima que no vayas a lucirlo ante más gente, si el mundo te viera creería que se está casando alguien de la nobleza británica —declara la modista soltando un largo suspiro cargado de decepción al saber los presentes no llegarán siquiera a diez personas.—Rachel, solo hago esto para heredar la compañía, así que cuanto menos gente lo sepa mejor. De hecho, solo insistí en esto del vestido por si no vuelvo a tener la oportunidad de usarlo, quién sabe cuándo seré capaz de librarme de este Santiago —declara Sofía con frialdad observando su ondeado cabello rojizo que cae sobre su hombro derecho.—La verdad es que no tengo idea qué se les pasó por la cabeza para pedirte algo así, cariño, aunque quiero creer que tenían sus razones —murmura la mujer sintiendo cierta lastima por esa jovencita que deberá unir su vida a un hombre al que no ama y al que ni siquiera conoce.—¡Disculpen, quisiera tener un momento con la novia! —pide un elegante hombre vestido con traje negro con finas líneas blancas, y expresión altiva entrando en la habitación sin esperar una respuesta.—¿Y usted es? —pregunta Rachel con cierto tono protector, preguntándose si acaso ese será el dichoso novio, al cual piensa darle un buen sermón sobre cuidar a la maravillosa mujer con la que se casará.—Soy el abogado del señor Santiago Di Stefano, el cual por motivos que escapan a su control no se podrá presentar… —anuncia el hombre paseando la mirada entre las dos presentes, esperando que no descarguen su ira sobre él que es el simple menajero.—¿Q-qué? ¡¿Cómo que no va a presentarse a su boda?! ¡No puedo creerlo, a pesar de no conocerlo esperaba que fuera un hombre… decente, pero veo que no es más que un… un cobarde! No puedo creer que no haya venido a dar la cara… —estalla Sofía cerrando los puños a los lados de su cuerpo con rabia, estando segura de que si lo tuviese delante suyo podría asesinarlo con sus propias manos.—El no podrá presentarse, sin embargo ha enviado un contrato para consumar esta unión, claro que con ciertas condiciones —indica el abogado sin darle mucho importancia al disgusto de esa mujer con su cliente.—¿Condiciones? ¿Qué condiciones? —interroga la novia acercándose al hombre con una mirada amenazadora, dispuesta a señalar que ese hombre no tiene derecho a exigir nada.—Ambos estarán unidos en sociedad de matrimonio durante un lapso de tres años, luego del cual este vinculo se disolverá. Se espera que se mude a la villa del señor Di Stefano, en donde vivirá por ese lapso, aunque sin esperar controlar o influir en la vida del señor Santiago, su relación solo será algo… profesional, y no se espera que eso implique ningún tipo de interacción entre ambos. Así mismo se le otorgará una indemnización según el señor Di Stefano considere oportuno al terminar este acuerdo —informa el abogado poniendo sobre ⁸ mesita de madera el contrato y una lapicera para firmar.Sofía menea la cabeza con indignación al sentirse insultada no solo la ausencia de ese hombre, sino por los términos de ese contrato que parece haber sido confeccionado solo para ofenderla. Incluso hasta siente el impulso de tomar esos papeles y romperlos en la cara de ese abogaducho, pero al pensar en el acechante Alejandro y su banda de buitres queriendo quedarse con la empresa de su familia se resigna a tal cosa. Aceptando que solo tiene una opción: tragarse su orgullo y firmarlo, esperando que esos tres años pasen lo más rápido posible para volver a ser libre.—Bienvenida, Señora Di Stefano, es un honor recibirla en la Villa, soy Susan, la ama de llaves, al igual que el resto del personal he recibido la orden de estar a su disposición y cubrir cada una de sus necesidades —recibe una sonriente mujer cincuentona abriendo las puertas dobles de la casona antes de que la recién llegada toque el timbre.—Es un gusto, Susan, en realidad soy bastante independiente así que no deberán preocuparse demasiado por mí. ¿Santiago no se encuentra? Creí que al menos tendría la decencia de recibirme —pregunta Sofía entrando en la elegante mansión y buscando con la mirada a su esposo, aunque sea solo para poder dar rostro al hombre que odia.—Me temo que el señor Santiago no estará por un tiempo, en la mañana empacó toda su ropa y luego de dar instrucciones sobre estar al servicio de usted… él se marchó —anuncia Susan encogiéndose de hombros, no teniendo más idea que la recién llegada sobre lo que ha pasado por la mente de su patrón.—Ese hombre merece un premio al idiota del año —murmura la muchacha con el rostro colorado, sintiendo el impulso de tomar sus maletas y marcharse también, pero el recuerdo el acuerdo que ha firmado la detiene, ya que un requisito era mudarse a ese lugar. Por lo cual deberá vivir un tiempo allí para cumplir con esa clausula, sin embargo no decía nada de que debía vivir allí durante esos años, descuido que piensa aprovechar para buscar un lugar más agradable en el que vivir en caso de que el dichoso Santiago se niegue a aparecer.Sofía suelta un largo suspiro cargado de nerviosismo al ir rumbo al despacho de Joseph Di Stefano, han pasado tres años desde que firmó el contrato con su nieto, y ante la imposibilidad de comunicarse con Santiago, ha decidido informar de su decisión directamente a la cabeza de la familia.—Oh, Bellissima, ¡Pasa, querida, pero que gusto verte, toma asiento, por favor! —invita el señor Di Stefano iluminando su rostro con una sonrisa al verla entrar en su despacho, una expresión que muy poca gente ha sido capaz de ver en él.—Le agradezco, pero será una visita rápida, solo quiero que le comunique a su nieto que quiero el divorcio. Yo no he podido hacérselo saber ya que ni siquiera lo conozco, así que esperaba que usted pudiera darle el mensaje —declara Sofía dispuesta a no extender ni un día más el acuerdo que la une a Santiago.—¿Qué? ¿Estas segura de lo que dices, querida? —pregunta Joseph con una expresión de profunda tristeza, a pesar de saber que su nieto ha estado muy lejos de cumplir con los deberes de un buen marido.—No tengo ninguna duda, creo que merezco ser feliz, y ha quedado muy claro que no lo seré al lado de Santiago —declara la mujer con seriedad, creyendo que ya soportó por mucho tiempo la indiferencia de ese hombre.—Sí… siento que te lo mereces, y lamento que mi nieto no haya sabido aprovechar esta oportunidad, haré que un sirviente se encargue de notificar a Santiago de la decisión que has tomado —informa el señor Di Stefano, con la esperanza de que esa noticia pueda despertar en su nieto el deseo de no perderla, o al menos de darse la oportunidad de conocerla, porque está seguro de que no hallará otra mujer como ella.Con cierta medida de ansiedad, Sofía se mira en el espejo retrovisor de su auto para asegurarse de que no ha exagerado demasiado con el maquillaje. Si bien solo ha usado un poco de labial y delineador de ojos, el hecho de que esa se convierta en su primera salida en tres años, la hace sentirse muy nerviosa.De hecho, probablemente si su amiga Olivia no le hubiese estado insistiendo durante el último mes para que asista a la inauguración de su bar, probablemente aún no se habría atrevido a salir. Y no por respeto a su desconocido marido, sino más bien porque ha estado demasiado ocupada tratando de llevar su vida y los bienes de su familia por buen camino, lo cual a veces le suele parecer absorbente.—Quizás un poco de diversión es todo lo que necesito para relajarme —murmura conduciendo con tranquilidad en las calles extrañamente vacías que llevan hacia el centro.Al oír un par de detonaciones, Sofía pega un brinco en el asiento clavando los frenos instintivamente, lo cual probablement
Avezando a través del mar de gente que baila frenética al ritmo de la música bajo las luces parpadeantes de colores, Sofía intenta llegar a la barra para pedir un trago lo suficientemente fuerte para lograr calmar su cuerpo que aun parece seguir revolucionado por la adrenalina y la excitación. Ya que no puede negar que ese hombre ha logrado encenderla como una hoguera, y eso que ni siquiera fue capaz de verle bien el rostro, aunque se señala mentalmente que todo eso quizás solo se debe a que hace tanto tiempo que no está con nadie.—¡Hasta que por fin te encuentro, esto es una bomba, un éxito, pareciera que ha venido media ciudad! —exclama Olivia abrazando a su amiga con emoción, feliz de poder tenerla allí en medio de su naciente negocio.—Si la reina de la noche no es capaz de montar un buen bar, ¿Quién podría hacerlo? —comenta Sofía con una sonrisa divertida, pareciéndole que el vestido de lentejuelas que lleva su amiga parece ser demasiado corto incluso para ella.—Pero la reina d
—¡Nada como un buen trago para conocer gente nueva, invita la casa! —exclama Olivia volviendo con la pareja con unos vasos largos llenos de una bebida azul.—No tengo ninguna objeción ante eso —comenta Santiago con una gran sonrisa tomando uno de los tragos.—¿Cuál es el objetivo? ¿Potenciar los sentimientos o inhibir los pensamientos? —interroga Sofía arqueando una ceja con cierto reclamo.—¿Acaso hay diferencia? Esta es una noche para disfrutar, y para hacerlo muchas veces hay que apagar el interruptor de la cabeza que te impide buscar lo que realmente deseas —reclama Olivia mirando con severidad a su amiga para que no se ponga con esas charlas de psicólogos que tanto le gustan.—¿Crees que un trago solo puede tener esos objetivos? Quizás solo se trata de tener la sensación de estar compartiendo algo, de brindar cierta confianza que fomente el comenzar una nueva amistad —expone Santiago con una expresión de sumo interés mirando a su salvadora.—No estaría en desacuerdo si respondies
Removiéndose en el asiento con nerviosismo, Sofía suelta un largo suspiro al ver que el vehículo se detiene frente a su apartamento. Con la incertidumbre de no saber qué decir o de qué manera continuar lo que debe reconocer ha sido una noche memorable, baja del auto cuando su compañero le abre la puerta caballerosamente.—Gracias, por acercarme… aunque vuelvo a insistir en que no era necesario —murmura la mujer quedándose parada a solo centímetros de él, sintiendo que su cuerpo aún no parece estar de acuerdo en volver a su solitario hogar.—Ha sido todo un placer, te he conocido esta noche, y sin embargo te me haces extrañamente familiar, como si sintiera que de alguna manera ya te conozco de hace tiempo. Quizás nuestras almas ya han bailado antes, ¿No crees? —señala Santiago pasándole un mechón de pelo por detrás de la oreja con suma suavidad, anhelando poder recorrer más de esa piel que parece brillar bajo la luz de la luna.—Supongo que entonces puedo confiar en que eso me hará mem
Santiago avanza con su vehículo al ver que las rejas de acero que dan entrada a la residencia se abren para permitirle el acceso, pensando en que esa noche podría haber sido mucho más maravillosa si hubiese vuelto a su cama con Sofía esboza una sonrisa. Pues si bien todo su cuerpo parece desear tenerla, la verdad es que el desafío que le supone tener que conquistarla le resulta más que excitante. Después de todo lo fácil nunca llega a ser divertido, pero lo que cuesta trabajo en conseguir siempre se vuelve lo más gratificante y disfrutable.Teniendo el consuelo de que aún le queda el fin de semana con ella, entra al lugar en el que suelen llevar a cabo la mayor parte de su trabajo, no pudiendo evitar compararla con su Villa, a la que no ha vuelto desde que su esposa se mudó allí para vivir. Al cruzar el salón de mármol y blanco y ver a uno de sus subordinados parado junto a la escalera de madera, sabe que hay novedades sobre el asunto que debe tratar, por lo que se decide a liberar su
Asombrado por el silencio que reina en la residencia de su abuelo, Santiago avanza sigilosamente esperando poder ver al abogado de la familia que parece casi vivir allí, para poder comenzar con el papeleo del divorcio y el acuerdo a crear junto a su ex. Esperando ser capaz de hacer todo eso con la esperanza de evitar a su abuelo en el proceso, para al menos retrasar el sermón un tiempo más, al menos por ese día que ya ha sido lo suficientemente cansador.—Además de dejarte los papeles del divorcio en tu Villa, su abogado también me los ha enviado por correo electrónico. ¿Estás seguro de querer avanzar con esto? —consulta el abogado levantando la vista de los papeles de su escritorio por un momento para mirarlos a los ojos.—Por supuesto que quiero avanzar con esto, cuanto antes terminemos ese matrimonio mejor. Ella será libre de hacer lo que quiera, y yo ya no tendré que preocuparme de tener una vividora atada a mí —responde Santiago sirviendose un vaso de whisky de la vitrina del es
Con su mente aún algo alterada por la amenaza, Sofía decide pasar por alto al menos de momento lo que espera que no sea nada más que una intimidación y pasar a lo importante. A lo que el Detective ha hallado, lo cual en realidad le da cuenta de cuan lejos esta ambiciosa gente es capaz de llegar, la cuestión es que no sabe con qué objetivo la están atacando a ella y al patrimonio de su familia.Leyendo el informe sobre el hallazgo de unos explosivos que parecen haber sido la causa del derrumbe, la mujer aprieta los labios al sentirse bajo ataque. Sabiendo que debe identificar a quien está detrás de ella para poder contraatacar, ya que estando a ciegas no puede hacer nada más que esperar el siguiente golpe, y por ende sufrir el daño. —¿Pero qué? —murmura Sofía al leer el nombre de Antonio Vereda entre la lista de los trabajadores, por un momento se esfuerza por recordar por qué razón le suena tanto ese nombre, en dónde lo ha escuchado, y por qué le parece tan importante, mordiéndose la
Olivia suelta un largo suspiro al terminar de subir por la escalera que lleva a la azotea del edificio de su amiga, aunque al menos no ha tenido que cargar sus bolsos, los cuales le ha entregado a su novio que sube detrás de ella jadeando por el esfuerzo. Tal vez debería sentir un poco de lástima por él, pero cargar con sus cosas es una de las tareas de sus parejas, así que se dice a sí misma que Marcos solo está cumpliendo con sus obligaciones.—¿Tanto te costaba buscar un edificio con ascensor? —cuestiona Olivia levantando el rostro para disfrutar del frio viento que sopla dándole un poco de alivio a su acalorado cuerpo.—No seas tan quejosa, aunque tampoco es que venga muy seguido a la azotea. ¿Qué se supone que hacemos aquí? —pregunta Sofía mirando a su alrededor sin saber muy bien la razón de estar allí arriba, sobre todo cuando se supone que están esperando que las recojan.—No lo sé, Santiago dijo que lo esperemos aquí, que pasaría a buscarnos para llevarnos a esa hermosa playa