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Capítulo 3 – En pedazos.

  • ¿ya estás más calmada? – me preguntó él, levantándome del suelo, agarrando mi mejilla para limpiar las lágrimas que aún tenía en ese lado del rostro. Levanté la mano, para acariciar su rostro, notando su barba bajo mis dedos, por lo que sonreí pausadamente, mientras sus ojos se entrelazaban con los míos. Me tenía totalmente cautivada, quizás fuesen mis defensas que estaban bajas, o quizás fuese que estuviese tan apuesto… pero lo cierto era que no podía pensar con claridad, tan sólo quería besarle. Me sonrió calmado, al notar mi mirada sobre la suya, y me besó despacio, como si temiese que pudiese hacerme algún daño. Pero no lo hizo, pues David no me había besado, así que no había nada que pudiese recordármelo.

Me besó con más intensidad tan pronto como sintió como le respondía, como le devolvía el beso y emitió un leve gemido sobre mi boca al darse cuenta de que aún le amaba, pero tan pronto como lo hizo mis recuerdos volvieron, aquel momento de él gimiendo mientras se lo introducía a Monic invadió mi mente.

  • Noh – le detuve, apartándome de él, alejándole de mí, provocando que él me mirase dolido, molesto por mi reacción.
  • Ana – me rogó, mientras agarraba mi cabeza entre sus manos, y miraba hacia mí, con detenimiento – sé que aún me amas… - aclaraba, provocando que mis lágrimas volviesen a salir – no llores – imploró, volviendo a limpiarla con sus dedos – déjame ayudarte…
  • No puedes ayudarme Kevin – le dije, mientras agarraba sus manos para bajarlas de mi rostro, pero él no quería obedecer. – jamás podré olvidar tus gemidos…. – proseguí, provocando que él me mirase esperanzado, por lo que acababa de decirle, aunque cuando terminase lo que tenía que decir sus esperanzas se irían - … cuando te la tirabas en el baño – concluí, provocando que sus manos cayesen hacia abajo, y su mirada también lo hiciese. Acababa de hacerlo, acababa de alejarle de mi vida para siempre, ya no había vuelta atrás, acababa de perderle para siempre, a pesar de que nunca podría dejar de amarle. Mis lágrimas volvieron a emborronar mis ojos, en ese justo instante.

Kevin se levantó del suelo, y sin tan siquiera mirar hacia mí salió de la sala y de la casa, sin tan siquiera decir una sola palabra.

Caminó por la urbanización, sin tan siquiera mirar a los jardines o a las casas que lo rodeaban, sin ver a nadie, tan sólo sintiendo como su dolor se hacía partícipe y sus lágrimas caían por su rostro, mientras su llanto iba saliendo al exterior poco a poco, al darse cuenta de que me había perdido, y parecía que no podía hacer nada por recuperarme.

Unos truenos en el cielo le indicaron que había tormenta, y como era costumbre en Londres comenzaría a llover de un momento a otro, y así sucedió, empapándolo todo a su paso, provocando que la gente corriese hacia sus casas para resguardarse, los niños dejaban de jugar y corrían con sus familias bajo el techo de su hogar, los pájaros se escondían en los árboles y las ardillas se introducían por el hueco al que llamaban hogar. Sólo había una persona que aún seguía allí, caminando hacia ninguna parte, dejando que la lluvia lo empapase por completo, mientras su dolor seguía saliendo al exterior, con sus lágrimas perdiéndose con las gotas de lluvia.

Se detuvo junto al parque, y cayó de rodillas a la fría y mojada tierra, tocándose la cabeza, angustiado y cabreado consigo mismo, sin poder creer aun lo que había sucedido, pues había ocurrido justo lo que siempre había temido, había herido y destrozado a la persona que más le importaba en aquel mundo cruel.

- ¿ya estás más calmada? – me preguntó él, levantándome del suelo, agarrando mi mejilla para limpiar las lágrimas que aún tenía en ese lado del rostro. Levanté la mano, para acariciar su rostro, notando su barba bajo mis dedos, por lo que sonreí pausadamente, mientras sus ojos se entrelazaban con los míos. Me tenía totalmente cautivada, quizás fuesen mis defensas que estaban bajas, o quizás fuese que estuviese tan apuesto... pero lo cierto era que no podía pensar con claridad, tan sólo quería besarle. Me sonrió calmado, al notar mi mirada sobre la suya, y me besó despacio, como si temiese que pudiese hacerme algún daño. Pero no lo hizo, pues David no me había besado, así que no había nada que pudiese recordármelo.

Me besó con más intensidad tan pronto como sintió como le respondía, como le devolvía el beso y emitió un leve gemido sobre mi boca al darse cuenta de que aún le amaba, pero tan pronto como lo hizo mis recuerdos volvieron, aquel momento de él gimiendo mientras se lo introducía a Monic invadió mi mente.

- Noh – le detuve, apartándome de él, alejándole de mí, provocando que él me mirase dolido, molesto por mi reacción.

- Ana – me rogó, mientras agarraba mi cabeza entre sus manos, y miraba hacia mí, con detenimiento – sé que aún me amas... - aclaraba, provocando que mis lágrimas volviesen a salir – no llores – imploró, volviendo a limpiarla con sus dedos – déjame ayudarte...

- No puedes ayudarme Kevin – le dije, mientras agarraba sus manos para bajarlas de mi rostro, pero él no quería obedecer. – jamás podré olvidar tus gemidos.... – proseguí, provocando que él me mirase esperanzado, por lo que acababa de decirle, aunque cuando terminase lo que tenía que decir sus esperanzas se irían - ... cuando te la tirabas en el baño – concluí, provocando que sus manos cayesen hacia abajo, y su mirada también lo hiciese. Acababa de hacerlo, acababa de alejarle de mi vida para siempre, ya no había vuelta atrás, acababa de perderle para siempre, a pesar de que nunca podría dejar de amarle. Mis lágrimas volvieron a emborronar mis ojos, en ese justo instante.

Kevin se levantó del suelo, y sin tan siquiera mirar hacia mí salió de la sala y de la casa, sin tan siquiera decir una sola palabra.

Caminó por la urbanización, sin tan siquiera mirar a los jardines o a las casas que lo rodeaban, sin ver a nadie, tan sólo sintiendo como su dolor se hacía partícipe y sus lágrimas caían por su rostro, mientras su llanto iba saliendo al exterior poco a poco, al darse cuenta de que me había perdido, y parecía que no podía hacer nada por recuperarme.

Unos truenos en el cielo le indicaron que había tormenta, y como era costumbre en Londres comenzaría a llover de un momento a otro, y así sucedió, empapándolo todo a su paso, provocando que la gente corriese hacia sus casas para resguardarse, los niños dejaban de jugar y corrían con sus familias bajo el techo de su hogar, los pájaros se escondían en los árboles y las ardillas se introducían por el hueco al que llamaban hogar. Sólo había una persona que aún seguía allí, caminando hacia ninguna parte, dejando que la lluvia lo empapase por completo, mientras su dolor seguía saliendo al exterior, con sus lágrimas perdiéndose con las gotas de lluvia.

Se detuvo junto al parque, y cayó de rodillas a la fría y mojada tierra, tocándose la cabeza, angustiado y cabreado consigo mismo, sin poder creer aun lo que había sucedido, pues había ocurrido justo lo que siempre había temido, había herido y destrozado a la persona que más le importaba en aquel mundo cruel.

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