Troy ―¿Cómo me veo, papá? No encuentro las palabras exactas para expresarle a ella el cómo me siento, se ve tan preciosa que mis palabras se van a quedar cortas ante cualquier cosa que le vaya a decir. Estoy tan agradecido con el cielo por llegar a este día, celebrar con una de mis princesas sus grandiosos quince años. Con su vestido azul como el cielo resplandece mi vida en este instante, un modelo que ella misma escogió desde que vio hace años aquella película de Disney: Cenicienta. Lleva su cabello recogido adornado por una pequeña tiara, su maquillaje es suave, puesto que a ella no le agrada mucho usarlo, prefiere estar al natural, cosa que no objeto porque igual se ve hermosa. Recuerdo cada momento de alegría que he vivido junto a ella desde pequeña y ver ahora en la mujer hermosa que se ha convertido me aterra. Por favor, no crezcas más. Pido mentalmente, justo como lo dice una canción. ―¿Papá? ―Me vuelve a insistir. Me acerco a ella y la tomo de sus manos. ―Estás preci
Las llantas del auto derrapan a gran velocidad, eso hace que mi cuerpo se llene de más adrenalina de lo normal. Observo como las agujas del reloj del kilometraje de mi Cruze color blanco rugen, dan la impresión de querer gritar que pise con toda mi fuerza el acelerador y eso era lo que me encontraba haciendo. Arlet ―mi amiga desde hace tanto―, ella lleva el tiempo en un cronómetro, su cara de espanto me resulta graciosa. Pobrecita, aún no se acostumbra a verme en este tipo de peripecias, no obstante, mis padres odian que corra, sin embargo no me lo prohíben, ya se resignaron, además no soy una niña.Hoy, el autódromo se encuentra un poco solitario, eso es porque apenas son las cinco y treinta de la mañana, por ello prefiero practicar a esta hora, no me gustan las interrupciones. Mi única acompañante es Arlet, ella es una dormilona por excelencia, pero le encanta acompañarme. A lo lejos, en el horizonte, veo el hermoso paisaje de un cielo que ya se deja enternecer por el majestuos
―¡Llegué! Se me perdió una hadita mágica y la estoy buscando, ¿alguien la ha visto? ―digo entrando como cabra loca al pent-house de mi familia, en el cual hemos vivido desde que estaba en la panza de mí adorada madre.―¡Totiiii! ―Mi pequeña hermana viene danzando cual hada mágica con un vestidito blanco de pequeñas florecillas en color pastel. Mía tiene el cabello castaño oscuro, a la luz del sol hace que se le formen algunos mechones rojizos, idéntico al mío y al de nuestra madre, el sello de la familia de nuestra progenitora, según ella. Mía abre sus bracitos pidiendo que la cargue y gustosa lo hago. La lleno de besos en sus cachetes regordetes y sonrojados, provoca comérselos.―A ver, campanita, es Tori. Trata de pronunciar la R, muñequita, di rrrrr ―repito varias veces, aun le cuesta vocalizar ciertas palabras. Ella posa sus ojitos negros en mi boca y trata de hacer los mismos movimientos.―Eeeeeele ―dice arrugando su entrecejo, con carita de frustración, se cruza de brazos y refu
―Ya... déjame normalizar mi respiración, estoy bien, de verdad. ―Trato de calmarla. Ella no me cree lo suficiente.―¿Estás segura? Dime que hoy has comido como Dios manda, Victoria. Te juro que si estás de nuevo con esa mierda de la anorexia, yo misma me encargo de matarte a palos, ¿me oíste?Me quedo callada unos segundos, maldita anorexia, hace un tiempo caí en sus redes, fue la peor etapa de mi vida. Por fortuna, a mi lado están los mejores padres del universo, al igual que mi gran amiga Arlet, de la mano de ellos pude seguir adelante.―Para que sepas, esta tarde me comí más de seis galletas de vainilla con chispas de chocolate junto a Mía ―le digo conteniendo la risa, sintiéndome mucho mejor. Ella me abraza con fuerza y siento alivio con su abrazo.―Disculpa por haberte hablado de esta manera, Tori. Solo me preocupé, nunca, pero nunca más en mi vida deseo verte como en aquellos días donde eras un esqueleto andante, tuve miedo de perderte, amiga; esa no era la manera correcta para
Me encuentro de espaldas limpiando la pizarra llena con dibujos de colores realizados con marcadores acrílicos, los pocos niños que quedan están jugando, sus risas tiernas resuenan por todo el lugar. Me giro y lo veo parado en la puerta, cruzado de brazos y recostado al marco de esta, su presencia hace que todo quede en total silencio, pero solo a mis estúpidos oídos.Es él, el cabrón. ¡Demonios, es casado!¿Y eso te duele o te molesta? Grita una voz en mi cabeza.―¿Esta es el aula del primer nivel? ―inquiere entrando, con un andar relajado, hoy viste con traje azul oscuro, corbata vino tinto y camisa blanca. Muy sexy.Le doy la puntuación máxima.Se detiene junto a mí, con las manos dentro de su pantalón. Su rostro se encuentra neutro, parece que me analiza y yo aprovecho para echarle un ojo y detallarlo, es alto, me lleva más de una cabeza y media en tamaño.―¿Ahora eres muda? Y fíjate, una coincidencia enorme encontrarte aquí.Yo reacciono antes de que se siga burlando por mi idiot
La semana pasa como rayo, a toda velocidad. Estoy en el autódromo, la competencia se aproxima y debo estar impecable en mis circuitos. Hoy decidí venir sola, Arlet ya no podía con tanto madrugón los fines de semana. Por otro lado, mi agenda ya se encuentra organizada, lo triste de irme a las carreras fuera del país es que debo partir a finales de marzo, no estaré presente en los últimos ensayos de mis niños para el acto del día de las madres, al menos intentaré acompañarlos ese día y apenas termine el acto debo partir de inmediato a Marruecos, donde se llevará a cabo la tercera carrera. Lo sé, prácticamente voy a estar todo el año fuera de casa; en el preescolar, los pequeños ya tienen quien se encargará de ellos durante mi ausencia, la directora se ha mostrado amable y comprensiva, incluso emocionada, quiere que me traiga esa gran copa a casa y yo deseo complacerla. ―Tienes compañía, Tori ―anuncia el mecánico de mi coche, Jhonny. Sin mi amiga llevando el cronometro del tiempo, recurr
―Nada en especial, solo que hice… ¡Tu desayuno preferido! Y te paso esta vez ese ridículo apodo, ¿eh?, porque debo contarte algo, ¿puedes venir hasta acá?―Seguro, en quince minutos llego, aunque si pudiera manejar como me gusta llegaría en cinco. ―Ari da un grito ahogado.―¡NI SE TE OCURRA! Ya llevas records en multas, recuerda que una próxima y adiós competencia.―Sí, madre. Calma. Te veo en un rato.Reconozco que amo la velocidad, pero debo controlar mi pie ya que tengo un colorido y surtido números de multas de tránsito, que por fortuna, gracias a los abogados de mi padre pasan desapercibidas, porque otra en mi lugar ya estuviera sin licencia. Arlet me dejó con un sensación extraña, espero no sea nada grave lo que debe decirme.En efecto, quince minutos después llego a su edificio, busco donde estacionar mientras me anuncio con el vigilante. Decido subir las escaleras, es mejor para las piernas, además su apartamento queda en el cuarto piso. Llego y presiono el botón del timbre. M
―No seas infantil. Simplemente tus desplantes me… alteran, pero es mi problema, no el tuyo.―¿Para eso llamas?, ¿para decirme que soy infantil? En ese caso, tú eres un jodido viejo gruñón entonces. ―Quien me está alterando a mi es él. Idiota. Tiene mis nervios a flor de piel y una revolución en mi cabeza, quiero golpearlo. Y una pregunta pica en mi boca y hablo antes que me ataque con sus palabras―, ¿cómo rayos conseguiste mi número celular?―¿Siempre hablas de esa manera? No pareces ser una educadora. ―Esto es el colmo, me llama para insultarme.―¡Vete a la mierda, Troy! Que tengas un lindo día.Le cuelgo. Me doy el gran gusto de hacerlo dejándolo con la palabra en la boca, al igual que él lo hizo conmigo esta mañana. Arlet me mira con cara de querer preguntar mil cosas y lo hace.―¿Quién rayos es Troy? Y sea quien sea, te ha puesto de los mil demonios. Mírate, hasta estás como un tomate de colorada, mejor te sirvo algo de agua de jamaica para calmar esa rabia.Suspiro y me encojo de