A cuatro días para la boda En quince minutos estaremos aterrizando en el Aeropuerto Internacional Luis Muñoz Marín, en San Juan, Puerto Rico.Leidy ―la simpática azafata―, anuncia sonriente nuestra pronta llegada a la hermosa Isla de Puerto Rico. Troy aprieta mi mano y la besa justo donde se encuentra mi anillo de compromiso, le sonrío feliz.Hoy es 31 de enero y estamos a cuatro fabulosos días para la tan esperada boda. Los demás pasajeros en el jet de papá lanzan aplausos y silbidos. Mis padres, nana Eva, Gineta, Arthur, Brad, Jhonny y su familia, mis amigas, Mario, Kevin, las madres de Ari y Kevin, mi nueva amiga Carolina y nuestra pequeña hija, que al parecer se volverá costumbre, se ha quedado dormida en los brazos de su padre. La familia de mi novio y amigos vienen en el jet de la familia de él―Te quedan pocos días para dejar la soltería ―digo recostada a su hombro.―Estoy ansioso por ello, princesa ―responde besando de nuevo mi mano.Minutos después las ruedas del jet toca
Día de la bodaTroyEscuchó a lo lejos como las olas golpean en el mar, el día luce especial, cálido y tranquilo.Hoy 4 de febrero de 2017 por fin me caso con ella.Tengo la leve sospecha de que había esperado este día desde siempre. Fue a ella a quien una noche vi en mis sueños hace años, una chica de cabellos oscuros me sonreía desde un coche andando, me lanzaba besos con su mano izquierda y yo la observaba idiotizado, no podía moverme porque sentía que si lo hacía ella desaparecería, el corazón me latía acelerado, tanto, que podía escuchar los latidos ruidosos. Claro, era un sueño donde todo es posible hasta que ese órgano vital se detuvo por unos segundos, justo cuando ella comenzó a alejarse, pero antes de hacerlo me susurró: te amo. Fue entonces cuando desperté sudoroso y con un dolor extraño en mi pecho, sentí su ausencia y dolió, lloré como un demente por unos minutos, no comprendía un carajo, me sentía demente y entonces después hace cuatro años cuando la vi por primera vez
La fiesta ha resultado ser un bombazo según mis amigas, justo ahora se encuentra en tarima Gilberto Santa Rosa cantando Vivir sin ella. La gente se divierte, baila, conversa, come, disfruta, las felicitaciones no han parado y apenas llevamos una hora acá. El lugar quedó precioso gracias a Cici que se lució dejando el salón maravilloso. Estoy bailando con mi esposo muy pegadita a él, nuestros genes latinos son los mejores porque bailar este tipo de música no lo hace cualquiera, él lo hace divino. Gilberto finaliza su show y mis amigas corren como cabras locas para tomarse fotos con él, ya nosotros lo hicimos antes que comenzara a cantar, puesto que fue un regalo de mis padres y nos avisaron cuando Gilberto, arribó al hotel. A mi esposo alguien lo llama y yo aprovecho de ir por una piña colada y sentarme un ratito a compartir con mi familia, toda mi familia: los Ackerman y los Bourke. Debido a que nos hemos tomado fotos con cada mesa de invitados no he podido estar largo rato con ellos
Años después.Troy Ella mueve sus caderas de una manera perfecta, guíada por el sonido del derbake, al compás de la danza árabe. Sus pies parecen querer volar, es como un hada mágica, tal como la llama ella de vez en cuando, en un bosque encantado. Su cabello en bucles exquisitos y tan largo como su propia espalda brincan con cada salto, no teme a los ojos puestos sobre ella en este preciso momento, es todo lo contrario, se anima a moverse con más desenvoltura porque es la reina más hermosa, es la protagonista, la estrella. Con su traje de gala, falda y top, en varios tonos de azul, decoran a la perfección su cuerpo, su vientre plano se desplaza de arriba a abajo y siento que voy a desfallecer, mucha piel a la vista, trato de calmarme o voy a terminar por hacer lo que no debo, cubrirla de pies a cabeza… le prometí comportarme pero aún me cuesta aceptar que ella ya es una adolescente y no una niña. El idiota sentado a mi lado la devora con sus ojos, ruedo los míos, juro que quiero ah
Mía Me sentía nerviosa antes de salir al escenario, pero cuando comencé a escuchar esa melodía que me envuelve totalmente todo desapareció, dejándome sola en escena. La primera canción ha terminado, era un Baladi, uno de los ritmos de la música árabe, sólo era la melodía sin cantante, me confieso enamorada de esto, es como si viviera dentro del libro Las mil y una noches. Cada giro y toque de cadera me hacen sentir como dentro de un hechizo. Observo al público, aplauden entusiastas, mis ojos buscan a mi familia y mi amigo Max, al verlo me sonrojo porque me mira fijamente con esos ojos dorados que me atraen mucho, no niego que me gusta, es lindo, pero no es porque sea precisamente guapo, es por su manera de tratarme, cómo se comporta conmigo, por otro lado es tan diferente a los otros chicos, él mira mi alma, los demás miran otras partes de mi cuerpo de manera extraña. A veces los insulto y peor para ellos si se sobrepasan, mamá me enseñó a dar buenos derechazos y papá a propina
Troy ―¿Cómo me veo, papá? No encuentro las palabras exactas para expresarle a ella el cómo me siento, se ve tan preciosa que mis palabras se van a quedar cortas ante cualquier cosa que le vaya a decir. Estoy tan agradecido con el cielo por llegar a este día, celebrar con una de mis princesas sus grandiosos quince años. Con su vestido azul como el cielo resplandece mi vida en este instante, un modelo que ella misma escogió desde que vio hace años aquella película de Disney: Cenicienta. Lleva su cabello recogido adornado por una pequeña tiara, su maquillaje es suave, puesto que a ella no le agrada mucho usarlo, prefiere estar al natural, cosa que no objeto porque igual se ve hermosa. Recuerdo cada momento de alegría que he vivido junto a ella desde pequeña y ver ahora en la mujer hermosa que se ha convertido me aterra. Por favor, no crezcas más. Pido mentalmente, justo como lo dice una canción. ―¿Papá? ―Me vuelve a insistir. Me acerco a ella y la tomo de sus manos. ―Estás preci
Las llantas del auto derrapan a gran velocidad, eso hace que mi cuerpo se llene de más adrenalina de lo normal. Observo como las agujas del reloj del kilometraje de mi Cruze color blanco rugen, dan la impresión de querer gritar que pise con toda mi fuerza el acelerador y eso era lo que me encontraba haciendo. Arlet ―mi amiga desde hace tanto―, ella lleva el tiempo en un cronómetro, su cara de espanto me resulta graciosa. Pobrecita, aún no se acostumbra a verme en este tipo de peripecias, no obstante, mis padres odian que corra, sin embargo no me lo prohíben, ya se resignaron, además no soy una niña.Hoy, el autódromo se encuentra un poco solitario, eso es porque apenas son las cinco y treinta de la mañana, por ello prefiero practicar a esta hora, no me gustan las interrupciones. Mi única acompañante es Arlet, ella es una dormilona por excelencia, pero le encanta acompañarme. A lo lejos, en el horizonte, veo el hermoso paisaje de un cielo que ya se deja enternecer por el majestuos
―¡Llegué! Se me perdió una hadita mágica y la estoy buscando, ¿alguien la ha visto? ―digo entrando como cabra loca al pent-house de mi familia, en el cual hemos vivido desde que estaba en la panza de mí adorada madre.―¡Totiiii! ―Mi pequeña hermana viene danzando cual hada mágica con un vestidito blanco de pequeñas florecillas en color pastel. Mía tiene el cabello castaño oscuro, a la luz del sol hace que se le formen algunos mechones rojizos, idéntico al mío y al de nuestra madre, el sello de la familia de nuestra progenitora, según ella. Mía abre sus bracitos pidiendo que la cargue y gustosa lo hago. La lleno de besos en sus cachetes regordetes y sonrojados, provoca comérselos.―A ver, campanita, es Tori. Trata de pronunciar la R, muñequita, di rrrrr ―repito varias veces, aun le cuesta vocalizar ciertas palabras. Ella posa sus ojitos negros en mi boca y trata de hacer los mismos movimientos.―Eeeeeele ―dice arrugando su entrecejo, con carita de frustración, se cruza de brazos y refu