―¡Llegué! Se me perdió una hadita mágica y la estoy buscando, ¿alguien la ha visto? ―digo entrando como cabra loca al pent-house de mi familia, en el cual hemos vivido desde que estaba en la panza de mí adorada madre.
―¡Totiiii! ―Mi pequeña hermana viene danzando cual hada mágica con un vestidito blanco de pequeñas florecillas en color pastel. Mía tiene el cabello castaño oscuro, a la luz del sol hace que se le formen algunos mechones rojizos, idéntico al mío y al de nuestra madre, el sello de la familia de nuestra progenitora, según ella. Mía abre sus bracitos pidiendo que la cargue y gustosa lo hago. La lleno de besos en sus cachetes regordetes y sonrojados, provoca comérselos.
―A ver, campanita, es Tori. Trata de pronunciar la R, muñequita, di rrrrr ―repito varias veces, aun le cuesta vocalizar ciertas palabras. Ella posa sus ojitos negros en mi boca y trata de hacer los mismos movimientos.
―Eeeeeele ―dice arrugando su entrecejo, con carita de frustración, se cruza de brazos y refunfuña, parece una viejita y yo suelto la carcajada.
―Deja de burlarte de tu hermana, Tori. ―Mamá viene a paso apresurado bajando las escaleras desde la planta alta, en donde se encuentran los dormitorios, con su elegante conjunto de pantalón y chaqueta de cachemira en color rosa pálido, se ve regia y muy elegante. Se ajusta su reloj de mano, regalo que le dio papá en uno de sus aniversarios de bodas, se detiene frente a nosotras, le da un beso en la frente a Mía y luego besa una de mis mejillas―, se portan bien, chicas, no quiero desastres en la cocina. ―Rio como una hiena mostrando todos los dientes.
―No seas exagerada, mamá, solo fueron algunos pequeños regueros de harina. ―Ella me mira quitándose los lentes de sol que ya se había colocado elegantemente.
―¿Pequeños regueros, Victoria? Creo que no tienes una definición exacta de lo que significa ese concepto, cariño. En fin, si quieren inventar recetas pídele ayuda a Gineta, ella encantada lo haría, y no dejes que Mía meta las manos en los utensilios peligrosos de la cocina.
―Sí, mamá, ya deja lo mandona, nos quitas la diversión ―digo acompañándola hasta la puerta con Mía colgando alegremente a un lado de mis caderas, con sus piernas enroscadas en torno a mi cintura mientras juega con uno de mis zarcillos de perla.
―Solo es precaución, hija. Las amo, estoy de regreso a las seis. ―Se despide diciendo adiós, solo con el dedo índice de su mano izquierda, es su manía y yo he aprendido lo mismo. Miro con cara de maldad a mi pequeña hermanita.
―¿Qué haremos ahora que mamá se fue? ―Ella responde con complicidad y levanta los bracitos en señal de celebración.
―¡Mía´s cokkies!
Nos encaminamos a la cocina. Coloco a mi hermana en el piso, tampoco soy un canguro para tenerla encima de mí todo el santo día.
Mi hermanita luego de comerse unas cuatro galletas de vainilla con chispas de chocolate recién sacadas del horno y las cuales hicimos con ayuda de nuestra ama de llaves, Gineta, se ha quedado dormida encima de mí, con cuidado la llevo hasta su cuarto y la acuesto en su pequeña cama en forma de palacio, me pregunto si yo tendría una cama así… ¡Nah, no lo creo! Mucho príncipe azul para mi gusto.
El celular vibra en uno de los bolsillos traseros de mi pantalón, lo saco con algo de cansancio, son las dos de la tarde, hora que marca el móvil. Ya el madrugón de las prácticas en el autódromo me quiere pasar factura, la camita de Mía me llama ansiosa, con cuidado me recuesto a su lado y respondo al cuarto timbrazo de la llamada.
―¡Hola, mujerzuela! ―Saluda Arlet, tan enérgica como de costumbre.
―Hola, zorra... me duermo amiga, quiero descansar una hora al menos. ―Mientras lo digo me coloco de lado, dándole la espalda a mi hermana para no despertarla.
―¿Pasamos por ti o tú lo haces por nosotros? Kevin está conmigo.
―Pasen por mí, Ari... ―Un bostezo sale involuntariamente.
―Pareces vieja chuchumeca, amiga, tanto trasnocho te va a sacar arrugas. ―Me rio con los ojos cerrados, ya la inconsciencia me llama.
―Vieja tu suegra, me levanté a las cinco de la mañana... Espero por ustedes a las nueve, como quedamos.
―Vale. Y shhh, puedes herir los sentimientos de Kevin ―dice esto fingiendo comprensión, pero realmente su suegra es una señora muy fifirisnais de m****a.
Alguien cepilla mi cabello y lo está haciendo de una manera salvaje, pobre cabellera. Abro los ojos y estiro mi cuerpo cual felino. Es Mía quien juega con mi pelo.
―Creo que como peluquera te botan del trabajo a los cinco minutos.
Ella sonríe y comienza a dar brincos en la gran cama. Esta siesta me ha relajado lo suficiente, será mejor que vaya a darme una ducha. Le pido a Gineta estar pendiente de mi hermanita mientras voy al baño.
La discoteca en la que nos encontramos hoy se encuentra más atestada que nunca, cuerpos pegados y sudorosos se contonean al ritmo de la noche, dejándose contagiar por la música y envueltos por el ambiente relajante que hay en el sitio. Nos dirigimos a una mesa vacía abriéndonos paso entre los cuerpos danzantes en la pista. Algunos chicos bailan de manera perversa a mi alrededor y yo muevo mi cuerpo para llevarles el ritmo; de fondo se escucha Armin van Buuren feat Trevor Guthrie con This Is What It Feels Like.
And I don’t even know how I survive
I won’t make it to the show without your light
No I don’t even know if I’m alive
Oh, oh, oh without you now
This is what it feels like
Yo coreo a todo pulmón la última estrofa y sigo mi camino, dejando a dos chicos con caras de pucheros por mi abandono en la pista. Nos ubicamos en nuestro sitio Arlet, Kevin y yo, siempre los tres juntos a todos lados, aunque debo reconocer que a veces me siento la lamparita de mi par de amigos; digo, son novios y yo estoy como atravesada en medio de su relación cada vez que salimos, pero ellos me recalcan hasta el cansancio que les agrada mi presencia y compañía.
No tengo novio y tampoco quiero tener por ahora, tengo veintidós años y pienso que aún me queda un largo trecho por caminar hasta dar con el indicado, aunque algunas veces, unos ojos azul claro aparecen en mi mente y bloqueo de inmediato ese pensamiento, él decidió que era momento de terminar nuestra relación luego de dos años juntos, no lo culpo por ello, las cosas se habían vuelto frías y estábamos muy distantes, parecía como si ese sentimiento que nos unió una vez se había desgastado cual suela de zapato, debo reconocer que ya sus besos no me hacían temblar como al principio. Con él, fue mi primera vez, mi primer beso, mi primer todo, luego de nuestra ruptura quedamos en buenos términos; él se fue del país a estudiar su carrera universitaria en Alemania y no supe más de su vida. A veces siento curiosidad por saber de él y de inmediato detengo mi cerebro, si no me buscó después, supongo que debe ser feliz, al igual que yo lo soy, no lo amo, solo son recuerdos bonitos, he seguido mi vida, he disfrutado de gratas compañías, de resto, nadie me ha impactado como para que se meta en mi corazón a invadirlo.
―¡Ey, Tori! ¿A dónde te fuiste? ―Arlet mueve sus manos frente a mi rostro, haciendo un chasquido con sus dedos.
―A una disco con mis dos amigos conejos ―bromeo, ese par son adictos al sexo y no les importa en donde se encuentren, ellos dan rienda suelta a lo que sus cuerpos piden.
―No me des ideas, maestra. ―Ríe Kevin con entusiasmo. Un chico atlético, ojos marrones, cabello negro y piel muy bronceada, puesto que le encanta el surf y cada vez que puede se escapa a las playas de Hawái, justo como hace una semana, por eso su piel luce deliciosamente tostada.
―¿Pedimos ya...? ―sugiere mi amiga.
―Sí, a eso venimos, ¿no? Yo quiero tequila.
―Yo también ―dice Kevin divertido.
―Si no puedes vencerlos, únete a ellos. ―Se encoge de hombros Arlet, ella prefiere los mojitos.
―Bien, voy por nuestros tragos, señoritas. Ya regreso.
Kevin se marcha, no sin antes darle un piquito en los labios a su amada, quien aún se sonroja después de dos años de novios, a veces son adorables. Arlet y yo nos movemos en nuestros asientos siguiendo el ritmo de la música, repentinamente mi cuerpo experimenta una especie de escalofrío que recorre mi espina dorsal y siento que mi respiración se corta, solo unos segundos y aunque es poco, mi amiga se tensa al ver mi rostro y salta de su silla.
―¡Victoria! ¿Qué sucede? ―Me llama por mi nombre completo cuando se asusta, ella me sostiene la cara con una mano y con la otra toca mi frente, siento que todo se va calmando poco a poco, ha sido una sensación realmente extraña y bochornosa, algunas personas que están cerca nos miran preocupadas, pero no más que el rostro desencajado de Ari.
―Ya... déjame normalizar mi respiración, estoy bien, de verdad. ―Trato de calmarla. Ella no me cree lo suficiente.―¿Estás segura? Dime que hoy has comido como Dios manda, Victoria. Te juro que si estás de nuevo con esa mierda de la anorexia, yo misma me encargo de matarte a palos, ¿me oíste?Me quedo callada unos segundos, maldita anorexia, hace un tiempo caí en sus redes, fue la peor etapa de mi vida. Por fortuna, a mi lado están los mejores padres del universo, al igual que mi gran amiga Arlet, de la mano de ellos pude seguir adelante.―Para que sepas, esta tarde me comí más de seis galletas de vainilla con chispas de chocolate junto a Mía ―le digo conteniendo la risa, sintiéndome mucho mejor. Ella me abraza con fuerza y siento alivio con su abrazo.―Disculpa por haberte hablado de esta manera, Tori. Solo me preocupé, nunca, pero nunca más en mi vida deseo verte como en aquellos días donde eras un esqueleto andante, tuve miedo de perderte, amiga; esa no era la manera correcta para
Me encuentro de espaldas limpiando la pizarra llena con dibujos de colores realizados con marcadores acrílicos, los pocos niños que quedan están jugando, sus risas tiernas resuenan por todo el lugar. Me giro y lo veo parado en la puerta, cruzado de brazos y recostado al marco de esta, su presencia hace que todo quede en total silencio, pero solo a mis estúpidos oídos.Es él, el cabrón. ¡Demonios, es casado!¿Y eso te duele o te molesta? Grita una voz en mi cabeza.―¿Esta es el aula del primer nivel? ―inquiere entrando, con un andar relajado, hoy viste con traje azul oscuro, corbata vino tinto y camisa blanca. Muy sexy.Le doy la puntuación máxima.Se detiene junto a mí, con las manos dentro de su pantalón. Su rostro se encuentra neutro, parece que me analiza y yo aprovecho para echarle un ojo y detallarlo, es alto, me lleva más de una cabeza y media en tamaño.―¿Ahora eres muda? Y fíjate, una coincidencia enorme encontrarte aquí.Yo reacciono antes de que se siga burlando por mi idiot
La semana pasa como rayo, a toda velocidad. Estoy en el autódromo, la competencia se aproxima y debo estar impecable en mis circuitos. Hoy decidí venir sola, Arlet ya no podía con tanto madrugón los fines de semana. Por otro lado, mi agenda ya se encuentra organizada, lo triste de irme a las carreras fuera del país es que debo partir a finales de marzo, no estaré presente en los últimos ensayos de mis niños para el acto del día de las madres, al menos intentaré acompañarlos ese día y apenas termine el acto debo partir de inmediato a Marruecos, donde se llevará a cabo la tercera carrera. Lo sé, prácticamente voy a estar todo el año fuera de casa; en el preescolar, los pequeños ya tienen quien se encargará de ellos durante mi ausencia, la directora se ha mostrado amable y comprensiva, incluso emocionada, quiere que me traiga esa gran copa a casa y yo deseo complacerla. ―Tienes compañía, Tori ―anuncia el mecánico de mi coche, Jhonny. Sin mi amiga llevando el cronometro del tiempo, recurr
―Nada en especial, solo que hice… ¡Tu desayuno preferido! Y te paso esta vez ese ridículo apodo, ¿eh?, porque debo contarte algo, ¿puedes venir hasta acá?―Seguro, en quince minutos llego, aunque si pudiera manejar como me gusta llegaría en cinco. ―Ari da un grito ahogado.―¡NI SE TE OCURRA! Ya llevas records en multas, recuerda que una próxima y adiós competencia.―Sí, madre. Calma. Te veo en un rato.Reconozco que amo la velocidad, pero debo controlar mi pie ya que tengo un colorido y surtido números de multas de tránsito, que por fortuna, gracias a los abogados de mi padre pasan desapercibidas, porque otra en mi lugar ya estuviera sin licencia. Arlet me dejó con un sensación extraña, espero no sea nada grave lo que debe decirme.En efecto, quince minutos después llego a su edificio, busco donde estacionar mientras me anuncio con el vigilante. Decido subir las escaleras, es mejor para las piernas, además su apartamento queda en el cuarto piso. Llego y presiono el botón del timbre. M
―No seas infantil. Simplemente tus desplantes me… alteran, pero es mi problema, no el tuyo.―¿Para eso llamas?, ¿para decirme que soy infantil? En ese caso, tú eres un jodido viejo gruñón entonces. ―Quien me está alterando a mi es él. Idiota. Tiene mis nervios a flor de piel y una revolución en mi cabeza, quiero golpearlo. Y una pregunta pica en mi boca y hablo antes que me ataque con sus palabras―, ¿cómo rayos conseguiste mi número celular?―¿Siempre hablas de esa manera? No pareces ser una educadora. ―Esto es el colmo, me llama para insultarme.―¡Vete a la mierda, Troy! Que tengas un lindo día.Le cuelgo. Me doy el gran gusto de hacerlo dejándolo con la palabra en la boca, al igual que él lo hizo conmigo esta mañana. Arlet me mira con cara de querer preguntar mil cosas y lo hace.―¿Quién rayos es Troy? Y sea quien sea, te ha puesto de los mil demonios. Mírate, hasta estás como un tomate de colorada, mejor te sirvo algo de agua de jamaica para calmar esa rabia.Suspiro y me encojo de
Una mano acaricia mi mejilla, creo que me he quedado dormida, abro poco a poco los ojos y Troy se encuentra agachado frente a mí con rostro preocupado, lleva un traje gris, camisa blanca y corbata verde oscuro, siempre tan elegante. Bajo mi vista a mi vestuario, zapatillas planas color negro, pantalón azul oscuro con bolsillos a los lados y una blusa de encajes color blanca. Él coloca su dedo en mi mentón y lo levanta.―Gracias por acompañar a Angy hasta aquí, fue muy amable de tu parte.Le sostengo la mirada, esta vez no me alejo de él, luce vulnerable, su sobrina se encuentra en un quirófano y necesita una mano amiga. Creo que de nuevo siento esa sensación rara con su presencia y siento que me voy a desmayar. Respiro con calma.―No hay nada que agradecer, Angy y el resto de los niños son muy especiales para mí. ―Me regala media sonrisa y uno de sus dedos frota una de mis mejillas.―¿Por qué llorabas? ―Pregunta tierno, decido ser sincera.―Porque... hace años perdí a un primo pe
*Hola, ¿cómo sigue Angy?**Que saludo tan serio :( Mi consentida se encuentra recuperándose, extraña a su preciosa maestra.*Me rio de su ridícula respuesta. Desde ese día del beso no he tenido más noticias sobre él, pero quería saber de la salud de Angy. Han transcurrido dos días y en el preescolar no tenemos noticia alguna. ¿Y este hombre ha puesto carita triste? Quien lo viera, tremendo macho, enviando caritas en un mensaje de texto. Aunque Arlet asegura que hombre que coloque caritas en sus textos demuestra sinceridad. Decido molestarlo un poco.*¿Ahora envías caritas? Eres tan adorable, me alegra que Angy se encuentre mejor, la extrañamos.**¿Qué insinúas?, ¿que soy un maricón? Para tú información, los hombres que envían en sus mensajes caritas están siendo sinceros, aunque si lo deseas puedo darte una muestra de mi yo “adorable”, te vas a lamer los labios.* Maldito provocador. Ya verás.*Quiero ver esa muestra entonces.**No sabes lo que me pides, Victoria.**Por eso mismo, c
―Sí quería, sí deseaba ese beso de Troy ―confirmo calmada, no soy una cría para dar brinquitos por ese beso divino, aunque mi conciencia ha dado tantos saltos de alegría por ese beso que ya lleva medalla olímpica―, por otro lado, digamos que tengo una cita con él, este sábado ¡Y antes que digan algo! Se dio precisamente por ese beso, yo le envié un mensaje de texto para preguntarle por Angy, una de mis alumnas.―¡No me digas que es el padre de esa nena! ―exclama Fiorella, un poco tensa.―No, nada que ver. Es su tío, amiga, tengo tanto que contarte, pero te resumo: comencé a burlarme de su manera de escribirme por texto y terminamos con esa cita este sábado, por otro lado, eso de robarme un beso así como así, ya saben que no me gustan los hombres dominantes, si él quiere eso se tendrá que atener a las consecuencias... ¿Y a que no adivinas, Ari? ¡Usa caritas en sus textos!―¿En serio? Ya me cae bien ese hombre ―dice entusiasta.―¡Es un hombre! No le den tanto crédito a esa fiera, dejemo