Capítulo 3

―Ya... déjame normalizar mi respiración, estoy bien, de verdad. ―Trato de calmarla. Ella no me cree lo suficiente.

―¿Estás segura? Dime que hoy has comido como Dios manda, Victoria. Te juro que si estás de nuevo con esa m****a de la anorexia, yo misma me encargo de matarte a palos, ¿me oíste?

Me quedo callada unos segundos, m*****a anorexia, hace un tiempo caí en sus redes, fue la peor etapa de mi vida. Por fortuna, a mi lado están los mejores padres del universo, al igual que mi gran amiga Arlet, de la mano de ellos pude seguir adelante.

―Para que sepas, esta tarde me comí más de seis galletas de vainilla con chispas de chocolate junto a Mía ―le digo conteniendo la risa, sintiéndome mucho mejor. Ella me abraza con fuerza y siento alivio con su abrazo.

―Disculpa por haberte hablado de esta manera, Tori. Solo me preocupé, nunca, pero nunca más en mi vida deseo verte como en aquellos días donde eras un esqueleto andante, tuve miedo de perderte, amiga; esa no era la manera correcta para bajar de peso de forma saludable. Eso no es vida y yo te quiero en mi vida por siempre…Vive, ¿sí? Vive a plenitud.

―Y lo hago, Ari, vivo mi vida lo mejor posible, justo ahora mi plenitud crece, estoy impaciente por la competencia.

―¡Tú serás la vencedora, algo me lo dice!

Mi rubia amiga se vuelve a sentar mientras me da palabras de ánimo como siempre lo hace, su fe en mí me hace amarla mucho más de lo que ya lo hago.

De nuevo mi cuerpo siente ese extraña corriente, pero esta vez lo controlo, aunque todo en mí grita que alguien está observándome desde algún punto, recorro la pista con mis ojos y más allá, pero no veo nada que me alerte, salvo la gente bailando y divirtiéndose en una noche de sábado. Me siento paranoica, soy una jodida miedosa.

 Kevin viene serpenteando en medio de la gente con nuestras bebidas, Arlet se apresura a brindarle ayuda. Compartimos una buena charla mientras repetimos la sexta ronda de tequilas y yo como siempre no dejo de saborear el limón que tengo en mi mano, ya se encuentra seco y aún sigo chupando de este. Kevin ha bailado con mi amiga y conmigo también, el pobre se divide entre las dos. Los dos chicos con los cuales di un baile rápido cuando llegamos a la disco vienen hacia nuestra mesa, saludan de forma amistosa y me piden bailar de nuevo. Mi amiga se emociona y comienza a hacerme pucheros para que acceda, yo realmente no quiero, me siento mareada y creo que voy a irme de bruces en cualquier instante.

―No seas aburrida, Tori. Anda... vamos.

―Ari, deja que sea Tori quien decida, no la agobies ―protesta su encantador novio, ella le lanza una mirada asesina. Algunas veces Arlet es muy dominante.

―Vamos, linda, solo será una canción, tiene buen ritmo. ―Me guiña un ojo uno de los chicos. Me rindo, vine a divertirme y es lo que haré.

―Ok, está bien, tres contra uno... Vamos.

Me incorporo de la silla, mientras Ari grita como niña y comienza a moverse como solo ella sabe, da brincos como cabra loca y arrastra a Kevin con ella.

En la pista la adrenalina del baile y los cuerpos pegados es alucinante, o tal vez es el alcohol en mi cabeza que me hace sentir así. Alesso vs OneRepublic cantan If I Lose Myself como si estuvieran presentes en ese sitio. Yo me muevo de una manera sensual, como suelo hacerlo, y de nuevo percibo la m*****a corriente… ¿Será que ahora me volví loca? Decido ignorar lo que sea que está pasando en mi cuerpo y juro que mañana mismo voy al médico.

Sigo bailando mientras observo a mi amiga quien disfruta con mucha energía y le baila coquetamente a Kevin; los dos chicos que tengo en frente me sonríen mientras hacen extraños movimientos, yo giro y giro para relajarme, de repente veo a un hombre que está cerca de nosotros, baila de manera sexy con una mujer, pero no es eso lo que llama mi atención, es él, creo conocerlo; de manera mecánica me aproximo, parece que mi cuerpo no obedece a mi mente mientras me encamino al desconocido y le toco el hombro como si nada. El tipo se gira totalmente hacia a mí y me observa serio, sus ojos son negros y tiene una barba de días, es apuesto, no lo niego, su cabello es castaño medio, piel crema… y justo en ese instante muestra media sonrisa de adulador, abruptamente mi respiración comienza a faltarme y todo me da vueltas, la cabeza me a estallar, punzadas de dolor la atraviesan,  mi corazón siente miedo, ansiedad, rabia… junto con una mezcla de dolor, quiero golpear a alguien en estos momentos...

Hay murmullos, alguien habla despacio, en susurros. Creo que son mis amigos. Abro los ojos, no tengo la menor idea de adónde me encuentro y ya no escucho la música. Trato de levantarme de la especie de camilla en donde estoy tendida.

―¡Tori! Gracias al Cielo. Maldición, nos diste un susto de muerte, zorra. ―Mi amiga ríe de forma nerviosa.

―Supongo que estoy en la enfermería o algo así... ―Me froto el rostro.

―La enfermería de la discoteca, al menos cuentan con una ―dice apenado Kevin.

―Victoria, ¿de verdad estás bien? No entiendo por qué perdiste el conocimiento, sino es por ese hombre, justo ahora tendrías un tremendo golpe en esa cabeza terca que te gastas.

«Ese hombre.»

No quiero pensar en él, no sé quién es ni me interesa, pero no me gustó sentirme de esa manera frente a él.

―Creo que es porque no he cenado, Ari. ―Me encojo de hombros.

―No se hable más, vamos a comer entonces ―dice mi amiga tomando una de mis manos.

―Pienso que sería mejor si nos marcharnos ―protesta Kevin. Miro a Arlet, no tiene cara de querer irse. Al mirar la hora en mi reloj veo que apenas son las doce de la noche.

―Cenamos, bailamos otro rato y nos vamos ―anunció con determinación.

Regresamos a la disco y a nuestra mesa, que por fortuna nadie ha ocupado, ordenamos unas hamburguesas con papas fritas, yo decido parar la bebida, quiero estar fresquita en estos momentos. Decido ir al baño ―emergencia femenina―, aprovecho mientras mis amigos bailan una canción ligera muy pegaditos, lucen tiernos.

Al dirigirme a los sanitarios, por uno de los pasillos viene caminando él, con un porte varonil, vestido a la moda, chaqueta de cuero negra y jeans oscuro. No de nuevo, parece que mi cuerpo lo quiere repeler y a la vez acercar. Trato de controlar los temblores y me paro derechita, cual soldado, él se detiene, observándome de manera extraña y niega con su cabeza.

―¿Te conozco? ―pregunto de inmediato y a la defensiva. El extraño muestra media sonrisa y sus ojos brillan como los de un gato en la oscuridad.

―Depende... ―responde neutro.

―Bien.

Qué bonito, parece que se burla de mí el muy idiota.

Me giro antes de que vuelva a desmayarme como una jodida enferma. Paso por su lado, empujándolo de manera brusca con el hombro y antes de que siga mi camino me toma por el codo y me pega a la pared. Mira a mis ojos largo rato y luego a mi boca, parece que se debatiera con sus pensamientos, creo que intenta darme un beso o… ¿Decirme algo? Le haré creer que quiero que me bese, si eso es lo que desea, haré que se emocione y luego le doy una buena patada en las pelotas. Pero yo misma me traiciono y siento una conexión extraña entre él y yo, hay algo más gritando entre nosotros dos. Ahora soy yo la que quiero que me bese realmente. Y sin más, me suelta.

¡Qué cabrón!

―Que tengas una linda noche, trata de no estar desmayándote por allí ―dice sin mirarme y se va.

Sí. Es un cabrón.

Con toda la dignidad que poseo me dirijo al baño, caminando como si estuviese en una famosa pasarela de modas en Nueva York. Soy plenamente consciente de que él me sigue mirando, puedo sentir su ojos en mí espalda.

Son las tres de la mañana y no logro conciliar el sueño. Hace dos horas mis amigos me dejaron en casa, pese a mi estúpido desmayo y al cabrón en la disco, de verdad la pasé bien. Todavía no comprendo por qué mi reacción tan extraña hacia él, realmente no entiendo nada. Mis

pensamientos danzan en mi cabeza, jugando con mis emociones, la adrenalina por estar en las carreras me tiene a mil, pienso que eso es lo que hace que mi cuerpo se encuentre a punto de explotar. Continúo divagando hasta que logro dormirme.

***

La pequeña levanta su manita, una de mis niñas del preescolar. Hoy estoy enseñándoles unos pasos sencillos para el acto del día de las madres. En mi pequeño grupo de este año, los niños son del primer nivel, los más pequeños con edades entre tres y cuatro añitos, son hermosos todos, se portan muy bien, no me quejo de ninguno.

―Dime, Angy. ―Sonrío con confianza, ella es una de las niñas más tímidas del grupo y el hecho de que haya levantado su mano me llena de orgullo. Me recuerda a mi hermana pequeña Mía, la cual es muy conversadora con la familia, pero con los extraños es callada, estoy tratando de cambiar eso.

―¿Puedo cantar y no bailar? Me gusta más cantar. ―Yo abro la boca de una manera exagerada, no puedo evitar la emoción que me embarga el hecho de que Angy haya dado ese gran paso, estoy impactada. Junto mis manos y doy aplausos pequeños y muy seguidos por la emoción.

―¡Por supuesto! ¿Qué te gustaría cantar, cielo? ―Ella sonríe con timidez, pero muy decidida, veo como su pecho se mueve agitado.

―La canción de Frozen, Libre Soy.

―Perfecto, esa canción será entonces, ¿deseas tener alguna coreografía?

―Sí, por favor.

―¿Voluntarios para bailar junto a Angy, Libre Soy? ―digo un poco alto, pero con voz suave.

Y hay muchas manitas levantadas, las de mis princesas en su mayoría. Observo a Angy, su gran sonrisa me dice que esa timidez se ha esfumado por completo. En total son seis niñas quienes la acompañarán en el baile. Practicamos algunos pasos, pensé que me tomaría una semana enseñarles algo, pero estas niñas ya tienen pasos y muy bien sincronizados, eso me hace gratamente feliz.

Suena la campana de salida, ya mis pequeñines se encuentran listos para regresar a sus hogares. Yo estoy terminando de ordenar el aula de ensueño, aunque debo reconocer que el grupo de este año es lo suficientemente organizado. De uno en uno los niños son recogidos por sus representantes, por ser los más pequeños del preescolar sus padres deben retirarlos directamente en el aula de clases.

―Buenas tardes ―escucho una voz varonil.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo