―Ya... déjame normalizar mi respiración, estoy bien, de verdad. ―Trato de calmarla. Ella no me cree lo suficiente.
―¿Estás segura? Dime que hoy has comido como Dios manda, Victoria. Te juro que si estás de nuevo con esa m****a de la anorexia, yo misma me encargo de matarte a palos, ¿me oíste?
Me quedo callada unos segundos, m*****a anorexia, hace un tiempo caí en sus redes, fue la peor etapa de mi vida. Por fortuna, a mi lado están los mejores padres del universo, al igual que mi gran amiga Arlet, de la mano de ellos pude seguir adelante.
―Para que sepas, esta tarde me comí más de seis galletas de vainilla con chispas de chocolate junto a Mía ―le digo conteniendo la risa, sintiéndome mucho mejor. Ella me abraza con fuerza y siento alivio con su abrazo.
―Disculpa por haberte hablado de esta manera, Tori. Solo me preocupé, nunca, pero nunca más en mi vida deseo verte como en aquellos días donde eras un esqueleto andante, tuve miedo de perderte, amiga; esa no era la manera correcta para bajar de peso de forma saludable. Eso no es vida y yo te quiero en mi vida por siempre…Vive, ¿sí? Vive a plenitud.
―Y lo hago, Ari, vivo mi vida lo mejor posible, justo ahora mi plenitud crece, estoy impaciente por la competencia.
―¡Tú serás la vencedora, algo me lo dice!
Mi rubia amiga se vuelve a sentar mientras me da palabras de ánimo como siempre lo hace, su fe en mí me hace amarla mucho más de lo que ya lo hago.
De nuevo mi cuerpo siente ese extraña corriente, pero esta vez lo controlo, aunque todo en mí grita que alguien está observándome desde algún punto, recorro la pista con mis ojos y más allá, pero no veo nada que me alerte, salvo la gente bailando y divirtiéndose en una noche de sábado. Me siento paranoica, soy una jodida miedosa.
Kevin viene serpenteando en medio de la gente con nuestras bebidas, Arlet se apresura a brindarle ayuda. Compartimos una buena charla mientras repetimos la sexta ronda de tequilas y yo como siempre no dejo de saborear el limón que tengo en mi mano, ya se encuentra seco y aún sigo chupando de este. Kevin ha bailado con mi amiga y conmigo también, el pobre se divide entre las dos. Los dos chicos con los cuales di un baile rápido cuando llegamos a la disco vienen hacia nuestra mesa, saludan de forma amistosa y me piden bailar de nuevo. Mi amiga se emociona y comienza a hacerme pucheros para que acceda, yo realmente no quiero, me siento mareada y creo que voy a irme de bruces en cualquier instante.
―No seas aburrida, Tori. Anda... vamos.
―Ari, deja que sea Tori quien decida, no la agobies ―protesta su encantador novio, ella le lanza una mirada asesina. Algunas veces Arlet es muy dominante.
―Vamos, linda, solo será una canción, tiene buen ritmo. ―Me guiña un ojo uno de los chicos. Me rindo, vine a divertirme y es lo que haré.
―Ok, está bien, tres contra uno... Vamos.
Me incorporo de la silla, mientras Ari grita como niña y comienza a moverse como solo ella sabe, da brincos como cabra loca y arrastra a Kevin con ella.
En la pista la adrenalina del baile y los cuerpos pegados es alucinante, o tal vez es el alcohol en mi cabeza que me hace sentir así. Alesso vs OneRepublic cantan If I Lose Myself como si estuvieran presentes en ese sitio. Yo me muevo de una manera sensual, como suelo hacerlo, y de nuevo percibo la m*****a corriente… ¿Será que ahora me volví loca? Decido ignorar lo que sea que está pasando en mi cuerpo y juro que mañana mismo voy al médico.
Sigo bailando mientras observo a mi amiga quien disfruta con mucha energía y le baila coquetamente a Kevin; los dos chicos que tengo en frente me sonríen mientras hacen extraños movimientos, yo giro y giro para relajarme, de repente veo a un hombre que está cerca de nosotros, baila de manera sexy con una mujer, pero no es eso lo que llama mi atención, es él, creo conocerlo; de manera mecánica me aproximo, parece que mi cuerpo no obedece a mi mente mientras me encamino al desconocido y le toco el hombro como si nada. El tipo se gira totalmente hacia a mí y me observa serio, sus ojos son negros y tiene una barba de días, es apuesto, no lo niego, su cabello es castaño medio, piel crema… y justo en ese instante muestra media sonrisa de adulador, abruptamente mi respiración comienza a faltarme y todo me da vueltas, la cabeza me a estallar, punzadas de dolor la atraviesan, mi corazón siente miedo, ansiedad, rabia… junto con una mezcla de dolor, quiero golpear a alguien en estos momentos...
Hay murmullos, alguien habla despacio, en susurros. Creo que son mis amigos. Abro los ojos, no tengo la menor idea de adónde me encuentro y ya no escucho la música. Trato de levantarme de la especie de camilla en donde estoy tendida.
―¡Tori! Gracias al Cielo. Maldición, nos diste un susto de muerte, zorra. ―Mi amiga ríe de forma nerviosa.
―Supongo que estoy en la enfermería o algo así... ―Me froto el rostro.
―La enfermería de la discoteca, al menos cuentan con una ―dice apenado Kevin.
―Victoria, ¿de verdad estás bien? No entiendo por qué perdiste el conocimiento, sino es por ese hombre, justo ahora tendrías un tremendo golpe en esa cabeza terca que te gastas.
«Ese hombre.»
No quiero pensar en él, no sé quién es ni me interesa, pero no me gustó sentirme de esa manera frente a él.
―Creo que es porque no he cenado, Ari. ―Me encojo de hombros.
―No se hable más, vamos a comer entonces ―dice mi amiga tomando una de mis manos.
―Pienso que sería mejor si nos marcharnos ―protesta Kevin. Miro a Arlet, no tiene cara de querer irse. Al mirar la hora en mi reloj veo que apenas son las doce de la noche.
―Cenamos, bailamos otro rato y nos vamos ―anunció con determinación.
Regresamos a la disco y a nuestra mesa, que por fortuna nadie ha ocupado, ordenamos unas hamburguesas con papas fritas, yo decido parar la bebida, quiero estar fresquita en estos momentos. Decido ir al baño ―emergencia femenina―, aprovecho mientras mis amigos bailan una canción ligera muy pegaditos, lucen tiernos.
Al dirigirme a los sanitarios, por uno de los pasillos viene caminando él, con un porte varonil, vestido a la moda, chaqueta de cuero negra y jeans oscuro. No de nuevo, parece que mi cuerpo lo quiere repeler y a la vez acercar. Trato de controlar los temblores y me paro derechita, cual soldado, él se detiene, observándome de manera extraña y niega con su cabeza.
―¿Te conozco? ―pregunto de inmediato y a la defensiva. El extraño muestra media sonrisa y sus ojos brillan como los de un gato en la oscuridad.
―Depende... ―responde neutro.
―Bien.
Qué bonito, parece que se burla de mí el muy idiota.
Me giro antes de que vuelva a desmayarme como una jodida enferma. Paso por su lado, empujándolo de manera brusca con el hombro y antes de que siga mi camino me toma por el codo y me pega a la pared. Mira a mis ojos largo rato y luego a mi boca, parece que se debatiera con sus pensamientos, creo que intenta darme un beso o… ¿Decirme algo? Le haré creer que quiero que me bese, si eso es lo que desea, haré que se emocione y luego le doy una buena patada en las pelotas. Pero yo misma me traiciono y siento una conexión extraña entre él y yo, hay algo más gritando entre nosotros dos. Ahora soy yo la que quiero que me bese realmente. Y sin más, me suelta.
¡Qué cabrón!
―Que tengas una linda noche, trata de no estar desmayándote por allí ―dice sin mirarme y se va.
Sí. Es un cabrón.
Con toda la dignidad que poseo me dirijo al baño, caminando como si estuviese en una famosa pasarela de modas en Nueva York. Soy plenamente consciente de que él me sigue mirando, puedo sentir su ojos en mí espalda.
Son las tres de la mañana y no logro conciliar el sueño. Hace dos horas mis amigos me dejaron en casa, pese a mi estúpido desmayo y al cabrón en la disco, de verdad la pasé bien. Todavía no comprendo por qué mi reacción tan extraña hacia él, realmente no entiendo nada. Mis
pensamientos danzan en mi cabeza, jugando con mis emociones, la adrenalina por estar en las carreras me tiene a mil, pienso que eso es lo que hace que mi cuerpo se encuentre a punto de explotar. Continúo divagando hasta que logro dormirme.
***
La pequeña levanta su manita, una de mis niñas del preescolar. Hoy estoy enseñándoles unos pasos sencillos para el acto del día de las madres. En mi pequeño grupo de este año, los niños son del primer nivel, los más pequeños con edades entre tres y cuatro añitos, son hermosos todos, se portan muy bien, no me quejo de ninguno.
―Dime, Angy. ―Sonrío con confianza, ella es una de las niñas más tímidas del grupo y el hecho de que haya levantado su mano me llena de orgullo. Me recuerda a mi hermana pequeña Mía, la cual es muy conversadora con la familia, pero con los extraños es callada, estoy tratando de cambiar eso.
―¿Puedo cantar y no bailar? Me gusta más cantar. ―Yo abro la boca de una manera exagerada, no puedo evitar la emoción que me embarga el hecho de que Angy haya dado ese gran paso, estoy impactada. Junto mis manos y doy aplausos pequeños y muy seguidos por la emoción.
―¡Por supuesto! ¿Qué te gustaría cantar, cielo? ―Ella sonríe con timidez, pero muy decidida, veo como su pecho se mueve agitado.
―La canción de Frozen, Libre Soy.
―Perfecto, esa canción será entonces, ¿deseas tener alguna coreografía?
―Sí, por favor.
―¿Voluntarios para bailar junto a Angy, Libre Soy? ―digo un poco alto, pero con voz suave.
Y hay muchas manitas levantadas, las de mis princesas en su mayoría. Observo a Angy, su gran sonrisa me dice que esa timidez se ha esfumado por completo. En total son seis niñas quienes la acompañarán en el baile. Practicamos algunos pasos, pensé que me tomaría una semana enseñarles algo, pero estas niñas ya tienen pasos y muy bien sincronizados, eso me hace gratamente feliz.
Suena la campana de salida, ya mis pequeñines se encuentran listos para regresar a sus hogares. Yo estoy terminando de ordenar el aula de ensueño, aunque debo reconocer que el grupo de este año es lo suficientemente organizado. De uno en uno los niños son recogidos por sus representantes, por ser los más pequeños del preescolar sus padres deben retirarlos directamente en el aula de clases.
―Buenas tardes ―escucho una voz varonil.
Me encuentro de espaldas limpiando la pizarra llena con dibujos de colores realizados con marcadores acrílicos, los pocos niños que quedan están jugando, sus risas tiernas resuenan por todo el lugar. Me giro y lo veo parado en la puerta, cruzado de brazos y recostado al marco de esta, su presencia hace que todo quede en total silencio, pero solo a mis estúpidos oídos.Es él, el cabrón. ¡Demonios, es casado!¿Y eso te duele o te molesta? Grita una voz en mi cabeza.―¿Esta es el aula del primer nivel? ―inquiere entrando, con un andar relajado, hoy viste con traje azul oscuro, corbata vino tinto y camisa blanca. Muy sexy.Le doy la puntuación máxima.Se detiene junto a mí, con las manos dentro de su pantalón. Su rostro se encuentra neutro, parece que me analiza y yo aprovecho para echarle un ojo y detallarlo, es alto, me lleva más de una cabeza y media en tamaño.―¿Ahora eres muda? Y fíjate, una coincidencia enorme encontrarte aquí.Yo reacciono antes de que se siga burlando por mi idiot
La semana pasa como rayo, a toda velocidad. Estoy en el autódromo, la competencia se aproxima y debo estar impecable en mis circuitos. Hoy decidí venir sola, Arlet ya no podía con tanto madrugón los fines de semana. Por otro lado, mi agenda ya se encuentra organizada, lo triste de irme a las carreras fuera del país es que debo partir a finales de marzo, no estaré presente en los últimos ensayos de mis niños para el acto del día de las madres, al menos intentaré acompañarlos ese día y apenas termine el acto debo partir de inmediato a Marruecos, donde se llevará a cabo la tercera carrera. Lo sé, prácticamente voy a estar todo el año fuera de casa; en el preescolar, los pequeños ya tienen quien se encargará de ellos durante mi ausencia, la directora se ha mostrado amable y comprensiva, incluso emocionada, quiere que me traiga esa gran copa a casa y yo deseo complacerla. ―Tienes compañía, Tori ―anuncia el mecánico de mi coche, Jhonny. Sin mi amiga llevando el cronometro del tiempo, recurr
―Nada en especial, solo que hice… ¡Tu desayuno preferido! Y te paso esta vez ese ridículo apodo, ¿eh?, porque debo contarte algo, ¿puedes venir hasta acá?―Seguro, en quince minutos llego, aunque si pudiera manejar como me gusta llegaría en cinco. ―Ari da un grito ahogado.―¡NI SE TE OCURRA! Ya llevas records en multas, recuerda que una próxima y adiós competencia.―Sí, madre. Calma. Te veo en un rato.Reconozco que amo la velocidad, pero debo controlar mi pie ya que tengo un colorido y surtido números de multas de tránsito, que por fortuna, gracias a los abogados de mi padre pasan desapercibidas, porque otra en mi lugar ya estuviera sin licencia. Arlet me dejó con un sensación extraña, espero no sea nada grave lo que debe decirme.En efecto, quince minutos después llego a su edificio, busco donde estacionar mientras me anuncio con el vigilante. Decido subir las escaleras, es mejor para las piernas, además su apartamento queda en el cuarto piso. Llego y presiono el botón del timbre. M
―No seas infantil. Simplemente tus desplantes me… alteran, pero es mi problema, no el tuyo.―¿Para eso llamas?, ¿para decirme que soy infantil? En ese caso, tú eres un jodido viejo gruñón entonces. ―Quien me está alterando a mi es él. Idiota. Tiene mis nervios a flor de piel y una revolución en mi cabeza, quiero golpearlo. Y una pregunta pica en mi boca y hablo antes que me ataque con sus palabras―, ¿cómo rayos conseguiste mi número celular?―¿Siempre hablas de esa manera? No pareces ser una educadora. ―Esto es el colmo, me llama para insultarme.―¡Vete a la mierda, Troy! Que tengas un lindo día.Le cuelgo. Me doy el gran gusto de hacerlo dejándolo con la palabra en la boca, al igual que él lo hizo conmigo esta mañana. Arlet me mira con cara de querer preguntar mil cosas y lo hace.―¿Quién rayos es Troy? Y sea quien sea, te ha puesto de los mil demonios. Mírate, hasta estás como un tomate de colorada, mejor te sirvo algo de agua de jamaica para calmar esa rabia.Suspiro y me encojo de
Una mano acaricia mi mejilla, creo que me he quedado dormida, abro poco a poco los ojos y Troy se encuentra agachado frente a mí con rostro preocupado, lleva un traje gris, camisa blanca y corbata verde oscuro, siempre tan elegante. Bajo mi vista a mi vestuario, zapatillas planas color negro, pantalón azul oscuro con bolsillos a los lados y una blusa de encajes color blanca. Él coloca su dedo en mi mentón y lo levanta.―Gracias por acompañar a Angy hasta aquí, fue muy amable de tu parte.Le sostengo la mirada, esta vez no me alejo de él, luce vulnerable, su sobrina se encuentra en un quirófano y necesita una mano amiga. Creo que de nuevo siento esa sensación rara con su presencia y siento que me voy a desmayar. Respiro con calma.―No hay nada que agradecer, Angy y el resto de los niños son muy especiales para mí. ―Me regala media sonrisa y uno de sus dedos frota una de mis mejillas.―¿Por qué llorabas? ―Pregunta tierno, decido ser sincera.―Porque... hace años perdí a un primo pe
*Hola, ¿cómo sigue Angy?**Que saludo tan serio :( Mi consentida se encuentra recuperándose, extraña a su preciosa maestra.*Me rio de su ridícula respuesta. Desde ese día del beso no he tenido más noticias sobre él, pero quería saber de la salud de Angy. Han transcurrido dos días y en el preescolar no tenemos noticia alguna. ¿Y este hombre ha puesto carita triste? Quien lo viera, tremendo macho, enviando caritas en un mensaje de texto. Aunque Arlet asegura que hombre que coloque caritas en sus textos demuestra sinceridad. Decido molestarlo un poco.*¿Ahora envías caritas? Eres tan adorable, me alegra que Angy se encuentre mejor, la extrañamos.**¿Qué insinúas?, ¿que soy un maricón? Para tú información, los hombres que envían en sus mensajes caritas están siendo sinceros, aunque si lo deseas puedo darte una muestra de mi yo “adorable”, te vas a lamer los labios.* Maldito provocador. Ya verás.*Quiero ver esa muestra entonces.**No sabes lo que me pides, Victoria.**Por eso mismo, c
―Sí quería, sí deseaba ese beso de Troy ―confirmo calmada, no soy una cría para dar brinquitos por ese beso divino, aunque mi conciencia ha dado tantos saltos de alegría por ese beso que ya lleva medalla olímpica―, por otro lado, digamos que tengo una cita con él, este sábado ¡Y antes que digan algo! Se dio precisamente por ese beso, yo le envié un mensaje de texto para preguntarle por Angy, una de mis alumnas.―¡No me digas que es el padre de esa nena! ―exclama Fiorella, un poco tensa.―No, nada que ver. Es su tío, amiga, tengo tanto que contarte, pero te resumo: comencé a burlarme de su manera de escribirme por texto y terminamos con esa cita este sábado, por otro lado, eso de robarme un beso así como así, ya saben que no me gustan los hombres dominantes, si él quiere eso se tendrá que atener a las consecuencias... ¿Y a que no adivinas, Ari? ¡Usa caritas en sus textos!―¿En serio? Ya me cae bien ese hombre ―dice entusiasta.―¡Es un hombre! No le den tanto crédito a esa fiera, dejemo
No he tenido un día bonito hoy, mi cansancio va en picada, algo extraño en mí porque siempre soy muy enérgica y activa, asumo que esto se debe a que no he tenido vacaciones desde hace más de un año. Cuando tuve que haberlas tomado decidí prepararme para la competencia, fueron dos meses sin parar en el autódromo durante prácticamente todo el día, luego ya tenía encima mi regreso al trabajo y de esa manera no descansé de forma correcta. Estoy recostada sobre mi cama y son más de las tres de la tarde, mi cita con Troy es a las ocho de la noche y lo único que deseo es dormir. Miro a un lado, a mi mesita de noche, observo adormilada las tres latas vacías de red bull, justo ahora necesito “alas”, pero ni así consigo espabilarme. Mi madre tuvo que salir a la editorial por su trabajo, hoy no permitió que me hiciera cargo de mi hermana, hasta ella nota que parezco la Bella durmiente, salvo que estoy consciente, por ahora. Por fortuna, Fiore está acá, mi madre había decidido llevar a Mía con el