La semana pasa como rayo, a toda velocidad. Estoy en el autódromo, la competencia se aproxima y debo estar impecable en mis circuitos. Hoy decidí venir sola, Arlet ya no podía con tanto madrugón los fines de semana. Por otro lado, mi agenda ya se encuentra organizada, lo triste de irme a las carreras fuera del país es que debo partir a finales de marzo, no estaré presente en los últimos ensayos de mis niños para el acto del día de las madres, al menos intentaré acompañarlos ese día y apenas termine el acto debo partir de inmediato a Marruecos, donde se llevará a cabo la tercera carrera. Lo sé, prácticamente voy a estar todo el año fuera de casa; en el preescolar, los pequeños ya tienen quien se encargará de ellos durante mi ausencia, la directora se ha mostrado amable y comprensiva, incluso emocionada, quiere que me traiga esa gran copa a casa y yo deseo complacerla.
―Tienes compañía, Tori ―anuncia el mecánico de mi coche, Jhonny. Sin mi amiga llevando el cronometro del tiempo, recurrí a su ayuda, por lo general se mantiene en este sitio, ama más a un auto que a su propia esposa. Mi padre insiste en que tenga una especie de entrenador o guía, pero no lo necesito, conozco a la perfección lo que debo hacer, mi única falla es que al tomar las curvas me abro demasiado, estoy a solo un poco de controlar esa parte.
En ese momento otro Cruze color negro me rebasa a gran velocidad.
Lo siento, a esta hora esta pista es mía.
Muevo la palanca con las velocidades y aprieto el croche, luego acelero y el auto aúlla cual león con furia tras su presa. Al cabo de un minuto paso por un lado de ese coche negro y me siento victoriosa. Pero el otro auto no se quiere rendir y parece que el conductor quiere competencia.
Mal por ti.
Mi mañana tranquila se esfuma y mi buen humor también, estaba por completar el circuito con buen tiempo y este idiota me lo acaba de arruinar ¡Joder! Golpeo el volante molesta.
―Jhonny, ¿cómo va mi tiempo?
―Victoria, lo acabas de perder. Te aconsejo que ya salgas de la pista, por hoy has terminado.
Un solo minuto, incluso segundos, pueden cambiar tú final, así de sencillo, de esto se trata todo. Suelto un suspiro de frustración.
―Entendido, Johnny. Me dirijo hacia allá, el auto lo llevaré directo al garaje.
―Bien. Allí te espero.
Bajo la velocidad, pero un ruuuun pasa a mi lado, el Cruze negro. Mi vista se va más allá, puedo ver que estoy a poco de la raya final. Esto se pone divertido. Acelero de nuevo, el auto parece que va a despegar del piso y la adrenalina se apodera de mí, esa sensación me llena e invade mi cuerpo. Paso como un bólido al lado del otro coche y llego a la meta, le gané a quien sea que conduce el otro Cruze.
Cumplida “mi buena acción” del día me dirijo al garaje, cuando veo que el auto negro se estaciona de repente frente al mío impidiéndome el paso, tengo que frenar con fuerza o de lo contario podría haber chocado con este. Me bajo como poseída, de mi boca van a salir unas cuantas palabritas nada educativas. Le toco como loca la ventana al piloto, los vidrios son polarizados y no veo quien es el estúpido conductor. La puerta se acciona hacia arriba y retrocedo, antes de que salga el muy pendejo suelto mi monólogo.
―¡Eres un maldito idiotaaaa! ¡Por tu culpa perdí el circuito de hoy y mi buen tiempo, además, a esta hora el autódromo es para mí!
Lo primero que veo son unas botas marrones desgastadas, luego el conductor desciende, lleva un jeans negro, franela de cuello redondo gris y chaqueta de cuero vino tinto, luce unos Rayban de última moda y su barbita de días. ¡Santos Dioses de los solteros, es él! Es Troy Bourke y me sonríe de lado. Parece que veo un comercial de ropa para hombres en cámara lenta.
Inhala, exhala…
Siento un mareo.
―Victoria, grata sorpresa. Adoro tus cariñosas palabras de saludo, buenos días para ti también.
Se cruza de brazos y se recuesta sobre su coche como si nada.
***
Miro al cielo mientras cierro los ojos. Trato de pensar en una respuesta coherente para este hombre. Bajo la cabeza y me cruzo de brazos igualmente, él pasea su mirada por mis piernas, se ha quitado sus lentes de sol, y como no, me escanea completica. Llevo un short de jeans del mismo color de los que él lleva, una franelilla blanca sin mangas amarrada a un lado lo cual permite una gran vista a mi abdomen plano, junto a unas converses altas color negro y una gorra con el logo de Boston Red Sox.
―Me gusta ese equipo ―dice por fin, rompiendo el silencio.
―Hola, señor Bourke, no sabía de sus gustos por las carreras.
―Dejémonos de formalismos, llámame Troy.
―Lo hago por cortesía, además soy la maestra de su sobrina.
―No estamos en el preescolar, Victoria, no hay problema.
―Está bien, Troy. Un nombre poco común...
―Eso díselo a mi padre, fanático de Homero y su Ilíada. ―Su mirada es intensa.
―Ya veo. ―Trato de ocultar mi risita burlona por su nombre.
―Así que, ¿soy un maldito idiota? Disculpa, no quería causar que perdieras el circuito de hoy, no era mi intención, te lo aseguro.
Me encojo de hombros, realmente fui descortés por mi mal humor.
―Lo siento. ―Me acerco algo a él un poco dudosa, sin embargo lo hago, me coloco a su lado, recostándome al auto también, me mira con media sonrisa―, no me gusta perder, eso me saca de quicio ―confieso sin más.
―Me acabo de percatar de ello. Así que, la tierna maestra de preescolar, es corredora de autos.
―No soy tierna, salvo con los niños, del resto soy lo que acabas de ver: digo malas palabras, discuto a los gritos y propino buenos derechazos. ―Rio por mi extraña descripción sobre mí.
―Tienes una risa hermosa ―dice esto y se acerca, yo me ruedo a un lado, es algo que no puedo evitar, es algo que va más allá de mí, no lo quiero tener cerca, y sin embargo no me cae mal, se ve un tipo normal, no de esos locos acosadores, incluso su mirada me transmite un calor indescriptible que no sé cómo explicar la sensación que este causa en todo mi cuerpo. Veo decepción en sus ojos.
―¿Eres corredor también? ―pregunto como si nada.
―Realmente no. Lo hago para liberar tensión en mi cuerpo o cuando algo perturba... mi mente.
―Vaya, y posees un Cruze, igual a mi bebé ―digo con un poco de emoción.
―Es un excelente coche, tu bebé.
―Sin duda.
―Son dos.
―¿Cómo dices?
―Dos cosas en común que tenemos tú y yo, autos, carreras... Victoria, ¿quieres salir a cenar conmigo esta noche? ―Me giro y lo veo, su mirada seria me taladra, espera mi respuesta y se pasa la mano por el pelo. Quiero decirle que acepto, pero a la vez no, mi mente me grita algo y mi cuerpo otra.
Dile que sí, hazlo. Grita mi loco subconsciente.
―Troy... lo siento, no puedo, ya tengo un compromiso.
―¿Y mañana? ―Insiste.
Ay, Dios bendito, con este hombre.
―Voy a ser sincera contigo, me preparo para el Campeonato Mundial de Turismo, a finales de este mes parto a Francia, el poco tiempo que tengo solo lo dedico a practicar. ―Entrecierra sus ojos y arruga la frente.
―Son varios meses, hasta noviembre, finalizando en Qatar.
―Exacto. Veo que estás al tanto.
―Me gustan las carreras, ya lo sabes y... ¿estás preparada para esa competencia?
―Tu pregunta me ofende, Troy.
―Esas carreras son algo peligrosas.
―¿Estás preocupado por mí? No seas ridículo, no me conoces.
―Te conocí hace una semana, se puede decir que ya somos amigos.
―No. No lo somos. Solo conocidos, no inventes.
―Eres la maestra de Angy, ella y mi cuñada no paran de hablar de ti, ya veo el por qué. ―El gusanito de la curiosidad me acaba de picar.
―¿Por qué, qué?
―Que veo porque te tienen tanto cariño, Tori. ―El diminutivo de mi nombre en sus labios cambia el panorama.
De nuevo se acerca a mí y esta vez no lo rechazo, su rostro se va acercando al mío sin dejar de observar mis labios y siento que mi respiración va en picada.
Mil y un historias me he inventado para estar aquí
aquí a tu lado, y no te das cuenta que
yo no encuentro ya que hacer
sé que piensas que no he sido sincero
sé que piensas que ya no tengo remedio
pero quien me iba a decir
que sin ti no se vivir
Y ahora que no estás aquí
me doy cuenta cuanta falta me haces...
Chayanne resuena en mi bolsillo trasero y siento como si me hubiesen despertado de un sueño. Tomo rápidamente mi celular.
―¡Mamá! ―Suelto el aire con alivio.
―¿Tori?, ¿sucede algo, cariño? ―Me alejo de él, no quiero que escuche la conversación.
―No, mamá, solo que estaba concentrada revisando mi coche cuando entró tu llamada.
Mientras converso con mi madre, él se gira y me da la espalda, sus brazos están encima del techo de su auto, sus hombros parecen estar en tensión, o más bien creo que es su cuerpo, como hombre me imagino que mis constantes rechazos lo hieren, ni modo que se aguante, no lo conozco y de buenas a primeras porque es el tío de Angy no tengo por qué tenerle confianza.
―¿Ya vienes, hija? Es que tenemos planeado llevar a Mía al zoológico, ¿quieres acompañarnos?
―No sé mamá, estoy algo cansada, pero apenas esté en casa veo cómo va el panorama y me decido, ¿sí?
―Por supuesto, mi amor. Ten cuidado, salúdame a Jhonny.
―Vale, mamá, nos vemos al rato.
Guardo el celular de nuevo en el bolsillo trasero y me encamino hacia Troy, cuando me siente cerca se gira.
―Ha sido un placer verte esta mañana, Victoria, ten un lindo día.
Sin más se sube a su auto y acelera chirriando los cauchos, luce molesto. Ni siquiera me dejó responderle su despedida. No me importa, no tengo porque fingir cosas con él solo para complacerlo. Que se pudra. De nuevo empeora mi humor de m****a el día de hoy. Un frío gélido sopla en el aire, el día ha estado algo gris.
Voy de regreso a casa, ha comenzado a nevar, ciertamente Arlet tiene razón, estamos en primavera y ahora cae nieve, es algo peculiar. De nuevo el móvil resuena dentro del auto, enciendo el manos libres. Es mi amiga Ari.
―¡Hola, Coca-Cola!
Niego con la cabeza y sonrío. Esa manía de decir «Hola, Coca-Cola» es un invento de mi pequeña hermana. Esto ocurrió hace unas semanas, salimos las tres a comer helado y en una de las vías en la calles de Boston hay una gran valla comercial, con un chico, un perro y una botellita de Coca-Cola. El chico juega divertido con su mascota mientras sorbe de ese líquido oscuro de la botella, con una de sus manos saluda de forma juguetona al pequeño animal peludo. Mía al ver esto dijo de forma entusiasta: ¡Hola, Coca-Cola! Y con eso bastó para que Arlet se haya tomado en serio ese saludo singular.
―Hola, Red bull ―contraataco, solo por fastidiarla.
―¿Será porque te doy alas? ―dice esto mientras ríe con fuerza.
―Ya dejémonos de promocionar bebidas gratis y dime, chili, ¿planeas algo?
Hola :D Muchas gracias a las que ya me acompañan en esta aventura...
―Nada en especial, solo que hice… ¡Tu desayuno preferido! Y te paso esta vez ese ridículo apodo, ¿eh?, porque debo contarte algo, ¿puedes venir hasta acá?―Seguro, en quince minutos llego, aunque si pudiera manejar como me gusta llegaría en cinco. ―Ari da un grito ahogado.―¡NI SE TE OCURRA! Ya llevas records en multas, recuerda que una próxima y adiós competencia.―Sí, madre. Calma. Te veo en un rato.Reconozco que amo la velocidad, pero debo controlar mi pie ya que tengo un colorido y surtido números de multas de tránsito, que por fortuna, gracias a los abogados de mi padre pasan desapercibidas, porque otra en mi lugar ya estuviera sin licencia. Arlet me dejó con un sensación extraña, espero no sea nada grave lo que debe decirme.En efecto, quince minutos después llego a su edificio, busco donde estacionar mientras me anuncio con el vigilante. Decido subir las escaleras, es mejor para las piernas, además su apartamento queda en el cuarto piso. Llego y presiono el botón del timbre. M
―No seas infantil. Simplemente tus desplantes me… alteran, pero es mi problema, no el tuyo.―¿Para eso llamas?, ¿para decirme que soy infantil? En ese caso, tú eres un jodido viejo gruñón entonces. ―Quien me está alterando a mi es él. Idiota. Tiene mis nervios a flor de piel y una revolución en mi cabeza, quiero golpearlo. Y una pregunta pica en mi boca y hablo antes que me ataque con sus palabras―, ¿cómo rayos conseguiste mi número celular?―¿Siempre hablas de esa manera? No pareces ser una educadora. ―Esto es el colmo, me llama para insultarme.―¡Vete a la mierda, Troy! Que tengas un lindo día.Le cuelgo. Me doy el gran gusto de hacerlo dejándolo con la palabra en la boca, al igual que él lo hizo conmigo esta mañana. Arlet me mira con cara de querer preguntar mil cosas y lo hace.―¿Quién rayos es Troy? Y sea quien sea, te ha puesto de los mil demonios. Mírate, hasta estás como un tomate de colorada, mejor te sirvo algo de agua de jamaica para calmar esa rabia.Suspiro y me encojo de
Una mano acaricia mi mejilla, creo que me he quedado dormida, abro poco a poco los ojos y Troy se encuentra agachado frente a mí con rostro preocupado, lleva un traje gris, camisa blanca y corbata verde oscuro, siempre tan elegante. Bajo mi vista a mi vestuario, zapatillas planas color negro, pantalón azul oscuro con bolsillos a los lados y una blusa de encajes color blanca. Él coloca su dedo en mi mentón y lo levanta.―Gracias por acompañar a Angy hasta aquí, fue muy amable de tu parte.Le sostengo la mirada, esta vez no me alejo de él, luce vulnerable, su sobrina se encuentra en un quirófano y necesita una mano amiga. Creo que de nuevo siento esa sensación rara con su presencia y siento que me voy a desmayar. Respiro con calma.―No hay nada que agradecer, Angy y el resto de los niños son muy especiales para mí. ―Me regala media sonrisa y uno de sus dedos frota una de mis mejillas.―¿Por qué llorabas? ―Pregunta tierno, decido ser sincera.―Porque... hace años perdí a un primo pe
*Hola, ¿cómo sigue Angy?**Que saludo tan serio :( Mi consentida se encuentra recuperándose, extraña a su preciosa maestra.*Me rio de su ridícula respuesta. Desde ese día del beso no he tenido más noticias sobre él, pero quería saber de la salud de Angy. Han transcurrido dos días y en el preescolar no tenemos noticia alguna. ¿Y este hombre ha puesto carita triste? Quien lo viera, tremendo macho, enviando caritas en un mensaje de texto. Aunque Arlet asegura que hombre que coloque caritas en sus textos demuestra sinceridad. Decido molestarlo un poco.*¿Ahora envías caritas? Eres tan adorable, me alegra que Angy se encuentre mejor, la extrañamos.**¿Qué insinúas?, ¿que soy un maricón? Para tú información, los hombres que envían en sus mensajes caritas están siendo sinceros, aunque si lo deseas puedo darte una muestra de mi yo “adorable”, te vas a lamer los labios.* Maldito provocador. Ya verás.*Quiero ver esa muestra entonces.**No sabes lo que me pides, Victoria.**Por eso mismo, c
―Sí quería, sí deseaba ese beso de Troy ―confirmo calmada, no soy una cría para dar brinquitos por ese beso divino, aunque mi conciencia ha dado tantos saltos de alegría por ese beso que ya lleva medalla olímpica―, por otro lado, digamos que tengo una cita con él, este sábado ¡Y antes que digan algo! Se dio precisamente por ese beso, yo le envié un mensaje de texto para preguntarle por Angy, una de mis alumnas.―¡No me digas que es el padre de esa nena! ―exclama Fiorella, un poco tensa.―No, nada que ver. Es su tío, amiga, tengo tanto que contarte, pero te resumo: comencé a burlarme de su manera de escribirme por texto y terminamos con esa cita este sábado, por otro lado, eso de robarme un beso así como así, ya saben que no me gustan los hombres dominantes, si él quiere eso se tendrá que atener a las consecuencias... ¿Y a que no adivinas, Ari? ¡Usa caritas en sus textos!―¿En serio? Ya me cae bien ese hombre ―dice entusiasta.―¡Es un hombre! No le den tanto crédito a esa fiera, dejemo
No he tenido un día bonito hoy, mi cansancio va en picada, algo extraño en mí porque siempre soy muy enérgica y activa, asumo que esto se debe a que no he tenido vacaciones desde hace más de un año. Cuando tuve que haberlas tomado decidí prepararme para la competencia, fueron dos meses sin parar en el autódromo durante prácticamente todo el día, luego ya tenía encima mi regreso al trabajo y de esa manera no descansé de forma correcta. Estoy recostada sobre mi cama y son más de las tres de la tarde, mi cita con Troy es a las ocho de la noche y lo único que deseo es dormir. Miro a un lado, a mi mesita de noche, observo adormilada las tres latas vacías de red bull, justo ahora necesito “alas”, pero ni así consigo espabilarme. Mi madre tuvo que salir a la editorial por su trabajo, hoy no permitió que me hiciera cargo de mi hermana, hasta ella nota que parezco la Bella durmiente, salvo que estoy consciente, por ahora. Por fortuna, Fiore está acá, mi madre había decidido llevar a Mía con el
―No quiero sonar entrometida… pero, ¿qué haces?, ¿cómo te ganas la vida? ―Él me mira cauteloso, como midiendo su respuesta―, ¿no me digas que eres mafioso? ―Esto suaviza su semblante.―Soy el director general de Bourke Motors. Mi padre es Bernardo Bourke. ―Casi escupo mi bebida. Lo miro con los ojos bien abiertos.¿Es en serio?―¡Eres nuestra puta competencia! ―exclamo a punto de reírme. Esto es una jodida broma, por ese motivo estaba muy bien informado sobre el Campeonato. No era solo mero fanatismo, apuesto mi trasero a que tienen a sus corredores inscritos en esa competencia. Un ridículo mareo invade mi cuerpo y siento un extraño escalofrío, trato de controlarlos ya que la noche está resultando muy entretenida.¿Quién lo diría? El maldito CEO de Bourke Motors saliendo en una cita conmigo.Mi padre nunca se ha sentido intimidado por la competencia, por el contrario, trata con ellos con diplomacia, pero a mí sí que no me hizo tanta gracia hace algún tiempo atrás porque sacaron unos m
Troy finaliza la llamada, se encuentra parado frente al gran ventanal de la habitación, observando la noche, parece tenso, es tan extraño. Lo miro a detalle, se encuentra desnudo ¡Qué descarado es! Mi cuerpo reacciona a esa agradable vista y siento unas ganas enormes de volver a tener sexo con él. Soy una maldita golosa. Él se gira como si nada y me atrapa deleitándome con su anatomía, ríe de lado y de manera coqueta. Sin pensarlo se dirige hacia a mí y me lo como con la mirada. Se trepa a la cama de un salto y se recuesta a mi lado.―Siento haberte despertado. ―Agarra mi trenza y le quita la pequeña liga de la punta para comenzar a desenredarla.―Fiore te matará ―advierto divertida.―Te la puede volver a armar, por ahora quiero ver tu cabello suelto, ¿quién es Fiore?―Una buena amiga, es de España. En realidad se llama Fiorella.―Si es como Arlet, creo que me la llevaré bien con ella. ―Nos quedamos callados mientras sigue desatando mi trenza. Creo que esta noche le he dado más i