Capítulo 4

Me encuentro de espaldas limpiando la pizarra llena con dibujos de colores realizados con marcadores acrílicos, los pocos niños que quedan están jugando, sus risas tiernas resuenan por todo el lugar. Me giro y lo veo parado en la puerta, cruzado de brazos y recostado al marco de esta, su presencia hace que todo quede en total silencio, pero solo a mis estúpidos oídos.

Es él, el cabrón. ¡Demonios, es casado!

¿Y eso te duele o te molesta? Grita una voz en mi cabeza.

―¿Esta es el aula del primer nivel? ―inquiere entrando, con un andar relajado, hoy viste con traje azul oscuro, corbata vino tinto y camisa blanca. Muy sexy.

Le doy la puntuación máxima.

Se detiene junto a mí, con las manos dentro de su pantalón. Su rostro se encuentra neutro, parece que me analiza y yo aprovecho para echarle un ojo y detallarlo, es alto, me lleva más de una cabeza y media en tamaño.

―¿Ahora eres muda? Y fíjate, una coincidencia enorme encontrarte aquí.

Yo reacciono antes de que se siga burlando por mi idiotez.

―Buenas tardes, en efecto, se encuentra en el aula del primer nivel ―explico con una sonrisita de suficiencia.

Muda su madre.

Me mira de nuevo, parece que quisiera leer mis pensamientos, por fortuna no es Edward Cullen, sino se enteraría de las cosas que pienso sobre él justo ahora. Mi corazón hace un sonido algo extraño.

M****a.

Me tiende su mano de manera educada y no despega sus ojos de mi rostro.

―Ya que no me presenté como se debe dos días atrás, lo hago ahora. Soy Troy Bourke, un placer. ―Le tiendo mi mano derecha lo más controlada posible, me molesta la reacción que tengo ante su presencia. Me estrecha la mano y siento algo. 

―Un gusto, señor Bourke, soy Victoria Ackerman.

―Tienes la mano helada, ¿te sientes mal de nuevo? ―pregunta con algo de tensión en la voz.

Retiro mi mano como si me hubiese picado algún animal ponzoñoso, no sé porque algo me dice que lo aleje de mí. Respiro profundo.

―Todo bien... y... ¿quién es su hijo o hija? ―pregunto esto último casi en susurro, parezco bipolar con este hombre frente a mí.

De repente, el muy, pero muy cabrón, estalla en risas estrepitosas, parece temblar del ataque de hilaridad que posee en estos momentos. Yo me cruzo de brazos, estoy seria por su actitud; él lo nota y va relajando su postura.

―Disculpa... no vengo por mi hijo, ni hija mucho menos, mi estado civil aún es la soltería, más bien es mi sobrina por quien estoy acá, mi cuñada se encuentra en cita médica y no llegará a tiempo y mi hermano está fuera de la ciudad por trabajo, así que solo queda el tío Troy al rescate.

Y en efecto, una de mis princesas corre hasta él, muy entusiasta. Es Angy. Claro, la señora Amanda Bourke es su madre, ahora caigo en cuenta de los apellidos en común. Es su cuñada.

Bien, yupi, es soltero.

―Necesito un psicólogo...

―¿Cómo dices?

¡Ay no! ¿Dije eso en voz alta? Mejor me hago la desentendida.

El cabrón, o mejor dicho, el soltero Troy, me observa extraño mientras se agacha a la altura de su sobrina para darle un beso en ambas mejillas, ella lo abraza con ternura, no puedo negarlo, se ve adorable. 

―¡Hola, Tori! ¿Aún te quedan niños? ―Mi compañera de trabajo y amiga, Susana, asoma su rostro al aula de clases, al percatarse de que hay un representante saluda educadamente―, oh, disculpe ―dice mirando a Troy―, Victoria, te espero en recepción ―Asiento y le guiño un ojo, es una chica agradable, pese al poco tiempo que llevo trabajando en este lugar me ha hecho tener un círculo muy especial y unido, he formado gratas amistades.

―Tori ―repite en un suspiro y de nuevo sus ojos me penetran, desvío la mirada y acomodo mi cabello de manera distraída detrás de mis orejas y comienzo a enrollarme este con los dedos, un tic nervioso.

―Sí. Diminutivo de... ―No me deja terminar, clava sus ojos en mis dedos y observa con ternura lo que estos hacen.

―De tu nombre. Hermoso nombre, Victoria. Sinónimo de triunfadora: eres sensible, generosa y muy directa. ¿Te puedo confesar algo?

Estoy paralizada, escuchar el significado de mi nombre a través de su voz me ha dejado sin palabras; cuento mis respiraciones mientras mi cabeza da vueltas. Definitivo, debo ir con el médico de la familia. ¿Y qué rayos debe confesarme? ¡Qué no sea gay, Dios! Ay no, eso no, todo menos eso, aunque yo podría hacerlo cambiar de opinión. Intenta acercarse y yo retrocedo, por fortuna, Angy regresa a jugar con sus compañeritas.

―Dime ―lo animo, en vista de que mi alejamiento lo ha dejado neutro y parece dolido. Y en efecto lo hace, se acerca un poquito hacia mí y habla bajo.

―Cuando era niño me aterraba la oscuridad, no lograba dormir sin la luz apagada, mis padres luchaban con esa parte vulnerable en mí hasta que un día mi madre trajo un dije con una cadenita de acero con la letra V, me dijo que era la V de Victoria y que yo la obtendría si enfrentaba mi miedo a la oscuridad, que la palabra victoria era sinónimo de ganador, triunfador, éxito y eso… eso me gustó, tomé el dije de su mano y me lo coloqué... desde ese día, el miedo se fue a la m****a y supe que esa palabra permanecería en mi vida por siempre.

Las últimas palabras me descolocan. Yo estoy taciturna.

―Hola, Victoria. Disculpa, hay mucho tráfico en esta ciudad hoy.

Otra de las representantes viene a recoger a sus niños, en este caso a un par de gemelos adorables, yo salgo de mi letargo y la saludo atenta, los niños se despiden y Troy junto a su sobrina también.

―Hasta otro día, Victoria ―se despide Troy Bourke en tono serio. Angy quiere darme un abrazo y me hinco para quedar a su altura.

―Hasta mañana, preciosa. ―Me levanto y miro a su tío―, un placer, señor Bourke.

Él asiente y sale del aula con su sobrina de la mano; todo fue tan raro. Me quedo viendo la puerta, su historia cuando niño fue especial y emotiva. Un estruendo me hace dar un respingo y regreso a la realidad, varias risitas traviesas se escuchan, ya solo quedan tres niños conmigo y acaban de tropezar el cubo de legos y este ha caído al piso, esparciéndolos por todos lados.

―A ver, angelitos, si me ayudan a recoger esto en menos de un minuto, hay premio.

Mis tres encantos, los últimos que aún esperan por sus padres, se apresuran a recoger el reguero de piezas mientras yo vuelvo a pensar en un niño pequeño con un dije en sus pequeñas manos.

***

―La primera carrera es el tres de abril en Francia, hija.

Estoy con mi padre en su oficina de la casa. Se encuentra atento al itinerario de la gran competencia del Campeonato Mundial de Turismos 2016, que nos enviaron por mail los organizadores del evento hace semanas.

Apreciada Srta. Victoria Ackerman, le anexamos el itinerario de la competencia de este año.

Francia: 3 de abril.

Eslovaquia: 17 de abril.

Hungría: 24 de abril.

Marruecos: 8 de mayo.

Alemania: 28 de mayo.

Rusia: 12 de junio.

Portugal: 26 de junio.

Argentina: 7 de agosto.

Japón: 4 de septiembre.

China: 25 de septiembre.

Tailandia: 06 de noviembre.

Qatar: 25 de noviembre.

Ya me lo sé de memoria y cada una de esas pistas las conozco como la palma de mi mano. Estoy nerviosa y ansiosa. Papá tiene miedo al igual que mi madre, ninguno lo dice, pero lo percibo. Observo el gran reloj en la pared, quince minutos para las once de la noche, mamá y Mía ya duermen, yo suelto un bostezo sin querer.

―Ve a dormir, cariño ―pide mi padre.

―Ya lo haré... solo quiero decirte que confíes en mí, ¿sí? Yo les agradezco a ti y a mamá la confianza por apoyarme en esto, luego de ese accidente sé que nos es fácil para ustedes ni para mí tampoco, créeme, casi... pierdo la vida. Pero, papá, te prometo que si a la hora de entrar a la competencia no me siento cien por ciento segura, me retiro, te doy mi palabra. Él me mira a través de sus lentes de vista, con esos hermosos ojos azules que me transmiten tranquilidad.

―Confió en ti, hija, y mientras tú estés feliz haciendo lo que te gusta, te vamos a apoyar siempre. Solo te pido que permitas al personal de seguridad acompañarte durante los viajes, estaría más tranquilo sabiendo que ellos cuidarán de ti las veces que deba ausentarme yo, por otro lado, tu madre y hermana estarán presentes en la medida que les sea posible en algunas de las carreras.

Me levanto del mueble y me acurruco en su regazo, esto lo toma por sorpresa, aunque ya sea una mujer, amo que mis padres me mimen de vez en cuando. Mi padre me besa la frente.

―Te quiero papá, y está bien, acepto a los Kevin Costner conmigo, al menos me voy a sentir Whitney Houston por varios meses. ―Se ríe fuerte por mi loco comentario. Se calma y vuelve a besar mi frente.

―Y yo también te quiero, hija. Ya vamos a dormir, mañana hay que trabajar. 

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