Capítulo 5

Nathe no dijo nada más, siguió a su chica misteriosa en medio de aquella tormenta, después de una media hora caminando ambos estaban empapados y Alexandra temía enfermarse, si lo hacía, tendría graves problemas por lo que se detuvo a pensar, tal vez no era tan mala idea haberse quedado en aquel camión, por lo menos hasta que parara la lluvia, pero ya era demasiado tarde, estaban lejos.

—¿No sabes a dónde ir? —Nathe se acercó a ella.

—Deja de hablar, no me permites pensar bien.

—¿Usualmente piensas bien bajo una tormenta?.

—No.

Alexandra estaba a punto de decirle algo más, cuando Nathe alegremente soltó un grito, y al voltear a verlo, supo de que se trataba.

A lo lejos estaba una posada, las luces y la calidez de aquel lugar le llamaron la atención, parecía un buen lugar para pasar la noche, el problema radicaba en que ella no tenía dinero para pagarla.

—Olvídalo —dijo Alexandra dándose la media vuelta pero Nathe no permitió que siguiera.

—¿Pero por qué no? —Nathe estaba confundido—. Es mejor entrar o nos enfermaremos, ya estamos empapados.

—Entra tu, yo me voy a buscar otro lugar —Alexandra comenzaba a cansarse y tenía hambre, pero no iba a dejar que alguien notara su miedo y su debilidad—. Suerte estrella del pop.

Nathe no iba a dejarla ir, por lo que con un movimiento rápido la jaló estrechándola contra su cuerpo, al tenerla tan cerca, con su rostro empapado, su cabello mojado, y sus hermosos ojos, no pudo evitar desearla. Pero Alexandra no pensaba lo mismo, ya que inmediatamente le dio un rodillazo en la entrepierna provocándole un fuerte dolor a Nathe.

—¡Nunca me vuelvas a tocar! —Alexandra gritó—. Es la última vez que te lo advierto.

Alexandra se dio la media vuelta y comenzó a caminar, no sabía dónde estaba ni a dónde ir, pero tenía que encontrar una solución a su problema, aunque Nathe no la dejaría sola, ya que corrió hacia ella y le impidió el paso.

—Espera, no lo volveré hacer —Nathe se sentía cada segundo más maravillado con la actitud de esa chica—. Pero tenemos que descansar en algún lugar, vamos a esa posada y pasemos la noche juntos.

—¡¿Qué?!.

—Me refiero a que pasemos la noche ahí, pero cada quien en una habitación diferente, ¿qué dices?.

Alexandra perdía cada vez más la paciencia y las ideas, le daba un poco de pena admitir que no tenía dinero para pagar una noche en un lugar como ese, necesitaba pensar un poco más.

—No —Alexandra insistió.

Entonces, como un rayo de luz iluminando algún lugar oscuro, Nathe se dio cuenta de porqué su chica misteriosa no quería pasar la noche en aquella posada, la observó detenidamente, y se dio cuenta de que no traía dinero, parecía ser una chica extremadamente orgullosa, por lo que se le ocurrió una idea para hacerla entrar en razón.

Nathe se quejó rápidamente tirándose al suelo, y con ambas manos se tocaba el estómago.

—¡Me duele! —Nathe se quejaba.

—Que truco tan más viejo —Alexandra dijo en tono molesto—. Para ser una estrella del pop eres demasiado tonto.

Pero Nathe no se daría por vencido, por lo que ignoró aquellas palabras de su chica misteriosa y continuó quejándose de un dolor actuado.

—No es un truco, en verdad me duele, habló en serio —Nathe era bueno actuando—. Necesito un doctor o algo.

—No hay doctores de tu categoría por aquí —Alexandra continuaba inmóvil observando cada gesto, cada movimiento de Nathe para verificar si hablaba en serio.

—Entonces llévame a otro lugar, el que sea —Nathe comenzaba a querer vomitar.

Alexandra ya no estaba segura de que fuera un truco o una broma barata, ya que para ella comenzaba a ser real todo, por lo que asustada se acercó a Nathe para que se apoyará en ella.

—Tu ganas, estrella del pop, te llevaré a esa posada, pero te quedarás tu solo —dijo Alexandra con una voz muy monótona.

—Pero me van a reconocer.

Alexandra puso los ojos en blanco, ¿acaso aquel chico era tan quejumbroso?, volteó a su alrededor y con alegría tomó un puño de tierra mojada y se la embarró en la cara, lo suficiente para que pareciera que escapan de la tormenta, pero no tanto para que la gente de ese lugar piensen que son ladrones.

A Nathe le sorprendió mucho aquello, pero le divertía la aventura que estaba viviendo, y agradeció mentalmente haber escapado de la bruja de su madre y de su mánager. Nathe y Alexandra caminaron con un poco de dificultad, y cuando por fin llegaron ella tragó saliva, al entrar ambos se dieron cuenta que era una pareja de ancianos los que estaban en el recibidor, quienes al verlos no dudaron ni un segundo en recibirlos amablemente.

—Buenas noches jovencitos —los saludó el anciano—. ¿Necesitan una habitación?.

—Si por favor —respondió Nathe con alegría, cosa que hizo que Alexandra se diera cuenta de que era un sucio juego de aquel chico.

—Bien, me voy, ya te he traído, podrás arreglártelas tu solo —Alexandra se dio la media vuelta cuando la detuvo un trueno muy fuerte, que retumbó por todo el lugar, lo que hizo que cerrara los ojos y tratara de tranquilizarse.

—He verificado y solo tenemos una habitación matrimonial —anunció la anciana con una sonrisa.

—Esa está perfecta —habló Nathe preocupado por aquella actitud de su chica misteriosa—. ¿Estás bien?.

—Si —contestó Alexandra con voz átona.

—A todos nos dan miedo los truenos jovencita, es normal —dijo el anciano mientras le entregaba la llave a Nathe.

Alexandra abrió los ojos, volteó y vio como Nathe pagaba con billetes algo húmedos, odiaba que le tuvieran lástima, y odiaba sobre todo no poder pagarse algo tan sencillo como una habitación en alguna posada.

—Me tengo que ir, que pasen buena noche —Alexandra se dirigió rápidamente a la salida cuando nuevamente se escuchó otro trueno, esta vez más fuerte que el anterior, lo que provocó que Alexandra se cruzara de brazos y se pusiera en cuclillas.

Nathe se dirigió hasta ella, tenía los ojos cerrados y estaba tarareando alguna canción.

—Vamos nena —Nathe la abrazó y la ayudó a levantarse pero Alexandra seguía con los ojos cerrados y seguía cantando—. Señora, pasaremos a la habitación, buenas noches.

—Descansen jóvenes —la anciana los miró con ternura y sonrió.

Nathe estaba preocupado por aquella chica que le estaba robando toda su atención, él jamás se preocupaba por alguna chica, ya que todas buscaban su fama y dinero, pero ella era diferente. Cuando llegaron a la habitación, Nathe cerró con pasador, mientras Alexandra se sentaba en la cama sin abrir los ojos.

—¿Qué te sucede? —le susurró Nathe al notar que se aferraba a algo con las manos—. ¿Qué tienes en las manos?.

Alexandra no dijo nada, abrió los ojos al tiempo que se le caía de las manos un labial color rojo, entonces alguien tocó la puerta, ya era muy noche y Nathe se preguntaba quién podría ser.

Recogió del suelo aquel labial color rojo y abrió la puerta. Y al hacerlo sus ojos azules se cruzaron con la mirada malévola de un hombre que no conocía.

Dos corazones bailando bajo una tormenta, un labial rojo, y un enemigo hacía su aparición, la noche era larga y Nathe aún tenía muchas dudas.

—Hola Zoerk.

Aquella voz le congeló el alma a Nathe.

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