Nathe no dijo nada más, siguió a su chica misteriosa en medio de aquella tormenta, después de una media hora caminando ambos estaban empapados y Alexandra temía enfermarse, si lo hacía, tendría graves problemas por lo que se detuvo a pensar, tal vez no era tan mala idea haberse quedado en aquel camión, por lo menos hasta que parara la lluvia, pero ya era demasiado tarde, estaban lejos.
—¿No sabes a dónde ir? —Nathe se acercó a ella.
—Deja de hablar, no me permites pensar bien.
—¿Usualmente piensas bien bajo una tormenta?.
—No.
Alexandra estaba a punto de decirle algo más, cuando Nathe alegremente soltó un grito, y al voltear a verlo, supo de que se trataba.
A lo lejos estaba una posada, las luces y la calidez de aquel lugar le llamaron la atención, parecía un buen lugar para pasar la noche, el problema radicaba en que ella no tenía dinero para pagarla.—Olvídalo —dijo Alexandra dándose la media vuelta pero Nathe no permitió que siguiera.
—¿Pero por qué no? —Nathe estaba confundido—. Es mejor entrar o nos enfermaremos, ya estamos empapados.
—Entra tu, yo me voy a buscar otro lugar —Alexandra comenzaba a cansarse y tenía hambre, pero no iba a dejar que alguien notara su miedo y su debilidad—. Suerte estrella del pop.
Nathe no iba a dejarla ir, por lo que con un movimiento rápido la jaló estrechándola contra su cuerpo, al tenerla tan cerca, con su rostro empapado, su cabello mojado, y sus hermosos ojos, no pudo evitar desearla. Pero Alexandra no pensaba lo mismo, ya que inmediatamente le dio un rodillazo en la entrepierna provocándole un fuerte dolor a Nathe.
—¡Nunca me vuelvas a tocar! —Alexandra gritó—. Es la última vez que te lo advierto.
Alexandra se dio la media vuelta y comenzó a caminar, no sabía dónde estaba ni a dónde ir, pero tenía que encontrar una solución a su problema, aunque Nathe no la dejaría sola, ya que corrió hacia ella y le impidió el paso.
—Espera, no lo volveré hacer —Nathe se sentía cada segundo más maravillado con la actitud de esa chica—. Pero tenemos que descansar en algún lugar, vamos a esa posada y pasemos la noche juntos.
—¡¿Qué?!.
—Me refiero a que pasemos la noche ahí, pero cada quien en una habitación diferente, ¿qué dices?.
Alexandra perdía cada vez más la paciencia y las ideas, le daba un poco de pena admitir que no tenía dinero para pagar una noche en un lugar como ese, necesitaba pensar un poco más.
—No —Alexandra insistió.
Entonces, como un rayo de luz iluminando algún lugar oscuro, Nathe se dio cuenta de porqué su chica misteriosa no quería pasar la noche en aquella posada, la observó detenidamente, y se dio cuenta de que no traía dinero, parecía ser una chica extremadamente orgullosa, por lo que se le ocurrió una idea para hacerla entrar en razón.
Nathe se quejó rápidamente tirándose al suelo, y con ambas manos se tocaba el estómago.—¡Me duele! —Nathe se quejaba.
—Que truco tan más viejo —Alexandra dijo en tono molesto—. Para ser una estrella del pop eres demasiado tonto.
Pero Nathe no se daría por vencido, por lo que ignoró aquellas palabras de su chica misteriosa y continuó quejándose de un dolor actuado.
—No es un truco, en verdad me duele, habló en serio —Nathe era bueno actuando—. Necesito un doctor o algo.
—No hay doctores de tu categoría por aquí —Alexandra continuaba inmóvil observando cada gesto, cada movimiento de Nathe para verificar si hablaba en serio.
—Entonces llévame a otro lugar, el que sea —Nathe comenzaba a querer vomitar.
Alexandra ya no estaba segura de que fuera un truco o una broma barata, ya que para ella comenzaba a ser real todo, por lo que asustada se acercó a Nathe para que se apoyará en ella.
—Tu ganas, estrella del pop, te llevaré a esa posada, pero te quedarás tu solo —dijo Alexandra con una voz muy monótona.
—Pero me van a reconocer.
Alexandra puso los ojos en blanco, ¿acaso aquel chico era tan quejumbroso?, volteó a su alrededor y con alegría tomó un puño de tierra mojada y se la embarró en la cara, lo suficiente para que pareciera que escapan de la tormenta, pero no tanto para que la gente de ese lugar piensen que son ladrones.
A Nathe le sorprendió mucho aquello, pero le divertía la aventura que estaba viviendo, y agradeció mentalmente haber escapado de la bruja de su madre y de su mánager. Nathe y Alexandra caminaron con un poco de dificultad, y cuando por fin llegaron ella tragó saliva, al entrar ambos se dieron cuenta que era una pareja de ancianos los que estaban en el recibidor, quienes al verlos no dudaron ni un segundo en recibirlos amablemente.—Buenas noches jovencitos —los saludó el anciano—. ¿Necesitan una habitación?.
—Si por favor —respondió Nathe con alegría, cosa que hizo que Alexandra se diera cuenta de que era un sucio juego de aquel chico.
—Bien, me voy, ya te he traído, podrás arreglártelas tu solo —Alexandra se dio la media vuelta cuando la detuvo un trueno muy fuerte, que retumbó por todo el lugar, lo que hizo que cerrara los ojos y tratara de tranquilizarse.
—He verificado y solo tenemos una habitación matrimonial —anunció la anciana con una sonrisa.
—Esa está perfecta —habló Nathe preocupado por aquella actitud de su chica misteriosa—. ¿Estás bien?.
—Si —contestó Alexandra con voz átona.
—A todos nos dan miedo los truenos jovencita, es normal —dijo el anciano mientras le entregaba la llave a Nathe.
Alexandra abrió los ojos, volteó y vio como Nathe pagaba con billetes algo húmedos, odiaba que le tuvieran lástima, y odiaba sobre todo no poder pagarse algo tan sencillo como una habitación en alguna posada.
—Me tengo que ir, que pasen buena noche —Alexandra se dirigió rápidamente a la salida cuando nuevamente se escuchó otro trueno, esta vez más fuerte que el anterior, lo que provocó que Alexandra se cruzara de brazos y se pusiera en cuclillas.
Nathe se dirigió hasta ella, tenía los ojos cerrados y estaba tarareando alguna canción.
—Vamos nena —Nathe la abrazó y la ayudó a levantarse pero Alexandra seguía con los ojos cerrados y seguía cantando—. Señora, pasaremos a la habitación, buenas noches.
—Descansen jóvenes —la anciana los miró con ternura y sonrió.
Nathe estaba preocupado por aquella chica que le estaba robando toda su atención, él jamás se preocupaba por alguna chica, ya que todas buscaban su fama y dinero, pero ella era diferente. Cuando llegaron a la habitación, Nathe cerró con pasador, mientras Alexandra se sentaba en la cama sin abrir los ojos.
—¿Qué te sucede? —le susurró Nathe al notar que se aferraba a algo con las manos—. ¿Qué tienes en las manos?.
Alexandra no dijo nada, abrió los ojos al tiempo que se le caía de las manos un labial color rojo, entonces alguien tocó la puerta, ya era muy noche y Nathe se preguntaba quién podría ser.
Recogió del suelo aquel labial color rojo y abrió la puerta. Y al hacerlo sus ojos azules se cruzaron con la mirada malévola de un hombre que no conocía.Dos corazones bailando bajo una tormenta, un labial rojo, y un enemigo hacía su aparición, la noche era larga y Nathe aún tenía muchas dudas.
—Hola Zoerk.
Aquella voz le congeló el alma a Nathe.
Alexandraobservaba detenidamente lo que sucedía, con solo echarle una mirada a aquel hombre delgado, alto, con una nariz muy puntiaguda, unos ojos más oscuros que la noche, y con esa sonrisa malévola, se dio cuenta de que él era mensajero de malas noticias, ella se quedó estática escuchando como llamaba aNathepor su nombre artístico, lo que significaba que lo conocía muy bien, o al menos eso creía, ya queNathese veía muy sorprendido.—¿Quién eres tu? —preguntóNathecon el ceño fruncido.—Señorito —aquel hombre lo hizo a un lado y entró sin permiso de nadie, cosa que cabreó aNathenotablemente—. Eso no es importante, lo que es verdaderament
Nathela observó mejor, y se pudo dar cuenta de que tenía rotoslos tenis, era más que obvio que era una chica pobre, y se preguntó porqué estaría en la carretera en plena lluvia como si escapara de algo o de alguien. Necesitaba saber quién era ella, por lo que sin decir nada se metió a la ducha teniendo en mente que al salir le preguntaría acerca de su vida.Por otra parteAlexandraestaba agotada, y en cuantoNathecerró el baño para darse una ducha, se asomó por la ventana, estaba preocupada por su hermana.Cuando salióNathe,Alexandrase puso roja al verlo solo con una toalla rodeando su cuerpo de cintura para abajo. Apartó la mirada de él y regresó al sillón.—¿Y bien? —la voz deNathe&n
—¡Largo pervertido! —Alexandrale gritó aNatheal reaccionar que la estaba viendo desnuda—. De lo contrario eres estrella muerta.—Yo...no quise...quiero decir que no te estoy viendo desnuda...En ese instante se escuchó otro trueno más fuerte que los anteriores, yAlexandrasin pensarlo corrió a los brazos deNathe, quien al sentirla tan cerca de su cuerpo casi desnudo no dudó en abrazarla con fuerza,Alexandrasolo cerraba los ojos, odiaba los truenos desde aquella vez queBerthabusó de ella, solo necesitaba unos segundos para tranquilizarse, yNathecada vez sentía un enorme deseo de protegerla, de saber más y más de ella, él ya había estado con alguien, con una ex no
"Me voy a casar", " Me voy a casar", "Me voy a casar". Esas simples y sencillas palabras chocaban la mente deNathe, quien no podía dormir,Alexandraestaba durmiendo plácidamente en el sillón, verla así, tan frágil, tan llena de vida, le daba ternura, pero no pudo evitar sentirse extrañamente dolido con lo todo lo que le dijo ella antes de dormir, ¿cómo podía estar tan tranquila después de lo que hablaron?.—Estás bromeando —Nathesonrió, pero al ver la expresión seria en el rostro deAlexandra, comenzó a sentirse nervioso—. ¿Cierto?.—Yo nunca mientoestrellita.—¿Por qué? —Nathefrunció el
A pesar de todo lo que había vivido en tan solo unas cuantas horas, conformeAlexandracaminaba, sabía que se alejaba de esa aventura que recordaría toda su vida, había conocido a un cantante famoso, habló, y convivió con él, incluso se dio el lujo de haberlo besado, pero eso quedaría en su pasado. Ahora lo único que le preocupaba era que habrá sido de su hermana, ya que cada que ella hacía algo que no les pareciera a sus padres, la que terminaba pagando los platos rotos a veces era su hermana menor, no le pegaban porque ella no lo permitía, pero si la dejaban sin comer por días, aunque eso era algo que creían, ya que ella se encargaba de robar y tenían provisiones escondidas en lugares específicos de la casa, lugares que solo ellas dos yStevesabían dónde estaban, al igual que cada escondite c
El agua fría que caía de las goteras de aquella habitación, chocaban y resbalaban por la mejilla deAlexandra, le había quedado un enorme moretón, aquella frialdad le había provocado que abriera los ojos, se encontraba en la que era su habitación, estaba tirada en el suelo húmedo, se sentía mal, con escalofríos, y débil, pero una voz dulce la hizo volver a la realidad, aquella voz que para ella era el canto de un hermosopajarillo.—Ya despertaste —le dice su hermana menor.CarolineAshfield, era su pequeña hermana de trece años, ojos azules y tez clara, aunque con unas pequeñas pecas, era ella por quien luchaba, ella era su razón de vivir, cuando nació prometió que la protegería toda l
Alexandrase despidió de su pequeña hermana menor, se cambió rápidamente y después se dirigió abajo, tenía que salir o se volvería loca, por lo que se movió sigilosamente por la casa, tratando de ser una sombra más, pasando desapercibida, cuando llegó, con alegría se dio cuenta de que no había nadie, eso le facilitaría el trabajo, el lugar al que se dirigía era aquel que la hacía sentir única y especial, donde podía respirar vida. La plaza en la que cantaba y tocaba algunas canciones para ganarse algunas monedas, aquella plaza tenía dos nombres, pero era más conocida como la plaza de laDremster, es especial porque muchos músicos novatos también iban a presentarles un poco de su talento a las personas que pasaban por esos alrededores. Aquel lugar se encontraba a dos horas de su
Aquellos ojos azules trataban de meterse en lo más profundo deAlexandra, era como estar visitando un mar de recuerdos hundidos en memorias de una muñeca rota.Alexno podía creer lo que estaba viendo, se trataba deNathe, quien no dejaba de sonreír al verla, era evidente que le hacía feliz a él, pero por su parte, ella no estaba muy convencida de lo que estaba pasando, ¿cómo la había encontrado?.—Nathe—susurróAlexandra.—El mismo en carne y hueso, pero no lo grites, nadie sabe que estoy aquí, a decir verdad me he escapado.—No puede ser, ¿cómo me has encontrado? —Alexandraseguía muy sorprendida.
Último capítulo