Capítulo 8

—¡Largo pervertido! —Alexandra le gritó a Nathe al reaccionar que la estaba viendo desnuda—. De lo contrario eres estrella muerta.

—Yo...no quise...quiero decir que no te estoy viendo desnuda...

En ese instante se escuchó otro trueno más fuerte que los anteriores, y Alexandra sin pensarlo corrió a los brazos de Nathe, quien al sentirla tan cerca de su cuerpo casi desnudo no dudó en abrazarla con fuerza, Alexandra solo cerraba los ojos, odiaba los truenos desde aquella vez que Berth abusó de ella, solo necesitaba unos segundos para tranquilizarse, y Nathe cada vez sentía un enorme deseo de protegerla, de saber más y más de ella, él ya había estado con alguien, con una ex novia, pero solo fue una noche y después ella lo botó como si fuera una b****a, por un rapero, pero ver a Alexandra tan frágil, temerosa, y desnuda, por breves momentos quiso hacerla suya, pero luego recordó lo que le había sucedido y quiso matar al desgraciado que la había violado.

—No me hagas daño —susurró ella.

—Alex, mírame —Nathe le levantó el rostro delicadamente con una mano—. Soy Nathe, estrellita, jamás te haría daño, abre los ojos.

Alexandra tragó saliva, le costaba salir de la oscuridad en la que Berth la había hundido, pero al escuchar la voz de Nathe se sintió más tranquila, era momento de llegar a la realidad, por lo que poco a poco abrió los ojos y lo vio, aquel chico de ojos azules y de sonrisa encantadora la veía fijamente.

—Perdona, yo...

—No pasa nada, es mejor que salgamos de aquí —dijo Nathe tomando la bata de baño y colocándosela como si fuera una niña pequeña, sin apartar la mirada de sus ojos.

—Estoy bien —mencionó Alexandra con un tono de voz más serio—. Estaré bien, siempre lo estoy.

—No mientas, no estás bien —Nathe quiso abrazarla nuevamente pero Alexandra salió de la regadera como si nada, se dirigió hasta el sillón y se sentó—. Deberías contarle a alguien, demandar a ese tipo que...bueno tú sabes.

—No es tan fácil, cuando tienes dinero lo es, pero cuando eres pobre como yo, las oportunidades escasean cada día, solo queda aferrarnos a lo que amamos.

—Háblame de ti —Nathe se sentó en la cama, estando frente a frente.

—Ya te he dicho todo estrellita —Alexandra puso los ojos en blanco.

—No me has contado todo.

—¿Qué quieres saber? —Alexandra estaba rindiéndose, se sentía agotada y solo pensaba en dormir bien para aguantar la batalla que le esperaba por la mañana con sus padres.

—¿Quién te hizo todos esos golpes, rasguños y heridas que tienes en la espalda?.

Alexandra guardó silencio, aquellas marcas, golpes y moretones se los había hecho su padre, unos fueron por llegar tarde a casa, otros más cuando protegía a su hermana, ya que cuando llegaba borracho era imposible que dejara de golpearlas, lo hacía porque le daba la gana, pero ella nunca permitía que le pegara a su hermana, por lo que ella se ofrecía para que le tocara ambas palizas. Recordar todo eso hizo que temblara por dentro, pero nunca demostraba su miedo.

—No importa, no es tu asunto.

—Bien, si no me quieres contar, adelante, pero tengo un buen plan y estoy seguro de que te beneficiará.

—¿De qué plan hablas? —Alexandra enarcó una ceja.

—Conviértete en mi compositora personal —Nathe sonrió de oreja a oreja—. Te pagaría bien, tendrías un trabajo y dinero para ti y para tu hermana.

—No entiendo —susurró Alexandra.

—Dijiste que tocabas en una plaza para ganarte unas cuantas monedas, ¿cierto?.

—Si.

—Eso quiere decir que tocas bien la guitarra, y compones tus propias canciones —Nathe se puso de pie.

—¿Cómo me puedes ofrecer algo cuando no me has escuchado? —Alexandra comenzaba a aburrirse con aquella conversación sin sentido— olvídalo estrellita, mejor descansemos, mañana tengo que salir temprano.

—Vamos, se ve que eres buena, y últimamente mi disquera quiere canciones nuevas, con un toque fresco y único.

—No.

—Piénsalo, saldrías de muchos problemas económicos, y...

—Aunque quisiera hacerlo no pienso aceptar algo solo porque me tienes lástima —Alexandra contestó con voz gélida.

Nathe no lo hacía por tenerle lástima, lo que quería era salvarla, pero la más grande razón que tenía para ofrecerle un trabajo así, sin permiso de su madre, era porque no quería perder contacto con ella, le gustaba, y no quería perderla de vista y que quedara en un simple recuerdo olvidado.

—No te tengo lástima, solo quiero que...

—Buenas noches estrellita —Alexandra estaba a punto de recostarse cuando tocaron la puerta.

—Debe ser la cena —Nathe se dirigió a la puerta y recibió las ordenes de hamburguesas—. Huelen muy rico.

—Provecho —Alexandra apartó la mirada de la comida y se recostó boca arriba, la lluvia seguía haciendo su presencia, pero los truenos ya no se volvieron a escuchar.

Nathe sonrió para sus adentros, esa chica era increíblemente orgullosa, por lo que se sentó y comenzó a comer, ella cerró los ojos, y a los cinco minutos el estómago de Alexandra comenzó a protestar al oler aquellas hamburguesas.

—Alex, vamos, tienes que comer.

—He dicho que no.

—Es de mala educación dejar comiendo sola a una persona.

—No me importa, ya te he dicho que no.

Alexandra abrió un ojo y lo observaba, Nathe apenas llevaba la mitad de la hamburguesa, moría de hambre, pero se sentía mal tan solo pensar que mientras ella estuviera saboreando una deliciosa hamburguesa, su hermana y Steve se estarán muriendo de hambre, en especial Steve, que vivía al día, su hermana no sufriría tanto por la comida que les daba el señor Armond, pero...ya no aguantaba.

—Alex, Alex, Alex, Alex —Nathe comenzó a insistir cada vez más.

—Bien, tu ganas —Alexandra se acercó a la cama y se sentó a su lado, lo que dejó fascinado a Nathe, ya que por primera vez desde que se conocieron, ella se acercó a él sin ningún esfuerzo—. Si así te callas, lo haré, comeré.

—Eso me deja más tranquilo —Nathe tomó su hamburguesa y le dio un tremendo mordisco.

Alexandra se comenzó a sentir más relajada, era como estar con Steve, aunque seguía alerta en todo momento. Al probar aquella hamburguesa, al sentir la salsa kétchup escurrir entre sus dientes, pudo notar como su estómago se lo agradecía, ya había olvidado el buen sabor de la comida de verdad.

—Mi futura compositora —dijo Nathe muy contento.

—Yo no he aceptado nada —habló Alexandra mientras saboreaba con sumo cuidado cada bocado de la hamburguesa, ya que sabía que nunca más la volvería a probar.

—Lo serás, tu eres la persona correcta, te escuché cantar cuando estábamos en el camión, tienes una voz hermosa, y no dudo que toques igual de bien.

—Puedes pasar toda la noche tratando de insistir pero mi respuesta siempre será la misma —Alexandra sintió un enorme hueco por tratar así a Nathe, pero era mejor mantener la distancia, ya que por la mañana cada uno volvería a la realidad, él a su mundo de fama y ella a la oscuridad—. Busca a otra persona.

—Solo dejaré de insistir hasta que me des una razón poderosa para no hacer lo que más te gusta.

Alexandra respiró profundamente tratando de organizar sus ideas. Después de unos cuantos segundos en silencio, por fin decidió hablar.

—No puedo abandonar a quien más amo en la vida, incluso más que a la mía, al aceptar lo que me estás ofreciendo significaría poner en la cuerda floja eso por lo que he soportado tanto, así que lo siento, no puedo arriesgarme a tanto cuando lo que puedo perder es a mi hermana.

—Pero yo soy muy famoso, las puedo ayudar —Nathe comenzaba a sentirse desesperado.

—No me impresiona ni me importa lo famoso que eres, ni lo guapo, ni el saber que apartas la mirada cuando algo te pone nervioso, o cuando mueves las manos al sentirte apenado por algo, tampoco me importa si vistes a la moda o no, ni tu estatus social y económico, mucho menos tus posibilidades financieras para apoyarnos —Alexandra se dirigió a la ventana y observaba hacia afuera, la lluvia había cesado un poco—. Simplemente no puedo aceptar algo así de un completo desconocido, tal vez si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias estaría encantada de conocer tus pensamientos, tus convicciones y tus valores, de cuan limpio es tu corazón, tu humanidad como persona, o de como alimentas tu espíritu y tu intelecto, pero como no es el caso, es mejor que te alejes de mí, solo soy una chica pobre que conoció a un famoso, es algo cliché, ¿no lo crees?.

Nathe no podía creer como es que Alexandra se había dado cuenta de ese tipo de cosas en tan poco tiempo, ni siquiera su madre le ponía tanta atención.

—No lo creo así, no somos una novela romántica donde nos conocemos y nos enamoramos, esta es la realidad, y quiero ayudarte, quiero...

—Estrellita —Alexandra volteó a verlo fijamente a los ojos—. Gracias.

—¿Por qué?.

—Por ser la forma más triste y bonita que tuvo la vida de decirme que no se puede tenerlo todo.

—No digas eso Alex, yo...

—Olvídalo.

—¿Te rindes tan fácil? —Nathe se acercó a ella—. No te conozco bien, pero creí que eras el tipo de personas que no se rinden y que luchan por sus sueños.

—Hay dos tipos de personas en el mundo, estrellita —Alexandra tomó asiento nuevamente en el sillón—. Los soñadores y los realistas, y yo soy una realista que tiene que matar a diario su lado soñador.

—¿Por qué eres así? —Nathe bajó la mirada—. Entiendo lo que te pasó, pero te estoy dando la oportunidad de salir de tu vida oscura.

Alexandra sabía que lo que le estaba ofreciendo Nathe era bueno, pero no podía dejar sola a su hermana, y se casaría con Berth en unos cuantos días, no tenía caso alguno soñar, de hecho, últimamente le habían quitado el derecho a soñar.

—No lo entiendes —Alexandra dijo al tiempo que bostezaba—. Entiende esto; mi recordatorio del día siempre es no ilusionarse con nada, no confiar en nadie, y que las personas siempre van a mentir, siempre buscarán algo a cambio.

—Pero...

—Soy demasiado desastre para ti estrellita, si eres inteligente sabrás alejarte de mí, esa será una buena decisión —susurró Alexandra.

Nathe no estaba dispuesto a rendirse, no iba a alejarse de ella, a pesar de no conocerla bien, sentía una extraña sensación de querer protegerla de todo, era una chica de carácter fuerte, pero estaba seguro de que lo único que pedía a gritos era cuidado y amor.

—Digas lo que digas no me rendiré, te convenceré, aún no me has dado una buena razón para no aceptar mi propuesta, lo de tu hermana se puede arreglar y...

En ese momento Alexandra se levantó como resorte, lo miró hecha una furia y Nathe tragó saliva.

—¿Quieres una buena razón, estrellita? —habló Alexandra con un tono de voz más gélida de lo normal.

—Si.

—Bien, la razón por la que no puedo aceptar tu propuesta de trabajo es —Alexandra se acercó más a Nathe con actitud hostil— porque me voy a casar.

Nathe abrió los ojos como platos, sintiendo como si un balde de agua fría hubiera sido derramado en todo su cuerpo, el alma se le cayó a los pies y esa noche deseo que todo se tratara de un sueño.

Un secreto había sido envuelto en aquella tormenta, y dos corazones latían al mismo ritmo, solo que uno de ellos se volvía gris cada día.

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