Capítulo 10

A pesar de todo lo que había vivido en tan solo unas cuantas horas, conforme Alexandra caminaba, sabía que se alejaba de esa aventura que recordaría toda su vida, había conocido a un cantante famoso, habló, y convivió con él, incluso se dio el lujo de haberlo besado, pero eso quedaría en su pasado. Ahora lo único que le preocupaba era que habrá sido de su hermana, ya que cada que ella hacía algo que no les pareciera a sus padres, la que terminaba pagando los platos rotos a veces era su hermana menor, no le pegaban porque ella no lo permitía, pero si la dejaban sin comer por días, aunque eso era algo que creían, ya que ella se encargaba de robar y tenían provisiones escondidas en lugares específicos de la casa, lugares que solo ellas dos y Steve sabían dónde estaban, al igual que cada escondite contenía una trampa para los que no supieran como sacar las cosas.

Después de unas cuantas horas caminando, Alexandra llegó a la conclusión de pasar primero con Steve, le contaría todo lo ocurrido y esperaba poder despedirse de él, ya que una vez que se casara con Berth, le sería imposible volverlo a ver, ya que la mantendrían vigilada en todo momento, aún se mentalizaba para lo que viviría en ese nuevo infierno, aunque si el resultado era salvar a su hermana de un destino como el de ella, con gusto lo haría.

Cuando por fin llegó a la cueva de Steve, le silbó cuatro veces seguidas, era como su clave secreta, y enseguida salió un chico alto, de tez clara, cabello rubio y ojos azul claro, tan claro como el azul del cielo en una tarde de verano. Alexandra, al verlo sonrió, su mejor amigo y su pequeña hermana eran las dos únicas personas en el mundo que podían hacerla reír, sonreír y estar feliz.

—¿Qué hay Alex? —le dice con una enorme sonrisa—. Me parece que todos te han estado buscando.

—Eso lo sé, era de esperarse —Alexandra encoge los hombros.

Steve frunce el ceño y después la observó detenidamente.

—¿Por qué te estaba buscando el pervertido Berth?.

Alexandra tragó saliva, sabía que ese momento debía llegar, ya era tiempo de que se enterara de que se casaría en poco tiempo con él, omitiría que abusó de ella, ya que conociendo a Steve, seguro lo mataría y temía por la seguridad de su mejor amigo, Alexandra respiró profundamente y pudo observar como aquel chico de ojos azules que había sido tantas veces su apoyo, se tensaba, él la conocía bien y sabía que lo que ella diría eran malas noticias. En ese momento comenzó a caer una pequeña llovizna, y Alexandra se preparó para lo que ya sabía que sucedería.

—¿Qué sucede Alexandra? —Steve la vio seriamente, cuando él la llamaba por su nombre completo era porque estaba realmente preocupado o enojado—. Habla.

—Me voy a casar en unos días con Berth el pervertido —dijo por fin, y pudo sentir como un enorme peso que sentía en su pecho, se iba poco a poco.

Alexandra observó como su mejor amigo abría los ojos como platos, después apretó los puños y se pudo dar cuenta como su expresión curiosa se convertía poco a poco en una más furiosa.

—Debe ser una broma —dijo él con voz ronca.

—Sabes que yo nunca bromeo —contestó Alexandra poniendo los ojos en blanco.

—¿Por qué?.

—Porque de esa manera Caroline no tendrá el mismo destino que yo, ella si podrá estudiar, podrá comer tres veces al día y podrá vestir mejor que yo —Alexandra cerró los ojos y dejó que cada gota que caía en su rostro, la dejara pensar con claridad, amaba estar bajo la lluvia—. Mis padres lo arreglaron antes de que yo pudiera hacer algo al respecto.

—¡No puedes casarte! —gritó Steve—. Yo te lo prohíbo.

—Sabes tan bien como yo que no puedo hacer nada, y tu tampoco, se trata de la felicidad de Caroline, y por ella soy capaz de hacer cualquier cosa, no voy a permitir que le suceda la mismo que a mí, y si ella puede tener un mejor futuro que yo, lo haré —Alexandra estaba agotada, pero sabía perfectamente que era la mejor decisión que tomaría en toda su vida.

—Las dos pueden vivir conmigo y...

—No —contestó Alexandra muy furiosa—. Si hago esto es por ella.

Steve estaba más que furioso, aún no podía creer lo que estaba pasando, y Alexandra por su parte, trataba de tener una muy buena despedida, ya que lo más probable era que no lo volvería a ver en toda su vida, por lo que a pasos lentos se acercó más a su mejor amigo, y lo abrazo tan fuerte, que por momentos pensó que estaría a punto de asfixiarlo.

—Me parece que pronto tendré que despedirme de ustedes dos —Alexandra cerró los ojos tratando de pensar con mayor claridad cada una de sus palabras.

—¿Nosotros dos? —preguntó Steve con voz quebrada.

—Si, tu mi mejor amigo, y mi fiel guitarra —Alexandra sonrió de oreja a oreja.

—¿Cómo puedes decir eso? —Steve le aventó una mirada fría, pero que en el interior hervía—. Alex...yo...

—Conocí a un cantante famoso —Alexandra cambió la conversación, ya que aunque por fuera pareciera que no le importaba nada, por dentro le destrozaba despedirse.

—¿Qué? —Steve frunció el ceño—. No me importa...lo que yo te quiero decir es que...tu me...bueno yo...te...

—Fue amable, y creo que es buena persona, pero le hace falta seguridad, creer más en él y hacer las cosas que le gustan, sabes él está lleno de oportunidades pero tiene miedo a ser libre —Alexandra seguía hablando sin parar, al tiempo que se alejaba poco a poco de él—. Su nombre artístico es Zoerk.

—¡Alex, escúchame! —Steve estaba furioso—. No me importa si conociste al rey de España, o a la princesa de Mónaco, lo que quiero...

Alexandra, se dio la media vuelta y sin mirarlo, con una voz más fría que el propio polo sur, le dirigió las palabras que rompieron el corazón de su mejor amigo.

—Sé lo que me quieres decir, pero quiero que aceptes la realidad, me voy a casar con Berth, mi hermana tendrá un mejor futuro y tres comidas diarias, estudiara, y tú seguirás con tu vida sin mí —Alex sentía que poco a poco caía en un gran pozo sin fondo, en el cual solo la esperaba una enorme oscuridad—. Solo te pido que cuides mi guitarra por mí, y tal vez algún día nos volveremos a ver después de la boda.

Steve se sentía morir, en el fondo él siempre la amo, y ahora que sabía que se casaría, su mundo se desmoronaba cada vez más rápido.

—¿Cuándo te casas? —le preguntó Steve con voz fría y distante.

—Tranquilo, vendré antes para la despedida definitiva —le contestó Alexandra con la misma frialdad.

Alexandra no quiso esperar y se fue alejando poco a poco, dejando a su mejor amigo con el corazón roto, a ella le dolía pero tenía que ser fuerte, ya que en su mundo ella no tenía derecho a llorar y ser débil. Conforme iba caminando y se iba acercando más y más a su casa, sentía como el corazón se le encogía, le esperaba algo horrible. Seguía lloviendo, y cada gota que rodaba por la delicada piel de su rostro, era una advertencia de que estaba llegando a su cruel destino, estaba empapada, pero una parte de ella estaba feliz, recordaba con cariño aquella pequeña aventura que había vivido con aquel chico famoso llamado Nathe, y aquel beso que por primera vez en la vida era solo de ella, algo le pertenecía y nadie se lo podía quitar.

Pasados algunos minutos más, por fin estaba frente a aquella casa llena de goteras, mal pintada, y a punto de derrumbarse, aquella casa que alojaba a los peores monstruos que ha conocido en toda su vida, por fin estaba de vuelta a la realidad. Tomó aire y recogió todo el valor posible para cruzar aquella puerta, a pesar de la lluvia podía sentir como los nervios hacían explosiones en su interior. Pasmosamente se acercó hasta la puerta y la abrió de golpe, al hacerlo noto como todo estaba hundido en la oscuridad, olía a humedad, entró y cerró la puerta haciendo un horrible ruido que retumbó por todo el lugar.

—Vaya, miren a quién tenemos aquí —dijo una voz ronca y molesta, se trataba de su padre—. Estás en serios problemas.

Alguien prendió una vela y Alexandra pudo darse cuenta de que en la pequeña sala sucia que tenían, se encontraban sentados su madre, y su padre, quienes traían una cara de pocos amigos.

—Siempre lo he estado —respondió Alexandra sin mostrar miedo—. Pero acepto el castigo que ustedes creen que merezco.

—¿Castigo? —dijo su madre indignada—. ¿Tienes idea de la vergüenza que me hiciste pasar al dejarme sola, con el vestido de tu boda, junto con tu futuro marido y tu suegro?.

—Puedo imaginar lo que sentiste madre, pero...

En ese instante una enorme y fuerte bofetada cortó de tajo las palabras de Alexandra, quien como siempre aguantaba todo por su pequeña hermana Caroline.

—¡Eres una malagradecida! —le gritó su padre echo una furia—. Tienes la oportunidad de salvar a tu familia de la miseria, de que Caroline tenga futuro, y nosotros también, pero prefieres hacer enfadar a tu prometido.

—Perdón papá, no volverá a ocurrir —dijo Alexandra con voz gélida.

—¡Claro que no volverá a ocurrir, porque pasado mañana te casarás con Berth! —su madre le aventó una mirada de asco, como si ella, su propia hija fuera una b****a o algo horrendo.

—Las cosas se harán como ustedes digan —contestó Alexandra sin ánimos de nada, la mejilla le ardía, y sabía que le quedaría un enorme moretón.

—Es lo menos que puedes decir y hacer, después de tantos años aguantando a una niña como tu —su madre se cruzó de brazos—. Solo eres un estorbo, por lo menos tu hermana no da tanta lata.

—Eso es verdad, nunca haces nada bien, solo eres una verdadera molestia, pero te enseñaré quien manda aquí —dijo su padre dirigiéndose a una de las paredes, donde colgaba un pequeño látigo—. Ya sabes que hacer.

—¿Por qué solo se fijan en lo que me sale mal? —preguntó Alexandra mientras se ponía de rodillas y se quitaba la sudadera mojada, y se descubría la espalda—. También hago cosas bien.

—Deja de murmurar estupideces —mencionó su padre dándole certero latigazo en la espalda.

Alexandra no lloró, ni se quejó, solo cerró los ojos y apretó con fuerza los dientes. Su madre solo se quedaba estática, observando sin ningún remordimiento, entonces, después de doce latigazos, su madre lo detuvo, lo cual agradeció internamente.

—¿Qué sucede mujer?.

—Detente un momento, quiero saber porqué se fue, y a dónde pasó la noche esta bastarda —dijo su madre con un acento tan cruel, que le causó escalofríos a Alexandra.

Alexandra guardó silencio, no compartiría con ellos aquella pequeña aventura, y aquel beso, eso le pertenecía y no dejaría que sus padres también le robaran esos momentos de felicidad y de paz. Por lo que calló.

—¡Contesta! —gritó su madre.

Pero no hubo respuesta alguna, Alexandra no dijo ni una sola palabra.

—Respondele a tu madre —su padre dijo en tono aburrido pero molesto a la vez.

Cosa que no funcionó, ya que nada salió de la boca de Alexandra.

—Bien, como quieras —dijo su madre en tono tranquilo, pero en cuanto Alexandra se quiso levantar, su madre le dio un puñetazo en la mejilla, cerca del ojo izquierdo—. Berth nos ha dado permiso de darte un buen castigo, estos golpes han sido su idea por dejarlo en ridículo.

Alexandra quiso decir algo para defenderse, pero le fue imposible, ya que de pronto todo se le oscureció y perdió el conocimiento, ya no supo nada, solo un nombre rondaba en su mente; Zoerk.

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