A pesar de todo lo que había vivido en tan solo unas cuantas horas, conforme Alexandra caminaba, sabía que se alejaba de esa aventura que recordaría toda su vida, había conocido a un cantante famoso, habló, y convivió con él, incluso se dio el lujo de haberlo besado, pero eso quedaría en su pasado. Ahora lo único que le preocupaba era que habrá sido de su hermana, ya que cada que ella hacía algo que no les pareciera a sus padres, la que terminaba pagando los platos rotos a veces era su hermana menor, no le pegaban porque ella no lo permitía, pero si la dejaban sin comer por días, aunque eso era algo que creían, ya que ella se encargaba de robar y tenían provisiones escondidas en lugares específicos de la casa, lugares que solo ellas dos y Steve sabían dónde estaban, al igual que cada escondite contenía una trampa para los que no supieran como sacar las cosas.
Después de unas cuantas horas caminando, Alexandra llegó a la conclusión de pasar primero con Steve, le contaría todo lo ocurrido y esperaba poder despedirse de él, ya que una vez que se casara con Berth, le sería imposible volverlo a ver, ya que la mantendrían vigilada en todo momento, aún se mentalizaba para lo que viviría en ese nuevo infierno, aunque si el resultado era salvar a su hermana de un destino como el de ella, con gusto lo haría.Cuando por fin llegó a la cueva de Steve, le silbó cuatro veces seguidas, era como su clave secreta, y enseguida salió un chico alto, de tez clara, cabello rubio y ojos azul claro, tan claro como el azul del cielo en una tarde de verano. Alexandra, al verlo sonrió, su mejor amigo y su pequeña hermana eran las dos únicas personas en el mundo que podían hacerla reír, sonreír y estar feliz.
—¿Qué hay Alex? —le dice con una enorme sonrisa—. Me parece que todos te han estado buscando.
—Eso lo sé, era de esperarse —Alexandra encoge los hombros.
Steve frunce el ceño y después la observó detenidamente.
—¿Por qué te estaba buscando el pervertido Berth?.
Alexandra tragó saliva, sabía que ese momento debía llegar, ya era tiempo de que se enterara de que se casaría en poco tiempo con él, omitiría que abusó de ella, ya que conociendo a Steve, seguro lo mataría y temía por la seguridad de su mejor amigo, Alexandra respiró profundamente y pudo observar como aquel chico de ojos azules que había sido tantas veces su apoyo, se tensaba, él la conocía bien y sabía que lo que ella diría eran malas noticias. En ese momento comenzó a caer una pequeña llovizna, y Alexandra se preparó para lo que ya sabía que sucedería.
—¿Qué sucede Alexandra? —Steve la vio seriamente, cuando él la llamaba por su nombre completo era porque estaba realmente preocupado o enojado—. Habla.
—Me voy a casar en unos días con Berth el pervertido —dijo por fin, y pudo sentir como un enorme peso que sentía en su pecho, se iba poco a poco.
Alexandra observó como su mejor amigo abría los ojos como platos, después apretó los puños y se pudo dar cuenta como su expresión curiosa se convertía poco a poco en una más furiosa.
—Debe ser una broma —dijo él con voz ronca.
—Sabes que yo nunca bromeo —contestó Alexandra poniendo los ojos en blanco.
—¿Por qué?.
—Porque de esa manera Caroline no tendrá el mismo destino que yo, ella si podrá estudiar, podrá comer tres veces al día y podrá vestir mejor que yo —Alexandra cerró los ojos y dejó que cada gota que caía en su rostro, la dejara pensar con claridad, amaba estar bajo la lluvia—. Mis padres lo arreglaron antes de que yo pudiera hacer algo al respecto.
—¡No puedes casarte! —gritó Steve—. Yo te lo prohíbo.
—Sabes tan bien como yo que no puedo hacer nada, y tu tampoco, se trata de la felicidad de Caroline, y por ella soy capaz de hacer cualquier cosa, no voy a permitir que le suceda la mismo que a mí, y si ella puede tener un mejor futuro que yo, lo haré —Alexandra estaba agotada, pero sabía perfectamente que era la mejor decisión que tomaría en toda su vida.
—Las dos pueden vivir conmigo y...
—No —contestó Alexandra muy furiosa—. Si hago esto es por ella.
Steve estaba más que furioso, aún no podía creer lo que estaba pasando, y Alexandra por su parte, trataba de tener una muy buena despedida, ya que lo más probable era que no lo volvería a ver en toda su vida, por lo que a pasos lentos se acercó más a su mejor amigo, y lo abrazo tan fuerte, que por momentos pensó que estaría a punto de asfixiarlo.
—Me parece que pronto tendré que despedirme de ustedes dos —Alexandra cerró los ojos tratando de pensar con mayor claridad cada una de sus palabras.
—¿Nosotros dos? —preguntó Steve con voz quebrada.
—Si, tu mi mejor amigo, y mi fiel guitarra —Alexandra sonrió de oreja a oreja.
—¿Cómo puedes decir eso? —Steve le aventó una mirada fría, pero que en el interior hervía—. Alex...yo...
—Conocí a un cantante famoso —Alexandra cambió la conversación, ya que aunque por fuera pareciera que no le importaba nada, por dentro le destrozaba despedirse.
—¿Qué? —Steve frunció el ceño—. No me importa...lo que yo te quiero decir es que...tu me...bueno yo...te...
—Fue amable, y creo que es buena persona, pero le hace falta seguridad, creer más en él y hacer las cosas que le gustan, sabes él está lleno de oportunidades pero tiene miedo a ser libre —Alexandra seguía hablando sin parar, al tiempo que se alejaba poco a poco de él—. Su nombre artístico es Zoerk.
—¡Alex, escúchame! —Steve estaba furioso—. No me importa si conociste al rey de España, o a la princesa de Mónaco, lo que quiero...
Alexandra, se dio la media vuelta y sin mirarlo, con una voz más fría que el propio polo sur, le dirigió las palabras que rompieron el corazón de su mejor amigo.
—Sé lo que me quieres decir, pero quiero que aceptes la realidad, me voy a casar con Berth, mi hermana tendrá un mejor futuro y tres comidas diarias, estudiara, y tú seguirás con tu vida sin mí —Alex sentía que poco a poco caía en un gran pozo sin fondo, en el cual solo la esperaba una enorme oscuridad—. Solo te pido que cuides mi guitarra por mí, y tal vez algún día nos volveremos a ver después de la boda.
Steve se sentía morir, en el fondo él siempre la amo, y ahora que sabía que se casaría, su mundo se desmoronaba cada vez más rápido.
—¿Cuándo te casas? —le preguntó Steve con voz fría y distante.
—Tranquilo, vendré antes para la despedida definitiva —le contestó Alexandra con la misma frialdad.
Alexandra no quiso esperar y se fue alejando poco a poco, dejando a su mejor amigo con el corazón roto, a ella le dolía pero tenía que ser fuerte, ya que en su mundo ella no tenía derecho a llorar y ser débil. Conforme iba caminando y se iba acercando más y más a su casa, sentía como el corazón se le encogía, le esperaba algo horrible. Seguía lloviendo, y cada gota que rodaba por la delicada piel de su rostro, era una advertencia de que estaba llegando a su cruel destino, estaba empapada, pero una parte de ella estaba feliz, recordaba con cariño aquella pequeña aventura que había vivido con aquel chico famoso llamado Nathe, y aquel beso que por primera vez en la vida era solo de ella, algo le pertenecía y nadie se lo podía quitar.
Pasados algunos minutos más, por fin estaba frente a aquella casa llena de goteras, mal pintada, y a punto de derrumbarse, aquella casa que alojaba a los peores monstruos que ha conocido en toda su vida, por fin estaba de vuelta a la realidad. Tomó aire y recogió todo el valor posible para cruzar aquella puerta, a pesar de la lluvia podía sentir como los nervios hacían explosiones en su interior. Pasmosamente se acercó hasta la puerta y la abrió de golpe, al hacerlo noto como todo estaba hundido en la oscuridad, olía a humedad, entró y cerró la puerta haciendo un horrible ruido que retumbó por todo el lugar.
—Vaya, miren a quién tenemos aquí —dijo una voz ronca y molesta, se trataba de su padre—. Estás en serios problemas.
Alguien prendió una vela y Alexandra pudo darse cuenta de que en la pequeña sala sucia que tenían, se encontraban sentados su madre, y su padre, quienes traían una cara de pocos amigos.
—Siempre lo he estado —respondió Alexandra sin mostrar miedo—. Pero acepto el castigo que ustedes creen que merezco.
—¿Castigo? —dijo su madre indignada—. ¿Tienes idea de la vergüenza que me hiciste pasar al dejarme sola, con el vestido de tu boda, junto con tu futuro marido y tu suegro?.
—Puedo imaginar lo que sentiste madre, pero...
En ese instante una enorme y fuerte bofetada cortó de tajo las palabras de Alexandra, quien como siempre aguantaba todo por su pequeña hermana Caroline.
—¡Eres una malagradecida! —le gritó su padre echo una furia—. Tienes la oportunidad de salvar a tu familia de la miseria, de que Caroline tenga futuro, y nosotros también, pero prefieres hacer enfadar a tu prometido.
—Perdón papá, no volverá a ocurrir —dijo Alexandra con voz gélida.
—¡Claro que no volverá a ocurrir, porque pasado mañana te casarás con Berth! —su madre le aventó una mirada de asco, como si ella, su propia hija fuera una b****a o algo horrendo.
—Las cosas se harán como ustedes digan —contestó Alexandra sin ánimos de nada, la mejilla le ardía, y sabía que le quedaría un enorme moretón.
—Es lo menos que puedes decir y hacer, después de tantos años aguantando a una niña como tu —su madre se cruzó de brazos—. Solo eres un estorbo, por lo menos tu hermana no da tanta lata.
—Eso es verdad, nunca haces nada bien, solo eres una verdadera molestia, pero te enseñaré quien manda aquí —dijo su padre dirigiéndose a una de las paredes, donde colgaba un pequeño látigo—. Ya sabes que hacer.
—¿Por qué solo se fijan en lo que me sale mal? —preguntó Alexandra mientras se ponía de rodillas y se quitaba la sudadera mojada, y se descubría la espalda—. También hago cosas bien.
—Deja de murmurar estupideces —mencionó su padre dándole certero latigazo en la espalda.
Alexandra no lloró, ni se quejó, solo cerró los ojos y apretó con fuerza los dientes. Su madre solo se quedaba estática, observando sin ningún remordimiento, entonces, después de doce latigazos, su madre lo detuvo, lo cual agradeció internamente.
—¿Qué sucede mujer?.
—Detente un momento, quiero saber porqué se fue, y a dónde pasó la noche esta bastarda —dijo su madre con un acento tan cruel, que le causó escalofríos a Alexandra.
Alexandra guardó silencio, no compartiría con ellos aquella pequeña aventura, y aquel beso, eso le pertenecía y no dejaría que sus padres también le robaran esos momentos de felicidad y de paz. Por lo que calló.
—¡Contesta! —gritó su madre.
Pero no hubo respuesta alguna, Alexandra no dijo ni una sola palabra.
—Respondele a tu madre —su padre dijo en tono aburrido pero molesto a la vez.
Cosa que no funcionó, ya que nada salió de la boca de Alexandra.
—Bien, como quieras —dijo su madre en tono tranquilo, pero en cuanto Alexandra se quiso levantar, su madre le dio un puñetazo en la mejilla, cerca del ojo izquierdo—. Berth nos ha dado permiso de darte un buen castigo, estos golpes han sido su idea por dejarlo en ridículo.
Alexandra quiso decir algo para defenderse, pero le fue imposible, ya que de pronto todo se le oscureció y perdió el conocimiento, ya no supo nada, solo un nombre rondaba en su mente; Zoerk.
El agua fría que caía de las goteras de aquella habitación, chocaban y resbalaban por la mejilla deAlexandra, le había quedado un enorme moretón, aquella frialdad le había provocado que abriera los ojos, se encontraba en la que era su habitación, estaba tirada en el suelo húmedo, se sentía mal, con escalofríos, y débil, pero una voz dulce la hizo volver a la realidad, aquella voz que para ella era el canto de un hermosopajarillo.—Ya despertaste —le dice su hermana menor.CarolineAshfield, era su pequeña hermana de trece años, ojos azules y tez clara, aunque con unas pequeñas pecas, era ella por quien luchaba, ella era su razón de vivir, cuando nació prometió que la protegería toda l
Alexandrase despidió de su pequeña hermana menor, se cambió rápidamente y después se dirigió abajo, tenía que salir o se volvería loca, por lo que se movió sigilosamente por la casa, tratando de ser una sombra más, pasando desapercibida, cuando llegó, con alegría se dio cuenta de que no había nadie, eso le facilitaría el trabajo, el lugar al que se dirigía era aquel que la hacía sentir única y especial, donde podía respirar vida. La plaza en la que cantaba y tocaba algunas canciones para ganarse algunas monedas, aquella plaza tenía dos nombres, pero era más conocida como la plaza de laDremster, es especial porque muchos músicos novatos también iban a presentarles un poco de su talento a las personas que pasaban por esos alrededores. Aquel lugar se encontraba a dos horas de su
Aquellos ojos azules trataban de meterse en lo más profundo deAlexandra, era como estar visitando un mar de recuerdos hundidos en memorias de una muñeca rota.Alexno podía creer lo que estaba viendo, se trataba deNathe, quien no dejaba de sonreír al verla, era evidente que le hacía feliz a él, pero por su parte, ella no estaba muy convencida de lo que estaba pasando, ¿cómo la había encontrado?.—Nathe—susurróAlexandra.—El mismo en carne y hueso, pero no lo grites, nadie sabe que estoy aquí, a decir verdad me he escapado.—No puede ser, ¿cómo me has encontrado? —Alexandraseguía muy sorprendida.
—No me digas eso —Nathecomenzaba a sentir como si toda su riqueza se le fuera de las manos—. Yo no te conozco, pero te quiero en mi vida.—No soy buena,estrellita, si eres inteligente sabrás alejarte de mí, es lo mejor —Alexandrale guiñó un ojo y antes de seguir caminando se detuvo, volteó y le sonrió aNathe—. Algún día escribe una canción sobre mí ¿quieres?.—Pero...Alexandracomenzó a correr, yNathela siguió, pero ella era más rápida, después de todo llevaba años corriendo del peligro, hasta que después de unos minutos lo perdió de vista, se escondió en un callej&
La lluvia parecía ser el llanto atorado de ambas hermanas, y la noche su fiel espectadora a la espera de un show lastimoso.Alexandrarespiraba con dificultad, las palabras de su hermana retumbaban en su cabeza como si la estuviera golpeando un torbellino de mal agüero. Los ojos azules de su hermana le decían que estaba en peligro, solo que esta vez no se trataba de su pequeña hermana, ella,Alexandraera el principal problema, siempre lo había sido.—¿Qué estás diciendo? —susurróAlexandracon tono de voz casi audible, parecía más bien que esa pregunta era para ella misma.—Lo que oíste —responde su hermana tratando de no hacer demasiado ruido—. Escucha, no tenemos mucho tiempo, desde la ú
Alexandrano podía respirar, pero entonces su pequeña hermana actuó rápido y tomó un pedazo de madera roto que estaba en la habitación y golpeó con toda su fuerza a su padre, haciendo queAlexquedara libre.—¡Alexcorre! —le gritó su hermana a todo pulmón, y entonces lo supo, si ella no escapaba, jamás se lo perdonaría y no quería decepcionarla.Alexcorrió hacia la ventana pero su madre rápidamente le dio unpuñetazoen la cara, que le lastimó el pómulo izquierdo,Alexse tambaleó aunque pronto recobró la postura, la aventó con todas sus fuerzas y sin voltear atrás saltó por la ventana, solo alcanzó a escuchar un g
Alexandrabajó la mirada con la esperanza de queBerthno se hubiera dado cuenta, ya que llevaba la capucha puesta y le cubría gran parte del rostro.—¡Fíjate idiota! —Berthle gritó sin tomarle mucha atención.Alexandrano dijo nada, solo siguió su camino con el corazón en la mano, tenía que salir de aquel barrio sana y salva, estaba dando cinco pasos cuando un niño de doce años, llamadoAlanGuedrowcon el que robó en alguna ocasión, le gritó por su nombre sin que se diera cuenta de queBerthestaba a solo unos cuantos metros de ella.—¡Alex! —aquel niño sonrió al verla, pero al notar queBe
Alexandrano podía creer lo que estaba escuchando,Berthera un ser humano horrible, pero ella no quería él mismo destino, tenía que escapar, por lo que tomó aire y sin decir nada más se acercó a las escaleras para salir, pero Ana la detuvo de un tirón.—No voy a permitir que salgas, si lo haces, enfadarás aBerth—le dijo Ana con voz fría.—Por favor tienes que ayudarme, yo necesito...—Ya te dije que no, es mejor que hagamos lo que dice él.—Por favor, imagina que algún día tu hija va a crecer, ¿te gustaría que ella sufriera un destino como el mío?, y si eso pasara, &i