El silencio volvió a caer, pero esta vez no era incómodo. Era un momento suspendido en el tiempo, donde la posibilidad de un nuevo amor empezaba a florecer entre las espinas del pasado. Luciana sabía que estaba arriesgando su corazón de nuevo, pero en el fondo, el deseo de reconectar con Alejandro era más fuerte que el miedo.
Con un suspiro profundo, hizo un movimiento hacia él, y en ese instante, el mundo exterior desapareció, dejando solo a dos almas que aún creían en el poder del amor.
La mañana siguiente, Luciana se despertó con una mezcla de ansiedad y emoción. La conversación con Alejandro había dejado una huella profunda en su corazón. Sabía que la vida no podía regresar a la normalidad después de ese encuentro, pero también sentía un miedo latente al dejarse llevar por los viejos sentimientos.
Se preparó para el trabajo, cada movimiento en el espejo parecía más pesado de lo habitual. La sombra de Alejandro persistía en su mente, sus palabras resonando como un eco: “Te prometo que no te fallaré.” La promesa la inquietaba, y su corazón anhelaba la verdad detrás de esa declaración.
Al llegar a la oficina, el bullicio habitual la envolvió. Sus colegas charlaban animadamente, pero Luciana apenas prestó atención. Se dirigió a su escritorio, intentando concentrarse en los documentos apilados frente a ella. Sin embargo, la concentración era una ilusión, y sus pensamientos volvían a Alejandro, a su mirada intensa y a la promesa de un nuevo comienzo.
Entonces, el sonido de pasos firmes interrumpió su ensimismamiento. Al levantar la vista, su corazón dio un vuelco. Era Alejandro, con su sonrisa cautivadora y su porte seguro, caminando hacia ella. Su presencia parecía iluminar la oficina, y Luciana sintió cómo el aire se volvía más denso.
—Luciana —dijo él, su voz resonando con una calidez que la hizo estremecerse—. ¿Tienes un momento?
El rostro de Luciana se endureció, y sus instintos le gritaron que se alejara.
—No tengo tiempo, Alejandro —respondió, intentando sonar firme, aunque su voz traicionaba un ligero temblor.
Él se detuvo a unos pasos, la distancia entre ellos palpable.
—No quiero presionarte, pero necesitamos hablar sobre lo que pasó —insistió, sus ojos fijos en los de ella, intentando desentrañar el torbellino de emociones que se agolpaban en su interior.
—No creo que haya nada que hablar —contestó Luciana, cruzándose de brazos, un gesto defensivo que delataba su vulnerabilidad—. Lo que pasó ya quedó atrás. No tengo interés en revivir viejas heridas.
Alejandro frunció el ceño, su expresión se tornó seria.
—¿Así que simplemente vamos a actuar como si no hubiéramos compartido nada? ¿Como si esos recuerdos no dolieran? —La frustración en su voz era palpable, pero Luciana no se dejaría convencer tan fácilmente.
—Los recuerdos duelen, Alejandro. ¿Por qué querrías abrir viejas cicatrices? —Sus palabras fueron como dardos, pero ella sabía que era la verdad. La lucha interna entre el deseo de abrazarlo y el resentimiento que la mantenía en pie era abrumadora.
Él dio un paso más cerca, pero Luciana retrocedió, evitando el contacto visual.
—Porque quiero que sepas que estoy aquí, que quiero intentar enmendar lo que se rompió. Si me dejas, quiero ser parte de tu vida de nuevo.
Su corazón latía con fuerza, pero la herida del pasado era una sombra que no podía ignorar.
—No puedo hacer esto, Alejandro. No puedo permitir que me lastimen otra vez —Su voz se había vuelto más suave, casi un susurro, pero su mirada era firme.
—No soy el mismo hombre que te lastimó —dijo él, su tono lleno de sinceridad—. He cambiado, Luciana. He pasado por momentos difíciles, y sé que lo que hice fue terrible. Pero quiero demostrarte que puedo ser diferente.
Luciana sintió que su coraje se desvanecía ante su convicción, pero se obligó a mantenerse firme.
—¿Y si todo esto es solo un juego para ti? ¿Otra forma de escapar de tus problemas? —La desconfianza salía de sus labios, protegiendo su corazón herido.
—No es un juego —respondió él, su voz ahora casi desesperada—. Te lo prometo. Solo quiero una oportunidad.
El silencio llenó el espacio entre ellos, un espacio que se sentía cargado de historia y dolor. Luciana podía sentir su corazón dividido, la batalla interna entre la esperanza y el miedo estaba en su punto más álgido. La lucha era casi física, y en ese instante, una parte de ella quería lanzarse a sus brazos, mientras que la otra la mantenía alejada.
—¿Por qué no me dejas tiempo? —dijo, su voz más suave, como si estuviera buscando un resquicio de entendimiento—. No puedo hacerlo todo de una vez.
—Está bien —aceptó Alejandro, aunque su rostro reflejaba la decepción—. Pero no quiero que me evites. Solo dame una señal, y estaré aquí.
—Lo intentaré —murmuró Luciana, sintiendo que la barrera comenzaba a resquebrajarse.
Pero antes de que pudiera procesar sus emociones, su teléfono vibró, interrumpiendo el momento. La presión del entorno la abrumaba, y Luciana, con el corazón en la garganta, supo que era una señal de que debía alejarse.
—Lo siento, tengo que contestar —dijo, levantándose rápidamente. Alejandro la miró, su expresión una mezcla de frustración y comprensión, mientras ella se alejaba, dejando atrás las palabras no dichas.
Mientras caminaba, Luciana sentía que su mundo se desmoronaba y se reconstruía a cada paso. Había tanto en juego, tanto que había perdido y tanto que aún podría ganar. Alejandro estaba de pie en el horizonte de su vida, y aunque lo evitaba, su corazón seguía llamándola hacia él.
Las decisiones que tomaría en los próximos días definirían no solo su relación con Alejandro, sino también su futuro.
—Sí, solo… cosas del trabajo —respondió Luciana, intentando desviar la atención.
Clara no se dejó engañar.
—Vamos, sé que algo más está pasando. ¿Es por Alejandro? —La mención de su nombre hizo que Luciana se tensara.
—No sé de qué hablas —replicó, cruzando los brazos en un intento de proteger su corazón.
—Claro que sí —Clara insistió, acercándose un paso más—. Lo vi acercarse a ti. ¿Qué fue lo que te dijo?
Luciana tomó un respiro profundo.
—Intentó hablarme. Quería acercarse, pero yo… no puedo. Simplemente no puedo.
—¿Por qué no? ¿Acaso no hay algo en su mirada que te haga dudar? —preguntó Clara, su voz suave pero firme.
Luciana bajó la mirada, sintiendo la lucha interna surgiendo de nuevo.
—¿Y si solo es un juego para él? ¿Y si vuelve a romperme? —Su voz se quebró, la vulnerabilidad asomando entre las palabras.
Clara la miró con empatía.
—Nadie puede cambiar el pasado, pero quizás esta vez podría ser diferente. A veces, las segundas oportunidades son lo que necesitamos.
—Pero el dolor sigue ahí —dijo Luciana, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar—. Es como una sombra que nunca se va.
—Sí, pero las sombras también nos enseñan a valorar la luz. Solo piensa en lo que realmente quieres. ¿Acaso no sientes algo cuando lo ves?
Luciana se quedó en silencio, reflexionando. Era cierto; cada vez que veía a Alejandro, una chispa de emoción la invadía. Esa atracción era indiscutible. Pero el miedo a abrirse de nuevo era abrumadora.
—Quizás deba hablar con él —dijo finalmente, su voz apenas un susurro—. Pero ¿qué le diré? No puedo prometerle nada.
—Solo sé honesta. Dile lo que sientes, lo que temes. La honestidad es el primer paso hacia la curación —animó Clara, asintiendo con determinación.
Antes de que Luciana pudiera responder, su teléfono sonó nuevamente. Era un mensaje de texto. Al abrirlo, vio que era de Alejandro.
—¿Podemos hablar más tarde? No quiero que esto termine así. Necesito explicarte.
La ansiedad se apoderó de ella.
—Tengo que responderle —dijo, sintiéndose dividida. Clara le hizo un gesto de ánimo.
Luciana respiró hondo y escribió con cuidado.
—Está bien, pero no puedo prometer nada.
Mientras envió el mensaje, su corazón latía con fuerza. ¿Qué había comenzado? Esa relación desgastada por el tiempo, que una vez le había traído alegría, ahora se entrelazaba con su dolor.
—Solo recuerda que tienes el control —dijo Clara, tocándole el hombro suavemente—. No dejes que el miedo te paralice.
Luciana asintió, sintiendo una mezcla de determinación y temor. Se encontraba en una encrucijada emocional, y las decisiones que tomaría pronto podrían cambiar el curso de su vida.
Más tarde, en su hora de almuerzo, Luciana decidió encontrarse con Alejandro. Al llegar al café cercano, lo vio esperando en una mesa apartada. Su figura era familiar, pero también era un recordatorio de todo lo que había estado tratando de olvidar. Se sintió paralizada un instante, pero finalmente se acercó.
—Hola —dijo él, levantando la vista con una mezcla de nerviosismo y esperanza.
—Hola —respondió Luciana, tratando de mantener la compostura. Se sentó frente a él, la distancia emocional entre ellos aún palpable.
—Gracias por venir —dijo Alejandro, sus ojos buscando los de ella—. Sé que no es fácil.
—No lo es —admitió Luciana, sintiendo cómo la tensión aumentaba entre ellos—. Necesitamos hablar, pero debo ser clara desde el principio. No quiero que esto sea un juego.
—No lo será —prometió Alejandro, su voz grave y seria—. He estado reflexionando mucho sobre nosotros. La última vez que hablamos, estaba perdido, y no sé si alguna vez pude explicar lo que sentía.
—¿Y ahora? ¿Te has encontrado? —preguntó Luciana, levantando una ceja.
Alejandro suspiró, mirando hacia abajo.
—Creo que sí. Pero sé que te lastimé, y no espero que todo se solucione en un día. Solo quiero la oportunidad de demostrarte que lo que siento es real.
Luciana se quedó en silencio, observando sus ojos llenos de sinceridad. ¿Podría realmente creer en él otra vez? ¿Podría dejar atrás el dolor del pasado y abrir su corazón a un futuro incierto?
Ella no tenía todas las respuestas, pero algo dentro de ella le decía que, tal vez, esta vez podría ser diferente.
Luciana se metió a la oficina de su amiga Clara porque Alejandro la estaba siguiendo, y lo último que quería era verle la cara después de recordar cómo él le pegaba y la maltrataba. Incluso le dijo que no quería tener un bebé con ella.—Amiga, es mi oficina, ¿qué haces aquí? —preguntó Clara.—Clara, no es un buen momento para que me veas así —respondió Luciana, rodando los ojos.Clara no dijo nada, pero sus gestos hablaban por sí solos.Luciana todavía sentía el peso de la conversación reciente con Alejandro, pero decidió dejar a un lado la montaña rusa emocional que suponía verlo nuevamente. Se sentó y vio a Alejandro.—No quiero hablar —añadió seria.—Luciana, tenemos que... no me dejes solo, te lo suplico —agregó Alejandro con esos ojos que la caracterizan cuando estaba enojada.—Perdón, mi vida —añadió Alejandro.Luciana, en un momento de ira, le dio a Alejandro una bofetada en la cara y lo agarró de la corbata.—Te odio, al diablo con todo. No mereces una oportunidad. Recordé que
"¿Por qué lo dejé ir?" murmuró para sí misma, sin encontrar una respuesta clara. Las imágenes del pasado la envolvían, la hacían sentir el roce de sus caricias, el susurro de su voz en la oscuridad de la noche. "Todo lo que pasamos..."Pero también recordaba el dolor, el vació que dejó cuando todo se rompió entre ellos. Y la pregunta que ahora la atormentaba: ¿podría realmente perdonarlo? ¿Sería capaz de dejar atrás el rencor y la desconfianza para abrir su corazón de nuevo?"¿Qué quiero realmente?" pensó en voz baja, mientras cerraba los ojos, sintiendo el peso de su propio deseo. ¿Era capaz de perdonarlo, de dejar que lo que fue entre ellos volviera a florecer? O ¿sería esa solo una ilusión que acabaría por destruirla de nuevo?El aire en la oficina se volvía denso, como si la respuesta estuviera al alcance de su mano, pero Luciana no podía alcanzarla aún. Necesitaba tiempo. Pero el tiempo, sabía, no siempre es un lujo que uno puede darse cuando los sentimientos son tan intensos. Y
Alejandro la observó, la tensión en su cuerpo aún palpable. Se dio cuenta de que su comentario sobre la comida había sido una manera de suavizar el ambiente, de restarle peso a la situación incómoda que los rodeaba.—Sí —dijo después, más en voz baja, con sinceridad—. Lo sé. Te conozco mejor de lo que te imaginas, Luciana. Y aunque no quiero admitirlo, claro que me puse celoso.Luciana levantó la vista, sus ojos buscando los de él. Un suspiro salió de su boca sin que pudiera evitarlo, como si lo que él acababa de decir la dejara sin palabras por un momento.—¿Celoso? —repitió, con una ligera sonrisa en los labios, aunque sus ojos mostraban una mezcla de sorpresa y algo más, algo que no quería admitir—. Y ahora vienes a decirme que, además de todo lo que pasó, te has estado muriendo de celos por Héctor. ¿Eso es lo que intentas decirme?Alejandro desvió la mirada, algo incómodo, pero a la vez, el ardor de la confesión lo había liberado, aunque no quisiera mostrar demasiado de sus sentim
Con una suavidad que la sorprendió, Alejandro le dio un beso en la mejilla, un roce que dejó su piel ardiendo.—Te llamo después —murmuró con una sonrisa ladeada que solo ella pudo notar—. No olvides almorzar, ¿sí?La sensación del contacto de Alejandro sobre su piel fue un recordatorio crudo y visceral de lo que habían sido, y de lo que, tal vez, todavía podrían ser. Luciana cerró los ojos por un segundo, tratando de contener el torbellino de emociones que amenazaba con desbordarla.Pero cuando sintió que Alejandro se alejaba, algo en ella reaccionó de forma casi instintiva. Su mano se alzó y atrapó la corbata de él, un gesto que no había planeado pero que se sintió tan natural, tan... necesario. Al tocar la tela suave entre sus dedos, su corazón empezó a latir más rápido, como si su propio cuerpo la traicionara, reconociendo lo que su mente se negaba a admitir.Alejandro se detuvo, sorprendido. Bajó la mirada hacia su corbata y luego hacia ella. Sus ojos se encontraron, y en ese ins
Clara se sentó frente a ella y, con ese aire de complicidad que siempre la acompañaba, apoyó los codos sobre el escritorio. "Alejandro. El evento de este sábado. Me dijo que te invitó, pero también mencionó que, de alguna forma, ya sabe que irás, aunque digas que lo pensaras o que quizá o tal vez, ya sabes, tambien me invitó a mí, lo cual es impresionante, ya que comeré gratis, y hay unos bocadillos ricos, sabes que mi vida es comer y buscar hombres millonarios y guapos que me den cariño."Luciana se quedó en silencio, sus pensamientos haciendo los recordatorios de las palabras de Clara. La invitación. Recordaba el momento en que Alejandro, con ese gesto tan suyo, le había dejado caer la idea de que debería asistir. No había confirmado nada, solo había murmurado un —quizá —, pero... ¿ya daba por hecho que estaría allí?—No he decidido nada aún, por lo que no sé porque dice que iré— respondió, aunque la duda en su voz era evidente.Clara soltó una pequeña risa, como si no se creyera ni
No necesito que me cuiden, se me arreglo yo misma, Héctor vete, estaré bien. Luciana lo dijo en tono incómodo; ella sabía que Héctor no solo quería ser su amigo, sino algo más.—No me rechaces, por favor —dijo Héctor, mirándola a los ojos.—Héctor, no seas intenso. Ven conmigo, quiero mostrarte dónde está la comida —agregó Clara, amiga de Luciana, sujetando la mano de Héctor y dejando a Luciana completamente sola.Clara y Héctor se fueron, mientras Luciana se quedó completamente quieta, esperando cuatro minutos, mirando de un lado a otro.Luciana caminó por el pasillo, olvidándose de lo que había pasado con Héctor hace segundos atrás. Su vestido de seda se movía suavemente con cada paso, como si fuera una extensión de su propia piel. Atravesaba el lugar con una elegancia natural, pero su corazón latía con fuerza, sabiendo que, en cualquier momento, su mirada se encontraría con la de Alejandro.Lo vio a lo lejos, hablando con algunos ejecutivos. Estaba impecablemente vestido, como siem
—Luciana sintió el pulso de su corazón acelerarse en sus oídos, una señal de que había perdido la batalla interna antes de siquiera empezar.—Alejandro la tenía atrapada, no solo con su mano en su cintura, sino con esa súplica en sus ojos, esa vulnerabilidad que jamás había mostrado antes. Pero era el pasado, era ese mismo Alejandro que le había roto el corazón, que la había dejado desmoronarse en mil pedazos.Se mordió el labio, queriendo resistir. Queriendo recordar el dolor en lugar del deseo, la traición en lugar del calor que su cuerpo aún sentía al estar cerca de él. Pero todo era en vano. ¿Cómo se suponía que luchara contra algo que parecía tan inevitable?—Alejandro, no puedo seguir haciendo esto —dijo Luciana finalmente, su voz temblorosa, apenas un susurro.Él, sin embargo, no la soltó. Su agarre en su cintura se mantuvo firme pero suave, como si temiera que ella se desvaneciera si la soltaba.—No estoy pidiendo que lo hagas, Luciana —respondió, su voz baja y cargada de emoc
Luciana sintió el peso de la mirada de Alejandro sobre ella, como si todo lo demás desapareciera. La música, las conversaciones, las risas a su alrededor, todo se desvaneció en un segundo. Solo quedaban él y ella, con la tensión palpable que había estado creciendo entre ellos desde el momento en que se habían encontrado nuevamente.Verónica notó la dirección de su mirada y, con una sonrisa astuta, se apartó lentamente de Alejandro, como si ya supiera lo que se avecinaba.—Vaya, parece que alguien ha llegado para reclamar lo que es suyo —dijo Verónica, con un tono que dejaba poco a la imaginación. Sin embargo, su sonrisa no llegó a tocar sus ojos, y Luciana percibió de inmediato que la mujer estaba acostumbrada a este tipo de juegos.Luciana respiró hondo, tratando de mantener su compostura. No quería parecer que cedía ante esa clase de provocaciones, pero no pudo evitar sentir una mezcla de incomodidad y enojo que la atravesaba como un rayo. Se acercó a ellos con paso firme, no dispue