—Luciana sintió el pulso de su corazón acelerarse en sus oídos, una señal de que había perdido la batalla interna antes de siquiera empezar.—Alejandro la tenía atrapada, no solo con su mano en su cintura, sino con esa súplica en sus ojos, esa vulnerabilidad que jamás había mostrado antes. Pero era el pasado, era ese mismo Alejandro que le había roto el corazón, que la había dejado desmoronarse en mil pedazos.Se mordió el labio, queriendo resistir. Queriendo recordar el dolor en lugar del deseo, la traición en lugar del calor que su cuerpo aún sentía al estar cerca de él. Pero todo era en vano. ¿Cómo se suponía que luchara contra algo que parecía tan inevitable?—Alejandro, no puedo seguir haciendo esto —dijo Luciana finalmente, su voz temblorosa, apenas un susurro.Él, sin embargo, no la soltó. Su agarre en su cintura se mantuvo firme pero suave, como si temiera que ella se desvaneciera si la soltaba.—No estoy pidiendo que lo hagas, Luciana —respondió, su voz baja y cargada de emoc
Luciana sintió el peso de la mirada de Alejandro sobre ella, como si todo lo demás desapareciera. La música, las conversaciones, las risas a su alrededor, todo se desvaneció en un segundo. Solo quedaban él y ella, con la tensión palpable que había estado creciendo entre ellos desde el momento en que se habían encontrado nuevamente.Verónica notó la dirección de su mirada y, con una sonrisa astuta, se apartó lentamente de Alejandro, como si ya supiera lo que se avecinaba.—Vaya, parece que alguien ha llegado para reclamar lo que es suyo —dijo Verónica, con un tono que dejaba poco a la imaginación. Sin embargo, su sonrisa no llegó a tocar sus ojos, y Luciana percibió de inmediato que la mujer estaba acostumbrada a este tipo de juegos.Luciana respiró hondo, tratando de mantener su compostura. No quería parecer que cedía ante esa clase de provocaciones, pero no pudo evitar sentir una mezcla de incomodidad y enojo que la atravesaba como un rayo. Se acercó a ellos con paso firme, no dispue
Cuando Luciana decide hablar con Alejandro despues de una reflexion a solas, para su dsgracia La voz femenina de Verónica intervino, la mirada de Luciana se tensó.“Donde esta el magnate mas hermoso del universo, mi papasito bello, te espero en mi yate íntimo, mas noche, sé que te gustaría pasar tiempo conmigo. Alejandro te necesito”.“¡Basta Verónica no me toques!” la miro a los ojos con rabia.De repente, Verónica hizo un movimiento inesperado. Se abalanzó sobre Alejandro, sus labios rozando los de él con una rapidez y una audacia que hizo que Luciana contuviera el aliento. Fue un beso rápido, pero lo suficiente para que el corazón de Luciana comenzara a latir desbocado, como si una alarma interna hubiera sido activada. La mujer se pegó más a Alejandro, susurrándole al oído, como si todo estuviera bajo su control."Sabes que soy la mejor opción para tu equipo, Alejandro. Nadie más puede diseñar como yo," le dijo Verónica, con una voz seductora mientras sus manos aún reposaban en su
“Alejandro dime como van las cosas en la empresa donde estas” Pregunto con voz nerviosa.“Bien Luciana, aunque necesito ayuda con algunas cosas y me gustaría que trabajaras en mi empresa no en la de Héctor no soporto ese hombre” añadió con rabia. “Alejandro, Héctor solo me ofreció trabajo, vi la oportunidad y la tome, las cosas estaban delicadas entre nosotros dos y tus padres al parecer no les caigo bien, no me sentía bien, no creo volver a tu empresa”.“Quiero hacer las cosas bien” agrego entre un largo suspiro.Luciana apenas podía sostener la mirada de Alejandro sin que el calor le subiera al rostro. Toda la situación la hacía sentir pequeña, vulnerable, algo que no solía permitir en ninguna circunstancia. La velada era perfecta, demasiado perfecta, y eso la inquietaba. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo habían pasado de discusiones y tensión a una cena tan íntima y romántica?Las palabras de Alejandro resonaban en su mente: "Esto es para ti." Pero ella no sabía cómo responder. Su
Luciana lo miró, sus ojos encontrándose con los de él de nuevo, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió a salvo. No sabía si lo que tenía con Alejandro sería fácil o si las complicaciones los destrozarían a ambos, pero en ese momento, decidió que valía la pena descubrirlo."Gracias," murmuró, apenas audible, pero suficiente para que él lo escuchara.Alejandro sonrió, una sonrisa pequeña, pero sincera. "Termina de comer, y después... veamos qué más nos depara esta noche."Luciana, con el corazón todavía latiendo rápido, asintió. Por ahora, estaba dispuesta a dejarse llevar por el momento, por ellos. Porque, aunque lo complicaran todo, había algo innegable entre ellos. Algo que no podía ignorar.Y mientras el silencio volvía a instalarse entre ellos, Luciana supo, en lo más profundo de su ser, que esa noche cambiaría todo.Luciana se había quedado completamente dormida en la mesa, su cabeza descansando sobre sus brazos. El reloj marcaba la 1 de la madrugada, y la música del evento
Luciana levantó la barbilla. "Estoy bien, gracias." Su respuesta fue seca, un intento de mantener las barreras levantadas. No iba a permitir que un simple gesto la hiciera olvidar el dolor que había sentido cuando él desapareció de su vida sin más.Alejandro suspiró, una mezcla de resignación y paciencia en su expresión. "Sabía que sería difícil que aceptaras esto, que me dieras la oportunidad de explicarte...""¿Explicarme qué, Alejandro? interrumpió Luciana, su tono cortante. "¿Que todo este tiempo estuviste bien mientras yo trataba de juntar los pedazos que dejaste?"El silencio que siguió fue ensordecedor. La frialdad de su voz lo había golpeado, y Alejandro no pudo evitar inclinarse un poco hacia adelante, con los ojos llenos de una sinceridad que Luciana no quería ver. "Luciana, yo nunca quise que las cosas terminaran así. Me alejé porque pensé que era lo mejor para ti, para nosotros. Estaba atrapado en una situación de la que no sabía cómo salir... y pensé que apartarme sería l
Luciana miró la taza de café que había dejado frente a ella, sintiendo cómo sus pensamientos giraban en círculos, incapaz de sacarlo de su mente. ¿Cómo había llegado a esto otra vez? se preguntó. ¿Cómo podía alguien tener tanto poder sobre sus emociones después de tanto tiempo?Luciana seguía inmersa en sus pensamientos, con el eco de las palabras de Alejandro aún resonando en su mente. Miraba la taza de café, completamente ajena al mundo exterior, hasta que el sonido de la puerta del café abriéndose de nuevo la hizo levantar la vista. Para su sorpresa, allí estaba Héctor, entrando con paso firme, con la mirada fija en ella. El corazón de Luciana dio un vuelco, no por emoción, sino por el desconcierto que la invadió.“¿Héctor? “preguntó, frunciendo el ceño”. ¿Cómo sabías que estaba aquí?Él no respondió de inmediato. Se acercó con calma, pero con esa seguridad fría que siempre lo caracterizaba. Cuando llegó a su lado, lanzó una mirada rápida a su reloj de muñeca antes de clavar sus oj
Héctor la miró fijamente, y por un momento, Luciana pensó que tal vez había logrado romper esa máscara de imperturbabilidad que siempre llevaba. Pero entonces, él se inclinó más cerca, tan cerca que su aliento cálido rozó la piel de su cuello.“Te guste o no, Luciana, siempre serás mía “—susurró, con una intensidad que la hizo estremecerse—. Y tarde o temprano, lo entenderás.Luciana cerró los ojos por un segundo, sintiendo la presión en su pecho aumentar, pero no iba a ceder. No esta vez. Alejó su rostro, sus ojos llenos de desafío.“Jamás”.El silencio que siguió fue más denso que nunca. Héctor se recostó en su asiento, su expresión oscurecida, mientras la camioneta seguía su rumbo. Pero Luciana ya sabía que, sin importar adónde la llevara, ella no iba a dejar que él decidiera su destino.Luciana entró a la oficina con paso firme, aunque por dentro no podía evitar sentir una creciente incomodidad. Al cruzar la puerta, sus ojos se encontraron de inmediato con una escena que no espera