“Alejandro dime como van las cosas en la empresa donde estas” Pregunto con voz nerviosa.“Bien Luciana, aunque necesito ayuda con algunas cosas y me gustaría que trabajaras en mi empresa no en la de Héctor no soporto ese hombre” añadió con rabia. “Alejandro, Héctor solo me ofreció trabajo, vi la oportunidad y la tome, las cosas estaban delicadas entre nosotros dos y tus padres al parecer no les caigo bien, no me sentía bien, no creo volver a tu empresa”.“Quiero hacer las cosas bien” agrego entre un largo suspiro.Luciana apenas podía sostener la mirada de Alejandro sin que el calor le subiera al rostro. Toda la situación la hacía sentir pequeña, vulnerable, algo que no solía permitir en ninguna circunstancia. La velada era perfecta, demasiado perfecta, y eso la inquietaba. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo habían pasado de discusiones y tensión a una cena tan íntima y romántica?Las palabras de Alejandro resonaban en su mente: "Esto es para ti." Pero ella no sabía cómo responder. Su
Luciana lo miró, sus ojos encontrándose con los de él de nuevo, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió a salvo. No sabía si lo que tenía con Alejandro sería fácil o si las complicaciones los destrozarían a ambos, pero en ese momento, decidió que valía la pena descubrirlo."Gracias," murmuró, apenas audible, pero suficiente para que él lo escuchara.Alejandro sonrió, una sonrisa pequeña, pero sincera. "Termina de comer, y después... veamos qué más nos depara esta noche."Luciana, con el corazón todavía latiendo rápido, asintió. Por ahora, estaba dispuesta a dejarse llevar por el momento, por ellos. Porque, aunque lo complicaran todo, había algo innegable entre ellos. Algo que no podía ignorar.Y mientras el silencio volvía a instalarse entre ellos, Luciana supo, en lo más profundo de su ser, que esa noche cambiaría todo.Luciana se había quedado completamente dormida en la mesa, su cabeza descansando sobre sus brazos. El reloj marcaba la 1 de la madrugada, y la música del evento
Luciana levantó la barbilla. "Estoy bien, gracias." Su respuesta fue seca, un intento de mantener las barreras levantadas. No iba a permitir que un simple gesto la hiciera olvidar el dolor que había sentido cuando él desapareció de su vida sin más.Alejandro suspiró, una mezcla de resignación y paciencia en su expresión. "Sabía que sería difícil que aceptaras esto, que me dieras la oportunidad de explicarte...""¿Explicarme qué, Alejandro? interrumpió Luciana, su tono cortante. "¿Que todo este tiempo estuviste bien mientras yo trataba de juntar los pedazos que dejaste?"El silencio que siguió fue ensordecedor. La frialdad de su voz lo había golpeado, y Alejandro no pudo evitar inclinarse un poco hacia adelante, con los ojos llenos de una sinceridad que Luciana no quería ver. "Luciana, yo nunca quise que las cosas terminaran así. Me alejé porque pensé que era lo mejor para ti, para nosotros. Estaba atrapado en una situación de la que no sabía cómo salir... y pensé que apartarme sería l
Luciana miró la taza de café que había dejado frente a ella, sintiendo cómo sus pensamientos giraban en círculos, incapaz de sacarlo de su mente. ¿Cómo había llegado a esto otra vez? se preguntó. ¿Cómo podía alguien tener tanto poder sobre sus emociones después de tanto tiempo?Luciana seguía inmersa en sus pensamientos, con el eco de las palabras de Alejandro aún resonando en su mente. Miraba la taza de café, completamente ajena al mundo exterior, hasta que el sonido de la puerta del café abriéndose de nuevo la hizo levantar la vista. Para su sorpresa, allí estaba Héctor, entrando con paso firme, con la mirada fija en ella. El corazón de Luciana dio un vuelco, no por emoción, sino por el desconcierto que la invadió.“¿Héctor? “preguntó, frunciendo el ceño”. ¿Cómo sabías que estaba aquí?Él no respondió de inmediato. Se acercó con calma, pero con esa seguridad fría que siempre lo caracterizaba. Cuando llegó a su lado, lanzó una mirada rápida a su reloj de muñeca antes de clavar sus oj
Héctor la miró fijamente, y por un momento, Luciana pensó que tal vez había logrado romper esa máscara de imperturbabilidad que siempre llevaba. Pero entonces, él se inclinó más cerca, tan cerca que su aliento cálido rozó la piel de su cuello.“Te guste o no, Luciana, siempre serás mía “—susurró, con una intensidad que la hizo estremecerse—. Y tarde o temprano, lo entenderás.Luciana cerró los ojos por un segundo, sintiendo la presión en su pecho aumentar, pero no iba a ceder. No esta vez. Alejó su rostro, sus ojos llenos de desafío.“Jamás”.El silencio que siguió fue más denso que nunca. Héctor se recostó en su asiento, su expresión oscurecida, mientras la camioneta seguía su rumbo. Pero Luciana ya sabía que, sin importar adónde la llevara, ella no iba a dejar que él decidiera su destino.Luciana entró a la oficina con paso firme, aunque por dentro no podía evitar sentir una creciente incomodidad. Al cruzar la puerta, sus ojos se encontraron de inmediato con una escena que no espera
Horas despues Luciana decidió quedarse más tiempo en la oficina ya que el pequeño percance que había tenido hace unas horas atrás no le impidió seguir con sus cuestiones laborales.El reloj marcaba las seis de la tarde, y Luciana recogía lentamente sus cosas, tratando de calmar la tensión que había sentido todo el día desde la incómoda conversación de la mañana con los padres de Héctor. Estaba a punto de salir de la oficina cuando Susana, la madre de Héctor, apareció en la puerta, deteniéndola con su sola presencia.—Luciana, necesito hablar contigo —dijo Susana, con ese tono imperioso que siempre utilizaba cuando quería imponer algo. Se acercó con elegancia, sus tacones resonando en el suelo de mármol mientras sus ojos escrutaban cada detalle del rostro de Luciana.Luciana apretó los labios, ya esperando lo peor. Sabía que cuando Susana la buscaba era porque venía con malas noticias, envueltas en su aire de superioridad. Susana la miró por un largo segundo antes de soltar la bomba.—
—Hay una forma, se me acaba de ocurrir algo, lo más probable es que te hayan despedido sin liquidación y derecho a dinero, pero hay una solución conmigo estarás segura solo se firmas un pequeño contrato que avala la seguridad para ti. Te he dicho antes que no confíes en todos los que te rodean —susurró, su voz apenas un murmullo, trabaja para mí como los viejos tiempos que tú y yo lo hacíamos juntos.—. Ni siquiera en mí.Luciana apartó su rostro de su toque, sus emociones en conflicto. La cercanía de Alejandro la confundía, pero su instinto le decía que algo más oscuro se estaba gestando bajo la superficie. Todo lo que estaba sucediendo en la empresa, las insinuaciones, los silencios, parecían formar parte de algo mucho más grande de lo que ella había imaginado.—¿Qué estás tratando de decirme, Alejandro? —preguntó, su voz cargada de frustración—. ¡Deja de hablar en acertijos!Alejandro sonrió, una sonrisa que no alcanzó sus ojos.—Solo estoy diciendo que, cuando llegue el momento, en
Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban entrecortados. La tensión seguía en el aire, palpable, casi palpable. Alejandro, con su mirada profunda y penetrante, la observó con una seriedad que contrastaba con la suavidad de su gesto.—No tienes que irte —dijo en un tono suave pero firme—. Quédate esta noche, al menos hasta que te calmes. Puedo ver lo agotada que estás. Ya todo está dicho, no tienes que huir.Luciana, sin saber qué decir, se quedó en silencio, con su corazón acelerado y la mente en caos. La idea de quedarse allí, en la mansión de lujo, bajo la protección de Alejandro, era tentadora, pero había algo más profundo que la hacía resistirse. Aún no entendía todo lo que estaba pasando, pero el calor de sus manos, su cercanía, parecía prometer algo más que solo consuelo.—Te compré algo para ti —continuó Alejandro, mientras levantaba un poco la mirada, dejando entrever una sonrisa leve y genuina, esa que solo Luciana lograba desatar—. Un pijama, solo para ti. Es de tu ta