—Hay una forma, se me acaba de ocurrir algo, lo más probable es que te hayan despedido sin liquidación y derecho a dinero, pero hay una solución conmigo estarás segura solo se firmas un pequeño contrato que avala la seguridad para ti. Te he dicho antes que no confíes en todos los que te rodean —susurró, su voz apenas un murmullo, trabaja para mí como los viejos tiempos que tú y yo lo hacíamos juntos.—. Ni siquiera en mí.Luciana apartó su rostro de su toque, sus emociones en conflicto. La cercanía de Alejandro la confundía, pero su instinto le decía que algo más oscuro se estaba gestando bajo la superficie. Todo lo que estaba sucediendo en la empresa, las insinuaciones, los silencios, parecían formar parte de algo mucho más grande de lo que ella había imaginado.—¿Qué estás tratando de decirme, Alejandro? —preguntó, su voz cargada de frustración—. ¡Deja de hablar en acertijos!Alejandro sonrió, una sonrisa que no alcanzó sus ojos.—Solo estoy diciendo que, cuando llegue el momento, en
Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban entrecortados. La tensión seguía en el aire, palpable, casi palpable. Alejandro, con su mirada profunda y penetrante, la observó con una seriedad que contrastaba con la suavidad de su gesto.—No tienes que irte —dijo en un tono suave pero firme—. Quédate esta noche, al menos hasta que te calmes. Puedo ver lo agotada que estás. Ya todo está dicho, no tienes que huir.Luciana, sin saber qué decir, se quedó en silencio, con su corazón acelerado y la mente en caos. La idea de quedarse allí, en la mansión de lujo, bajo la protección de Alejandro, era tentadora, pero había algo más profundo que la hacía resistirse. Aún no entendía todo lo que estaba pasando, pero el calor de sus manos, su cercanía, parecía prometer algo más que solo consuelo.—Te compré algo para ti —continuó Alejandro, mientras levantaba un poco la mirada, dejando entrever una sonrisa leve y genuina, esa que solo Luciana lograba desatar—. Un pijama, solo para ti. Es de tu ta
Luciana, sin poder evitarlo, se inclinó hacia él, ansiosa, tomando la iniciativa. Sus labios encontraron los de él con una intensidad que sorprendió incluso a ella misma. Fue un beso lleno de una pasión contenida, una que había estado esperando salir a la luz durante tanto tiempo. Su cuerpo respondió con rapidez, el deseo recorriéndola como un fuego que comenzaba a arder desde lo más profundo de su ser.Alejandro la abrazó con fuerza, sus manos encontrando la espalda de Luciana y atrayéndola hacia él, presionando su cuerpo contra el suyo. El calor de su torso se sintió como un refugio, y Luciana, por un momento, dejó de pensar. Solo sintió. Solo vivió en ese instante.—Luciana… —susurró él, contra sus labios, su voz grave y baja, como si la estuviera advirtiendo de algo que ninguno de los dos estaba dispuesto a enfrentar.Ella no respondió, solo se hundió más en el beso, como si pudiera perderse en él. El sabor de Alejandro, su cercanía, el roce de su piel sobre la de ella, todo lo de
—Gracias —respondió, con un suspiro más relajado. —Voy a ponerme la pijama y… necesito algo de privacidad, por favor. Solo por un momento.Alejandro asintió, levantándose lentamente de la cama, aunque su mirada seguía fija en ella. El espacio entre ellos se hacía más palpable ahora, pero no de una manera incómoda, sino de una manera que invitaba al respeto, al entendimiento mutuo. Él caminó hacia el otro lado de la habitación, sin decir una palabra más.Luciana se dirigió hacia el armario, abriendo la puerta con manos temblorosas, tomando la pijama que él le había comprado, la tela suave y ligera entre sus dedos. Se la puso rápidamente, sintiendo cómo la suavidad de la prenda la reconfortaba, pero al mismo tiempo, sentía que la distancia emocional entre ellos crecía, aunque no quería que fuera así.Al volver a la cama, se detuvo un momento en el umbral de la puerta, observando a Alejandro. Estaba sentado en el borde de la cama, aún de pie en el lado más alejado de la habitación, pero
—Gracias —respondió, su voz suave, cargada de una gran sorpresa—. No te arrepentirás, Luciana. Te lo prometo.Y aunque las palabras estaban fuera de su boca, el silencio que siguió resonó entre los dos como un lazo invisible, un pacto no solo de trabajo, sino de algo mucho más profundo. Algo que ambos aún no podían definir, pero que ya estaba ahí, creciendo en la atmósfera de la mansión.Mientras Luciana asentía, sabiendo que no había vuelta atrás, el futuro de ambos parecía estar tomando un nuevo rumbo, uno que se entrelazaba de formas que ninguno de los dos había anticipado, pero que, sin duda, marcaría sus vidas para siempre.El aire en la oficina se volvió denso, cargado con una energía que ninguno de los dos había anticipado. Luciana, aún con el sabor a incertidumbre en la boca, se levantó de la silla lentamente, como si cada paso hacia el futuro fuera un acto consciente de valentía. Miró a Alejandro una última vez, sus ojos oscilando entre la duda y una renovada determinación. L
Luciana estaba en su oficina, furiosa. El silencio que llenaba el ambiente no era suficiente para calmar el fuego que ardía en su interior. Caminaba de un lado a otro, incapaz de concentrarse en los documentos que había intentado revisar. Todo había salido mal, y la causa de su frustración estaba, una vez más, relacionada con Alejandro.Con un movimiento brusco, tomó su celular y marcó su número, sus dedos temblando de rabia. Cada tono de llamada que sonaba le hacía sentir como si una tormenta se desatara dentro de ella. Finalmente, cuando la llamada fue respondida, su voz salió en un grito.—¡Alejandro! —Luciana no le dio oportunidad de hablar—. ¡No puedo creer que otra vez te atrevas a dejarme sola con todo este desastre! —Su voz temblaba de indignación—. ¡Me prometiste que estarías aquí, que me apoyarías, pero no, claro que no! Como siempre, desapareces cuando más te necesito.Alejandro, del otro lado, permaneció en silencio durante unos segundos, como si intentara procesar la aval
De repente, el sonido de su teléfono la sacó de su ensoñación. Era un mensaje de Alejandro:"Voy tarde, no me esperes. Nos vemos mañana, puedes quedarte a dormir en tu casa por mi no hay problema despues de lo que te dije hace dos días no creo que quieras estar con un tipo como yo."Luciana frunció el ceño. Una vez más, Alejandro cancelaba sus planes de manera abrupta. Esta vez, sin embargo, no iba a dejarlo pasar. Tomó su bolso y salió de la oficina decidida a confrontarlo. La incomodidad en su pecho se había convertido en una urgencia que no podía ignorar.Bajó las escaleras rápidamente, y justo al salir del edificio, sintió el aire fresco en su rostro. El aroma del café y las luces de la ciudad apenas lograban distraerla de lo que ahora se había convertido en una sospecha casi dolorosa. Alejandro le estaba ocultando algo, y la agonía no la deja en paz, Luciana sospechaba que quizá él no le conto toda la verdad, o intento solo despistarla, eso empezaba a corroerla por dentro.Pidió
En ese momento la voz dulce de la mujer femenina, puso celosa a Luciana. Luciana lo miró, las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. No sabía si podía seguir confiando en él, no después de tantas dudas, tantas preguntas sin respuesta. Pero algo en sus ojos... algo en la manera en que le pedía tiempo, la hizo dudar.—Está bien, pero quiero ver a la mujer, siento que no puedo esperar y si admitio que soy celosa, quiero saber quiero ver que se esconde en es esa voz femenina —murmuró finalmente, aunque su corazón seguía lleno de incertidumbre—. Pero no voy a esperar para siempre.—Luciana, soy yo o se me hace que tu estas celosa ¿Verdad? —Pregunto Alejandro mirando a los ojos.—No, solo quiero ver a la mujer, lo de celosa tu sabes soy complicada, asi que dame permiso de entrar o te juro que abro más la puerta de una patada —agrego Luciana tocando las mejillas de Alejandro. Alejandro asintió lentamente, como si entendiera lo que estaba en juego. Pero lo que Luciana no sabía era