—Gracias me salvaste la vida —agrego Luciana con una sonrisa en sus labios despues de la tensión que había causado minutos atrás.Alejandro se encontraba sentado en la silla, analizando a Luciana, tratando de que ella se toma la situación con más calma, observando cómo la luz del atardecer entraba por los ventanales de su mansión. Luciana, frente a él, sostenía el contrato que él acababa de colocar delicadamente sobre la mesa. El ambiente estaba cargado de una mezcla de tensión y expectación, mientras los ojos de Alejandro no se apartaban de ella.—Luciana —dijo con su voz profunda y tranquila—, ya que estás aquí, me gustaría que firmaras el contrato para trabajar en mi empresa.Luciana levantó la vista del documento, algo sorprendida por lo directo de la solicitud. Aún no había tenido tiempo de procesar todo lo que estaba sucediendo, y sus pensamientos seguían divididos entre lo que pasaba en su vida profesional y lo que sentía al estar tan cerca de Alejandro de nuevo.—Pero… aún no
Ana, la más serena de las dos, se inclinó hacia adelante, pero su rostro reflejaba claramente sus dudas. —¿Estás segura de que eso es lo que quieres? Sabes cómo es Alejandro… —dijo, con un tono que Luciana conocía bien. Ese tono de advertencia que su amiga siempre usaba cuando sentía que Luciana estaba a punto de caer en una trampa emocional.—No sé, Ana, soy impulsiva a veces —admitió Luciana, sintiendo cómo sus pensamientos se enredaban más con cada palabra—. Siento que me está ayudando, pero al mismo tiempo, no puedo evitar sentir que hay algo más. Algo que no me está diciendo.Clara, siempre la más impulsiva, dejó la taza en la mesa con un ligero golpe. —¿Y si estás cayendo en su juego otra vez? —soltó, sin rodeos—. Sabes cómo es Alejandro. Siempre ha sido… complicado. Y tú, cuando estás cerca de él, cambias, Lu. No quiero verte pasar por lo mismo de nuevo.Luciana bajó la mirada, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que Clara tenía razón, pero también sabía que su situación c
"Luciana, qué sorpresa verte tan temprano," dijo Milena, con su característico tono suave pero firme. Siempre había sido una mujer elegante y carismática, alguien que imponía respeto sin esfuerzo. "No esperaba encontrar a nadie por aquí a esta hora."Luciana esbozó una sonrisa educada, aunque no pudo evitar sentir una ligera incomodidad. Sabía que Milena y Paco eran muy cercanos a Alejandro, y aunque siempre habían sido cordiales con ella, la situación actual la hacía sentirse expuesta. "Sí, quise llegar temprano para adelantar algunos pendientes," respondió, acercándose lentamente a la máquina de café. "¿Y ustedes? ¿Todo bien?""Todo bien, querida," intervino Paco, con su habitual amabilidad. Siempre había sido más relajado que Milena, un hombre afable y cálido. "Vinimos a revisar algunos documentos, pero más que nada queríamos hablar contigo, si tienes un momento."Luciana levantó una ceja, sorprendida. "¿Conmigo?" preguntó, sintiendo que algo en el ambiente cambiaba. Había algo en
"No sé si quiero arriesgarme otra vez, pero lo pensare," susurró, casi sin pensarlo. "No sé si puedo confiar en ti después de todo lo que pasó, no puedo olvidar las veces que me sentí sola, y la vez que me pusiste una mano encima."Alejandro asintió lentamente, como si ya supiera lo que estaba sintiendo. "Lo entiendo. No te estoy pidiendo que confíes en mí ahora mismo. Solo... dame una oportunidad, pero de estar en tu vida, compartir como antes, y déjame estar pendiente de ti siempre. Si no me crees, al menos déjame demostrarte que puedo ser alguien diferente."Luciana lo miró directamente a los ojos, su pulso acelerado, el mismo miedo y la misma esperanza que la habían atormentado en el pasado surgiendo una vez más. "¿Y qué pasará si, al final, te fallas a ti mismo?"El silencio volvió a caer entre ellos, pero esta vez fue menos pesado. Alejandro se levantó, acercándose lentamente a ella. Luciana observó cómo sus movimientos, siempre tan seguros, ahora tenían una suavidad inesperada.
Cuando dobló una esquina, vio una figura familiar acercándose. Milena, la madre de Alejandro, caminaba con esa gracia que siempre la caracterizaba, su porte impecable y la expresión dulce que, sin embargo, no ocultaba su intuición aguda. Luciana intentó componer su rostro, pero sabía que Milena era capaz de ver a través de cualquier fachada."Luciana, querida” dijo Milena suavemente mientras se acercaba, con una leve preocupación en sus ojos. "¿Todo está bien? Te ves un poco... irritada."Luciana se detuvo, intentando disimular el tumulto de emociones que aún la envolvía. Forzó una sonrisa, aunque sabía que Milena no sería fácil de engañar. "Estoy bien, señora Milena, no pasa nada" respondió rápidamente, tratando de sonar convincente.Milena arqueó una ceja con esa elegancia propia de alguien que lo ha visto todo. "No hace falta que mientas conmigo, Luciana." Sus palabras eran suaves, pero cargadas de un conocimiento implícito. "¿Ha pasado algo con mi hijo, Alejandro?"Luciana suspiró
"Confía en mí, Luciana." Sus ojos, intensos y serios, se clavaron en los suyos. "No dejaré que te pase nada. Ahora, por favor, haz lo que te pido. Ve con mi madre, y no salgas hasta que yo te lo diga."Luciana asintió, sintiendo un nudo en el estómago. Había muchas cosas que no entendía, pero el tono en la voz de Alejandro la convenció de que este no era el momento para discutir. Mientras él y Paco se preparaban para enfrentarse a lo desconocido, Luciana se dirigió a un pequeño cuarto junto a Milena, sus pensamientos enredados en una mezcla de miedo y preguntas sin respuestas.El edificio, antes lleno de vida y trabajo, ahora se sentía como un campo de batalla a punto de estallar.La tensión en el ambiente se sentía densa, casi tangible. Milena tomó la mano de Luciana con fuerza, sus ojos reflejando una mezcla de miedo y urgencia. "Vamos," le dijo con firmeza, arrastrándola hacia el ascensor. "Tomaremos el ascensor al octavo piso. Hay un escondite allí, una puerta de emergencia. Estar
"Tenemos que llegar más rápido," murmuró con rabia contenida. Paco, con el rostro serio, aceleraba tanto como podía sin perder el control del vehículo. "No sé si tenemos tiempo, pero lo intentaremos," dijo Paco, con la voz tensa.El camino era traicionero: calles rotas, escombros en el asfalto, y señales de abandono por todos lados. El sol apenas despuntaba, creando sombras largas y ominosas que solo añadían más tensión. Alejandro miraba el horizonte, buscando algún rastro de las camionetas que se habían llevado a su madre y a Luciana, pero todo lo que veía era el vacío.Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegaron a la entrada de un viejo almacén abandonado. Las ventanas estaban rotas, las paredes cubiertas de grafitis, y el aire olía a polvo y humedad. Héctor revisó el GPS nuevamente. "Están aquí," dijo, su voz un hilo de esperanza en medio de la tensión. **"No deben estar muy lejos."Alejandro asintió, tomando su arma y bajando del vehículo. "Paco, tú entra por el
"Te tengo, Luciana. Todo está bien ahora," le dijo Alejandro mientras la ayudaba a levantarse. Pero el alivio en su voz no duró mucho, porque uno de los hombres restantes en la sala, el líder de los secuestradores sacó un teléfono y lo levantó en el aire."Esto no ha terminado, Alejandro," dijo, con una sonrisa siniestra en su rostro. "Sabemos mucho más de lo que imaginas. Esto no era solo por los códigos... Es personal."Alejandro lo miró fijamente, sin bajar el arma. "No me importa quién seas o qué quieras. Si vuelves a acercarte a mi familia, te juro que acabaré contigo."El líder sonrió, alejándose lentamente. "Tendrás que intentarlo entonces." En ese momento, él y los hombres restantes escaparon por una puerta lateral, dejando la escena en caos.Alejandro ayudó a Luciana a sentarse, su corazón aún latiendo con fuerza. "Vamos a sacarlas de aquí," dijo, mirando a Paco y a Héctor. "Esto aún no ha terminado."Paco asintió, llamando de nuevo a la policía para darles la ubicación exact