"Luciana..." susurró, su voz quebrada, mientras entraba en la sala. Allí, los médicos estaban trabajando rápidamente, pero al ver su rostro, paleado y con las huellas de lo que había sufrido, una parte de él sintió que se rompía.Luciana estaba tendida en la camilla, conectada a máquinas que monitoreaban su respiración. "No... no... no..." murmuró, sus manos temblorosas acercándose a ella, tocando suavemente su rostro, como si temiera que se desvaneciera con solo un toque. "Luciana... por favor, no me dejes, despierta, abre los ojos."El médico, observando a Alejandro, se acercó con cautela. "La golpearon, está deshidratada, pero está estable por ahora. Necesitamos que se recupere del trauma. Va a estar bien, pero necesitamos que no la molesten más de lo necesario, los golpes n en el estómago deben ser monitoreados."Alejandro asintió, sin apartar los ojos de Luciana. "¿Cuánto tiempo?" preguntó, casi sin aliento."Es difícil de decir, pero puede estar inconsciente por varias horas. Pu
"Ella está mejor, más estable," respondió Alejandro, alcanzando su mano y apretándola suavemente, como si se tratara de un ancla en un mar tormentoso. "Lo que importa ahora es que tú estás aquí. Estás a salvo."Milena observaba desde un rincón, su mirada fija en la pareja que había tomado la batuta en la lucha por la supervivencia. Era difícil para ella no sentir una mezcla de preocupación y alivio. "Alejandro," dijo Milena con una suavidad inusual en su tono. "Luciana, me alegra que estés bien. Debemos hablar sobre lo que sucedió… todo lo que pasó."Luciana, al escuchar el nombre de su madre y la palabra de tenemos que hablar no le gustó mucho la idea, lo unió que quiera era olvidar, se giró con una sonrisa que no alcanzó sus ojos. Intento calmarse "Lo sé," dijo, su tono cauteloso. "Lo sé, pero no ahora. No quiero pensar en eso todavía."El silencio se instaló brevemente entre los tres, mientras una tensión no dicha llenaba el aire. No era solo el temor a lo que vendría, sino una com
"Aquí estamos," dijo Alejandro, su voz más suave de lo que había sido en todo el trayecto. Miró a Luciana con una mezcla de ternura y determinación, sus ojos oscuros reflejaban un deseo profundo de protegerla. "Es tu casa ahora también. No tienes que temer nada."Luciana asintió lentamente, sin palabras. Las dudas seguían nublando su mente, pero había algo en la forma en que Alejandro la miraba, algo en su intensidad, que la hacía querer creerle. "No sé si soy capaz de esto, y si pasa algo más" murmuró, apenas audible, mientras salía del coche y miraba la puerta de la mansión, como si fuera la entrada a un mundo del cual no estaba segura de querer formar parte.Alejandro se acercó, tomando su mano de nuevo, esta vez con una firmeza que la hizo sentir que, por un momento, no estaba sola. "Lo serás," dijo con total certeza. "Te prometo que lo serás."Ambos se bajaron del coche y Alejandro dio instrucciones precisas a la sirvienta de la mansión mientras Luciana se sentaba en el acogedor
5 minutos despues.Luciana se encontraba sola en la terraza de la mansión de Alejandro, contemplando la luna llena que se alzaba majestuosa en el cielo. El aire fresco de la noche acariciaba su piel, pero no podía evitar sentirse atrapada en un torbellino mundial de emociones. Aquella mansión, aquel hombre, ambos llenaban su mente de recuerdos que, como olas, la golpeaban una y otra vez, llevándola entre lo dulce y lo amargo de lo que alguna vez compartieron.Apoyada en la barandilla, sus dedos se cerraron con fuerza mientras cerraba los ojos, dejando que su memoria la transportara a esos momentos que habían dejado marcas imborrables.Primero, vinieron los recuerdos felices, como flashes de luz en medio de la oscuridad. La risa contagiosa de Alejandro resonaba en su mente, esos días en los que todo parecía sencillo y sin complicaciones. Lo veía a su lado, caminando por la playa, su mano entrelazada con la suya, las olas acariciando sus pies descalzos. Era tan fácil estar con él entonc
El silencio entre ellos fue pesado, pero no incómodo. Ambos parecían estar lidiando con sus propios demonios, atrapados en un bucle de recuerdos que no podían cambiar, pero que aún los definían."¿Recuerdas aquella noche en la cabaña?" preguntó Alejandro de repente, su voz llena de nostalgia. "La noche en la que dijiste que siempre estaríamos juntos, sin importar lo que pasara."Luciana asintió, su corazón latiendo más rápido al recordar ese momento. Era una noche de verano, una de las pocas veces en las que habían dejado atrás el caos de la ciudad y se habían escapado a un lugar solo para ellos. Bajo las estrellas, Alejandro la había tomado entre sus brazos y le había jurado que siempre la protegería, que nada ni nadie podría separarlos. En ese entonces, había creído cada palabra. Pero ahora... ahora se sentía como si esa promesa hubiera sido hecha en otro tiempo, por otras personas."Lo recuerdo," dijo finalmente, su voz quebrada. "Pero las promesas no siempre se cumplen, ¿verdad?"
"No sabes cuánto te odié," admitió finalmente Luciana, su voz temblando. "Te odié por hacerme sentir invisible, por hacerme dudar de mí misma, por hacerme creer que lo que teníamos no significaba nada para ti, por meterte en nuestra cama con esa mujer."Alejandro bajó la cabeza, sus hombros pesados por el peso de su culpa. "Te mereces odiarme," dijo en un susurro. "Lo acepto. Pero si hay una pequeña parte de ti que aún puede perdonarme... entonces, te juro que haré lo que sea por recuperarte. Lo que sea."Luciana cerró los ojos, su corazón latiendo frenéticamente. ¿Podía realmente perdonarlo? ¿Podía dejar atrás todo ese dolor y confiar en él de nuevo? Parte de ella quería hacerlo, quería creer que el hombre que una vez amó seguía ahí, escondido detrás de todas esas capas de orgullo y miedo. Pero la otra parte... la parte que había sido herida tan profundamente no estaba segura de poder olvidar, y mas por el miedo de no saber si el volvería a lo mismo de siempre.Y en medio de esos pen
"No te pido que lo olvides," dijo él con sinceridad. "Solo te pido que me dejes demostrarte que puedo ser mejor. Que podemos ser mejores juntos."El silencio cayó entre ellos, roto solo por el lejano sonido de la alarma que ya se apagaba en el sistema. Ambos sabían que lo que estaban diciendo no era algo sencillo de resolver en una noche, pero era un comienzo. Y en medio de la madrugada, entre confesiones y susurros, algo había cambiado entre ellos.Luciana suspiró profundamente, tratando de no dejarse llevar por el momento. "No sé, Alejandro. Todavía estoy muy confundida, estoy que no se si besarte sin permiso o volver sentirte en mi piel."Alejandro asintió, levantándose lentamente. "Lo sé, y te daré el espacio que necesites para aclararlo. No voy a presionarte." Le dedicó una sonrisa antes de tomar su arma del mostrador. "Ve a dormir, yo me quedaré vigilando unos 5 minutos por si acaso, Lugo me iré a dormir, termina de comer tu manzana." Le dijo entregándole la manzana.Luciana lo
“Lo siento,” dijo él, de repente consciente de la cercanía. “Solo... quise que lo supieras.”Luciana lo miró fijamente, intentando procesar lo que sentía. No podía negar que su corazón latía más rápido cuando él estaba cerca, pero también sabía que no podía dejar que eso los hiciera retroceder a un lugar al que ya no pertenecían.“Está bien, ese Angulo te favorece mucho” respondió, su voz un suspiro. “Solo... no sé qué hacer con esto, Alejandro.”Él asintió, entendiendo lo que no decía. Sabía que las heridas del pasado aún eran demasiado frescas, pero también sabía que no podría olvidar a Luciana tan fácilmente, ni dejar que la oportunidad se desvaneciera sin intentarlo.Luciana volvió a acomodarse en la cama, cerrando los ojos para tratar de recuperar el descanso que la alarma había interrumpido. Alejandro se quedó unos segundos más, mirándola en silencio antes de levantarse lentamente y salir de la habitación. En su corazón, una sensación de añoranza y esperanza permaneció, sabiendo