Un año depsues las gemelas ya tenian 5 años .... después de todo lo que habian pasado, la vida en la mansión había tomado un giro diferente. Luciana y Alejandro, ahora más unidos que nunca, disfrutaban de noches de pasión que se alargaban hasta las primeras horas de la mañana. Habían retomado su relación de una manera intensa, arriesgada, como si se estuvieran redescubriendo en cada caricia, en cada susurro, y las horas pasaban sin que se dieran cuenta. La tensión de los últimos meses, las preocupaciones, los miedos… todo eso parecía haberse desvanecido, reemplazado por un deseo que los envolvía en cada rincón de su hogar.Pero aquel día, mientras Luciana se preparaba para la rutina diaria, algo diferente le llamó la atención. Se miró al espejo mientras se ponía el pantalón que había usado hacía unas semanas y, de repente, notó que ya no le quedaba bien. El tejido que antes se ajustaba perfectamente ahora le quedaba ajustado, demasiado ajustado. El vestido que se había puesto después
El aire de la habitación parecía pesado, cargado de tensión y ansiedad, mientras Luciana intentaba procesar todo lo que había ocurrido en esos breves pero largos minutos. Alejandro, a su lado, no dejaba de mirarla, vigilando cada uno de sus movimientos, como si su vida dependiera de ello. Su corazón seguía acelerado, aún recorriendo los retazos de miedo que había experimentado al ver a Luciana desmayada, a punto de perderla.De repente, el sonido de un coche que frenaba frente a la mansión llegó hasta ellos. En cuestión de segundos, la puerta se abrió y apareció el enfermero, un hombre joven, de unos 30 años, con una expresión seria pero profesional. Traía una maleta médica en mano, y su rostro reflejaba un enfoque calmado, como si ya hubiera visto muchas situaciones similares.—Señor Alejandro, ¿cómo está ella? —preguntó el enfermero con voz firme, pero también con una suave preocupación. Se acercó rápidamente a Luciana, que, aunque ya respiraba con normalidad, seguía débil y desorie
Cuatro meses habían pasado desde que Luciana y Alejandro recibieron la noticia de que esperarían un bebé. El tiempo volaba entre los preparativos, los cambios de Luciana y las pequeñas sorpresas que la vida les ofrecía cada día. La emoción era palpable en la mansión, pero ambos sabían que era el momento adecuado para compartir con sus familias la gran noticia.Alejandro, con una sonrisa de complicidad, miró a Luciana desde el salón mientras se preparaba para reunir a su familia. Ambos sabían que el momento llegaría, y al fin el día había llegado. Después de todo, habían tenido un tiempo para adaptarse a la idea, para sentirse listos. El amor que compartían había crecido, y la promesa de ser una familia aún más unida se volvía cada vez más real.—¿Lista, mi amor? —preguntó Alejandro, acercándose a Luciana mientras ella ajustaba su vestido. Había algo mágico en el ambiente, algo que los hacía sentir más cerca de lo que nunca habían estado.—Estoy nerviosa, pero emocionada. —Luciana sonr
Alejandro la abrazó con fuerza, sintiendo cómo su corazón aún latía desbocado. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero al mismo tiempo, sentía una profunda gratitud al ver que Luciana había recuperado la conciencia. Sus manos temblaban mientras le acariciaba el rostro, su voz quebrada por la emoción.—No quiero perderte... No puedo vivir sin ti, Luciana. —dijo, en un susurro, como si esas palabras fueran las más importantes que había pronunciado en su vida.Luciana lo miró, aún débil, pero con una sonrisa tímida en sus labios. —No me vas a perder, amor... Estoy aquí. Estoy aquí contigo. —su voz era suave, pero llena de fuerza, como si estuviera luchando por él tanto como él por ella.La enfermera observó con cuidado cómo Luciana comenzaba a estabilizarse y respiraba con más calma. —Vamos a tener que hacer más pruebas, pero por ahora, ella está fuera de peligro. —dijo con voz tranquila, pero con un leve toque de preocupación en su tono. —Necesitamos que se recupere completamente. Vam
La mañana siguiente, la luz suave del sol se filtraba por las cortinas, bañando la habitación en un tono cálido. Luciana despertó lentamente, el dolor y la fatiga todavía presentes en su cuerpo, pero al abrir los ojos, vio a Alejandro sentado junto a ella, con su mirada fija y protectora.—¿Cómo te sientes? —preguntó él, con voz suave pero cargada de preocupación.Luciana sonrió débilmente, levantando una mano para acariciar su rostro. —Mucho mejor, amor. Gracias por no dejarme sola... por estar aquí, siempre.Alejandro apretó su mano, sus ojos reflejando todo el amor que sentía por ella. —No tienes que agradecerme, Luciana. No me voy a separar de ti, nunca más.Con un suspiro, Luciana trató de incorporarse, aunque el cansancio aún pesaba en su cuerpo. El simple hecho de estar allí, rodeada de la tranquilidad de la habitación y del amor de Alejandro, la hacía sentir más fuerte. Pero algo seguía en su mente, algo que no podía ignorar.—¿Cómo están los bebés? —preguntó, su mirada buscan
El aire estaba impregnado de elegancia y promesas en la gala benéfica que Luciana Méndez había estado esperando durante semanas. Las luces brillantes del salón de baile danzaban sobre las mesas decoradas con arreglos florales, y el murmullo de conversaciones animadas creaba una atmósfera vibrante. Pero en el fondo de su corazón, Luciana sentía un nudo, una mezcla de emoción y ansiedad.— ¿Por qué acepté venir? —se preguntó, ajustándose el escote de su vestido negro que abrazaba sus curvas de manera halagadora. Su mejor amiga, Clara, la había convencido de asistir, insistiendo en que necesitaba distraerse y dejar atrás el dolor de una ruptura que aún resonaba en su pecho. Sin embargo, esa misma mañana, había recibido un mensaje que la inquietó:— Alejandro Ferrer será el invitado principal —— No puedo creer que él esté aquí —susurró Luciana mientras tomaba un sorbo de champán, su mirada recorriendo la sala. La idea de encontrarse con el hombre que una vez había sido su mundo la llenab
La semana posterior a la gala fue un torbellino de emociones para Luciana. Cada día parecía arrastrarla entre la nostalgia y la incertidumbre, mientras sus pensamientos giraban en torno a Alejandro. Las imágenes de sus ojos intensos y la promesa de una segunda oportunidad la perseguían, dejándola en un estado de anhelo.Era una mañana soleada cuando decidió acudir a la exposición de arte que se celebraba en el centro cultural de la ciudad. Había decidido dejar que la belleza de las obras la distraiga, al menos por un tiempo. Sin embargo, en el fondo de su mente, sabía que la posibilidad de cruzarse con Alejandro en ese lugar estaba presente.Mientras caminaba por las salas, contemplando las pinturas vibrantes, sintió una corriente de energía recorrer el espacio. Era como si cada trazo de color hablara de amor y pérdida, reflejando su propia lucha interna. Se detuvo frente a una obra en particular, una representación de un cielo estrellado que la hizo recordar las noches que había comp
Luciana se encontraba en su apartamento, el ruido de las risas de la gala aún resonando en su mente. Las luces de la ciudad brillaban a través de la ventana, pero su corazón se sentía pesado, como si una sombra lo cubriera. Se dejó caer en el sofá, rodeada de la oscuridad de la noche, y permitió que los recuerdos la invadieran.El primer recuerdo que emergió fue el de su ruptura con Alejandro. Había sido un día gris, con nubes pesadas que presagiaban tormenta, un reflejo del caos que se avecinaba en su vida. Luciana cerró los ojos y pudo volver a escuchar las palabras que habían desgarrado su corazón.—No puedo seguir así, Luciana. Mi vida es demasiado complicada, y tú mereces más. — Las palabras de Alejandro resonaban en su mente como un eco doloroso.En ese momento, Luciana había sentido que el suelo se desvanecía bajo sus pies. —¿Más? ¿Más qué? ¿Acaso no es suficiente lo que tenemos?— Su voz había temblado, llena de incredulidad y dolor.—No es justo para ti, — había dicho él, su